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En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

El picante y la cannabis reducen la inflamación gastrointestinal.

La inflamación gastrointestinal - Cierta Ciencia podcast- CienciaEs.com

A lo mejor a usted no se le ha pasado por la cabeza pensar que la cannabis y los picantes (ají, chiles, guindillas, chilli peppers) tienen algo en común. Pero sí. Cuando se ingieren, ambos interactúan con el mismo receptor en nuestros estómagos, según cuentan investigadores de la Universidad de Connecticut, Uconn.

Los resultados de este trabajo pueden llevar a nuevas terapias para aliviar los problemas de la diabetes y del sistema digestivo y abrir puertas para contestar preguntas muy importantes sobre las relaciones entre el sistema inmunológico, el intestino y el cerebro.

Cuando se lleva a la boca un picante, la sensación en la lengua es inmediata, un quemón. Y sí, a nivel bioquímico es lo que sucede. La capsaicina, el químico liberado por los picantes se une a un receptor que dispara la acción de un nervio que le envía señales al cerebro, quien detecta el encendido, el calor producido. Y esos mismos receptores se han encontrado a todo lo largo del tracto gastrointestinal, aunque las razones de su existencia siguen siendo un misterio.

Los investigadores de la Uconn, llevados por interés y curiosidad, alimentaron ratones con capsaicina y al cabo de un tiempo encontraron que los animales sufrieron menos inflamaciones intestinales. De hecho, los científicos curaron ratones con diabetes tipo 1 alimentándolos con picante.

Cuando ahondaron en el estudio y realizaron observaciones a nivel molecular, observaron que la capsaicina se unía a un receptor llamado TRPV1, que se encuentra en células especializadas, regadas por todo el tracto gastrointestinal. Y cuando esto sucedía, el receptor hacía que las células produjeran una molécula llamada anandamida. Y aquí el gran nexo: la anandamida es un compuesto químico muy similar a los canabinoides presentes en la mariguana.

La anandamida, llamada molécula de la tranquilidad, comparte algunos receptores cerebrales con la cannabis. Existe en todo el reino animal, algo que demuestra su alto valor evolutivo, aunque sus niveles varían, haciendo que cuando son muy bajos se produzcan problemas de ansiedad.

Es la anandamida la que calma las irritaciones intestinales y la que interactúa con el sistema inmunológico, dicen los autores. De ahí que decidieron alimentar a los ratones de forma directa con la anandamida para calmar sus intestinos.

El cerebro también tiene receptores para la anandamida. Y son ellos quienes reaccionan con los cannabinoides de la mariguana y quienes propician los estados de euforia desencadenados por la droga.

A los científicos siempre los ha intrigado la existencia de esos receptores para los cannabinoides en el cerebro humano, si al fin y al cabo ellos no interactúan con alguna función vital del cuerpo, algo que sí hacen los receptores de los opioides, encargados de ser los primeros en aliviar los dolores ocasionados por golpes o accidentes, por poner el ejemplo más a mano.

“Esto permite imaginar que tal vez el sistema inmunológico y el cerebro mantengan unos hilos de comunicación que les permitan conversar entre ellos. Comparten un lenguaje común”, dice Pramod Srivastava, profesor de Medicina y de Inmunología en la Escuela de Medicina de la Uconn. Y una palabra clave de ese lenguaje común es anandamida.

Srivastava y sus colegas no saben cómo y cuándo la anandamida puede transmitir mensajes entre el cerebro y el sistema inmunológico. Pero lo que sí han encontrado han sido los detalles de cómo ella alivia el intestino. La molécula reacciona con el receptor TRPV1 (para producir más anandamida), al igual que con otro receptor que lo que hace es inducir la acción de los macrófagos, esas células del intestino que neutralizan las inflamaciones. La población de los macrófagos se aumenta, al igual que su actividad cuando crecen los niveles de anandamida. Los efectos abarcan todo el sistema gástrico, incluyendo el esófago, el estómago y el páncreas. Los investigadores están trabajando para saber si el efecto llega hasta el intestino y algunos de sus desórdenes como la colitis.

Sin embargo quedan muchas preguntas sin respuestas, entre ellas ¿cuál es la vía molecular precisa?. Otros receptores reaccionan también con la anandamida pero por qué lo hacen? ¿Cómo afecta la cannabis al intestino y al cerebro al mismo tiempo?

Es muy difícil en Estados Unidos conseguir una licencia federal para realizar estudios sobre la acción de la cannabis en personas. Pero su legalización en algunos estados permitirá indagar si la ingestión regular de cannabinoides podría subsanar los problemas de las inflamaciones intestinales en humanos.

“Espero poder trabajar con las entidades de salud pública en Colorado para estudiar si ha habido un efecto en la severidad de la colitis entre los consumidores regulares de la hierba comestible”, pues ella se legalizó en 2012, dice Srivastava. Si los datos epidemiológicos muestran un cambio significativo, se constituiría en un caso probado de que la anandamida o los otros cannabinoides podrían ser usados como medicinas terapéuticas para tratar ciertas dolencias del estómago, el páncreas, el intestino y el colon.

Y si se reduce la inflamación de todos esos órganos, el efecto aún podría ser mayor a largo plazo, pues al cáncer le encantan y le vienen de maravilla para iniciarse y establecerse, los tejidos inflamados. Un estado de calma no le es provechoso.

Resulta, por decir lo menos, algo irónico que los picantes y la mariguana puedan desinflamar el sistema gastrointestinal. Pero qué gran cosa si todo esto es una realidad.

Referencia: Nandini A. et al. Endocannabinoid system acts as a regulator of immune homeostasis in the gut. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2017

Más información en el Blog de Josefina Cano: Cierta Ciencia


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