Tengo un amigo al que le gusta poner en aprietos a la concurrencia. Suele proponer problemas mentales que, invariablemente, se convierten en una fuente de discusión enriquecedora. Debo confesar que a mi me engancha tanto como a los demás y disfruto como un cosaco, entre otras cosas porque, arrastrados por la prueba, casi siempre, acabamos hablando de temas relacionados con la ciencia y, ahí, juego con ventaja.

Hace unos días nos fuimos a cenar un grupo numeroso de familias con los niños. Mi amigo no perdió la oportunidad. A los postres, se levantó ceremonioso, pidió silencio golpeando la copa con la cuchara y dijo:

Una botella de vino cuesta 10 euros más que su tapón, los dos juntos cuestan 11 euros. ¿Cuánto cuesta la botella y cuánto cuesta el tapón?

La pregunta generó una discusión sana y muy amena que logró, entre otras cosas, mantener la atención de los niños. No tardaron en dar con la respuesta pero el efecto dominó había comenzado, surgieron otras preguntas, otras respuestas y después, como casi siempre, alguno de los presentes comentó una noticia que tenía relación con la ciencia.

Yo acababa de regresar de la VI Jornadas de Jóvenes Investigadores de Albacete y no pude reprimir mi entusiasmo por haber compartido unos días inolvidables con la savia joven de la ciencia. Aprovechando la presencia de los niños, les hablé de Popeye y su hormona (es curioso, los más pequeños no habían oído hablar de Popeye), una de las historias que había leído en un libro escrito por Jorge Laborda, titulado: El embudo de la Inteligencia y otros ensayos. No deja de sorprenderme cómo la divulgación de la ciencia logra captar la atención de niños y mayores.

Para disfrutar hablando de ciencia no es necesario ser un erudito, basta con ser una persona corriente con capacidad para dejarse sorprender por cualquier fenómeno de la Naturaleza. Por supuesto, no todos tienen acceso, ni base, como para comprender los complejos artículos que se publican en las revistas científicas, pero hay un buen número de personas que hacen de traductores entre la cumbre inaccesible de la investigación y la llanura de las personas que tienen otras prioridades.

Una de esas personas es nuestro invitado de hoy, Jorge Laborda Fernández, científico y divulgador. Como investigador cuenta en su haber con el descubrimiento de dos importantes genes relacionados con el desarrollo; ha sido Experto Nacional destacado en la Unión Europea, donde impulsó la investigación en Biología Sintética, y decano de la Facultad de Medicina de Castilla-La Mancha, donde actualmente continúa realizando su labor investigadora. Jorge Laborda se esfuerza por bajar la ciencia desde su alto pedestal hasta el nivel de la calle, al alcance del ciudadano corriente. Durante años ha ido publicando artículos de divulgación en periódicos y revistas, traduciendo lo que en otros lugares resulta incomprensible para los que no somos especialistas en la materia. Hoy nos presenta una colección de esos artículos en su obra: El embudo de la Inteligencia y otros ensayos, editado por Azarbe, y una novela de ficción científica dedicada a la gente joven Adenio Fidelio, editada por Nausicaa.

Si su afición, o su curiosidad, le lleva a querer conocer algo más sobre la obra de Laborda, les recomiendo visitar su página web: Quilo de Ciencia. Los artículos que en ella aparecen son la interpretación, amena y fácil de entender, de algunos de los avances científicos más relevantes que se han publicado en revistas especializadas desde el año 2000 hasta el presente. Tal vez alguna de las historias que allí se cuentan, les permita sembrar la semilla de una velada inolvidable con sus amigos, a la luz de la Ciencia.