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Hablando con Científicos

El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.

La ciencia de un cometa. Hablamos con Luisa M. Lara.

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Perseguir y dar caza a un cometa, convertirse en su satélite y orbitarlo, enviar hasta su superficie una sonda de descenso, estudiar, fotografiar y medir hasta el más mínimo detalle con decenas de sofisticados instrumentos durante más de dos años es una odisea que merece ser contada.

En un programa anterior de Hablando con Científicos, conversamos con Luisa María Lara López, una investigadora que estuvo trabajando en la misión Rosetta durante más de 27 años, y la conversación nos sirvió para conocer el lado más humano de una misión espacial. Luisa nos habló entonces de los sueños, retos, dificultades, éxitos y fracasos que un investigador debe afrontar cuando se embarca en un proyecto de estas dimensiones.

Hoy le toca el turno a la Ciencia. A partir de los datos obtenidos durante los años que Rosetta ha estado acompañando al cometa 67P/Churyumov-Guerasimenko nos hacemos esta pregunta: ¿qué hemos aprendido?

Un cometa es un cuerpo errante que guarda en su interior detalles de lo sucedido a lo largo de los miles de millones de años de historia de la formación del Sistema Solar. El núcleo se fue formando a partir de la unión de granos de polvo recolectados pacientemente durante muchísimos millones de años, en su lento deambular por las regiones frías alejadas del Sol. La mayoría de los cometas permanecen allí, lejos e invisibles, pero unos pocos, empujados las fuerzas gravitatorias de otros mayores, se adentran entre los planetas y se acercan al Astro Rey luciendo una vistosa cola de materia eyectada.

Luisa M Lara explica que, dependiendo de su órbita, podemos hablar de cometas que pasan una sola vez y se pierden para siempre; cometas de periodo largo, como el cometa de Halley, que cada 75 años se acerca al Sol para perderse de nuevo más allá de Saturno; y los de periodo corto, que se mueven mucho más cerca, entre el Sol y Júpiter. A este último tipo pertenece el cometa 67P/Churyumov-Guerasimenko, cuyo periodo es de 6, 5 años y deambula entre Júpiter y la Tierra.

La vigilancia a la que Rosetta ha sometido al 67P desde que llegó a sus cercanías, el 6 de agosto de 2014, hasta que terminó su misión y se unió definitivamente a él, el 30 de septiembre de 2016, ha proporcionado una inmensa cantidad de información sobre los cometas. Para empezar, comenta Luisa durante la entrevista, los cometas, que durante mucho tiempo fueron considerados “bolas de nieve sucia”, ya no lo son tanto, han intercambiado el orden de las palabras. La diferencia estriba en la relación existente entre la cantidad de polvo y la cantidad de hielos que componen el núcleo cometario. Según los datos proporcionados por Rosetta, la proporción es de 4 a 1, es decir, por cada cuatro kilogramos de polvo y rocas, existe un kilo de hielos. Así pues, como gana la parte no volátil, ya no se consideran “bolas de nieve sucia” sino “bolas sucias de nieve”.

El famoso apodo de “patito de feria” con el que se ha querido expresar de forma gráfica el aspecto del núcleo del cometa, apunta a la existencia de dos lóbulos bien diferenciados. Un lóbulo redondeado de menor tamaño y otro mayor que vendría a ser el “cuerpo del patito”, unidos ambos por un estrecho cuello. Las medidas de la densidad de ambos lóbulos, obtenidas gracias al estudio de las variaciones de la órbita de Rosetta alrededor del cometa, revelan que la densidad es diferente. Este hecho, unido a la observación de ciertas líneas geológicas, que tienen direcciones distintas en un lóbulo y en el otro, sugieren que 67P se formó a partir de la unión de dos cuerpos distintos.

La composición química del núcleo también ha proporcionado varias sorpresas. Una de ellas es la existencia moléculas inesperadas, como el oxígeno molecular y la glicina, uno de los aminoácidos que forman las proteínas de los seres vivos.

Otro aspecto que ha llamado la atención de los científicos la ausencia de un campo magnético en el núcleo, algo raro si se tiene en cuenta que una inmensa cantidad de meteoritos que caen a la Tierra están magnetizados.

El paso del cometa por las cercanías del Sol ha dejado constancia de cambios en la superficie del núcleo. Nacieron grietas y otras se hicieron más grandes, especialmente en la región del cuello que une ambos lóbulos. Se produjeron derrumbes de bordes escarpados. Aparecieron rasgos circulares que recuerdan a charcos secos al sublimarse la capa helada que los cubría. Una roca de 20×30×40 m y una masa de 12 800 toneladas (debido a la escasa gravedad, pesaba apenas 250 kg en la superficie del cometa) se movió 140 m en la región de Khonsu, en el más grande de los dos lóbulos del cometa.

El volumen de información obtenida es inmenso, tan grande que se necesitarán muchos años de investigación para estudiarla.

Os invito a escuchar a Luisa María Lara López, astrofísica, investigadora en el departamento del Sistema Solar del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC) y coinvestigadora de la cámara OSIRIS de la misión Rosetta, gracias por estar de nuevo con nosotros en Hablando con Científicos.

(Angel R. Lozano, 05/2017)

Referencias:

*La imagen coloreada ofrece una visión en 3D de la región de Hathor, el acantilado para ver con celofan rojo y azul (lentes anaglíficas). Unas lentes anaglíficas caseras se pueden fabricar con dos trozos de papel de celofán de color rojo y azul.

MISSION: Rosetta
Archivo de imágenes adquiridas con las cámaras OSIRIS


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