El pasado 15 de noviembre nació Damián, el habitante que número 8.000 millones. Ese mismo día, representantes de casi todo el planeta, reunidos en Egipto en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, intentaban ponerse de acuerdo para limitar el exceso de emisiones de gases de efecto invernadero que están produciendo un calentamiento global. Podríamos pensar que ambos acontecimientos no están relacionados pero, la realidad es que si no ponemos coto a las emisiones de gases de efecto invernadero, el futuro de Damián y de los otros miles de millones de seres humanos que convivan con él va a ser muy difícil.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU indica que las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse en un 45 % de aquí a 2030 para limitar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales. Si no lo hacemos, el calentamiento será mucho mayor, de 2,5ºC a finales de siglo, y las consecuencias serán imprevisibles y, con toda seguridad, catastróficas para nuestros hijos, nietos y generaciones futuras.

¿Qué podemos hacer para ayudar al control de las emisiones e intentar, al menos, reducir el impacto que tendrán para las futuras generaciones?

Como suele suceder ante los grandes retos que afronta la humanidad, no hay una respuesta mágica, pero sí muchas formas de ayudar. Hoy entrevistamos a Sergio Álvarez Gallego, investigador del Universidad Politécnica de Madrid, una persona que lleva años trabajando en el desarrollo de un concepto básico para luchar contra el cambio climático: la Huella de Carbono. Sergio Álvarez explica que la Huella de Carbono valora el conjunto de gases de efecto invernadero que se emiten y absorben de manera directa e indirecta como consecuencia de una actividad.

Son gases de efecto invernadero, el vapor de agua, el dióxido de carbono, el metano, los óxidos de nitrógeno, el ozono, los gases fluorados, etc., y todos ellos cuentan a la hora de calcular la Huella de Carbono. Si atendemos a las informaciones que se dan sobre la huella de carbono, casi siempre se apunta hacia las actividades realizadas durante grandes eventos, a las empresas, a los países, etc. Sin embargo, cuando el análisis de las emisiones se hace desde el punto de vista de la demanda final, es decir, de quienes realmente realizan la demanda de bienes y servicios, se descubre que un 80% de la huella de carbono global se debe a los consumidores, el resto es debido a la demanda de los bienes y servicios realizados por los gobiernos. Así pues, por duro que pueda parecer reconocerlo, somos los ciudadanos los que, con nuestras actividades tenemos la más alta responsabilidad de la huella de carbono que se genera en todo el planeta.

Sergio comenta el resultado de un estudio que contabiliza la huella de carbono que generan las actividades de los ciudadanos de más de 150 ciudades y aporta información muy importante sobre la forma en la que cada uno de nosotros contribuye a la huella de carbono durante nuestras actividades diarias.

¿En qué medida contribuyen las actividades de una persona a su huella de carbono?

Sergio menciona cuatro componentes principales para una persona que habite una gran ciudad, como Madrid: el trasporte (10%), la compra de bienes y servicios (30%), el consumo de electricidad y combustibles de calefacción (34%) y la alimentación (26%).

Cada uno de esos apartados debe ser analizado individualmente, para que cada ciudadano conozca cuál es su contribución a la huella de carbono global y decida qué aspectos puede cambiar para disminuirla. Ejemplos hay muchos y Sergio nos ofrece algunas ideas interesantes para que cada uno de nosotros, en la medida de sus posibilidades, aporte su granito de arena a la disminución de la Huella de Carbono global. Entre esas ideas está una utilización mayor de medios de transporte comunitarios en lugar del coche particular, repostar combustible con un alto contenido en biocombustibles, si el uso de vehículo privado es necesario; comprar con mesura y no consumir de manera compulsiva, pensando en que cada bien que compramos deja su huella de carbono durante la fabricación y la extracción de materias primas, además de generar desechos que, a su vez, contribuyen a aumentar la huella de carbono; consumir productos locales para disminuir la huella que dejan los costes de transporte y distribución; contratar la energía eléctrica con proveedores que suministren energías procedentes de fuentes renovables, generar la propia energía, si es posible, mediante paneles solares; escoger una alimentación menos rica en carne de vacuno, una carne cuya producción deja una huella de carbono hasta cinco veces superior que la carne de ave o porcino, por ejemplo, y evitar el desperdicio de comida, etc.

Más allá del ámbito individual, Sergio Álvarez habla de las técnicas que se emplean para determinar la huella de carbono como medida del impacto ambiental de una organización, empresa o país. Para llevar a cabo ese cálculo, existen normativas internacionales reconocidas que permiten determinar la masa de CO2 equivalente, un cálculo que abre el camino a implementar una estrategia de reducción o compensación de emisiones a través de diferentes programas, públicos o privados.

Pero, por encima de los cálculos a gran escala, no debemos olvidar que las empresas e instituciones están sometidas a las leyes de oferta y demanda, unas leyes que tienen como base a los consumidores. Así pues, si los ya más de 8.000 millones de seres humanos que poblamos este planeta nos empeñamos en disminuir la huella de carbono individualmente, aunque sea en una pequeña medida, la suma de las aportaciones de todos podría proporcionar un cambio que, al final, nos agradecerán las generaciones futuras.

Os invito a escuchar a Sergio Álvarez Gallego, doctor Ingeniero de Montes por la Universidad Politécnica de Madrid y Profesor de Topografía y Sostenibilidad Ambiental en la Escuela de Caminos Canales y Puertos.

REFERENCIAS:

CONCEPTOS BASICOS DE LA HUELLA DE CARBONO

LA HUELLA DE CARBONO DE LOS PRODUCTOS