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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Paleodictyon, el misterio de las profundidades.

Paleodictyon, el misterio de las profundidades. Zood de Fosiles podcast - Cienciaes.com

Hace casi medio siglo, en 1976, el oceanógrafo estadounidense Peter Rona hizo un descubrimiento que le cambió la vida. Se encontraba en su oficina de Florida, estudiando las fotografías que unas semanas antes había tomado una cámara montada sobre un trineo que recorría el fondo del Atlántico, a más de tres kilómetros de profundidad, remolcada por un barco de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense. En algunas de esas fotos, hasta un centenar de ellas, aparecían unos extraños alineamientos de agujeros que a primera vista le hicieron pensar que le estaban gastando una broma. Aquello parecía un panal de abejas hexagonal, ¡en el fondo del océano! Pero no, la imagen era real.

Decartada la broma, Rona se puso en contacto con los mejores biólogos marinos que pudo encontrar, pero ni en Florida, ni en la Smithsonian Institution de Washington pudieron darle razón de aquello. En 1978, para dar más difusión a su descubrimiento, Rona y su colega George Merrill publicaron la descripción de esos “invertebrados de identidad incierta”. El artículo llegó a manos del paleontólogo alemán Adolf Seilacher, especialista en icnofósiles o rastros fosilizados, que lo identificó sin ninguna duda con uno de esos icnofósiles: Paleodictyon nodosum.

Los fósiles de Paleodictyon aparecen en los estratos marinos desde el Precámbrico hasta el Eoceno, hace entre 520 y 35 millones de años. Se trata de pequeños túneles o crestas que forman redes hexagonales o poligonales, semejantes a panales de abejas, más o menos regulares. Las celdas individuales miden entre unos pocos milímetros y unos pocos centímetros, y el fósil completo puede ocupar hasta un metro cuadrado. Las crestas que forman la red tienen sección circular o elíptica, y a veces hay tubos verticales que se abren hacia arriba. La especie Paleodictyon nodosum, descubierta por el propio Seilacher en acantilados de España en 1950, y más tarde encontrada en otros lugares de Europa, data del Eoceno, y sus fósiles más recientes forman hexágonos bastante regulares. Pero se creía que se había extinguido hace 35 millones de años.

Emocionado, Seilacher escribió a Rona proponiendo una colaboración para estudiar el animal. Pero explorar el fondo del océano es caro, y no fue posible encontrar financiación. Hasta que, en 1985, el propio Rona descubrió fuentes hidrotermales en la dorsal mesoatlántica, y de pronto los fondos para la investigación se multiplicaron. Así, Rona pudo explorar repetidamente el lugar del hallazgo original, a poco más de un kilómetro de la dorsal, en el sumergible DSV Alvin, el mismo que había explorado el Titanic, en 1990, 1991, 1993, 2000 y 2003. Este último año, acompañado por Seilacher, como se muestra en el documental “Volcanoes of the Deep Sea”.

Rona consiguió fotografiar miles de hexágonos; los más grandes, de unos pocos centímetros de diámetro, tienen doscientos o trescientos agujeros. También trató de capturar al animal; para ello extraía el sedimento sobre el que se encontraba la estructura hexagonal con un tubo de plástico hueco. Pero nunca se encontró nada, ni animales, ni órganos, ni fibras biológicas. Lo que sí se consiguió en 2003 fue rociar uno de esos hexágonos con un chorro de agua para retirar el fango, lo que dejó al descubierto una red de túneles bajo la superficie idénticos a los de los fósiles de Paleodictyon nodosum.

La estructura hexagonal tiene forma de escudo, unos milímetros más alta en el centro. Esta elevación central fuerza la circulación del agua por el interior, como demuestran las simulaciones hidrodinámicas y la presencia en los tubos de gran cantidad de testas o conchas internas de foraminíferos. Los tubos verticales que conectan con el exterior, de dos a tres milímetros de diámetro, que corresponden a los agujeros observados en las fotografías, están conectados bajo la superficie por tubos más finos, de un milímetro de diámetro, que forman una red de hexágonos regulares interconectados, de manera que cada tubo vertical se eleva desde el centro de un lado de uno de esos hexágonos. La superficie de la estructura está hecha de un sedimento metalífero rojizo, que queda cubierta por un sedimento grisáceo de lutita.

¿Qué son las redes hexagonales de Paleodictyon nodosum? Lo que parece claro es que son demasiado complejas para tener un origen geológico; deben de haber sido construidas por un ser vivo. Los científicos han observado y recolectado muchas de estas estructuras en las cercanías de las dorsales de los océanos Atlántico y Pacífico, pero sin restos biológicos no se ponen de acuerdo sobre su identidad. Varios investigadores han sido capaces de reconstruir la estructura matemáticamente mediante algoritmos simples de excavación o de crecimiento modular.

Para Seilacher, los hexágonos son madrigueras, una especie de granjas donde el animal, semejante a un gusano, cultiva o atrapa los microorganismos que le sirven de alimento. Pero el tamaño estimado del gusano es mil o diez mil veces menor que el de la madriguera, lo que parece bastante inverosímil. Rona opina que se trata del molde del cuerpo del animal, quizás una esponja o un xenofióforo, un protista unicelular gigante que puede medir hasta veinte centímetros de diámetro y que superficialmente recuerda a las esponjas. El flujo de agua a través de los túneles es también semejante, según los estudios, al de las esponjas. Pero si se tratara de los restos de un animal, uno esperaría encontrar al menos trazas de ADN en su interior. Sin embargo, el ADN encontrado corresponde a diferentes tipos de protistas en diferentes hexágonos, lo que sugiere que se trata de restos externos arrastrados por las corrientes de agua, aunque uno de los ADNs corresponde al foraminífero Vanhoeffenella, que construye estructuras hexagonales parecidas. Para Rona, la ausencia de restos biológicos se explica porque tras la muerte del animal, este es devorado por microbios depredadores, mientras que la estructura permanece durante cientos de años antes de ser sepultada por los sedimentos. Otro dato en contra de la teoría de Rona es el contenido de bario de los hexágonos, que, a diferencia de lo que ocurre con los xenofióforos, no difiere del contenido del sedimento cercano. El enigma sigue intacto, y ni Rona ni Seilacher han vivido para resolverlo: Ambos fallecieron en 2014, con dos meses de diferencia.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


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