Las sociedades no son más limpias por ser más civilizadas, sino más civilizadas por ser más limpias.

Cuando se examinan los artículos publicados en la revista Science, o en otras revistas tan sesudas como ella, uno espera encontrar complicados estudios sobre genes y moléculas, sobre extrañas energías del universo, o sobre nuevos modelos cosmológicos, pero no un artículo que estudie si la suciedad y el desorden de las calles afecta a nuestra manera de pensar sobre los demás y a nuestras actitudes frente a quienes consideramos diferentes.

Sin embargo, es de este tema de lo que trata un, para mí fascinante, artículo publicado recientemente en la mencionada revista. El título de la investigación es “Manejando el caos: cómo los contextos desordenados promueven el estereotipo y la discriminación”. Este estudio ha sido realizado por dos investigadores holandeses, del Centro para la Investigación sobre el Comportamiento Económico y de la Facultad de Comportamiento y Ciencias Sociales de la Universidad de Groningen, en Holanda. ¿Qué han descubierto estos investigadores sobre las causas de la discriminación social?

¿Es discriminar ordenar?

Indiscutiblemente, la discriminación acarrea serias consecuencias negativas para quien la sufre y también para la sociedad en su conjunto. Hasta el momento, nadie había estudiado si un entorno sucio y desordenado afecta a la discriminación y al pensamiento estereotipado hacia los demás, a pesar de que otros estudios de psicología social ya habían demostrado que el desorden y la suciedad en las ciudades incrementan los comportamientos incívicos, e incluso el robo.
Era también conocido que un entorno desordenado aumenta la necesidad psicológica de ordenar el mundo que nos rodea, al menos de ordenarlo mentalmente. Puesto que esto es así, los investigadores supusieron la hipótesis de que un contexto desordenado podría aumentar el pensamiento estereotipado, es decir, una clasificación de las personas más radical, más simple, más ordenada, en el fondo, como por ejemplo pensar que todos los negros son menos inteligentes que los blancos, o que todos los gitanos son sucios, u otras ideas falsas de ese tipo, que conducen, irremediablemente, a una mayor discriminación social negativa, pero también a creer que vivimos en un mundo menos complejo y más nítido que el real.

Para estudiar este tema, los investigadores utilizaron la oportunidad que les ofreció una huelga de los servicios de limpieza de la estación de Utrech, en Holanda. Durante la huelga, la estación se ensució muy por encima de los niveles normales pero, tras la huelga, volvió a la normalidad.

Y bien en ambos periodos, durante la huelga y después de ella, los investigadores realizaron una encuesta a 40 voluntarios de raza blanca, que pasaban por la estación en esos momentos, sobre su opinión acerca de personas de otras razas o grupos sociales. Para responder al formulario, les invitaron, además, a sentarse en una fila de seis sillas, una de las cuales, al extremo, estaba ocupada por una persona de raza blanca, o por una persona de raza negra, que había sido contratada por los investigadores para ayudarles en el estudio. Esto, claro, los participantes no lo sabían, por lo que suponían que se trataba de una persona desconocida que esperaba la salida de un tren o la llegada de algún amigo o familiar. El resto de las sillas de la hilera estaban libres, por lo que los participantes podían elegir sentarse en cualquiera de ellas, a mayor o menor distancia de la persona sentada al extremo.

Civilización y limpieza

¿Qué sucedió? Pues bien, durante la huelga, cuando todo se encontraba manga por hombro y la suciedad se acumulaba en las esquinas, los participantes mostraron un pensamiento estereotipado más intenso en sus respuestas a la encuesta. Muy significativamente, además, para responderla se sentaron a una mayor distancia de la persona de raza negra, aunque no de la persona de raza blanca (recordemos que todos los participantes eran de raza blanca). Sin embargo, cuando la huelga terminó y el orden y limpieza regresaron a la estación, el pensamiento estereotipado disminuyó y, sobre todo, no hubo diferencia en la distancia a la que, para responder a la encuesta, los participantes se sentaron de la persona situada al extremo de la hilera de sillas, fuera esta de raza blanca o de raza negra.

Además de este experimento, los autores realizan otros cuatro más, que por falta de espacio no puedo relatar aquí. Estos experimentos les permiten concluir de manera contundente que el desorden del entorno afecta negativamente a nuestro pensamiento y actitud sobre quienes identificamos como diferentes de nosotros. Los investigadores también comentan la evidente importancia que su estudio posee para el establecimiento de políticas locales y municipales: Si deseamos un menor nivel de discriminación negativa en la sociedad, es necesario identificar las zonas, barrios y contextos donde persiste el desorden, la suciedad, las aceras y calles en mal estado, etc. y actuar sobre ellos con contundencia.

Una conclusión adicional que parece derivarse de este trabajo de investigación es que las sociedades humanas no son más limpias por ser más civilizadas, sino más civilizadas por ser más limpias. La limpieza y el orden preceden a la civilización, no al revés. Es esta, sin duda, una idea sobre la reflexionar, y que nos abre una ventana insospechada sobre nuestra propia naturaleza y sobre cómo el entorno del que elegimos rodearnos afecta a nuestro pensamiento sobre los demás, y también a nuestro comportamiento con ellos.

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