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Quilo de Ciencia

El quilo, con “q” es el líquido formado en el duodeno (intestino delgado) por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados resultado de la digestión de los alimentos ingeridos. En el podcast Quilo de Ciencia, realizado por el profesor Jorge Laborda, intentamos “digerir” para el oyente los kilos de ciencia que se generan cada semana y que se publican en las revistas especializadas de mayor impacto científico. Los temas son, por consiguiente variados, pero esperamos que siempre resulten interesantes, amenos, y, en todo caso, nunca indigestos.

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Los chimpancés poseen un sentimiento de sí mismos tal vez similar al de los humanos.

Probablemente, una de las características más interesantes del ser humano es que es consciente de su propia existencia y la separa de la existencia de lo que le rodea. Es evidente que el concepto de un “yo autónomo” solo puede elaborarse si se es consciente de que el universo y uno mismo son cosas diferentes.
Desde el punto de vista científico, el concepto de “yo”, esta consciencia de sí mismo (es más: la consciencia de que se es consciente), debe provenir de la evolución natural y, probablemente, debe responder a alguna necesidad adaptativa dentro del entorno en el que nuestra especie se ha visto forzada a evolucionar. Sin embargo, aunque esta idea parece bastante clara, muy pocos estudios científicos la han abordado.

Espejito, espejito

No obstante, la evolución de la consciencia del “yo” se ha estudiado en experimentos con diversos animales para comprobar si son capaces de identificarse en un espejo (lo que no todo el mundo puede hacer inequívocamente por la mañana temprano). Si la imagen reflejada es identificada como propia, sin duda esto constituye una indicación de que el animal sabe que lo que ve en el espejo es él mismo. Esta “prueba del espejo” se ha utilizado para averiguar si un animal es capaz de usar su imagen para limpiarse marcas en su cuerpo (colocadas por los investigadores) que no son visibles sin el uso de un espejo.

Los animales que han superado la prueba del espejo incluyen todos los simios (chimpancés, bonobos, orangutanes y gorilas), delfines y orcas, el elefante, y la urraca. Con menor claridad pueden tal vez pasarla otros animales, incluidos monos inferiores, el perro, el gato, y la paloma.

Sin embargo, esta prueba no está exenta de problemas en la interpretación de sus resultados, y algunos investigadores desconfían de que superarla suponga, en realidad, que el animal que lo ha hecho posea una consciencia de sí mismo al mismo nivel que poseemos los humanos. Además, animales para los que la vista no es un sentido dominante, como los perros, pueden fracasar en esta prueba aunque eso no signifique que no sean conscientes de sí mismos. Por otra parte, aunque intentar limpiarse la marca al verla en el espejo demuestra cierto nivel de consciencia individual, la prueba del espejo no deja claras otras cuestiones, como, por ejemplo, en qué medida el animal se ve a sí mismo como un agente independiente del mundo, capaz de controlar algunos aspectos del mismo, aunque no otros (como los mercados financieros).

El control y yo

En este sentido, en efecto, estudios recientes confirman que cuando los humanos actúan sobre el entorno, experimentan una sensación de iniciar y controlar los movimientos de su cuerpo, necesarios para la acción de qué se trate, y son conscientes del efecto que dichos movimientos ejercen sobre el mundo exterior. La consciencia del “yo” parece indisolublemente ligada a la capacidad de iniciar acciones o comportamientos volitivos que ejercen cierto control sobre el mundo que nos rodea. Por ejemplo, en video juegos con varios jugadores en los que cada participante controla un personaje, puede ser confuso inicialmente quién controla a quién, pero los participantes pronto averiguan a quién controlan ellos y a quienes controlan los demás, lo que va acompañado de la sensación subjetiva de “yo controlo a ese”. Esta sensación es imposible sin la capacidad de evaluar los efectos que ejercerán las acciones propias sobre el entorno, lo que supone que se debe poseer el concepto de un “yo autónomo”.

La pregunta que se hicieron científicos del instituto de investigación sobre primates, en la universidad de Kyoto, en Japón, fue hasta qué punto los chimpancés poseen el sentimiento, tan humano, de controlar con sus acciones una parte del mundo. Para responderla, los investigadores enseñaron a tres chimpancés a mover un cursor en una pantalla de ordenador haciendo girar una bola (trackball), y señalar después en la pantalla del ordenador con el dedo el cursor que habían movido. Tras este entrenamiento, los chimpancés fueron colocados frente a una pantalla en la que ahora se movían dos cursores. Uno de ellos era el que los chimpancés controlaban haciendo girar la bola; el otro era un cursor que había sido movido por ellos mismos en una sesión anterior, y cuyos movimientos habían sido grabados. De esta manera, el chimpancé controlaba uno de los cursores en tiempo real, pero también había controlado el otro anteriormente. Un observador externo tendría dificultades en averiguar qué cursor controlaba el chimpancé en ese momento, ya que los dos cursores se movían controlados, de hecho, por el mismo animal, es decir, no había diferencias notables en los patrones de sus movimientos. Pero ¿sería capaz el chimpancé de indicar qué cursor controlaba él en ese momento?

En una serie de tres experimentos diferentes, los experimentadores comprobaron que los chimpancés identificaban correctamente el cursor que controlaban cerca del 99% de las veces. Sin embargo, dejaban de hacerlo si durante el experimento se hacía que el cursor se moviera unos segundos más tarde de girada la bola, haciendo así muy difícil que el animal correlacionara su propio movimiento con el resultado de dicho movimiento, lo que es necesario para evaluar la consecuencia de las propias acciones, también en el caso de los seres humanos.

Estos resultados son los primeros en demostrar que los chimpancés son capaces de distinguir entre ellos mismos y su entorno mediante la evaluación de los efectos de sus propias acciones. Decididamente, estos inteligentes animales no dejan nunca de sorprendernos.

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