Los trastornos del comportamiento alimentario son un grave problema de salud que afecta alrededor del 5% de las mujeres y al 2% de los hombres. Estos trastornos se caracterizan por una relación malsana con la alimentación. Entre ellos se encuentran la bulimia nervosa, una especie de pulsión irreprimible de comer mucho, compensada luego por vómitos; la híperfagia, una pulsión similar a comer mucho, pero sin mecanismos compensatorios, lo que conduce rápidamente a la obesidad; y la anorexia nervosa, la peligrosa propensión a privarse de alimentos que conduce a la malnutrición y a la delgadez extrema.

El problema de la anorexia es de tal magnitud que países como Francia han promulgado leyes prohibiendo que las y los modelos de las firmas de moda sean demasiado delgados. La razón es, en parte, que se cree que la anorexia está causada por factores psicosociales, es decir, presiones del entorno social para conseguir determinados estándares de belleza, las cuales pueden inducirlos en la parte más susceptible de la población, como son principalmente las adolescentes.

No obstante, los científicos dedicados a la investigación de procesos biológicos saben que estos, incluso si son de índole psicosocial, deben a la postre involucrar algún desequilibrio genético, hormonal, molecular, en suma, ya que ni siquiera la mente es capaz de funcionar de manera adecuada sin un correcto equilibrio de numerosas moléculas, entre las que se encuentran las hormonas y los neurotransmisores. Los científicos conocen que los factores sociales, el estrés, o los trastornos mentales tienen que ser mediados por algún mecanismo molecular que entra en desequilibrio, mecanismo que debe ser desentrañado para esclarecer por completo la causa de los trastornos alimenticios. Saben, igualmente, que el esclarecimiento de su causa molecular última podrá ofrecer la posibilidad de tratamientos preventivos y curativos más eficaces que la prohibición de que los modelos sean delgados en exceso.

Es bien conocido, además, que el control del apetito involucra numerosos mecanismos hormonales, que afectan al comportamiento alimenticio, es decir, a que decidamos comenzar a comer, seguir comiendo, o detenernos. El hambre y la sensación de saciedad están controladas por una serie de hormonas y mecanismos que afectan a las células nerviosas que controlan si comemos o no. Por esta razón, es muy probable que tanto la bulimia como la anorexia puedan ser causadas por algún desequilibrio hormonal, susceptible, además, de ser causado o agravado por alguna otra susceptibilidad de origen genético.

Bacterias culpables

Considerando estas ideas, investigadores de la universidad de Rouen (Francia) exploran una hipótesis científica relativamente nueva que postula que los trastornos del comportamiento alimenticio pudieran estar causados por problemas del sistema inmune, en particular por el desarrollo de autoinmunidad. La autoinmunidad consiste en que el sistema inmune erróneamente ataca a nuestro propio organismo. Existen importantes enfermedades autoinmunes, algunas de las cuales afectan al funcionamiento del sistema hormonal de la glándula tiroides. Por consiguiente, sería posible que un problema autoinmune pudiera igualmente afectar al sistema de las hormonas del apetito.

Muy bien, pero para que se desencadene un problema autoinmune es necesario algún factor iniciador. Entre estos factores pueden encontrarse determinadas susceptibilidades genéticas, pero también infecciones. Por ejemplo, la infección por una bacteria que posea una proteína similar a alguna de las nuestras puede inducir que se generen anticuerpos contra la proteína de la bacteria que también atacarán a la nuestra, causando autoinmunidad. Afortunadamente, esto no sucede siempre, y algunas personas infectadas (muy pocas) desarrollan autoinmunidad, pero la mayoría, no. Se cree que ciertos factores genéticos explicarían estas discrepancias.

Los investigadores encuentran que la autoinmunidad está implicada en la anorexia y en la bulimia, pero no por una infección, sino por nuestras propias bacterias de la flora intestinal, en particular por la conocida bacteria E. coli. Los científicos descubren que esta bacteria de la flora produce una proteína llamada ClpB que posee una región de aminoácidos muy similar a la de la hormona llamada alfa-MSH, la cual provoca una sensación de saciedad y hace que paremos de comer al actuar sobre el hipotálamo cerebral.

Los investigadores explican que la similitud entre ClpB y alfa-MSH causa que en ocasiones (estrés, daños intestinales, etc.) la proteína ClpB pase del intestino a la sangre y se generen anticuerpos contra ella. Estos anticuerpos pueden también unirse a la hormona alfa-MSH y afectar la forma en que esta actúa para controlar el apetito, lo que, según los investigadores, podría afectar tanto al desarrollo de la anorexia como al de la bulimia.

Los científicos confirman estos datos de varias maneras. Una es el hallazgo de anticuerpos contra la hormona alfa-MSH en la sangre de afectados de anorexia o bulimia. Otra es que la inyección de la proteína ClpB en ratones induce la generación de anticuerpos contra ella y una modificación importante de su comportamiento alimenticio, y eso a pesar de que los ratones no son aficionados a la moda.
Estos hallazgos redirigen ahora la atención hacia el control de la inmunidad y del funcionamiento hormonal para prevenir y tratar la anorexia y la bulimia y, tal vez, incluso otros problemas de comportamiento alimenticio. Esperemos que, junto a una mayor conciencia social de estos problemas, estos sean finalmente solucionados.

Referencia: N Tennoune, et al (2014). Bacterial ClpB heat-shock protein, an antigen-mimetic of the anorexigenic peptide α-MSH, at the origin of eating disorders. Transl Psychiatry (2014) 4, e458; doi:10.1038/tp.2014.98

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