Estudios recientes sugieren que nuestra querida flora intestinal podría ser una rica fuente de productos probióticos capaces de retrasar eficazmente el envejecimiento. Los cientos de especies bacterianas que pueblan el intestino generan sustancias fundamentales para el correcto funcionamiento del organismo que las hospeda. Además, se han observado cambios en la flora de personas ancianas que afectan negativamente a su salud, e intervenciones para modificar esta flora han resultado en mejoras en el estado de estas personas.

El estudio de los efectos de especies bacterianas individuales sobre el envejecimiento no puede realizarse en seres humanos, ni siquiera en ratones de laboratorio. Son sistemas biológicos demasiados complejos y afectados por numerosas variables genéticas y ambientales, y también por consideraciones éticas. Es necesario un sistema más sencillo, capaz de ser modificado de modo que podamos conseguir que solo una especie de bacteria, y solo ella, pueble el intestino del animal para determinar así sus efectos de manera inequívoca. ¿Qué animal podríamos utilizar para conseguir este objetivo?

Afortunadamente, este animal existe y es comúnmente utilizado en muchos laboratorios. Se trata del minúsculo gusanillo llamado Caernohabditis elegans, compuesto por exactamente 1.031 células en el caso del macho y por 959 células en el caso de la hembra. Este pequeño animalillo puede criarse en condiciones completamente estériles en el laboratorio, es decir, en ausencia de cualquier bacteria o microorganismo, para dejar luego que su intestino sea colonizado por una sola especie de bacteria.
Un reciente estudio, realizado ahora investigadores de la Facultad de Medicina de Baylor, en Houston, Texas, ha utilizado una colección de variantes bacterianas de la especie Escherichia coli, que también puebla nuestros intestinos.

Los investigadores dejaron crecer y envejecer a estos gusanos con sus intestinos colonizados por solo una de las bacterias mutantes de la colección y determinaron su longevidad. Los científicos descubren de este modo que 29 variantes mutantes de la bacteria E. coli son capaces de alargar la vida de este animal en más de un 10%, una proporción que en el caso de la especie humana supondría alargar la vida alrededor de ocho años. Además, una docena de estas variantes bacterianas protegieron al gusano del desarrollo de tumores y de la acumulación de placas amiloides propias de la enfermedad de Alzheimer.

Los análisis realizados para averiguar qué sustancias producidas por las bacterias podrían ser las responsables de estos efectos descubrieron que cinco de estos mutantes generan el llamado ácido colánico, un hidrato de carbono complejo que es excretado por las bacterias al medio externo.
Queda aún mucho por estudiar antes de poder utilizar este u otros compuestos aún por determinar para alargarnos la vida o mejorar la salud.

Más información en el Blog de Jorge Laborda: Probióticos y longevidad

Referencia: Han et al., Microbial Genetic Composition Tunes Host Longevity, Cell (2017), http://dx.doi.org/10.1016/j.cell.2017.05.036

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