Las mentes más claras de la historia han ido tejiendo poco a poco la intrincada tela de araña del conocimiento científico. En cada programa del podcast Ciencia y Genios les ofreceremos la biografía de un gran sabio escrita por varios autores.
Romper moldes no es cosa fácil, mucho más si los moldes llevan intactos desde los más remotos tiempos. Marie Curie los rompió a pesar de tenerlo todo en contra: era mujer, era una emigrante de origen polaco en Francia y, por si esto fuera poco, tuvo la osadía de ser más inteligente, más capaz y más trabajadora que la mayoría de los hombres, en una época, la de principios del siglo XX, marcada por el desprecio a la capacidad intelectual de las mujeres. A pesar de todos esos inconvenientes, tuvo más suerte que otras, al menos a ella se le reconoció el mérito con dos Premios Nobel, el de Física en 1903 y el de Química en 1911.
El milagro de Marie Curie se fraguó a finales del siglo XIX, cuando la ciencia descubría una serie de fenómenos, tan inesperados y fascinantes, que rozaban con la magia.
En 1886, Hertz demostró experimentalmente la existencia de unas ondas que viajaban a la velocidad de la luz, las ondas electromagnéticas. Sólo nueve años después, Marconi las utilizó para enviar la primera señal de radio a 1,5 km de distancia y en 1901 las ondas "herzianas" lograron llevar información al otro lado del Atlántico.
En 1895, Röntgen descubría otro tipo de radiación capaz de atravesar la carne y dejar a la vista los huesos. Tan extraños eran esos rayos que el científico decidió llamarlos con el nombre de una incógnita: rayos X. El sabio cuenta que estaba tan sorprendido con su hallazgo que en un principio sólo se atrevió a decírselo a su esposa por miedo a que le tildaran de loco.
Al año siguiente, Becquerel decidió investigar las propiedades de ciertas sustancias fluorescentes. Utilizó unas sales de uranio, la expuso al Sol un tiempo y luego las envolvió con un trapo negro para demostrar que los rayos emitidos eran capaces de atravesar la envoltura y velar una placa fotográfica. Pero, durante unos días el cielo se nubló y Becquerel descubrió, atónito, que las sales de uranio no necesitaban ser expuestas al Sol para adquirir fluorescencia, ellas, por sí solas, emitían unos rayos penetrantes de distinta naturaleza a los descubiertos por Röntgen.
A Becquerel le hicieron poco caso, tan poco que, después de un tiempo, decidió abandonar las investigaciones y dedicar su atención a otras cosas. Fue Marie Sklodowska, casada con Pierre Curie, la que se empeñó en estudiar los misteriosos "rayos del uranio". No tardó en descubrir que el uranio no era el único, el torio emitía también la misma radiación, pero lo más sorprendente fue descubrir que la emisión dependía exclusivamente de la cantidad de uranio o torio presente en la muestra y era independiente del compuesto químico que formaran. Llegó a la conclusión de que el fenómeno debía estar conectado de alguna manera con el interior del átomo.
Marie y Pierre, que se unió a las investigaciones, iniciaron un conjunto de experimentos que culminaron con el descubrimiento de dos nuevos elementos, desconocidos hasta entonces: el polonio y el radio. La radiación emitida por el radio era tan elevada que Madame Curie decidió llamar al fenómeno "radiactividad".
En 2009 cinco mujeres han recibido el Premio Nobel, dos han compartido el premio Nobel de Fisiología y Medicina y el resto han obtenido el de Química, Literatura y Economía. Son las herederas de Madame Curie. Escuchen ustedes la historia de su vida.
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