Las mentes más claras de la historia han ido tejiendo poco a poco la intrincada tela de araña del conocimiento científico. En cada programa del podcast Ciencia y Genios les ofreceremos la biografía de un gran sabio escrita por varios autores.
A finales del siglo XIX y principios del XX, el conocimiento de los cuerpos del Sistema Solar era muy distinto al que tenemos hoy día. Salvo la Luna, que debido a su cercanía ha proporcionado imágenes nítidas de sus cráteres y formaciones geológicas, cualquier mirada a otro planeta, incluso con los más grandes telescopios, sólo proporcionaba una imagen borrosa. Marte era un planeta enigmático, lo suficiente cerca como para crear expectativas pero demasiado lejos como para ser observado con claridad. Los telescopios más potentes de la época sólo mostraban un disco anaranjado con manchas oscuras que parecían cambiar de una observación a otra. Esas manchas provocaron un verdadero delirio de interpretaciones y especulaciones sobre la posibilidad de vida, incluso de vida inteligente, en el Planeta Rojo.
Destaca por méritos propios en este campo Percival Lowel (1855-1916). Aunque se le califica como “aficionado a la astronomía”, había tenido una sólida formación en ciencias, de hecho, fue graduado con distinciones en matemáticas en Harvard. Su carácter impulsivo le llevó a emprender empresas con un tesón envidiable, a visitar el mundo y conocer distintas culturas. Sin embargo, a la edad de 38 años, dio un cambio radical a su vida y se dedicó en cuerpo y alma al estudio del planeta Marte.
Schiaparelli, inspirador de los canales de Marte
Antes de que Lowell pusiera sus esperanzas en realizar grandes descubrimientos sobre Marte, muchos otros astrónomos lo habían observado y habían especulado sobre lo que adivinaban al observar las borrosas imágenes del Planeta Rojo. Uno de los más concienzudos estudiosos de Marte fue Giovanni Virginio Schiaparelli, un astrónomo italiano de prestigio que había hecho interesantes aportaciones al campo de la astronomía. Schiaparelli, que llegó a ser director del Observatorio astronómico de Brera de Milán, había hecho notables aportaciones al conocimiento de las estrellas binarias, había descubierto el asteroide 69 Hesperia y había demostrado que las lluvias de estrellas de las Leónidas se debían a la caída sobre la Tierra de los residuos que dejaba a su paso el cometa Tempel-Tuttle. Observó a Marte durante su aproximación a la Tierra en 1877, a pesar de la mala calidad de las imágenes, Schiaparelli creyó distinguir sobre la superficie del planeta una densa red de líneas a las que llamó “canali”, aunque no llegó a sugerir abiertamente que se tratara de construcciones artificiales. A la derecha pueden ver dos de los mapas que dibujó apoyándose en sus observaciones.
Observaciones de Lowell
Las primeras observaciones de Schiaparelli, habían llegado a las manos de Lowell y de los astrónomos William H. Pickering y Andrew Ellicott Douglass, cuando iniciaron un conjunto de observaciones desde Flagstaff, Arizona, el 24 de mayo de 1894, aprovechando otro momento de máxima aproximación entre Marte y la Tierra. El 7 de junio detectaron el primer canal, ya descrito por el italiano, y durante los meses siguientes los descubrimientos se fueron sucediendo a buen ritmo, hasta tal punto que, al final del periodo de observación, Marte contaba, supuestamente, con 183 canales, de los cuales 44 se encontraban en zonas oscuras, verde azuladas, y 72 en zonas de color ocre.
Lowell propuso una hipótesis que justificaba la existencia de los canales marcianos. Según su idea, Marte era un planeta en decadencia con escasez de agua líquida. El agua abundaba en los polos y debía ser transportada hasta las regiones áridas mediante ciclópeas construcciones capaces de llevar el preciado líquido hasta los más variados destinos del planeta. Para Lowell sólo una raza inteligente podría construir semejante red de canales.
Ahora sabemos que la mente humana es capaz de ver en una imagen borrosa aquello que desea ver. Si Lowell y algunos otros contemporáneos suyos vieron muestras de vida inteligente en Marte, lo que estaban observando en realidad eran los hilos con los que su propio cerebro tejía la imagen ficticia que anhelaban observar. No mentían, simplemente se dejaron engañar por una ilusión óptica fabricada por su imaginación.
Aunque los canales de Marte se han demostrado inexistentes, Lowell realizó otras aportaciones que contribuyeron a mejorar las observaciones astronómicas. Gracias a su influencia, se construyó el Observatorio Lowell en el mismo lugar en el que había forjado su sueño de un Marte lleno de vida. El Observatorio se utilizó durante muchos años para buscar otro de los sueños de Lowell, un planeta de grandes dimensiones situado, según él, más alla de Neptuno. Años después de la muerte Percival, un astrónomo que trabajaba en Flagstaff descubrió Plutón, un planeta que inicialmente parecía coincidir con las predicciones de Lowell. Después se demostró que Plutón era mucho más pequeño de lo que se creía, hasta el punto que ahora, aunque sigue siendo considerado un planeta, se le ha añadido el apellido de “enano”. ¡Qué malos son los sueños cuando nos llevan a modificar la realidad para hacerla coincidir con ellos!.
Escuchen unos retazos de la vida de Percival Lowell.
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