El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Toda la vida que conocemos, independientemente de su riqueza de formas, ambientes y modelos de supervivencia, pertenece a un único lugar del Universo: el planeta Tierra. En otros tiempos se pensaba que la vida sólo existía aquí, que era una especie de irrepetible singularidad cósmica, pero, cada día que pasa, son más los que creen que la aparente ausencia de vida más allá de nuestro planeta se debe tan sólo a nuestra incapacidad para descubrirla.
Si existe vida extraterrestre ¿cómo podemos encontrarla?
Los científicos piensan que hay tres razones que permiten pensar que existe vida más allá de los límites impuestos por nuestro planeta: La primera: el descubrimiento de una gran cantidad de moléculas orgánicas repartidas por todo el Cosmos, un hallazgo que sugiere que los componentes básicos de la vida están diseminados por el Universo. La segunda: el descubrimiento de planetas que orbitan estrellas distintas al Sol. Y la tercera: la comprobación de que aquí en la Tierra hay organismos adaptados a ambientes extremos que nos han obligado a cambiar de idea respecto a la fortaleza de la vida.
En el espacio se han detectado más de un centenar de moléculas orgánicas diferentes y cada vez se detectan más. En las nubes de polvo interestelar se ha detectado metano, un gas que aquí liberan los rumiantes como producto de la digestión; etanol, que es un producto de la fermentación de la uva y enriquece el vino; ácido acético, abundante en el vinagre; ácido fórmico, como el que elaboran las hormigas para defenderse; o benceno, una sustancia abundante en muchos combustibles y disolventes de origen orgánico.
Pero no saltemos de alegría, la presencia de estas sustancias no implican la existencia de vida: el metano detectado en las profundidades del Universo no lo han liberado rumiantes alienígenas, ni el etanol ha salido de vides siderales, son el producto de reacciones químicas que nada tienen que ver con la vida. De hecho, una gran cantidad de esa materia orgánica cayó sobre la Tierra desde los primeros momentos de su formación y continúa cayendo. No está claro el papel que jugaron esas moléculas en el nacimiento de la vida, pero al menos permite pensar en la posibilidad de que lo mismo que ha pasado aquí puede haber sucedido en muchos otros lugares del Universo.
El descubrimiento de planetas que giran alrededor de estrellas lejanas ha sido casi tan importante como el de las moléculas orgánicas que vagan por el Cosmos. El primero de ellos fue detectado en 1995 y desde entonces su número no hace más que aumentar. A fecha de 13 de agosto de 2009, la cantidad de cuerpos extrasolares detectados (muchos pendientes de confirmación) ascendía a 373. La mayoría son muy grandes, se parecen más a Júpiter que a la Tierra, pero esa abundancia se debe tan sólo a las limitaciones de nuestros instrumentos astronómicos. Sobre el número de planetas semejantes a la Tierra que puede haber en nuestra galaxia sólo podemos especular. En una reunión científica, el investigador Malcolm Fridlund, científico ligado al Proyecto Darwin de la ESA, lo dejó bien claro con esta frase: "Un día, por la mañana, defendemos que hay 2.400.000 planetas semejantes a la Tierra en la Vía Láctea y ese mismo día, al atardecer, decimos que tan sólo hay 48".
Ante tanta ignorancia, sólo nos queda la posibilidad de buscar vida más cerca de nosotros, sin salir del entorno de nuestra estrella. A nuestro alrededor tenemos un buen número de cuerpos de muy diversa índole. Mundos sin atmósfera, como la Luna; cubiertos por espesas nubes cargadas de ácido sulfúrico, como Venus; con una superficie desértica y fría, como Marte; envueltos en hielo como el satélite Europa de Júpiter, bajo cuya capa se piensa que existe un mar de agua líquida; o con una atmósfera fría en la que llueve metano como Titán, el satélite más grande de Saturno. Es poco probable que exista vida compleja y grande en esos sitios pero en algunos, especialmente en Marte y Europa, es muy posible existan alienígenas microscópicos.
Por supuesto hay otras posibilidades de vida que no debemos descartar. Puede que en otro lugar del Universo existan criaturas inteligentes, con un nivel tecnológico muy superior al nuestro y que sean ellos los que se den a conocer; sería una manera traumática de salir de la duda pero, en último caso, no depende de nosotros. Pudiera suceder, es otra opción, que una civilización libere emisiones electromagnéticas al espacio, como las señales de radio o televisión, y que esas radiaciones sean detectadas desde la Tierra. Actualmente existen varios proyectos de investigación que intentan captar señales alienígenas con grandes antenas parabólicas, radiotelescopios, diseñadas para captar las señales del Cosmos.
Pero lo que realmente abunda en la Tierra es vida "no inteligente" y es lógico pensar que lo mismo es aplicable al resto del Universo. Bien mirado, los habitantes más antiguos, más diversos y mejor adaptados son los seres más pequeños: las bacterias, lo hongos o las algas unicelulares. Teniendo en cuenta que por ahora no podemos viajar a las estrellas, lo más sensato será buscar vida en el Sistema Solar. Descubrirla es el objetivo que tienen en mente los científicos y técnicos que trabajan en el Centro de Astrobiología que les invitamos a visitar hoy.
Contamos con un guía de excepción: Don Federico Morán Abad, Catedrático de Biofísica en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular I de la UCM, y Miembro Fundador del Centro de Astrobiología, un centro que depende del Instituto de Técnica Aeroespacial y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y está asociado a NASA Astrobiology Institute. Les invitamos a escuchar la entrevista.
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