El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
El pasado y el presente de la humanidad se apoyan en infinidad de pequeños pasos, gracias a los cuales hemos podido alcanzar un desarrollo tecnológico y social sin precedentes en la historia. El progreso de nuestra especie nos ha permitido sobrevivir y prosperar de tal manera que la humanidad ha dejado de ser insignificante frente al tamaño de nuestro planeta y como consecuencia, nuestras acciones también han adquirido dimensiones planetarias.
El desarrollo, basado fundamentalmente en el consumo de combustibles fósiles, está liberando a la atmósfera una cantidad enorme de gases de efecto invernadero que están provocando la elevación de la temperatura media del planeta y un cambio climático de consecuencias imprevisibles. El dióxido de carbono liberado a la atmósfera continúa creciendo cada día y el cambio climático ya ha dejado de ser una hipótesis incómoda para convertirse en una realidad amenazadora.
El primer paso para solucionar un problema consiste en ser consciente de su existencia. Sin embargo, en el caso del cambio climático provocado por la emisión de gases de efecto invernadero no existe una solución mágica, única y definitiva. Como suele ocurrir a menudo, si la solución definitiva no es posible, lo más sensato es dividir el problema y buscar muchas pequeñas soluciones que, sumadas, logren un efecto de mayor amplitud. Nuestro invitado de hoy, Rafael Villar Montero, profesor de Ecología en el Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal del Area de Ecología de la Universidad de Córdoba, investiga una de las propuestas que se suman al cómputo global de soluciones al problema del Cambio Climático: El biocarbón.
Sabemos que el dióxido de carbono libre en la atmósfera es recogido por las plantas para crear materia vegetal mediante la fotosíntesis. De esa manera, las plantas “secuestran” una parte del dióxido de carbono de la atmósfera y lo sacan de la circulación. Pero, por desgracia, ese “secuestro” suele durar poco, las plantas terminan descomponiéndose por acción de los microorganismos o por el fuego y el carbono vuelve a la atmósfera de nuevo en forma de dióxido de carbono. Así pues, de nada sirve sacar de la atmósfera el CO2 si no se hace de manera duradera. Una de las posibilidades consiste en convertir las plantas en biocarbón.
El biocarbón es el producto que se obtiene al calentar la materia vegetal en condiciones controladas en una atmósfera pobre en oxígeno. Básicamente, el método es similar al empleado para la obtención del carbón vegetal, que fue el combustible más utilizado por la humanidad durante la mayor parte de su historia y que aún se utiliza en barbacoas y braseros. La combustión pobre en oxígeno de la madera permite que más del 50% del carbono existente en la materia orgánica quede almacenado en un residuo negro y poroso que llamamos biocarbón. Mientras el biocarbón exista, el carbono que lo forma estará fuera de la circulación atmosférica. La gran ventaja del proceso es que la estructura del biocarbón es mucho más estable y duradera que la materia orgánica y se conserva así durante 500 o mil años antes de descomponerse y devolver el carbono secuestrado a la atmósfera. En realidad podríamos decir que es pan para hoy y hambre para mañana pero aquel carbono que ahora convirtamos en biocarbón nos permite ganar tiempo para investigar nuevas soluciones.
Lógicamente, el biocarbón no es la panacea, al menos por ahora. La materia prima para fabricarlo es la materia orgánica vegetal que se genera en abundancia en las explotaciones agrícolas pero la conversión exige contar con plantas de tratamiento que puedan generar “in situ” el biocarbón. En la actualidad los residuos sólidos vegetales deben ser enviados a una planta de tratamiento alejada del lugar en el que se generan y la elaboración del biocarbón no es rentable. Lo ideal sería contar con una planta de tratamiento portátil y de pequeño tamaño que, acoplada a un tractor, pudiera ir convirtiendo en los residuos orgánicos procedentes de las explotaciones agrícolas en el mismo lugar en el que se producen y depositándolos en la tierra de forma inmediata.
Según las Investigaciones realizadas por Rafael Villar y sus colegas, una vez añadido el biocarbón al terreno de cultivo se pueden detectar varias mejoras. Por un lado, el biocarbón, al tener un grado elevado de porosidad, aumenta la capacidad de retención de agua del suelo, algo muy importante en terrenos secos que reciben anualmente escasas precipitaciones. Por otro lado, la mezcla del biocarbón con la tierra da como resultado un terreno menos compacto y por lo tanto más accesible a las raíces de las plantas. Y por último, también se ha podido comprobar que el biocarbón favorece la retención de nutrientes que las plantas necesitan para su desarrollo. Un aspecto negativo es que el biocarbón modifica la acidez del suelo por lo que su adición no es igualmente beneficiosa para todo tipo de cultivos.
En Andalucía, el cultivo del olivo es una tradición con dimensiones que asombran a los que cruzan la región. Millones y millones de estos árboles, muchos de ellos centenarios, se extienden como un inmenso mar verde ante los ojos del visitante. Cada año, el cuidado de esos olivos genera millones de toneladas de restos orgánicos en forma de ramas y hojas procedentes de la poda y los huesos de las aceitunas que quedan una vez extraído el riquísimo aceite de oliva. Estos restos vegetales son una fuente ideal para la elaboración de biocarbón. Nuestro invitado de hoy, Rafael Villar Montero y su equipo del Area de Ecología de la Universidad de Córdoba, llevan años investigando el biocarbón y sus propiedades. Les invitamos a escucharlo en este capítulo de “Hablando con Científicos”.
“Rafael Villar Montero es profesor de Ecología en el Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la Universidad de Córdoba.
REFERENCIAS
Proyecto Biocar: Estudio del Biocarbón como Sumidero de Carbono.
Investigación en la que han participado investigadores del Área de Ecología y del Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba, así como del Departamento de Sistemas Físicos, Químicos y Naturales de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y personal de las empresas del grupo Abengoa.
Alburquerque et al. 2014. Effects of biochars produced from different feedstocks on soil properties and sunflower growth. J. Plant Nutr. Soil Sci. 177: 16–25
Olmo et al. 2014. Wheat growth and yield responses to biochar addition under Mediterranean climate conditions. Biology and Fertility of Soils 50(8): 1177-1187
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