La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Los sirenios son los únicos mamíferos acuáticos herbívoros y, junto con los cetáceos, los únicos adaptados completamente a la vida acuática. Son animales grandes, con el cuerpo fusiforme e hidrodinámico. Sus patas delanteras se han transformado en aletas y las posteriores han desaparecido o están reducidas a vestigios óseos invisibles desde el exterior. No tienen aleta dorsal y la cola es una aleta horizontal. Carecen de glándulas sudoríparas y amamantan a sus crías con un par de mamas situadas bajo las axilas, igual que los elefantes, que son sus parientes más cercanos. El orden de los sirenios comprende en la actualidad cuatro o cinco especies (según los diferentes autores): el dugongo o dugón (Dugong dugon), de tres a cuatro metros de longitud y novecientos kilos de peso, que vive en las costas tropicales del océano Índico y del oeste del océano Pacífico; y las tres o cuatro especies de manatíes, que alcanzan hasta cinco metros de longitud y una tonelada y media de peso, y habitan en aguas litorales, ríos y zonas pantanosas del Atlántico tropical: el manatí del Caribe (Trichechus manatus), el manatí africano (Trichechus senegalensis), el manatí del Amazonas (Trichechus inunguis) y el manatí enano (Trichechus bernhardi), que a veces se considera una subespecie del manatí del Amazonas.
Pero hace menos de 250 años existía aún un sirenio que dejaba pequeñas a las especies actuales: la vaca marina de Steller (Hydrodamalis gigas). La vaca marina de Steller, un sirenio de entre seis y ocho metros de longitud y de ocho a diez toneladas de peso, fue descubierta, en 1741, por el naturalista alemán Georg Wilhelm Steller. Habitaba en las costas de las islas del Comandante, situadas en el suroeste del mar de Bering. Debido a su mansedumbre y a la calidad de su carne y de su grasa, su descubrimiento fue su sentencia de muerte: sólo veintisiete años después, en 1768, la vaca marina de Steller se había extinguido.
En la antigüedad, el área de distribución de la vaca marina de Steller era mucho más amplio y se extendía desde las costas de Japón hasta las de Norteamérica. Su gran tamaño era una adaptación a las aguas frías en las que vivía. Probablemente, la expansión de los pueblos aborígenes en Asia y América arrinconó a la especie hasta su último refugio de las islas del Comandante, que permanecieron deshabitadas hasta su descubrimiento en el siglo XVIII. En el momento de su descubrimiento, la población total de la especie era ya muy baja, lo que precipitó su rápida extinción. Además de la caza directa, es probable que la caza de nutrias marinas también influyera en la desaparición de la vaca marina de Steller: la nutria marina se alimenta de erizos de mar, que se alimentan de algas. Así, la caza intensiva de nutrias marinas provocó la proliferación de los erizos de mar, que privaron a la vaca marina de su alimento.
A pesar de su tamaño, la vaca marina de Steller no era el mayor sirenio que ha existido. Un pariente próximo, Hydrodamalis cuestae, que vivió en las costas de California, Baja California y Japón en el Plioceno, hace entre 5,3 y 2,6 millones de años, alcanzaba los diez metros de longitud.
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