La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
En 1989, Josep Quintana, un joven estudiante de Geología, descubrió unos huesos fósiles en el noroeste de la isla de Menorca, cerca de Ciudadela. Los fósiles se encontraban en una pared rocosa junto a un pozo vertical comunicado con el mar, entre la punta Nati y la cala Es Pous. Meses más tarde, Quintana mostró los huesos a la paleontóloga alemana Meike Köhle y al antropólogo Salvador Moyà Solà, del Instituto Catalán de Paleontología. Köhle se dió cuenta de que eran huesos de conejo, pero de un conejo enorme y totalmente desconocido para la ciencia. En 1994 se realizaron nuevas excavaciones, que permitieron obtener decenas de nuevos restos fósiles de este animal. Se trata de una zona kárstica, en la que las grietas están rellenas con rocas calizas más duras en las que se encuentran encastrados, muy fragmentados, los restos fósiles. Además de los huesos de conejo, se han hallado también fósiles de murciélago, de tortuga gigante y de un gran lirón.
Hicieron falta cuatro años para extraer los fósiles de la roca, disolviendo ésta con ácido acético, para poder estudiarlos. Durante ese tiempo, Josep Quintana terminó su carrera en la Universidad Autónoma de Barcelona. Después, ha redactado su tesis doctoral sobre esta nueva especie de conejo, que ha recibido el nombre de Nuralagus rex, que significa “conejo menorquín rey”.
Nuralagus rex es el mayor lagomorfo conocido. Con unos doce kilos de peso, sextuplica el tamaño del conejo europeo y duplica el de la liebre europea. Habitó en Menorca hace entre cinco y tres millones de años. Era un animal corpulento, con la cabeza pequeña, el hocico corto, los ojos y las orejas pequeñas, las patas robustas. Había perdido la capacidad de saltar, y se movía torpemente excavando el suelo con sus afiladas garras en busca de las raíces y tubérculos que constituían su alimento. Debido a la ausencia de depredadores, sus sentidos se habían atrofiado y su metabolismo se había ralentizado para adaptarse a la escasez de recursos alimenticios de su hábitat. Lo mismo que le ocurrió a la cabra enana que habitaba en la misma época en la vecina isla de Mallorca, y de la que ya hemos hablado aquí.
El pasado mes de marzo, las investigaciones de los tres científicos sobre la nueva especie han merecido la portada de la revista Journal of Vertebrate Paleontology.
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MÁS INFORMACIÓN:
Nuralagus rex, an endemic insular giant rabbit from the Neogene of Minorca
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