La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace 95 millones de años, a principios del Cretácico superior, Sudamérica era una gran isla con una fauna de dinosaurios particular, que evolucionaba de forma independiente a la del resto del mundo. Mientras en el hemisferio norte los saurópodos, los enormes dinosaurios cuadrúpedos de cuello largo, se encontraban en decadencia, sustituidos por los cornudos ceratopsios y los bípedos ornitópodos como herbívoros dominantes, en Sudamérica y en otros continentes del hemisferio sur los saurópodos mantenían su hegemonía con el grupo de los titanosaurios, que incluye algunos de los animales terrestres más grandes que han existido.
Los titanosaurios se caracterizan por su cabeza pequeña, ancha y alargada, comparada con la de otros saurópodos. Los orificios nasales son grandes, y los dientes, pequeños. La cola es larga y delgada, como un látigo, aunque no tan larga como la de Diplodocus y sus parientes. Su piel está decorada con un mosaico de pequeñas placas óseas redondeadas alrededor de otras más grandes.
Aunque las vértebras de los titanosaurios son sólidas, y no huecas como en otros saurópodos, la columna vertebral es más flexible, y son probablemente más ágiles que sus parientes. Tienen las caderas estrechas, pero los hombros son muy anchos, de modo que en sus rastros las huellas de las patas de un lado quedan muy separadas de las del otro.
Los titanosaurios anidan en grupo. Se conocen dos zonas de anidamiento de titanosaurios fosilizadas, una en la Patagonia argentina y la otra en Cataluña, en el nordeste de España. Cientos de hembras se reunen para la puesta. Con las patas traseras excavan hoyos poco profundos donde depositan los huevos, que cubren con tierra y vegetación. Los nidos están tan juntos que no hay sitio para que todas las madres se ocupen de ellos; una vez acabada la puesta, los huevos quedan abandonados hasta la eclosión.
El titanosaurio más pesado, y el mayor animal terrestre de todos los tiempos, pudo ser Argentinosaurus, el lagarto argentino. El argentinosaurio vivió en la provincia del Neuquén, al oeste de Argentina, al pie de los Andes, hace unos 95 millones de años. Por aquel entonces, el Neuquén era una región árida, con corrientes de agua estacionales. Se han encontrado pocos fósiles de la época en la región, pero sabemos de algunos dinosaurios contemporáneos del argentinosaurio, como el saurópodo Cathartesaura, de menor tamaño, y varios carnívoros. Dos de éstos, Skorpiovenator, de seis metros de largo y dos toneladas de peso, e Ilokelesia, eran abelisáuridos, un grupo de dinosaurios carnívoros del hemisferio sur que se caracterizan por sus brazos atrofiados y por las crestas y surcos que adornan su cráneo. Pero el depredador dominante de la región, y el único que podía inquietar al argentinosaurio, era Mapusaurus, que pertenece al grupo de los carcarodontosaurios, los lagartos con dientes de tiburón, un grupo de grandes carnívoros del hemisferio sur que incluye a algunos de los depredadores terrestres más grandes que han existido; más grandes incluso, aunque también más esbeltos, que el célebre tiranosaurio.
El mapusaurio es un depredador que vive en grupos familiares, en los que conviven individuos jóvenes, de cinco metros y medio de longitud, con adultos que alcanzan los cinco metros de altura y trece de longitud y llegan a pesar unas cinco toneladas. La cabeza del mapusaurio es relativamente pequeña, y los brazos son cortos, con tres dedos en cada mano; aunque no están atrofiados como los de los abelisauridos. Cazando en grupo, los mapusaurios podían hacer presa incluso en los enormes argentinosaurios, aunque, como es siempre el caso entre los depredadores, lo más probable es que en sus cacerías seleccionaran las presas más débiles: las crías o los individuos viejos o enfermos.
Un argentinosaurio adulto debía de ser un contrincante temible incluso para una manada de mapusaurios. Llegaba a medir más de treinta metros de largo, y su peso se calcula en unas ochenta toneladas. Podía elevar la cabeza a más de veinte metros de altura.
Los estudios más recientes, publicados este pasado mes de octubre por Rodolfo Coria, de la Universidad Nacional de Río Negro y el Museo Carmen Funes de Plaza Huincul, en Argentina, y William Sellers, Lee Margetts y Phillip Manning, de la Universidad de Manchester, han reconstruido el modo de locomoción del argentinosaurio. Según sus resultados, el titanosaurio se desplazaba con paso de ambladura, moviendo a la vez las dos patas del mismo lado, a una velocidad máxima de dos metros por segundo, o unos siete kilómetros por hora.
Los restos de Argentinosaurus fueron descubiertos en 1989 por Guillermo Heredia, puestero en la estancia “Las Overas”, cercana a la localidad de Plaza Huincul, en la provincia del Neuquén, en el oeste de Argentina. En Argentina, como en otros países del cono sur, las haciendas, o estancias, se dividen en puestos para su explotación; el puestero es la persona que tiene a su cargo uno de esos puestos. Guillermo Heredia, de 90 años de edad, informó al museo municipal, el ya citado Museo Carmen Funes, del hallazgo en sus tierras de lo que parecían fósiles. Una excavación preliminar sacó a la luz una tibia, pero hubo que esperar al verano para desenterrar el resto de los huesos fósiles: unas pocas vértebras y costillas, parte del sacro y un fragmento de fémur. Los restos son escasos, pero su tamaño da una idea del porte del animal: una de las vértebras mide un metro sesenta de longitud, y la tibia uno cincuenta y cinco; el fémur tiene un perímetro mínimo de un metro dieciocho. A pesar de que los restos son muy incompletos, varios museos han realizado reconstrucciones del esqueleto del animal, basándose en especies emparentadas. Pueden verse, además de en el Museo Carmen Funes de Plaza Huincul, en el Museo Fernbank de Historia Natural de Atlanta, en los Estados Unidos, y en el Museo Senckenberg de Historia Natural, en Fráncfort, Alemania.
Se considera que el argentinosaurio es el dinosaurio más pesado de los que se conocen por restos significativos, pero resultaría muy osado afirmar que es el animal terrestre más grande que ha existido. Dada la naturaleza azarosa del proceso de fosilización, el registro fósil es escaso e incompleto; no conocemos más que una pequeña fracción de todas las especies animales que han existido, y aún de éstas pocas veces podemos estar seguros del tamaño máximo que podían alcanzar, o bien porque disponemos de muy pocos ejemplares, muchas veces sólo uno, o bien porque sólo contamos con fragmentos a partir de los cuales no es posible reconstruir el animal entero de manera fiable. En esta situación se encuentran varias especies que podrían ser aún más grandes que el argentinosaurio.
En 1878, el paleontólogo estadounidense Edward Drinker Cope recibió un fragmento de vértebra de metro y medio de largo, encontrado en Colorado. Con tan escaso material publicó la descripción de una nueva especie, Amphicoelias fragillimus, un pariente de Diplodocus. De ser correcta la interpretación de Cope, la vértebra completa habría medido 2,7 metros, y el animal habría tenido una longitud de entre 40 y 60 metros, y un peso de más de 100 toneladas. Pero el fósil se ha perdido, y hoy sólo disponemos de los dibujos y las notas de Cope. En aquellos tiempos no se contaba con los medios de conservación actuales, y es muy posible que el fósil, descrito por el propio Cope como “muy frágil”, se desintegrara en las manos del paleontólogo.
Un caso más reciente es el de Bruhathkayosaurus, que según los cálculos podía haber pesado 140 toneladas. Los restos fósiles de Bruhathkayosaurus, dos huesos de la cadera, parte de un fémur, una tibia de dos metros de longitud, un radio y una vértebra caudal, con una antigüedad de unos 70 millones de años, se hallaron en el sur de la India en 1989. Sus descubridores lo clasificaron inicialmente como un carnosaurio, un dinosaurio depredador bípedo, pero debido al enorme tamaño de los huesos, los paleontólogos se inclinaron más tarde por clasificarlo como un titanosaurio, el grupo al que pertenece el argentinosaurio. El problema es que, como en el caso anterior, ya no disponemos de los fósiles. Parece ser que se perdieron en una inundación, y lo único que nos queda son unos esbozos poco detallados de los huesos. Además, la descripción publicada dejaba mucho que desear, y hay quien sospecha que los fósiles de Bruhathkayosaurus eran en realidad madera petrificada. Por ahora, el argentinosaurio mantiene su título de dinosaurio más pesado.
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