La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace 38 años, en 1977, Marion Brandvold, dueña de una tienda de fósiles y minerales en un pequeño pueblo del noroeste de Montana, descubrió con su hijo David Trexler huesos de dinosaurio en la cercana formación Two Medicine, que se extiende desde ese estado hasta el sur de Alberta, en Canadá. Todos los fines de semana, Marion volvía al mismo lugar, y fue recuperando los restos de lo que parecía un único individuo, que su hijo iba uniendo en la trastienda.
Una mañana, en julio de 1978, acertó a pasar por allí un paleontólogo. Jack Horner, de la Universidad de Princeton, se encontraba de vacaciones y entró en la tienda por casualidad. Horner ayudó a la dueña a clasificar algunos fósiles que tenía en venta, y ésta, agradecida, le mostró el dinosaurio que su hijo estaba recomponiendo. Horner lo identificó inmediatamente como una cría de hadrosaurio, un dinosaurio herbívoro de pico de pato. Una excavación dirigida por Horner en el lugar donde Marion Brandvold había encontrado los fósiles sacó a la luz algo nunca antes visto: Una colonia de nidificación de dinosaurios en la que convivían crías, jóvenes y adultos. El yacimiento recibió el nombre de “Egg Mountain”, la montaña de los huevos.
“Fue la primera vez que se encontraba un nido, no de huevos, sino de bebés dinosaurio, y me pareció que la evidencia era incontrovertible: esos bebés se habían quedado en el nido mientras crecían, y uno o los dos padres los habían cuidado. Este tipo de comportamiento, inaudito entre los dinosaurios, fue probablemente el descubrimiento más sorprendente que salió de esa excavación. Sin duda fue el que tuvo una mayor repercusión sobre la imagen pública de los dinosaurios, ya que contrastaba fuertemente con la imagen de cómo se suponía que se comportaban los dinosaurios: poner los huevos y abandonarlos, como las tortugas o los lagartos o la mayor parte de los reptiles. Si los dinosaurios, aunque sólo fueran algunas especies, actuaban como las aves y criaban a sus hijos en nidos, cuidándolos y llevándoles comida, esto era una información que cambiaría profundamente nuestras ideas sobre qué tipo de animales eran estos antiguos reptiles. Fue una revelación.”
Tras la aparición del cráneo de un adulto, descubierto por Laurie Trexler, la nuera de Marion Brandvold, en 1979, Horner y Robert Makela describieron la nueva especie, a la que llamaron Maiasaura, de Maya, la mayor de las Pléyades según la mitología griega, y que significa además “madrecita”.
El descubrimiento de la Montaña de los Huevos catapultó a Horner a la fama. Unos años después, se convirtió en el asesor científico de Steven Spielberg para la película Parque Jurásico.
Horner ha seguido excavando en la Montaña de los Huevos desde entonces, y ya ha sacado a la luz más de doscientos ejemplares de Maiasaura de todas las edades, con los que ha podido estudiar la historia natural de esta especie con un detalle sin precedentes entre los dinosaurios.
Maiasaura es un hadrosaurio, un dinosaurio de pico de pato de unos nueve metros de longitud máxima y más de dos toneladas de peso. Tiene una cresta corta, ancha, maciza y puntiaguda delante de los ojos, que probablemente se usa en los combates entre machos durante la época de celo. Es un dinosaurio herbívoro que puede deslizar las mandíbulas una sobre otra para triturar la comida y, al mismo tiempo, para mantener afilados los dientes.
Maiasaura vivió hace unos 76 o 77 millones de años, a finales del Cretácico, en el oeste de Norteamérica, que por aquel entonces estaba separado del resto del continente por un mar interior, el llamado mar de Niobrara. Esta masa de tierra recibe el nombre de Laramidia. La región de Laramidia donde vive Maiasaura tiene un clima estacional semiárido, con una larga estación seca y altas temperaturas. Probablemente, estos animales emprenden largas migraciones en busca de alimento.
Maiasaura convive en la zona con otras dos especies de hadrosaurios: Gryposaurus, del mismo tamaño, que se diferencia por la forma del hocico, e Hypacrosaurus, algo mayor que Maiasaura, y con una cresta semicircular. Otros dinosaurios presentes son Troodon, un dinosaurio carnívoro corredor de dos metros y medio de largo, Orodromeus, un herbívoro bípedo de tamaño similar, Bambiraptor, un pequeño dinosaurio carnívoro de menos de un metro de longitud, y Daspletosaurus, un tiranosáurido de ocho a nueve metros de largo. Las únicas defensas de Maiasaura y los otros hadrosaurios contra los depredadores son su larga y musculosa cola, y su forma de vida gregaria, en manadas que pueden alcanzar los 10 000 individuos.
Los nidos de Maiasaura son montículos de barro de tres metros de diámetro y metro y medio de altura, con una depresión interior de dos metros de diámetro y 75 centímetros de profundidad. Los huevos, entre 30 y 40, del tamaño de huevos de avestruz, se disponen en círculos o espirales y en capas, cubiertos con tierra o arena y con vegetación. La descomposición de ésta proporciona el calor necesario para la incubación. La distancia entre nido y nido es de unos siete metros, menor que la longitud de un animal adulto. Debían de estar tan apiñados como las aves marinas coloniales en la actualidad. Además de los depredadores de los que hablábamos antes, los nidos tienen otros enemigos: lagartos y escarabajos devoradores de huevos.
Al salir del cascarón, las crías miden unos 40 centímetros, y sus patas están tan poco desarrolladas que no son capaces de caminar. Se alimentan con la comida que les aportan los padres al nido. Tienen los ojos más grandes y el hocico más corto que los adultos. Durante el primer año crecen muy deprisa, hasta un metro y medio de longitud. En ese periodo, la mortalidad es muy elevada; sólo sobrevive una de cada diez crías. Entre el primer y el segundo año, abandonan el nido. Estos jóvenes siguen creciendo hasta los 8 años de edad. Su tasa de mortalidad durante el periodo de crecimiento es mucho más baja, menor del 13 %. A los tres años ya alcanzan la madurez sexual. Hasta los cuatro años, los jóvenes son bípedos, pero a partir de entonces se convierten en cuadrúpedos, aunque aún son capaces de levantarse sobre las patas traseras para alcanzar las hojas de las ramas altas de los árboles y para correr cuando fuera necesario. A partir de los 8 años entran en la tercera edad, y su tasa de mortalidad vuelve a aumentar, hasta el 44 % anual. Son animales que crecen rápido y mueren pronto.
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
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Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.
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