El neutrino es una partícula esquiva, en apariencia insignificante, pero necesaria para explicar el mundo. Ni la radiactividad, ni el big bang, ni el Modelo Estandar de la física de partículas serían posibles sin él. Con El neutrino, un blog nacido en febrero de 2009, el físico y escritor Germán Fernández pretende acercar al lector, y ahora al oyente, al mundo de la ciencia a partir de cualquier pretexto, desde un paseo por el campo o una escena de una película, hasta una noticia o el aniversario de un investigador hace tiempo olvidado.
Cuando pensamos en la participación de científicos en proyectos militares, lo primero que nos viene a la imaginación son físicos, químicos o ingenieros desarrollando nuevos tipos de armamento, explosivos o vehículos. Cuando se trata de destruir cosas, nada como la física y la química. Pero otras ramas más “blandas” de la ciencia también pueden aportar su granito de arena, como fue el caso en el Proyecto Paloma, desarrollado por el psicólogo estadounidense Burrhus Frederic Skinner.
Burrhus Skinner fue el pionero del conductismo moderno; desarrolló un método de aprendizaje llamado condicionamiento operante, que propuso como sistema de modificación de conducta. Skinner consideraba el libre albedrío una ilusión, y que las acciones humanas dependen de las consecuencias de las acciones previas: si esas consecuencias son malas, es probable que las acciones no se repitan, pero si son buenas, la probabilidad de que esas acciones se repitan aumenta. Es lo que llamó el principio de refuerzo. Skinner describió la aplicación de sus ideas para mejorar la sociedad y aumentar la felicidad humana en su polémica novela Walden dos, publicada en 1948.
Además de psicólogo, Skinner era inventor. Inventó la cuna de aire, una cuna en la que la temperatura y la humedad estaban controladas, y que además era muy fácil de limpiar. Pero la cuna de aire fue un fracaso comercial.
Esta doble vertiente de psicólogo e inventor fue la que le llevó a la idea que desembocó en el Proyecto Paloma.
No se trataba del desarrollo de un arma “psíquica”, sino de algo mucho más pedestre: en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos buscaban desesperadamente un sistema fiable para dirigir las bombas hacia los blancos enemigos. Skinner llevaba tiempo trabajando con palomas, condicionándolas para que pulsaran palancas para obtener comida. Un día, al ver una bandada de palomas maniobrando en formación en el cielo, se preguntó: “¿Podrían guiar un misil?”
Skinner se presentó en el Comité Nacional de Investigación de la Defensa con su proyecto bajo el brazo: un misil guiado por palomas. Hoy en día nos parece una idea más propia de unos dibujos animados que del mundo real, y en aquella época también. El comité consideró el proyecto excéntrico e irrealizable, pero aun así, como no tenían nada mejor, le ofrecieron 25 000 dólares para empezar. La idea de Skinner era sencilla: Un sistema de lentes proyectaba la imagen del blanco en tres pequeñas pantallas en el interior del misil. Ante cada una de estas pantallas se situaba una paloma, condicionada para picotear esa imagen, de manera que mientras el blanco se mantenía centrado en la pantalla, la trayectoria del misil se mantenía fija, pero en cuanto se desviaba, el desplazamiento de la paloma para picotearlo se transmitía mediante un cable al sistema de navegación del misil, que se desviaba adecuadamente para volver a fijar el rumbo en el blanco. Llevar tres palomas en lugar de una aumentaba la fiabilidad del sistema.
Skinner se quejaba de que, a pesar del éxito de las pruebas, las autoridades no se tomaban en serio el proyecto. Así era; el 8 de octubre de 1944 el programa fue cancelado para, según dijeron, dedicar los fondos a otros proyectos más prometedores. Hay quien sospecha que la verdadera razón fue que los administradores no se sentían a gusto con el sacrificio de las palomas.
En 1948, la Marina de los EE.UU. revivió el proyecto de Skinner con el nombre de Proyecto Orcon (de “Organic Control”, control orgánico), pero fue definitivamente cancelado en 1953 cuando la fiabilidad de los sistemas electrónicos de guiado lo hizo innecesario. Sin embargo, algo útil salió del proyecto. En esta segunda reencarnación, las señales de control no se tomaban de la paloma, sino de la pantalla, que se había hecho conductora de la electricidad con una película de dióxido de estaño. Este tipo de vidrio conductor se utilizó más tarde en muchas pantallas de radar.
El prototipo del misil de Skinner, llamado “el pelícano” por el grosor de la cabeza, donde iban alojadas las palomas, se exhibe en el Museo Nacional de Historia de los Estados Unidos, en Washington D.C. Pero las palomas se las quedó Skinner. Por curiosidad, de vez en cuando las ponía a prueba; seis años después del cierre del proyecto y del cese de su entrenamiento, aún mantenían el condicionamiento para picotear la imagen del blanco.
(Germán Fernández, 05/2017)
OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:
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