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  La ciencia no deja de asombrarnos con nuevos descubrimientos insospechados. En el podcast Ciencia Fresca, Jorge Laborda Fernández y Ángel Rodríguez Lozano discuten con amenidad y, al mismo tiempo, con profundidad, las noticias científicas más interesantes de los últimos días en diversas áreas de la ciencia. Un podcast que habla de la ciencia más fresca con una buena dosis de frescura.
El enemigo invisible del ejército de Napoleón en Rusia.
Jorge Laborda cuenta cómo el ADN revela las causas de la trágica retirada del ejército de Napoleón en Rusia.
En el invierno de 1812, la Grande Armée de Napoleón emprendió una de las retiradas más trágicas de la historia militar. Tras una campaña fallida en Rusia, cientos de miles de soldados iniciaron el regreso hacia el oeste, atravesando las actuales Bielorrusia y Lituania en condiciones extremas de frío, hambre y agotamiento. El resultado es bien conocido: de los más de 500.000 hombres que cruzaron el río Niemen rumbo a Moscú, apenas unos pocos miles lograron regresar a territorio amigo. Lo que nunca estuvo del todo claro es por qué murieron tantos de ellos. Durante dos siglos, los historiadores y los médicos militares han atribuido la catástrofe principalmente al tifus epidémico, una infección transmitida por el piojo del cuerpo y tristemente habitual en los ejércitos del siglo XIX. Los informes médicos de la época describen diarreas, disentería, neumonías, fiebres altas e ictericia, un cuadro compatible con el tifus y con otras enfermedades infecciosas muy extendidas en aquel periodo. La narrativa tradicional parecía sólidamente asentada: el tifus, unido al hambre y al frío, había diezmado al ejército napoleónico. Sin embargo, la ciencia moderna acaba de reescribir este capítulo. Un estudio publicado en Current Biology por el equipo de Rémi Barbieri y Nicolás Rascovan ha analizado el ADN antiguo conservado en los dientes de trece soldados enterrados en una fosa común en Vilna, Lituania, lugar clave en la ruta de retirada. Gracias a las actuales técnicas de metagenómica y análisis filogenético, los investigadores pudieron identificar fragmentos de ADN de los patógenos que infectaron a estos soldados poco antes de morir. Los resultados son reveladores: no se encontró rastro de Rickettsia prowazekii (tifus), pero sí se detectó la presencia de dos bacterias diferentes y hasta ahora infravaloradas en esta historia: Salmonella enterica Paratyphi C, causante de fiebre paratifoidea, y Borrelia recurrentis, responsable de la fiebre recurrente transmitida por piojos. Ambas enfermedades encajan muy bien con los síntomas descritos en 1812: fiebre persistente, diarreas, debilidad extrema y episodios febriles repetidos. La fiebre paratifoidea se transmite a través de agua o alimentos contaminados, algo inevitable en una retirada caótica, sin higiene, con escasez de agua potable y cadáveres humanos y animales a lo largo del camino. Por su parte, la fiebre recurrente se propaga por los mismos piojos que se han asociado históricamente al tifus, lo que explica por qué las fuentes médicas de la época pudieron confundir ambas enfermedades. Este trabajo se enmarca en una auténtica revolución científica: la paleogenómica, capaz de recuperar y analizar ADN conservado durante siglos. Gracias a ella se han reconstruido ya los genomas del virus de la gripe de 1918 y de Yersinia pestis, la bacteria responsable de la Peste Negra. Ahora, estas mismas herramientas nos ayudan a comprender qué enfermedades circulaban por Europa hace más de doscientos años. El estudio no descarta que el tifus estuviera presente en otros grupos de soldados, pero sí demuestra que no fue el único ni quizá el principal asesino en Vilna. Además, hay un factor adicional que raramente se menciona y que debió de desempeñar un papel decisivo: la malnutrición, que conduce a una inmunodeficiencia progresiva. Un soldado exhausto, hambriento y debilitado era presa fácil de cualquier infección. La derrota de 1812 no la causaron solo el invierno y los enemigos rusos. La causó también un enemigo invisible: un conjunto de microbios oportunistas que encontraron cuerpos indefensos. La biología, una vez más, dejó su firma en la historia.
El universo en rayos X con CHANDRA.
Angel Rodríguez Lozano explica cómo Observatorio de Rayos X Chandra ha cambiado nuestra visión del universo.
El Observatorio de Rayos X Chandra, lanzado por la NASA el 23 de julio de 1999, cumple 25 años revelando el lado más energético y extremo del universo. Diseñado para detectar rayos X, una forma de radiación mucho más poderosa que la luz visible, Chandra ha permitido observar regiones cósmicas donde la materia alcanza millones de grados de temperatura: los alrededores de agujeros negros, supernovas o cúmulos de galaxias.
Gracias a su óptica de precisión y a instrumentos como el espectrómetro ACIS, Chandra convierte cada fotón de rayos X en una fuente de información sobre la temperatura, composición y densidad del gas interestelar. Su órbita elíptica, que lo aleja hasta 140.000 km de la Tierra, lo mantiene fuera de los cinturones de radiación, lo que le permite obtener imágenes nítidas y estables del cosmos en esta energía.
Entre sus descubrimientos más destacados está la confirmación de chorros y vientos relativistas que emergen de los discos de acreción de los agujeros negros supermasivos. También ayudó a mapear la materia oscura en el famoso Bullet Cluster, donde las observaciones revelaron que la mayor parte de la masa no coincide con el gas visible, demostrando así la existencia de este componente invisible del universo.
Chandra ha mostrado con detalle los remanentes de supernovas como Cassiopeia A o la Nebulosa del Cangrejo, observando estrellas de neutrones recién formadas y la eyección de elementos que fertilizan el espacio. Además, ha permitido estudiar el gas caliente entre galaxias, descubriendo que los cúmulos son entornos dinámicos donde el gas, la materia oscura y los agujeros negros interactúan constantemente.
En su cuarto de siglo de actividad, Chandra ha transformado la astronomía de rayos X y sigue siendo una herramienta esencial para explorar los procesos más violentos y fascinantes del universo.
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