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¿Quieres pasar a la posteridad? ¿Te gustaría que un asteroide llevara tu nombre? ¿O simplemente tienes curiosidad por saber cómo se pone nombre a esos cuerpos celestes? En cualquier caso, te interesará escuchar por qué los asteroides tienen nombres de seres mitólógicos, de ciudades, de escritores y científicos famosos, de cantantes de rock o de esposas amantísimas. Todos esos nombres y muchos más pueblan los cielos. Unos nombres a los que, con muchísima suerte y si sigues los consejos de Germán Fernández, podrás añadir el tuyo.
Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), Madrid sufrió un bloqueo que causó grandes carencias de abastecimiento. Ante este episodio, un grupo de científicos españoles consiguió obtener importantes contribuciones en el área de la nutrición y la neurología. Entre las contribuciones más dignas de destacar, y que hoy relatamos, se encuentra la del colungués Francisco Grande Covián (1909-1995), el cual, con un gran esfuerzo, enorme rigor y con escasos medios, efectuó varios estudios sobre las carencias nutricionales de la población madrileña que actualmente siguen siendo referencia obligada en la bibliografía científica sobre enfermedades carenciales. Fue un ávido promotor y defensor de la dieta mediterránea y realizó numerosos estudios sobre el aceite de oliva y la salud.
Aquellos que, como yo, aprendimos cuáles eran componentes del Sistema Solar en la escuela, por entonces se llamaba “escuela”, recordamos de memoria los 9 planetas, que 9 eran en aquellos tiempos, y poca cosa más. A lo sumo nos enseñaban que entre Marte y Júpiter había pedruscos sueltos que llamaban asteroides y que, de vez en cuando, nos visitaba un cometa. Ahora todo ha cambiado. Los planetas son 8, Plutón ha descendido a una nueva categoría, y el Sistema Solar se ha visto incrementado con una enorme cantidad de cuerpos que tienen nombres extraños, como Eris, Sedna, Haumea, Quaoar, Makemake,… y estos son solamente algunos de los más grandes, los más pequeños se cuentan por miles y siguen aumentando en número cada día gracias a las nuevas observaciones con poderosos telescopios. Ahora, con la llegada del Telescopio Espacial James Webb (JWST), los descubrimientos se acumulan y su estudio es un reto al que se enfrentan investigadores como Noemí Pinilla Alonso, Científica asociada en Ciencia Planetaria en el Florida Space Institute de la Universidad Florida Central en Orlando, Estados Unidos. Noemí Pinilla es responsable del proyecto DiSCo que estudia la composición de la superficie de 59 objetos transneptunianos con el JWST. Os invitamos a escucharla.
Hace unos meses, hablando del gran varano australiano Megalania, citábamos a Quinkana, un cocodrilo de tres metros de longitud, entre los grandes depredadores australianos. A diferencia de los cocodrilos actuales, de vida acuática, Quinkana vivía y cazaba en tierra firme. Este cocodrilo apareció hace unos veintiocho millones de años, a finales del Oligoceno, y se extinguió a finales del Pleistoceno, hace unos diez mil años. Sus restos se han encontrado sobre todo en Queensland, en el nordeste de Australia. Su nombre procede de los quinkans, unos espíritus de la mitología de los aborígenes Kuku Yalanji, representados como figuras humanoides muy estilizadas, o más raramente como cocodrilos, en las pinturas rupestres de la región.
La ficción y la ciencia ficción han jugado sin reparos con la posibilidad de que los seres humanos perduren en el tiempo en estado de animación suspendida. Desde los cuentos infantiles, como el de la Bella Durmiente, hasta las historias de viajes espaciales de larga duración, nos han presentado a personas capaces de sobrevivir durante un tiempo indefinido en estado latente, sin perder un ápice de su lozanía, sin que sus tejidos mueran y sin que su corazón o sus músculos lleguen a atrofiarse. Pero son solo historias imaginadas, la realidad es muy distinta. La realidad es que los seres humanos no podemos entrar en animación suspendida. Sin embargo, ciertos experimentos científicos parecen indicar que esa posibilidad podría ser real en el futuro. Ulises lo cuenta hoy en este programa, os invito a escucharlo.
Las neuronas se comunican entre ellas mediante impulsos eléctricos producidos por las reacciones químicas que ocurren en las uniones y terminaciones neuronales. Esas reacciones liberan iones, de potasio o sodio que son transportados por los llamados canales, canales iónicos que se encargan de su conducción. Un estudio reciente, realizado por neurocientíficos del MIT, ha comprobado que los humanos tenemos una gran diferencia con el resto de animales: el número de nuestros canales iónicos es considerablemente menor. Las neuronas humanas, con sus propiedades fijadas por la evolución son únicas y diferentes. Los neurocientíficos creen que esa densidad menor sería la forma escogida por la evolución para gastar menos energía bombeando iones, lo que le permite al cerebro usar esa energía ahorrada en algo mejor, como crear mayor número de conexiones, sinapsis, entre las neuronas o hacer que los potenciales de acción se sucedan en una proporción mayor.
Existen curiosos organismos, denominados mixótrofos, que que no parecen encajar del todo en la clasificación tradicional que hace la Biología entre organismos consumidores y organismos productores. La Ecología define a los organismos que producen su propio alimento como productores o autótrofos. Estos organismos fabrican su propia comida mediante la fotosíntesis. Los consumidores, también llamados heterótrofos, no producen su propio alimento; sino que, para alimentarse, dependen de la energía y materia que extraen de alimentos ya producidos por otros. Hoy hablamos de Mesodinium Rubrum, un versátil microorganismo del plankton marino que es capaz de adaptar la maquinaria celular de sus presas y modificar la suya propia para empezar a producir su propio alimento usando la luz solar. Para que nos entendamos, es algo así como si nosotros, tras ingerir una suculenta ensalada verde, fuéramos capaces de realizar la fotosíntesis, y así no tuviésemos que volver a cocinar durante una temporada.
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Un estudio realizado por casi un centenar de científicos de diversos países ha monitorizado las señales sísmicas de alta frecuencia durante el confinamiento por COVID-19 y ha detectado una reducción del ruido sísmico de hasta el 50%. Las bacterias del género Bartonella son capaces de estimular el proceso de generación de nuevos capilares sanguíneos, lo que genera nuevas células en las que estas bacterias pueden vivir. Investigadores de la Universidad de Leiden y del Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO) han tomado la primera imagen de una estrella joven, parecida al Sol, acompañada de dos exoplanetas gigantes. El análisis de la estructura de los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 indica que la mayoría proviene del empleo de uno solo de los múltiples fragmentos génicos que los linfocitos B emplean para fabricar los anticuerpos. Este conocimiento puede permitir la generación de anticuerpos de diseño muy eficaces contra el coronavirus.
En el programa de hoy emprendemos un viaje en el tiempo hasta uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de la vida en la Tierra. Sucedió hace 66 millones de años y fue el fin del mundo para muchas criaturas, entre ellas, los dinosaurios. Un conjunto de investigaciones han revelado que fue el impacto de Yucatán y no las erupciones volcánicas de Deccan el culpable de la extinción en masa del Cretácico-Paleógeno. Y tres investigaciones más ofrecen un relato de lo sucedido durante las dos primeras horas después de la catástrofe en tres lugares: El centro del cráter de Chicxulub y a 1.500 y 3.000 kilómetros del lugar del impacto. Además hablamos de la genética del caballo y contestamos a una pregunta.
Hace unos días, paseando por el campo, me detuve a disfrutar del paisaje. Ante mis ojos se ofrecía la tierra desnuda, salpicada en algunos puntos por el reflejo del agua de un riachuelo y las montañas lejanas. Elevé la vista y, más arriba, las nubes formaban una cubierta gris que se alejaba también hasta juntarse con la tierra, allá en el horizonte. Entre ambas, una extensa región de aire transparente separaba la tierra y del mar de nubes. Tierra, aire y nubes, un sándwich natural al que estamos acostumbrados. Pero ¿por qué es así? ¿qué razón obliga a las nubes a estar allí a lo alto, desplegadas como un inmenso paraguas? Una nube puede contener mucha agua, si es así, ¿por qué no cae por su propio peso? ¿cuánta agua puede contener una nube? Hoy respondemos a estas preguntas en “La Ciencia Nuestra de Cada Día”.
Ibn Tufayl, nacido en Guadix (Granada) en el siglo XII, es casi con completa seguridad el científico granadino que más ha influido en el pensamiento de Occidente. Fue un fiel seguidor de Avempace y se interesó particularmente por el éxtasis intelectual de Avicena y el sufismo de Algacel. Ibn Tufayl también fue médico, primero en Granada y luego en otras ciudades del antiguo Al-Andalus. Mas tarde renunció al cargo de médico real en favor de su discípulo, Averroes. Pionero de la revolución anti-ptolomaica enraizada en las enseñanzas de Aristóteles, Ibn Tufayl negaba los epiciclos y excéntricas por su imposibilidad física, detalle de suma importancia dado que los modelos vigentes en aquella época se basaban solo en la Geometría. Su obra ““El filósofo autodidacta” se ha conservado y ejerció una gran influencia en la literatura europea.
Los viajes de Gulliver es un cuento que estimula nuestra imaginación con la posibilidad de que una misma persona (Lemuel Gulliver) pueda ser un gigante en la tierra de Liliput, en donde es doce veces más grande que sus habitantes, o un ser minúsculo en la tierra de Brobdingnag, doce veces más pequeño que las personas que allí viven. Con esta idea en mente, les invitamos a descender escalonadamente por el mundo microscópico, disminuyendo mil veces el tamaño en cada escalón. Así, una persona de tamaño medio podrá compararse con una hormiga, una bacteria, un virus, un átomo, un protón o un quark… y continuará empequeñeciendo hasta alcanzar el mínimo tamaño posible en un espacio gobernado por la geometría clásica. Ése límite se denomina “longitud de Planck”.
Algunos insectos son tan familiares que pasan casi desapercibidos, por más que estén presentes en casi todos los lugares que visitamos. Un saltamontes es un buen ejemplo de ello, a pesar de que sus larguísimas patas traseras tienen un atractivo especial, especialmente en los niños, son tan comunes que casi no los vemos. Hoy son protagonistas en un reportaje de Rosa Lencero. Después D. José Rafael Esteban Durán, entomólogo e investigador del INIA, habla del comportamiento de algunos insectos, los sonidos que emiten, la forma de reaccionar ante la luz y su comunicación mediante sustancias químicas.
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