Las Islas Aleutianas forman un archipiélago con más de 350 islas que se extienden dibujando un arco en el norte del Océano Pacífico, entre Alaska en Estados Unidos y la península de Kamchatka en Rusia. En el Sur de la isla Unimak, la mayor del archipiélago, en una plataforma rocosa situada a 37 metros sobre el nivel del mar, existía desde 1903 un faro para guía de los navegantes que cruzaban el estrecho que la separaba de los islotes vecinos. En 1940, el faro fue remodelado con una edificación más grande y sólida, diseñada para resistir las duras condiciones climáticas de la región. En la madrugada del 1 de abril de 1946, un fuerte terremoto sacudió la zona y una enorme ola de más de 40 metros de altura destruyó completamente el faro de Scotch Cap y segó la vida de los cinco guardianes de la instalación. Este es uno de los ejemplos, incluidas fotografías de la época, con los que Mercedes Ferrer Gijón, investigadora del Instituto Geológico y Minero (CSIC), ilustra su libro “Megatsunamis”. Hoy conversamos con ella en Hablando con Científicos.
Hasta el siglo XX, habitaba en las zonas costeras del mar Caribe, el golfo de México y el Atlántico, desde la Florida hasta Colombia y Venezuela la foca monje del Caribe (Neomonachus tropicalis), declarada extinta por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en 1994. La foca monje del Caribe podía alcanzar los 2,4 metros de longitud, y un peso de entre 170 y 270 kilos. Los machos eran más grandes que las hembras. Se reunían en tierra para descansar y para parir, en grupos de entre 20 y 40 ejemplares, aunque a veces llegaban hasta un centenar. Preferían las playas arenosas en islas y atolones recónditos. Las crías, que nacían alrededor del mes de diciembre, medían un metro de largo y pesaban entre 16 y 18 kilos; estaban cubiertas por un lanugo negruzco. Como otras focas, las focas monje del Caribe eran torpes en tierra, lo que unido a su falta de agresividad y a que no tenían miedo de los humanos, las convirtió en presa fácil para los cazadores.
En el año 2000 se dio la noticia de la secuenciación del genoma humano ¿Todo? ¡No! Zonas del genoma pobladas por secuencias de letras rebeldes y obcecadas en repetirse múltiples veces resisten todavía al secuenciador. Tras duras batallas en las dos últimas décadas, todas esas zonas resistentes del genoma han sido finalmente vencidas y han librado la información de su secuencia de letras. Entre las más resistentes se encontraban amplias zonas del cromosoma Y, ese que solo poseen los hombres y que es responsable, entre otras cosas, del desarrollo de los órganos genitales masculinos y de la producción de espermatozoides. Vamos, de la perpetuación de la especie. Gracias a numerosos avances en la tecnología de secuenciación del ADN y también en el análisis y manipulación de ingentes cantidades de datos genómicos, un numeroso consorcio de investigadores y técnicos de laboratorio ha conseguido, por fin, la secuencia completa del cromosoma Y, que han publicado en la revista Nature.
Comenzamos el programa de hoy con una noticia publicada en la revista Nature cuyo contenido se resume en una pregunta: ¿Cómo cambiarían la ciencia los superconductores a temperatura ambiente? A continuación hablamos de un estudio de la universidad Juntendo, de Tokio, que propone la elaboración de un señuelo molecular para engañar al virus SARS-CoV-2 que puede ser usado como tratamiento para la COVID-19. La tercera noticia nos acerca a una de las erupciones más explosivas en más de un siglo que tuvo lugar en el reino de Tonga provocada por el volcán parcialmente sumergido Hunga Tonga-Hunga Ha’apai. La erupción provocó un flujo de escombros submarinos que avanzó a velocidades de hasta 122 km/h por el forndo marino, alterando radicalmente el paisaje oceánico y dañando los cables submarinos que había en la zona. Por último, hablamos de un estudio del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid que relaciona los factores de riesgo cardiovascular con el riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas.
¿Quieres pasar a la posteridad? ¿Te gustaría que un asteroide llevara tu nombre? ¿O simplemente tienes curiosidad por saber cómo se pone nombre a esos cuerpos celestes? En cualquier caso, te interesará escuchar por qué los asteroides tienen nombres de seres mitólógicos, de ciudades, de escritores y científicos famosos, de cantantes de rock o de esposas amantísimas. Todos esos nombres y muchos más pueblan los cielos. Unos nombres a los que, con muchísima suerte y si sigues los consejos de Germán Fernández, podrás añadir el tuyo.
La ficción y la ciencia ficción han jugado sin reparos con la posibilidad de que los seres humanos perduren en el tiempo en estado de animación suspendida. Desde los cuentos infantiles, como el de la Bella Durmiente, hasta las historias de viajes espaciales de larga duración, nos han presentado a personas capaces de sobrevivir durante un tiempo indefinido en estado latente, sin perder un ápice de su lozanía, sin que sus tejidos mueran y sin que su corazón o sus músculos lleguen a atrofiarse. Pero son solo historias imaginadas, la realidad es muy distinta. La realidad es que los seres humanos no podemos entrar en animación suspendida. Sin embargo, ciertos experimentos científicos parecen indicar que esa posibilidad podría ser real en el futuro. Ulises lo cuenta hoy en este programa, os invito a escucharlo.
Las neuronas se comunican entre ellas mediante impulsos eléctricos producidos por las reacciones químicas que ocurren en las uniones y terminaciones neuronales. Esas reacciones liberan iones, de potasio o sodio que son transportados por los llamados canales, canales iónicos que se encargan de su conducción. Un estudio reciente, realizado por neurocientíficos del MIT, ha comprobado que los humanos tenemos una gran diferencia con el resto de animales: el número de nuestros canales iónicos es considerablemente menor. Las neuronas humanas, con sus propiedades fijadas por la evolución son únicas y diferentes. Los neurocientíficos creen que esa densidad menor sería la forma escogida por la evolución para gastar menos energía bombeando iones, lo que le permite al cerebro usar esa energía ahorrada en algo mejor, como crear mayor número de conexiones, sinapsis, entre las neuronas o hacer que los potenciales de acción se sucedan en una proporción mayor.
Existen curiosos organismos, denominados mixótrofos, que que no parecen encajar del todo en la clasificación tradicional que hace la Biología entre organismos consumidores y organismos productores. La Ecología define a los organismos que producen su propio alimento como productores o autótrofos. Estos organismos fabrican su propia comida mediante la fotosíntesis. Los consumidores, también llamados heterótrofos, no producen su propio alimento; sino que, para alimentarse, dependen de la energía y materia que extraen de alimentos ya producidos por otros. Hoy hablamos de Mesodinium Rubrum, un versátil microorganismo del plankton marino que es capaz de adaptar la maquinaria celular de sus presas y modificar la suya propia para empezar a producir su propio alimento usando la luz solar. Para que nos entendamos, es algo así como si nosotros, tras ingerir una suculenta ensalada verde, fuéramos capaces de realizar la fotosíntesis, y así no tuviésemos que volver a cocinar durante una temporada.
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En el programa de hoy emprendemos un viaje en el tiempo hasta uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de la vida en la Tierra. Sucedió hace 66 millones de años y fue el fin del mundo para muchas criaturas, entre ellas, los dinosaurios. Un conjunto de investigaciones han revelado que fue el impacto de Yucatán y no las erupciones volcánicas de Deccan el culpable de la extinción en masa del Cretácico-Paleógeno. Y tres investigaciones más ofrecen un relato de lo sucedido durante las dos primeras horas después de la catástrofe en tres lugares: El centro del cráter de Chicxulub y a 1.500 y 3.000 kilómetros del lugar del impacto. Además hablamos de la genética del caballo y contestamos a una pregunta.
Hace unos días, paseando por el campo, me detuve a disfrutar del paisaje. Ante mis ojos se ofrecía la tierra desnuda, salpicada en algunos puntos por el reflejo del agua de un riachuelo y las montañas lejanas. Elevé la vista y, más arriba, las nubes formaban una cubierta gris que se alejaba también hasta juntarse con la tierra, allá en el horizonte. Entre ambas, una extensa región de aire transparente separaba la tierra y del mar de nubes. Tierra, aire y nubes, un sándwich natural al que estamos acostumbrados. Pero ¿por qué es así? ¿qué razón obliga a las nubes a estar allí a lo alto, desplegadas como un inmenso paraguas? Una nube puede contener mucha agua, si es así, ¿por qué no cae por su propio peso? ¿cuánta agua puede contener una nube? Hoy respondemos a estas preguntas en “La Ciencia Nuestra de Cada Día”.
Ibn Tufayl, nacido en Guadix (Granada) en el siglo XII, es casi con completa seguridad el científico granadino que más ha influido en el pensamiento de Occidente. Fue un fiel seguidor de Avempace y se interesó particularmente por el éxtasis intelectual de Avicena y el sufismo de Algacel. Ibn Tufayl también fue médico, primero en Granada y luego en otras ciudades del antiguo Al-Andalus. Mas tarde renunció al cargo de médico real en favor de su discípulo, Averroes. Pionero de la revolución anti-ptolomaica enraizada en las enseñanzas de Aristóteles, Ibn Tufayl negaba los epiciclos y excéntricas por su imposibilidad física, detalle de suma importancia dado que los modelos vigentes en aquella época se basaban solo en la Geometría. Su obra ““El filósofo autodidacta” se ha conservado y ejerció una gran influencia en la literatura europea.
Los viajes de Gulliver es un cuento que estimula nuestra imaginación con la posibilidad de que una misma persona (Lemuel Gulliver) pueda ser un gigante en la tierra de Liliput, en donde es doce veces más grande que sus habitantes, o un ser minúsculo en la tierra de Brobdingnag, doce veces más pequeño que las personas que allí viven. Con esta idea en mente, les invitamos a descender escalonadamente por el mundo microscópico, disminuyendo mil veces el tamaño en cada escalón. Así, una persona de tamaño medio podrá compararse con una hormiga, una bacteria, un virus, un átomo, un protón o un quark… y continuará empequeñeciendo hasta alcanzar el mínimo tamaño posible en un espacio gobernado por la geometría clásica. Ése límite se denomina “longitud de Planck”.
Algunos insectos son tan familiares que pasan casi desapercibidos, por más que estén presentes en casi todos los lugares que visitamos. Un saltamontes es un buen ejemplo de ello, a pesar de que sus larguísimas patas traseras tienen un atractivo especial, especialmente en los niños, son tan comunes que casi no los vemos. Hoy son protagonistas en un reportaje de Rosa Lencero. Después D. José Rafael Esteban Durán, entomólogo e investigador del INIA, habla del comportamiento de algunos insectos, los sonidos que emiten, la forma de reaccionar ante la luz y su comunicación mediante sustancias químicas.
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