Es preocupante para los científicos y los seres racionales, en general, el negacionismo de aspectos importantes y vitales de la realidad que la ciencia ha desvelado, como negar que las vacunas sean eficaces para salvar vidas, y en su lugar causen enfermedad y muerte, o negar el cambio climático, atribuyendo oscuros objetivos políticos y apocalípticos a quienes avisan desde hace décadas de su existencia y de sus terribles consecuencias. En mi humilde opinión, el negacionismo es favorecido por el hecho de que lo esencial es invisible a los ojos, como dijo Antoine de Saint-Exupéry en su obra El Principito. Sin duda, lo esencial en ciencia es invisible a los ojos, y solo lo hemos podido ir descubriendo al hacer uso de instrumentos de detección y medida cada vez más sofisticados y empleando nuestra razón, tanto para fabricar esos instrumentos como para interpretar los datos que nos iban desvelando.
Aunque Marte es conocido por su superficie desértica y árida, su atmósfera alberga fenómenos sorprendentes, como la formación de nubes. Estas nubes, similares a los cirros terrestres, tienen una textura tenue y un brillo característico al reflejar la luz solar, incluso llegan a generar fenómenos de halo. El estudio de las nubes marcianas, gracias a misiones como el rover Perseverance y su instrumento MEDA, ha revelado datos inesperados. Uno de los hallazgos más destacados es la variación en la abundancia de hielo de agua en la mesosfera marciana durante el solsticio de verano, a altitudes superiores a los 35-40 km. Estas variaciones están asociadas con el calentamiento de la atmósfera durante el periodo estival. Hoy exploramos estos fascinantes descubrimientos con Daniel Toledo, investigador del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y miembro del equipo científico de la misión Mars 2020, quien nos ayudará a comprender cómo estas observaciones contribuyen a desentrañar los secretos del agua en el clima marciano.
Aunque los euriptéridos no son realmente escorpiones, algunos, como Terropterus, que vivió hace aproximadamente entre 440 millones de años, tenían una gran semejanza con ellos. Poseía una cola en forma de aguijón curvado, que podía proyectar hacia adelante por encima de la cabeza y el tercer par de apéndices recuerda a las pinzas de los escorpiones. Algunos podían salir a tierra firme, como demuestra un rastro fósil de seis metros de largo y 95 centímetros de ancho descubierto en 2005 en rocas del Carbonífero de Escocia. El tamaño y la anatomía de las patas que dejaron el rastro se corresponde con un ejemplar de 1,6 metros de longitud del euriptérido Hibbertopterus. Las patas, de distintos tamaños, se movían a la vez, y el animal reptaba despacio, con movimientos torpes, arrastrando la cola.
Contar los átomos de un cuerpo humano requiere un esfuerzo considerable porque estamos compuestos por átomos distintos, cada uno de los cuales contribuye con su propia masa atómica al peso corporal. Dado que cada persona tiene un peso diferente y por lo tanto distinto número de átomos, vamos a tomar como referencia a una persona concreta. Una vez obtenido ese valor, una simple operación matemática nos permitirá estimar cuántos átomos forman nuestros propios cuerpos. Desintegrar a una persona en sus átomos constituyentes puede resultar bastante doloroso, así que hemos escogido como referencia a una persona fallecida: el genio del pop, Michael Jackson. Para hacer el cálculo más ameno, ponemos algunas de sus canciones como fondo musical.
Cuando el curso de un río se hace camino a través del paisaje, trazando curvas sinuosas que se suceden una tras otra como lo haría una enorme serpiente, decimos que forma meandros. Estas estructuras tan particulares han llamado la atención de los científicos desde hace mucho tiempo. Lo que muchos desconocen es que uno de los trabajos pioneros en este campo fue publicado en 1926 en la revista alemana ‘Die Naturwissenschaften’ por Albert Einstein, el padre de las teorías de la Relatividad. Se trata de un trabajo poco conocido que Manuel Díez Minguito encontró casualmente durante sus estudios sobre la dinámica de los ríos. Manuel recuperó el original en alemán y, con la colaboración de Linda Emberger, filóloga clásica, lo ha traducido al español. Hoy les ofrecemos el texto íntegro en este capítulo del podcast ‘Océanos de Ciencia’ y conversamos con Manuel Díez Minguito y Linda Emberger para que nos cuenten su experiencia y nos ayuden a comprender el contenido del artículo.
Hoy hablamos de una investigación de la Universidad de Tokio que ha encontrado una alternativa revolucionaria al cobalto en las baterías de iones de litio. El cobalto es un material con serios problemas ambientales y sociales vinculados a su extracción. Continuamos mirando al interior de la Tierra porque una investigación indica que bajo el Pacífico y bajo África, en las profundidades del manto terrestre, se encuentran restos del Theia, el planeta que chocó con la Tierra y generó la Luna. Comentamos el desarrollo de un dispositivo subacuático que captura moléculas liberadas al mar por organismos marinos. Esta captura concentra a las moléculas disueltas y permite el análisis de sus estructuras moleculares y sus potenciales propiedades como nuevos fármacos o medicamentos. Y terminamos hablando de un experimento del CERN que ha demostrado que la antimateria se comporta bajo la acción de la gravedad como la materia ordinaria.
¿Quieres pasar a la posteridad? ¿Te gustaría que un asteroide llevara tu nombre? ¿O simplemente tienes curiosidad por saber cómo se pone nombre a esos cuerpos celestes? En cualquier caso, te interesará escuchar por qué los asteroides tienen nombres de seres mitólógicos, de ciudades, de escritores y científicos famosos, de cantantes de rock o de esposas amantísimas. Todos esos nombres y muchos más pueblan los cielos. Unos nombres a los que, con muchísima suerte y si sigues los consejos de Germán Fernández, podrás añadir el tuyo.
La ficción y la ciencia ficción han jugado sin reparos con la posibilidad de que los seres humanos perduren en el tiempo en estado de animación suspendida. Desde los cuentos infantiles, como el de la Bella Durmiente, hasta las historias de viajes espaciales de larga duración, nos han presentado a personas capaces de sobrevivir durante un tiempo indefinido en estado latente, sin perder un ápice de su lozanía, sin que sus tejidos mueran y sin que su corazón o sus músculos lleguen a atrofiarse. Pero son solo historias imaginadas, la realidad es muy distinta. La realidad es que los seres humanos no podemos entrar en animación suspendida. Sin embargo, ciertos experimentos científicos parecen indicar que esa posibilidad podría ser real en el futuro. Ulises lo cuenta hoy en este programa, os invito a escucharlo.
Las neuronas se comunican entre ellas mediante impulsos eléctricos producidos por las reacciones químicas que ocurren en las uniones y terminaciones neuronales. Esas reacciones liberan iones, de potasio o sodio que son transportados por los llamados canales, canales iónicos que se encargan de su conducción. Un estudio reciente, realizado por neurocientíficos del MIT, ha comprobado que los humanos tenemos una gran diferencia con el resto de animales: el número de nuestros canales iónicos es considerablemente menor. Las neuronas humanas, con sus propiedades fijadas por la evolución son únicas y diferentes. Los neurocientíficos creen que esa densidad menor sería la forma escogida por la evolución para gastar menos energía bombeando iones, lo que le permite al cerebro usar esa energía ahorrada en algo mejor, como crear mayor número de conexiones, sinapsis, entre las neuronas o hacer que los potenciales de acción se sucedan en una proporción mayor.
En el programa de hoy emprendemos un viaje en el tiempo hasta uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de la vida en la Tierra. Sucedió hace 66 millones de años y fue el fin del mundo para muchas criaturas, entre ellas, los dinosaurios. Un conjunto de investigaciones han revelado que fue el impacto de Yucatán y no las erupciones volcánicas de Deccan el culpable de la extinción en masa del Cretácico-Paleógeno. Y tres investigaciones más ofrecen un relato de lo sucedido durante las dos primeras horas después de la catástrofe en tres lugares: El centro del cráter de Chicxulub y a 1.500 y 3.000 kilómetros del lugar del impacto. Además hablamos de la genética del caballo y contestamos a una pregunta.
Ibn Tufayl, nacido en Guadix (Granada) en el siglo XII, es casi con completa seguridad el científico granadino que más ha influido en el pensamiento de Occidente. Fue un fiel seguidor de Avempace y se interesó particularmente por el éxtasis intelectual de Avicena y el sufismo de Algacel. Ibn Tufayl también fue médico, primero en Granada y luego en otras ciudades del antiguo Al-Andalus. Mas tarde renunció al cargo de médico real en favor de su discípulo, Averroes. Pionero de la revolución anti-ptolomaica enraizada en las enseñanzas de Aristóteles, Ibn Tufayl negaba los epiciclos y excéntricas por su imposibilidad física, detalle de suma importancia dado que los modelos vigentes en aquella época se basaban solo en la Geometría. Su obra ““El filósofo autodidacta” se ha conservado y ejerció una gran influencia en la literatura europea.
Los viajes de Gulliver es un cuento que estimula nuestra imaginación con la posibilidad de que una misma persona (Lemuel Gulliver) pueda ser un gigante en la tierra de Liliput, en donde es doce veces más grande que sus habitantes, o un ser minúsculo en la tierra de Brobdingnag, doce veces más pequeño que las personas que allí viven. Con esta idea en mente, les invitamos a descender escalonadamente por el mundo microscópico, disminuyendo mil veces el tamaño en cada escalón. Así, una persona de tamaño medio podrá compararse con una hormiga, una bacteria, un virus, un átomo, un protón o un quark… y continuará empequeñeciendo hasta alcanzar el mínimo tamaño posible en un espacio gobernado por la geometría clásica. Ése límite se denomina “longitud de Planck”.
Algunos insectos son tan familiares que pasan casi desapercibidos, por más que estén presentes en casi todos los lugares que visitamos. Un saltamontes es un buen ejemplo de ello, a pesar de que sus larguísimas patas traseras tienen un atractivo especial, especialmente en los niños, son tan comunes que casi no los vemos. Hoy son protagonistas en un reportaje de Rosa Lencero. Después D. José Rafael Esteban Durán, entomólogo e investigador del INIA, habla del comportamiento de algunos insectos, los sonidos que emiten, la forma de reaccionar ante la luz y su comunicación mediante sustancias químicas.
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