La ciencia tiene fama de ser demasiado seria, de castigar a los adeptos con ecuaciones terroríficas, azotarlos con definiciones incomprensibles y sembrar la huida entre los que a ella se acercan. Solo un ser puede cambiar una imagen tan aterradora: El Huracán. Un superhéroe irreverente capaz de explicar lo incomprensible y hacernos reír a mandíbula batiente. Su creador, Gerardo Sanz, es un mutante con el extraño poder de combinar, con humor, la ciencia y el arte.
Huracán nos presenta, a su manera, la idea genial de un científico austríaco de mala salud y malas pulgas con sus alumnos. Su nombre era Christian Doppler (1803-1853), este matemático y físico pensó que las ondas de la luz cambian de frecuencia, o sea de color, si la fuente que las emite se mueve acercándose o alejándose de nosotros. No tuvo suerte con el enunciado de su principio, entre otras cosas porque escogió mal el ejemplo al que supuestamente se aplicaba, pero el tiempo le vino a dar la razón y ahora el efecto Doppler se aplica en muchos campos de la ciencia y la tecnología.
Ésta es la parte “seria” del efecto Doppler, la anédota es la curiosa idea que tuvo el químico y meteorólogo Buys Ballot para demostrarlo. Cuentan las crónicas que Buy-Ballot había sido inicialmente muy crítico con Doppler por su teoría. No obstante, la idea siguió rondándole la cabeza y pensó que, puesto que el sonido también es una onda, si Doppler tenía razón, un sonido emitido por una fuente que se acerca a nosotros debe parecernos más agudo de lo que es en realidad y viceversa, cuando la fuente se aleja de nosotros, debe ser más grave.
Como en aquellos tiempos no había buenos aparatos para medir la frecuencia del sonido, decidió utilizar a expertos en esta materia: los músicos. Reunió a un grupo de músicos conocidos por tener un oído absoluto, es decir, por ser capaces de identificar de oído una nota musical perfectamente afinada, y les pidió que estuvieran en el andén de la estación de Maarssen mientras se acercaba un tren de la línea Amsterdan – Utrech que no paraba en la estación. Debían identificar el tono de una nota musical que estaba tocando un músico montado en el tren, mientras éste se acercaba y cuando se alejaba. Así, “de oído”, comprobó que Doppler tenía razón. Los músicos declararon que la nota subía de tono al acercarse el tren y se hacía más grave al alejarse (lo curioso del caso es que no se le ocurrió utilizar el pitido del tren, como ahora es habitual para explicar el efecto Doppler).
El Huracán ha encontrado otro método, no menos curioso.
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