En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
Las neuronas se comunican entre ellas mediante impulsos eléctricos producidos por las reacciones químicas que ocurren en las uniones y terminaciones neuronales. Esas reacciones liberan iones, de potasio o sodio que son transportados por los llamados canales, canales iónicos que se encargan de su conducción. Un estudio reciente, realizado por neurocientíficos del MIT, ha comprobado que los humanos tenemos una gran diferencia con el resto de animales: el número de nuestros canales iónicos es considerablemente menor. Las neuronas humanas, con sus propiedades fijadas por la evolución son únicas y diferentes. Los neurocientíficos creen que esa densidad menor sería la forma escogida por la evolución para gastar menos energía bombeando iones, lo que le permite al cerebro usar esa energía ahorrada en algo mejor, como crear mayor número de conexiones, sinapsis, entre las neuronas o hacer que los potenciales de acción se sucedan en una proporción mayor.
¿A quién no le gusta una historia? Las que leemos o escuchamos han sido elaboradas para que exista una secuencia, un hilo conductor que amarra las ideas y que les da fluidez y coherencia. Pero en nuestro día a día eso no ocurre. Las cosas suceden con interrupciones, con saltos entre un hecho y otro. Sin embargo, a la hora de recordar y contárselas a otros, lo hacemos mejor si editamos los hechos para darles esa coherencia. Y el que lo hace en nuestro cerebro es el hipocampo, el que conecta hechos distantes, separados, en una narrativa única. Por eso los científicos lo han llamado “el contador de historias”. Usando la Resonancia Magnética funcional (RMf), investigadores del Centro de Neurociencia de la Universidad de California, en Davis, rastrearon las imágenes del hipocampo de voluntarios mientras escuchaban y luego recordaban una serie de historias cortas. Se recordaron siempre mejor las historias que tenían coherencia narrativa.
Nuestro sistema olfativo usa más del 5% de las células del cerebro y nos capacita para diferenciar entre millones de olores diferentes; una gran cantidad de ellos asociada a un riesgo para nuestra salud y bienestar, como el de alimentos descompuestos. Nuestra respuesta a olores desagradables se había pensado como un proceso cognitivo consciente, que los asocia con posibles peligros. Sin embargo, un estudio reciente realizado por investigadores del Instituto Karolinska, señala que es un proceso inconsciente y extremadamente rápido. Los investigadores desarrollaron un método que les permitió medir las señales del bulbo olfatorio humano que procesan el olor y emiten impulsos que se transmiten a las partes del cuerpo que controlan el movimiento. Sus resultados están basados en tres experimentos en los que los participantes tuvieron que valorar sus experiencias con seis olores diferentes, unos agradables, otros no, mientras la actividad electro fisiológica del bulbo olfatorio, en forma de una respuesta a cada olor, se cuantificaba.
¿Somos los humanos tan únicos y diferentes de nuestros parientes en la evolución, como los neandertales y los chimpancés? Un estudio reciente, realizado por investigadores de la Universidad de Washington y el primero que busca encontrar diferencias que ha fijado la evolución a nivel de los genes, indica que existen 267 genes exclusivos de los humanos. El estudio indica, además, que las mayores diferencias entre los genes de chimpancés, neandertales y humanos se dan en las regiones que regulan la expresión de los genes y no en las que contienen la información para fabricar proteínas. Se postula que esos genes que marcan la diferencia podrían ser los responsables de características como la creatividad, la conciencia o la cooperación.
Los científicos que le siguen la pista al virus, epidemiólogos, genetistas, virólogos, señalan que puede haber tres posibles futuros para el coronavirus. El primero, y el más optimista para nosotros, es que el virus no pueda eludir la acción de las vacunas. Una segunda posibilidad es que el virus logre evadir parcialmente las defensas inmunitarias generadas por las vacunas, pero que, al hacerlo, pague un precio alto: volverse menos infeccioso o letal. La tercera puede presentar un futuro más oscuro. Si el virus acumula mutaciones que le faciliten evadir la inmunidad sin sufrir una reducción considerable en su capacidad de transmisión y su letalidad, se dará un preocupante cambio evolutivo en su biología. Pero, ni aún así, el escenario es asustador. Estamos en una posición afortunada, es posible modificar de forma rápida nuestras vacunas, aunque el problema serio vendrá al momento de hacerla llegar a millones de brazos, un esfuerzo colosal si consideramos que ni siquiera se ha logrado vacunar a una décima parte de la población mundial con las vacunas que ya tenemos.
En 1998 el biólogo Richard Lenski, inició un experimento que habría de durar 33 años y sería un estudio ejemplar de la evolución. Lo que hizo fue dividir una población inicial de la conocida bacteria E coli y dividirla en doce tubos de cultivo con los debidos nutrientes; los mantuvo a 37 grados centígrados y cada día tomaba siete gotas y las transfería a doce nuevos frascos. El estudio le permitió a Lenski, tener en sus manos 70.000 generaciones de la bacteria. Generación tras generación las bacterias fueron evolucionando. En una ocasión observó que uno de los tubos estaba inusualmente turbio, indicación de que la población bacteriana había aumentado muchísimo más. El análisis del medio de cultivo reveló que, en lugar de la glucosa de siempre, esas bacterias se estaban alimentando de otro elemento, un citrato, que les potenciaba el crecimiento. Nunca más se repitió el fenómeno. Se lo llamó “momento citrato”.
Inmunólogos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, en Missouri, han estudiado lo que llaman el vigor de las células B. Para ello tomaron muestras de los lóbulos linfáticos de personas vacunadas. Lo que encontraron fue una maravilla: células B pequeñitas, aún sin entrenar, agrupadas en lo que llamaron centros germinales. Las células B en estos centros mutan sus genes al azar, creando un set entero de nuevos anticuerpos. Esas células, que producen el mejor repertorio de anticuerpos, se embarcan en un proceso evolutivo que aumenta la habilidad del sistema inmunitario para atacar cualquier variante que pueda aparecer eventualmente. Los investigadores inicialmente describieron que esos centros germinales persistían por hasta 15 semanas después de la inmunización con las vacunas hechas con el ARN mensajero, mucho más tiempo que el observado jamás con las vacunas que usan las anteriores tecnologías y para otras enfermedades. Para su sorpresa, pasados seis meses, los campos de entrenamiento seguían andando.
El beneficio de usar medicamentos para aliviar la esquizofrenia o el desorden bipolar es enorme. Los pacientes que usan medicamentos antipsicóticos necesitan tomarlos en forma oral o en inyecciones; las medicinas deben pasar primero por el cuerpo en su camino, vía el torrente sanguíneo, al cerebro. Sin embargo, estos medicamentos pueden producir efectos secundarios y requieren que los afectados los tomen a diario, incluso varias veces al día ¿Sería posible suprimir los indeseables efectos secundarios y encima aumentar la eficacia del medicamento? Pues justo eso es lo que han logrado científicos usando la bioingeniería. El resultado es un spray nasal que entrega las medicinas directamente en el cerebro.
Es incontable el número de científicos que están por detrás del desarrollo de las actuales vacunas contra el coronavirus. Sin embargo, queremos destacar el trabajo de Katalin Karikó una investigadora nacida en Hungría, hija de un carnicero, que tras completar sus estudios de microbiología y al conseguir su doctorado, decidió volar a Estados Unidos con su esposo y su hija de dos años con el poquísimo dinero que lograron juntar vendiendo todo lo que tenían, cosido dentro de un oso de peluche. Tras muchísimos inconvenientes, logró un trabajo como investigadora en la Universidad de Pensilvania, pero al no tener los apoyos suficientes, pasaba de un laboratorio a otro, buscando siempre mejorar y mantenerse trabajando en lo único que le importaba: demostrar que el ARN podía usarse para tratar un puñado de enfermedades. Su trabajo, pionero y nada convencional está detrás de la creación de las dos vacunas más novedosas de la historia.
¿Qué tan diferentes son los cerebros de hombres y mujeres? La pregunta se ha hecho durante años, con respuestas que siempre habían sesgado la historia, afirmando que por supuesto lo son y mucho, con la idea de que las desigualdades entre los sexos residían en un cerebro masculino mayor y mejor equipado.
Un nuevo estudio liderado por la neurocientífica Lise Eliot de la Rosalind Franklin University es el primero en resumir una investigación de rangos tan amplios en un único mega análisis. Y la respuesta es: las diferencias son nada.
Una de las soluciones más a la mano en un futuro cercano para aplacar los efectos devastadores de las sequías, podría ser incrementar la fotosíntesis de las plantas y así aumentar el rendimiento de las cosechas. Un alga que contiene una proteína que aumenta la fotosíntesis y el crecimiento de las plantas, se ha incorporado a las del tabaco. Las plantas resultantes tuvieron la habilidad para convertir la energía de la luz en energía química aumentada de forma considerable. Para sorpresa de los investigadores, las plantas además necesitaron mucha menos agua para su alto rendimiento. Este avance apunta a una forma de manejar los tiempos de sequía y sus devastadoras consecuencias, en un futuro cada vez más cercano.
Un equipo de investigadores informa sobre la primera evidencia hasta la fecha de las llamadas “células del tiempo” en el cerebro humano. El descubrimiento, publicado en la prestigiosa revista PNAS no es algo inesperado. En años recientes, varios equipos de investigadores han aislado neuronas que, en roedores, trazan los intervalos de tiempo. Lo interesante ahora es que, realizando sus observaciones en los lugares adecuados y en tiempos específicos de los cerebros de 27 personas con epilepsia, a las cuales se le habían implantado electrodos que medían la actividad cerebral para aliviar o resolver sus problemas, los científicos han logrado identificar en humanos las neuronas que están codificando información relacionada con la sensación subjetiva del paso del tiempo.
La maravillosa y única capacidad humana para elaborar, crear y entender el lenguaje escrito, proceso creativo que se tomó siglos para su conformación, es el fundamento donde se afincan muchas otras facetas del conocimiento, habilidades matemáticas incluidas. La red neuronal que se ocupa del proceso de lectura trabaja a lo largo y ancho de diferentes dominios cognitivos, a través de una “huella de conectividad” en diferentes áreas del cerebro. El trabajo reciente de un investigador de la Universidad de Búfalo (UB) con individuos afectados de dislexia, de manera sorprendente ha revelado unos resultados fantásticos, que apuntan, de forma clara, a que áreas del cerebro responsables de las habilidades para leer también trabajan en actividades en apariencia no relacionadas, como la multiplicación.
Ingenieros en el McKelvey School of Engineering en la Universidad de Washington, han desarrollado un parche equipado con micro agujas que se puede aplicar a la piel y que realiza con muy alta sensibilidad un análisis clínico. Las micro agujas, en lugar de usar una solución, necesaria para encontrar y cuantificar biomarcadores en la sangre, pueden obtener el análisis de forma directa del líquido que rodea a las células de la piel, el conocido Fluido Intersticial Dérmico (FID). Con estos parches, además de facilitar análisis de sangra, se podrá monitorear reacciones del sistema inmunitario en un lapso de tiempo. Esto es de especial importancia para los investigadores que están trabajando en las vacunas de la Covid-19 y necesitan saber si las personas están produciendo la cantidad adecuada de anticuerpos y por cuánto tiempo.
Una nueva vacuna para la Covid-19, llamada NDV-HXP-S, que se está sometiendo a pruebas clínicas en Brasil, México, Tailandia y Vietnam, podría cambiar la forma cómo el mundo frena la pandemia. Esta vacuna usa un nuevo diseño molecular que se espera produzca anticuerpos más potentes que los de las vacunas actuales. El logro tiene una larga historia previa a la pandemia. En 2015, otro coronavirus, el de la conocida neumonía mortal, MERS, golpeó fuerte. Jason McLellan, biólogo estructural de la Geisel School of Medicine en Darmouth y sus colegas se pusieron en la tarea de hacer una vacuna contra el virus. Aquellas investigaciones, aplicadas ahora al SARS-CoV-2 han permitido crear la nueva vacuna, libre de patente, que, si supera los ensayos clínicos, será más barata y fácil de fabricar para ser repartida entre los países pobres.
Hoy es un día especial para nosotros, publicamos el programa número doscientos del podcast Cierta Ciencia. Parece que fue ayer cuando, un día de junio de 2013, Josefina Cano nos contó la primera historia en su podcast. Llevaba un título llamativo, Una mosca borracha, y, aún hoy, podéis escucharlo, junto a todos los programas emitidos, en Cienciaes.com. Desde entonces, Josefina no ha faltado nunca a su cita y, cada dos semanas, ha puesto una semilla de conocimiento en nuestros cerebros deseosos de aprender. Hoy nos invita a escuchar cómo fue su decisión de abandonar el trabajo en el laboratorio biología para dedicarse a la divulgación científica, una decisión que ha dado, entre sus numerosos frutos, doscientos programas del podcast Cierta Ciencia.
Buscar una explicación al por qué los niños no sufren la covid con la misma severidad que los adultos ocupa a epidemiólogos, virólogos y pediatras por igual. En total, menos del 2% sufre la infección y los síntomas y el curso de la enfermedad son considerablemente más leves o inexistentes. Un cuerpo de evidencia que va en aumento sugiere cuáles serían las razones para explicar esta disparidad. El sistema inmunitario de los pequeños parece mejor equipado para eliminar al SARS-Cov-2 que el de los adultos. Otra clave viene del hecho de que así algunos niños muestren algunos síntomas de la covid y anticuerpos específicos contra el virus, nunca son positivos para el virus en las pruebas estándar de PCR. En un pequeño estudio, tres niños de menos de diez años, de la misma familia, desarrollaron anticuerpos contra el virus y dos de ellos tuvieron síntomas leves, aunque ninguno fue positivo en la prueba de PCR, y eso que los sometieron a ella 11 veces durante los 28 días que estuvieron en contacto con sus padres, quienes sí fueron positivos.
Comer un aguacate al día como parte de la dieta puede ayudar a mejorar la salud intestinal, indica un nuevo estudio de la Universidad de Illinois. El estudio incluyó a 163 adultos entre los 25 y 45 años, con sobrepeso o con obesidad, pero saludables. Recibieron una comida diaria que reemplazaba la que consumían bien fuera al desayuno, el almuerzo o la cena. Un grupo comía un aguacate en esa comida, lo que no hacían los del grupo control. Los investigadores encontraron que las personas que consumen un aguacate cada día como parte de una comida tienen una abundancia mayor de microbios intestinales, que trocean la fibra y producen metabolitos que ayudan a una buena salud del sistema digestivo. También la diversidad de su microbioma es mayor.
Uno de los grandes descubrimientos de la ciencia moderna, la plasticidad del cerebro, su capacidad para adaptarse de una manera dinámica a los desafíos del entorno, tendría implícita una idea no precisa. A diferencia del material plástico que se moldea y retiene una forma particular, la estructura física del cerebro es un flujo continuo. El neurocientífico David Eagleman dedica buena parte de su tiempo a puntualizar la importancia de entender el significado de esa característica prodigiosa del cerebro y a esclarecer sus puntos de vista sobre las analogías cerebro-computador. Se ocupa también del diseño de herramientas que, usando el tejido de la piel, puedan recoger información de ella y enviarla al cerebro para que las personas puedan “ver” y “oír” por la piel, cuando han sufrido algún daño.
La risa libera óxido nítrico, un químico que relaja los vasos sanguíneos, reduce la presión arterial y disminuye riesgos de trombos. Y no solo eso, estudios epidemiológicos han demostrado que una dosis de buen humor se asocia con una vida más sana y plena en general. Sophie Scott, neurocientífica del Universtity College of London dice que la risa ha demostrado que puede reducir las hormonas del estrés, el cortisol y la adrenalina y aumentar los niveles de las deliciosas endorfinas. Otros estudios revelan que también parecen darse beneficios cognitivos. Mirar un video chistoso lleva a mejoras en la memoria de corto plazo en los adultos mayores y mejora su capacidad de aprendizaje y, quizá lo más importante por estos días, tener un buen sentido del humor ayuda a las personas a navegar circunstancias adversas.
La ciencia tiene entre sus ocupaciones principales resolver los problemas que se presenten como desafíos casi insolubles. La parte de ella que en la forma de virología tuvo el mayor y más difícil de los últimos tiempos, lo ha conseguido. En un logro asombroso, en menos de un año, se tienen no una sino varias vacunas para la peste contemporánea. Gracias a los pioneros en el campo de la genética molecular es posible contar la asombrosa hazaña conseguida, desde los albores de la caracterización de la molécula de la vida, hasta el desarrollo de las técnicas que la modifican, la manipulan, la recombinan para ponerla al servicio de las nuevas tecnologías.
Los astrocitos son unas maravillosas células de nuestros cerebros que cumplen una miríada de funciones. Después de haber pasado muchísimo tiempo ignoradas, ahora se consideran como las “conductoras” maestras en el cerebro, siendo su trabajo intervenir en gran parte de las conexiones de las neuronas. Un equipo de investigadores ha encontrado que estas células gliales, antes miradas como simple pegamento y soporte, están involucradas en la regulación de las sinapsis, inhibiéndolas, mediante una molécula de adhesión. A los astrocitos que se juntan con esta molécula para hacer su trabajo, se las llama “células de guantes blancos”, por su calidad de directoras de orquesta. La orquesta que ejecuta la gran melodía neuronal.
La pandemia se siente como una suerte de agresión, algo que arrebata nuestro sentido de la libertad. El virus, no busca otra cosa distinta a reproducirse. Y como no lo puede hacer por su propia cuenta, usa nuestras células para hacerlo. Cambiar las reglas del juego y no seguirle dando oportunidades para que se siga extendiendo a su gusto solo dependerá de cada individuo y su responsabilidad social. La mejor manera, la más segura, es taparle la entrada al cuerpo. Y con todo lo que se sabe ya sobre su manera de transmisión es posible hacerlo usando el tapabocas, la mascarilla. La ciencia y quienes son sus portavoces son cada vez más enfáticos en insistir en que el uso generalizado de la mascarilla podrá proteger si no a todos, al menos a un 80 por ciento de la población.
En la carrera infatigable que realizan a diario miles de científicos para aliviar los costos en vidas humanas que está ocasionando la pandemia, la que se pone al frente en cuanto al diagnóstico, es una prueba que puede detectar el coronavirus en cosa de cinco minutos y que ha sido desarrollada usando la técnica de CRISPR. Lo mejor es que no requiere equipos de laboratorio caros y se puede hacer en las escuelas, oficinas y claro, en los consultorios médicos. El test ha sido desarrollado por un equipo de investigadores liderados por Jennifer Doudna, premio Nobel de Química 2020.
Una niñez caracterizada por negligencia, abandono o abusos puede alterar el sistema neuroendocrino, que regula cómo el cuerpo responde al estrés. Pero estudios recientes ofrecen claves de que esas desgracias infantiles no siempre permanecen y que pueden ser “borradas”. Megan Gunnar, psicobióloga del desarrollo en la Universidad de Minnesota y otros colegas han mostrado que una respuesta al estrés alterada puede normalizarse durante la pubertad. La investigación brinda una visión nueva de que esta etapa pueda ser una oportunidad, la posibilidad de que quienes han tenido un inicio terrible en su vida puedan resetear su respuesta fisiológica al estrés.
Nuestros cerebros, recursivos y ávidos de información como son, tienen sin embargo un tope sobre cuánto es posible procesar cada vez que se reciben nuevos datos, todo como resultado de lo que es una de sus características: la cantidad de energía que lo alimenta, constante como es, tiene sus límites. Así lo indica un nuevo estudio conducido por investigadores del Instituto de Ciencias Cognitivas del University College of London (UCL). Encontraron que poner atención puede cambiar la forma cómo el cerebro distribuye su energía limitada. Mientras el cerebro usa más energía en procesar aquello a lo que le dedicamos atención, menor cantidad le dedica a procesar aquello que está fuera de nuestro foco de interés.
Aunque esa idea de que los videojuegos son per se una suerte de problema o una condena a un futuro oscuro, no parece ser acorde con lo que ellos pueden ofrecer a quienes los practican. Sarah Coyne, profesora en Brigham Young University, dirigió un proyecto destinado a estudiar el impacto a largo plazo producido en una persona por los videojuegos. Para medir los patrones que pueden llevar a la adicción, Coyne estudió 385 adolescentes mientras hacían su tránsito a la edad adulta. Cada individuo completó múltiples cuestionarios una vez al año, durante los seis que duró el estudio. Esos cuestionarios medían depresión, ansiedad, agresión, delincuencia, empatía, timidez, reactividad sensorial, estrés económico y uso problemático de los celulares. Dos fueron los indicadores para la adicción a los video juegos encontrados: ser varón y tener bajos niveles de comportamientos pro sociales. En cambio, el tener un alto nivel de deseo para ayudar a los demás fue un factor protector contra los síntomas de la adicción.
Investigaciones realizadas por científicos de las Universidades de Denver, Harvard y de Nueva York miden las percepciones de género en una muestra amplia a nivel mundial. En el estudio, los participantes fueron expuestos a una serie de estímulos visuales en forma de una figura femenina o masculina y la palabra brillante, en una pantalla de ordenador. Midieron la rapidez con la que los voluntarios asociaban masculino-brillante o femenino-brillante. Si una persona sostiene que los hombres son más brillantes, aunque sea de forma inconsciente, asociará más rápido las dos palabras, y en el caso opuesto será mujer y brillante la asociación más rápida. Los estudios incluyeron mujeres y hombres, niñas y niños (entre 9 y 10 años), tanto en Estados Unidos como en 78 países. Los investigadores encontraron de manera consistente, evidencia de un estereotipo implícito que asocia la brillantez más con los hombres que con las mujeres.
Uno de los primeros ejemplos de lo que será en un futuro próximo un nuevo campo de la medicina, la medicina bioelectrónica, viene en la forma de un muy pequeño aparato diseñado por investigadores de la Universidad Northwestern y de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington. Se trata de un minúsculo dispositivo que es implantable, inalámbrico y lo más importante, biodegradable. Servirá para acelerar la regeneración y la curación de nervios dañados. Funciona enviando pulsos eléctricos a los nervios que han sido sometidos a procesos quirúrgicos para su curación. El resultado es que se acelera el crecimiento de los nervios, la recuperación de la fuerza muscular y su capacidad de controlar los movimientos.
El proceso de aprender a leer cambia nuestros cerebros, pero también lo hace lo que leemos, cómo leemos y en qué leemos. Todo esto es especialmente importante en esta nueva realidad que vivimos, cuando muchas personas se ven obligadas a atender a múltiples pantallas al mismo tiempo. Estamos apenas en los albores de entender el impacto del aprendizaje basado en lo digital en el desarrollo de los cerebros lectores de los niños, al igual que el mantenimiento de los cerebros lectores en los adultos. Con la mayoría del mundo trabajando desde su casa y millones de estudiantes aprendiendo también en su hogar, desarrollar un cerebro “bilingüe”, uno adaptado simultáneamente al aprendizaje digital y al impreso, nunca había sido tan importante.
Jessica Cantion de la Universidad Carnegie Mellon y un equipo de investigadores encabezado por ella, realizaron un estudio exhaustivo del desarrollo cerebral de niñas y niños. Su investigación mostró que no existía diferencia alguna entre ellos, en el funcionamiento del cerebro o en las habilidades cognitivas. El equipo usó la resonancia magnética funcional para medir la actividad cerebral en 55 niñas y 49 niños entre los tres y los cinco años de edad. Lo hizo mientras miraban un video educativo que abarcaba actividades matemáticas tempranas como contar o hacer pequeñas sumas. Luego de numerosas y estrictas comparaciones estadísticas, Cantion y su equipo no detectaron disparidad alguna en la manera como las niñas o los niños procesaban sus habilidades matemáticas y en su capacidad de “engancharse” a los videos educativos. De igual manera su madurez cerebral fue equivalente, estadísticamente, a la de hombres y mujeres adultos.
En un estudio pionero, Robert Reinhart, profesor asistente de psicología y ciencias del cerebro en la Universidad de Boston y John Nguyen, estudiante de doctorado, demuestran que la electro-estimulación puede mejorar la conocida como “memoria de trabajo” o “memoria operativa”, esa que nos permite tomar decisiones, razonar, memorizar la lista de la compra y, ojalá, recordar dónde dejamos las benditas llaves. La memoria operativa empieza a declinar al final de los 20 años o al inicio de los 30, explica Reinhart, a medida que ciertas regiones del cerebro inician un proceso gradual de desconexión o de disminución en la coordinación. Cuando se llega a los 60 o 70, esos circuitos neuronales se han deteriorado lo suficiente como para que sus efectos sean notorios en forma de dificultades cognitivas. Los experimentos indican que la electro-estimulación del cerebro de personas que rondan los 70 años mejora notablemente su memoria de trabajo.
Estudios observacionales en el pasado han informado de un nexo entre bajos niveles de la vitamina y una susceptibilidad a infecciones agudas del tracto respiratorio. La vitamina D modula la respuesta de los leucocitos sanguíneos, impidiéndoles la liberación excesiva de unas proteínas, las citoquinas. Se sabe que el virus de la Covid-19 causa un exceso de ellas: una peligrosa cascada que es un factor crucial en el desarrollo de la enfermedad y el riesgo de muerte. Ahora, dos estudios señalan que existe una asociación entre los bajos niveles de la vitamina D y una mayor mortalidad ocasionada por la Covid-19, al igual que un incremento en el número de casos. En el primer estudio, Earnon Laird, profesor en el Trinity College, dice que hay una evidencia observacional de un nexo entre la vitamina D y la mortalidad. El segundo, liderado por un equipo de la Universidad Northwestern, sugiere que la vitamina D fortalece la inmunidad innata y previene la respuesta exagerada del sistema inmunitario.
Un estudio con ratones en el año 2013 informó que mucha de la proteína beta-amieloidea (esa que se acumula en el cerebro formando las placas responsables, en parte, del alzheimer), se elimina cuando están bien dormidos. Ahora, investigadores de la Universidad de Boston, liderados por la neurocientífica Laura Lewis, han llevado a cabo un experimento similar con seres humanos. La investigadora ha estudiado, con técnicas no invasivas, lo que ocurre en los cerebros de un grupo de voluntarios sanos, mientras duermen. Los resultados muestran que, durante el sueño, los niveles sanguíneos bajan y el fluido cerebroespinal circula por el cerebro haciendo limpieza de los bioproductos metabólicos que se han acumulado durante el periodo de vigilia, entre ellos, la proteína beta-amieloidea.
Cuando se enfrenta el aprendizaje y el manejo de una nueva habilidad hasta dominarla, sea relacionada con un deporte, con tocar un instrumento o una actividad artística en general, el cerebro necesita tiempo y entrenamiento. Aunque es claro que un cerebro sano es capaz de aprender estas nuevas habilidades, el cómo cambia para hacerlo había sido relativamente un misterio hasta hace poco. Investigadores de la Universidades de Pittsburgh y de la Carnegie Mellon, han podido determinar qué pasa en el cerebro cuando se aprende una nueva habilidad, cuando se pasa del estado de desconocimiento al de saber algo diferente a lo conocido. Este estudio llevará a una mejoría de las personas que han sufrido daños cerebrales, permitiéndoles de una forma más fácil y sencilla el reaprendizaje de las tareas cotidianas olvidadas.
Mientras el mundo espera la vacuna del coronavirus, decenas de miles de personas pueden morir. Pero algunos científicos piensan que una suerte de vacuna podría existir ya. Una investigación sorprendente venida de la inmunología sugiere que ciertas vacunas vivas que se conocen desde hace décadas podrían, posiblemente, protegernos del coronavirus. La teoría se basa en que esas vacunas harían que las personas tengan menos síntomas, o ninguno, cuando se infecten. En más de 25 universidades y centros clínicos en el mundo, los investigadores han comenzado a realizar pruebas clínicas, primero en trabajadores de la salud, para probar si una vacuna viva de la tuberculosis que ha estado en uso durante 99 años llamada vacuna del bacilo de Calmette-Guerin o BCG, podría reducir los riesgos asociados al coronavirus.
Cinco extensas y sistemáticas revisiones científicas sugieren que las personas pueden seguir comiendo carnes rojas, procesadas o no, como lo venían haciendo hasta ahora. Los estudios han encontrado que reducir su consumo tiene muy poco impacto en la salud. La primera revisión agrupaba a doce ensayos con 54.000 personas, los investigadores no encontraron una asociación importante, estadísticamente significativa, entre el consumo de carne y problemas cardiometabólicos o diversas formas de cáncer. En tres revisiones más, que juntaban diversos estudios que siguieron a millones de personas, tan solo se observó una disminución del riesgo en quienes consumían tres veces menos carne a la semana, pero la asociación no fue precisa. Y en una una quinta revisión, teniendo en cuenta esta vez la actitud de las personas y sus preocupaciones con su salud relacionadas con el comer carne, encontraron que las personas comían carne porque la consideraban sana, les gustaba el sabor y no tenían la más mínima intención de cambiar su dieta.
Un equipo de investigadores en el campo de la psicología hizo una revisión de los estudios realizados sobre la humildad y lo definieron como “un rasgo de la personalidad que se caracteriza por una habilidad para reconocer con precisión las propias limitaciones y habilidades y como una postura interpersonal que se orienta más hacia los otros a cambio de tener el foco en uno mismo”. En el nuevo escrito de revisión, Van Tongeren y sus colegas proponen varias explicaciones sobre el por qué la humildad, sea intelectual o de otra naturaleza, es una faceta tan valiosa de la personalidad.
Es paradójico que, ahora que el coronavirus nos está vapuleando, muchos de los que se oponían a las vacunas ahora exigen a los científicos que se den prisa para a fabricar una. Ahora sí es valiosa una vacuna, ahora sí necesitamos a la ciencia, ahora sí las vacunas sirven. Presentamos un escrito de hace unos meses, justito antes de que se desatara la pandemia del coronavirus, en el que hablamos de estudios, como el del virólogo Michael Mina, de la Universidad de Harvard, que demuestran que ciertas enfermedades infecciosas, como el sarampión, además de producir los inconvenientes de la enfermedad, incrementa la mortalidad por otras enfermedades durante los dos o tres años después de la infección. La vacuna, en cambio, protege contra la infección y no hace olvidar las lecciones aprendidas al sistema inmune.
“Necesitamos una vacuna universal para el coronavirus. Habrá otra epidemia producida por el virus después de esta”, dice Neil King, de la Universidad de Washington, quien ha sido parte de la cacería de una vacuna desde el 2017. La preocupación de él y de sus colegas es que en el futuro otro miembro de esta familia de virus sea el encargado del próximo susto. “Todos juntos contra el virus”, es su lema. Una vacuna creada a través de las innovaciones venidas de la Biología Sintética no solo lograría fabricar los miles de millones de dosis necesarias para llegar a todo el mundo, sino que funcionaría sin la necesidad de refrigeración. “Todo esto”, dice Stuart, “será súper importante para proteger a todos aquellos que de otra manera no tendrían acceso a ella”.
Desde Colombia, Josefina Cano nos invita a reflexionar. Es posible que tantísima información que circula a diario sobre el coronavirus nos sobrepase y que al final no sea de mayor ayuda. Podemos andar en círculos, entrar en unos viciosos (acaricia un círculo y tendrás uno vicioso, dijo el sin igual Cortázar), y sin sacar mayor provecho de ello. Es que el cerebro se satura con facilidad y pierde su capacidad de filtrar la información útil. De ahí que se pueda llegar a estados de ansiedad innecesarios y no se actúe en consecuencia con los peligros reales, esos que requieren nuestra atención y nuestro interés para comportarnos a tono con lo urgente a hacer. Producir un poco de miedo puede ayudar en algunas situaciones para que las personas tomen buenas decisiones, pero el exceso puede hacer que se ponga en riesgo a uno mismo y a quienes nos rodean.
Durante el tiempo transcurrido desde que los seres humanos cambiaron su actividad de cazadores recolectores a ser luego granjeros y al final a la forma actual de vida, el corazón sufrió cambios físicos que lo llevaron a ser menos parecido al de los primos chimpancés. El corazón humano se volvió más resistente y flexible. Es la conclusión de un estudio liderado por Aaron Baggish, director del Hospital General de Massachusetts (MGH) y su Programa de Comportamiento Cardiovascular. Junto a sus colaboradores, examinó cuánto difieren los corazones de los humanos de los de los monos y el significado de ello en la salud humana.
El paso de la adolescencia a la edad adulta viene acompañado no solo de cambios físicos sino, y algo crucial, de cambios en el cerebro. Las habilidades necesarias para la vida adulta requieren obtener y dotar al cerebro de mayores capacidades cognitivas que derivan en una mayor complejidad. En el cerebro adulto, la corteza frontal controla y estabiliza la actividad de partes del sistema límbico, la región del cerebro que lidia con las emociones. En el cerebro adolescente, el sistema límbico anda disparado, a toda mecha, mientras la corteza frontal apenas consigue medio entender sus propias instrucciones de ensamblaje. Pero no es solo asunto de volumen sino de la conexión afinada de las neuronas. Un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge ha publicado los resultados de unos estudios que nos ayudan a entender con algo de más claridad los desarrollos del cerebro adolescente.
Lo que parecía iba a ser una cadena de dolor y pérdida se transformó en un viaje de esperanza y alegrías porque una mujer valerosa así lo decidió. Embarazada de gemelos idénticos, recibió, al mismo tiempo de la fantástica noticia, otra que la dejó paralizada de angustia y pánico: uno de los fetos presentaba una lesión en el tubo neural, la estructura que dará origen al cráneo y al cerebro. El bebé moriría al momento del nacimiento. Sarah, la madre, pasó por momentos de indecisión y dudas ya que la idea de llevar dentro a una criatura que no viviría era apabullante. Es entonces cuando ella decide que hará algo importante, donará a su hijo a la ciencia.
Josefina Cano da voz a un artículo escrito por Steve Savage, científico agrícola, aparecido en Genetic Literacy Project, en el que el investigador describe nuevas variantes de manzanas, patatas y salmones que han sido modificadas genéticamente. Estas variedades son más resistentes a la degradación, a las plagas y contienen mejoradas sus propiedades alimenticias, razón por la cual las autoridades sanitarias en Estados Unidos y en otros países han aprobado su comercialización después de un largo periodo de espera. Las manzanas obtenidas se mantienen frescas mucho tiempo después de ser cortadas, gracias a la inactivación del gen que genera la enzima que les produce un color negruzco en poco tiempo en contacto con el aire. Las patatas han sido modificadas de forma que contienen una cantidad reducida de asparagina, un aminoácido que durante el proceso de fritura se puede convertir en acrilamida, un posible agente cancerígeno. Y, por último, a los salmones se les ha introducido un gen que le permite crecer más rápido y con un requerimiento menor de alimento que las variedades salvajes.
Una tarde de abril de 1929, un periodista en Moscú entró al consultorio de Alexander Luria con un problema bastante inusual: nunca olvidaba. Luria, neurofisiólogo, se puso en la tarea de someter a prueba a quien luego se conocería como “M”. Lo hizo poniéndolo a memorizar largas listas de números y palabras, poemas y fórmulas científicas, todo recitado y repetido luego por M, sin una falla. Décadas más tarde, M todavía recordaba todo, cuando fue probado de nuevo. Pero la habilidad de M para recordar venía con un estorbo y no uno cualquiera para su vida cotidiana. La tenía difícil a la hora de entender conceptos abstractos o el lenguaje figurativo y era malísimo reconociendo caras pues las había memorizado en un punto exacto del tiempo, con todas las expresiones y gestos. Y el señor M no dormía bien. La habilidad para olvidar, descubrirían luego los científicos, es tan vital como la habilidad para recordar.
Se habla muchísimo por estos días de la imperiosa necesidad de construir una sociedad sostenible, que use energía renovable y disminuya los daños al medio ambiente. Sin embargo, la realidad es que los niveles de CO2 siguen subiendo cada año, con el grueso de ello por el uso de combustibles sólidos y líquidos. Las soluciones venidas de la ciencia y la economía que se han propuesto durante décadas, han tenido un éxito más bien pequeño. Por fortuna la biología sintética, esa parte de la biología que usa la ingeniería genética para cambiarles el destino a los microorganismos y producir células funcionales para otros propósitos, ofrece un medio para manufacturar bienes que reducen los costos mientras producen materiales, combustibles y químicos que son mucho mejores que los del mercado. La biología sintética podrá ser la siguiente revolución industrial.
Nos acordamos de forma vívida de un amigo de la infancia, de su nombre, pero olvidamos en cosa de minutos a alguien a quien acabamos de conocer, su nombre lo primero. Bueno, si ese encuentro no nos causó mayor impresión. Algunos recuerdos se mantienen por décadas y otros se esfuman en el momento. Investigadores en Caltech, usando modelos animales, han llegado a la conclusión de que los recuerdos fuertes y estables han seguido las directrices de “equipos” de neuronas que se encienden en conjunto, de manera sincronizada, dando lugar a una redundancia que permite la persistencia de esos recuerdos en el tiempo.
Las cáscaras de huevo son los productos de desecho que más abundan en las cocinas de todo el mundo. Y eso que están hechas enteramente de carbonato de calcio, una sustancia que es crucial para el mantenimiento de una buena salud ósea. Esto podría cambiar gracias a que investigadores de la Universidad de Massachusetts tuvieron la idea de usar las cáscaras de huevo para crear un nuevo biomaterial. Gulden Camci-Unal, profesora de ingeniería química, y sus colaboradores informan que han realizado experimentos in vitro y en un modelo animal usando el biomaterial obtenido en forma de partículas microscópicas, algo que podrá ayudar al crecimiento de nuevo tejido óseo. El biomaterial, al estar formado por el componente ya existente en los huesos podrá ser aceptado con más facilidad por el cuerpo y ser usado para reparar huesos dañados por accidentes, defectos de nacimiento y otras enfermedades.
Los neurocientíficos con frecuencia comparan las funciones cerebrales con una sinfonía. “Si usted está delante de una orquesta, una vez empieza el concierto, el que toca el cello está mirando a la persona cerca de él, no al director”, dice Michael Gazzaniga, psicólogo de la Universidad de California. “Lo mismo puede estar pasando en el cerebro”. En un artículo reciente, científicos de la Universidad de Boston encontraron que podían mejorar la memoria de trabajo en personas mayores optimizando lo que ellos llaman “acople de ritmo” entre áreas de la corteza frontal y la temporal usado la estimulación eléctrica para amplificar las ondas cerebrales. Otro estudio informa de la recuperación de las funciones cognitivas en una mujer con daño cerebral, usando electrodos implantados.
Un estudio reciente, realizado por científicos de diversas instituciones, informa que se ha secuenciado el genoma del aguacate, hecho fundamental que permitirá estudios tanto sobre sus orígenes y dispersión al igual que facilitará el manejo de plagas que pueden atacarlo. Se sabe ahora, por primera vez, que el popular aguacate Hass heredó un 61% de su ADN de variedades mexicanas y un 39% de guatemaltecas. Existen muchas variedades de aguacates, pero el Hass que se plantó por primera vez en 1920, es el más consumido en todo el mundo.
Es posible que el rechazo frontal de una buena parte de la población al consumo de alimentos que contengan ingredientes venidos de la modificación genética sea debido a un desconocimiento de los procesos científicos hay detrás de su elaboración. También es posible que esa actitud se pueda modificar si el público tiene acceso a la información científica, algo que casi nunca sucede. Un grupo de psicólogos y biólogos de la Universidad de Rochester decidieron comprobar esa hipótesis. Enseñaron a 231 estudiantes en los Estados Unidos la ciencia básica que sustenta la tecnología de la modificación genética, evitando cualquier controversia que enjuiciara creencias o convicciones preexistentes. Los resultados revelaron una mejora en la actitud frente a estos alimentos y una menor percepción de que son un riesgo para la salud.
Expandir la tecnología es la forma más rápida de parar las emisiones del efecto invernadero y decarbonizar la economía. Las soluciones reales al cambio climático vendrán, tal vez, no del cuándo eliminar los combustibles fósiles en el 2050, sino del cómo. Debemos usar electricidad limpia para reemplazarlos ahora en el transporte, en la industria. Debemos atender las necesidades urgentes de los países más pobres. Y mucha más electricidad será necesaria para remover de la atmósfera el exceso de dióxido de carbono ¿De dónde vendrá esa cantidad desmesurada de energía libre de carbono? Las energías renovables no serán suficientes. La energía solar y eólica son cada vez más baratas, pero no están disponibles todo el tiempo, por esa razón, hoy la energía renovable se complementa con la energía obtenida a partir de combustibles fósiles. Un candidato a sustituirlos podría ser la energía nuclear.
Frances Arnold, ganadora del premio Nobel de química en el 2018, la quinta mujer en la historia, tiene una visión aguda y diferente para enfrentar la realidad: “Quítese de la cabeza la idea de que lo controla todo. No, usted no lo hace. Lo mejor que puede hacer es adaptarse, anticiparse, ser flexible, sentir el entorno y responder a él”. Tal vez por eso, ha construido una carrera brillante, cediéndole el comando de su laboratorio a una fuerza mucho más grande y poderosa que cualquier ejército o cabeza de estado, la evolución. En lugar de buscar diseñar nuevas proteínas de la manera tradicional, pieza a pieza y de una forma racional y calculada y en la que muchos químicos han fallado, su método consiste en usar recetas de la evolución para que ella las fabrique y las mejore.
Cuando en el último segundo de un movimiento que hemos iniciado, tratamos de parar, alertados por un posible peligro que nos espera a un paso, no siempre lo conseguimos. Si vamos a atravesar una calle y el semáforo cambia, el instante de decidir si detenernos en seco pues el riesgo puede ser alto, se toma un tiempo y si nuestro cuerpo no para puede pasar algo malo. ¿Por qué sucede esto? Neurocientíficos de la Universidad Johns Hopkins lanzan una hipótesis para explicarlo. Para parar un comportamiento planeado es necesaria la puesta en marcha de una coreografía que involucra diversas áreas del cerebro, y tiene que ocurrir muy rápido, informan los investigadores. Si cambiamos de idea para dar ese paso, unos milisegundos después de que el mensaje original, “ir”, se ha enviado a los músculos, sencillamente ya no podremos parar nuestros pies.
¿Se imagina que ir al dentista para que le limpie los dientes no sea algo desagradable sino un trámite sin más? Un sentarse, abrir la boca y dejar que él deposite un ejército de robots minúsculos que puedan hacer el trabajo de limpieza con precisión, mayor eficiencia y sin molestias. Esto, que parece ciencia ficción, podría estár más cerca de lo que creemos, porque, un equipo de ingenieros, odontólogos y biólogos de la Universidad de Pensilvania está trabajando en una técnica que logre crear una tropa microscópica de limpieza. Son dos tipos de sistemas robóticos, uno diseñado para trabajar en una superficie y otro para que pueda hacerlo dentro de espacios de difícil alcance. Esta investigación podría tener aplicaciones, además, en la lucha contra el cáncer.
Los depósitos en el cerebro de la proteína beta amiloidea, en forma de placas, se han constituido en una especie de marca de fábrica de la enfermedad de alzheimer. Pero no todos los investigadores están de acuerdo en el proceso que lleva a su formación. Robert Moir, neurólogo y profesor en la Universidad de Harvard, piensa que la beta amiloidea, en condiciones normales, tiene un papel más bien heroico, parecido a un soldado de infantería del sistema inmunológico. Protegería a las neuronas de microbios infecciosos, en particular de los virus del herpes. Por ahora todo esto es conjetura pero ya existen algunos indicios que sugieren un posible papel de la infección viral como un factor más del alzheimer. Tal vez un mejor entendimiento de la biología de la beta amiloidea y su interacción con los virus pueda despejar el camino y trazar una mejor estrategia que lleve a parar esta odiosa y terrible enfermedad.
La Biología Sintética (BS) es esa rama floreciente y promisoria en la que los investigadores usan microbios para realizar tareas novedosas, aprovechándose del hecho de que sus genes no actúan en solitario sino en grupo, activándose o no unos a otros. La BS manipula esas comunicaciones, creando bacterias que responden a nuevas señales o responden de formas nuevas. Un estudio destinado a analizar el trabajo de los microbios en el cuerpo humano, con el propósito final de poder usarlos como herramienta en el tratamiento de algunos trastornos, reclutó a un grupo de voluntarios y les dio a beber un líquido lleno de millones de bacterias, modificadas con la ingeniería genética, para que destruyeran una toxina del cuerpo. Las bacterias están diseñadas para tratar una enfermedad hereditaria rara, la fenilcetonuria. Podría convertirse en el primer tratamiento médico fruto de la Biología Sintética.
Desde los inicios en la investigación se intentó relacionar de forma directa el tamaño del cerebro con la inteligencia. En el siglo XIX científicos como Broca y Galton postularon la existencia de una estrecha correspondencia entre medidas, más bien burdas, del tamaño de la cabeza y las habilidades cognitivas. A finales de 1980 los investigadores del campo comenzaron a escanear el cerebro de individuos que completaban las tareas de las famosas Matrices de Raven. Encontraron que había un menor consumo de energía en individuos con los puntuaciones más altas. Este estudio fue el primero en lanzar la hipótesis de que la inteligencia no es una función de qué tan duro trabaja el cerebro sino más bien de cuánto más eficiente es. Una observación que llevó a lo que se conoce como la eficiencia neuronal de la inteligencia.
¿Puede un análisis de su sangre informarle cuál de las mil dietas que se ofrecen es la mejor para su cuerpo? Eso es lo que algunas compañías en el mercado afirman que pueden hacer. En estos tiempos de la nutrición personalizada, se ofrecen dietas ajustadas al ADN de las personas, todo bajo el supuesto de que es posible trazarle a los consumidores la proporción ideal de carbohidratos, grasas y proteínas ajustadas a lo que indica su perfil genético. Son muchísimas empresas trabajando en el campo y crecen sin control pues escapan a la vigilancia de las agencias de la salud, al no ofrecer ningún tipo de diagnóstico para un tratamiento específico. Sin embargo, la idea de que el análisis del ADN puede encontrar la dieta perfecta que corresponda a cada persona es una realidad muy lejana. El mapear los genes de un individuo para diseñarle una dieta no lleva a ninguna parte.
Un cable magnético que permite capturar las células tumorales que andan rodando por la sangre, escasas y difíciles de pescar, se presenta como una asombrosa posibilidad para la detección temprana del cáncer. El cable, que se introduce en una vena, atrae a unas nanopartículas que, a través de la ingeniería genética, se han diseñado para que brillen cuando encuentran células tumorales que se han desprendido de un tumor en algún lugar del cuerpo y se mueven por torrente sanguíneo. Esas células magnetizadas serán atraídas por el cable y se pegarán a él al igual que el imán de los adornos que se ponen en el refrigerador. La técnica, usada hasta ahora sólo en cerditos, atrae entre 10 a 80 veces más células tumorales que los métodos de detección usados, volviéndola una potente herramienta para la detección del cáncer en sus inicios.
Nuestras manos y en especial la punta de los dedos tienen una sensibilidad asombrosa para percibir las texturas. Podemos, con mucha facilidad diferenciar entre un papel un poco rugoso y la superficie lisa de un vaso de vidrio, pero también somos sensibles a diferencias más sutiles como la suavidad de la seda o la que da un tejido de algodón. La información sobre la textura se trasmite desde los sensores de la piel, y a través de los nervios, a la corteza somatosensorial, esa parte del cerebro responsable de interpretar el sentido del tacto. Las neuronas responden a una variedad enorme de características de una superficie creando una representación de alta definición de las texturas en el cerebro. Un nuevo estudio de neurocientíficos en la Universidad de Chicago muestra cómo las neuronas en ese lugar del cerebro realizan su trabajo.
La mayoría de las personas tiene un fuerte sentido de una identidad de género temprano en la vida, ser niños o niñas y en consecuencia crecer siguiendo ese sentimiento y comportándose en la forma típica asignada en la sociedad. Pero no siempre es así. Se puede tener un cuerpo masculino pero sentir que dentro existe una mujer o lo opuesto. Esta diversidad existe porque el sexo y la identidad de género se determinan por separado, en tiempos diferentes durante el desarrollo. La identidad de género es el sentido que se tiene de a cuál categoría, en el continuo de la sexualidad, se pertenece: ser hombre, mujer, ninguno o ambos. Abarca el desarrollo biológico, los sentimientos y el comportamiento. Puede variar de manera amplia en las personas en tanto que es una función del desarrollo normal del cerebro.
A mediados de octubre del 2018, investigadores en California publicaron un estudio que recoge información sobre prisioneros de la Guerra Civil Estadounidense, y que llega según ellos a una conclusión novedosa: los hijos de aquellos prisioneros que habían sufrido abusos tenían un riesgo un 10% más alto de morir apenas cumplidos los cuarenta que los hijos de aquellos que no habían padecido abusos. Los hallazgos, según los autores, apoyan una “explicación epigenética” como la mejor. La idea es que los traumas pueden dejar una marca química en los genes de una persona, quien la puede pasar a la siguiente, o siguientes generaciones. El entusiasmo por la epigenética no ha hecho sino aumentar, pero detrás se está dando una disputa bien agria entre los investigadores que cuestionan esa naciente teoría.
A unas cuadras de mi casa en Nueva York funciona una institución que siempre me llamó la atención. No por su edificio, uno elegante y sobrio, ni por el nombre, Escuela de Leyes Cardozo, sino porque ya había leído un par de artículos en el periódico donde contaban historias de presos que habían sido exonerados gracias al trabajo de un grupo de abogados de esa escuela. Su trabajo consiste en revisar las historias, cotejar pruebas y aquí viene lo que me pareció tan interesante: usan el ADN como la herramienta clave para fundamentar casos de presos que insisten en que fueron condenados de manera injusta. Se llama Proyecto Inocencia (PI), fue fundado hace 27 años por Barry Schek y Peter Neufeld, como una organización legal sin ánimo de lucro.
Al día de hoy, la el número de genes inmersos en el genoma humano anda por los veinte mil. Muy pocos comparados con los treinta y pico mil del plátano, o los también más numerosos de la cebolla, la papa o una lombriz. En los humanos, a diferencia del resto de animales, tan sólo una pequeñísima fracción del ADN se ocupa de hacer proteínas; el porcentaje ha llegado a reducirse al 1%. El enorme resto se ocupa de que el trabajo de fabricar los elementos esenciales para la vida se haga de forma correcta y que responda a las necesidades inmediatas recibidas del medio ambiente celular, del medio ambiente del órgano, del organismo y del exterior. Claro que los genes actúan y trabajan durante toda la vida de todos los organismos que pueblan la tierra, pero lo hacen de formas diferentes ¿Somos esclavos de nuestros genes? La respuesta es no. Los genes nos equipan, nosotros en parte decidimos.
Un día, Thomas Hunt Morgan, el más que dinámico biólogo que se pasaba su vida de investigador en el laboratorio en el famoso Cuarto Volador, y sus colegas encontraron en el laboratorio una mosca de sexo masculino con ojos blancos en lugar de los rojos normales. ¿Era una especie nueva, que por lo mismo no podía tener descendencia con sus congéneres? La cruzaron con una hembra de ojos rojos y ahí estaba, una descendencia con ojos rojos. El siguiente cruce entre estos descendientes híbridos mostró que algunos, todos machos, tenían los ojos blancos, y las hembras rojos. Este simple experimento sirvió a Morgan, como le había sucedido a Mendel y otros tantos estudiosos de las leyes de la herencia para esclarecer los mecanismos esenciales de cómo se transmiten las características de progenitores a descendientes aunque no siempre ocurre de forma sencilla.
El término Eugenesia, la idea de que impulsando y seleccionando matrimonios entre quienes exhibían habilidades cognitivas superiores y evitando aquellos que mezclaban a los muy inteligentes con los “inferiores”, fue en su origen acuñado por Francis Galton en 1883. Galton era primo de Darwin y su, según él, brillante idea tenía en su propia familia la mejor prueba de que la inteligencia es innata, inmodificable, y se transmite entre sus miembros. Su abuelo era brillante y qué decir de su primo “Qué gran galaxia de genios podríamos crear”, declaró con entusiasmo. Se fundó en Inglaterra la Sociedad para la Educación Eugenésica y, después, las ideas se difundieron a otros lugares. Varios genetistas y psicólogos se adhirieron de inmediato a la causa. Ya hemos contado uno de los casos más notables, el de la familia Kallikak*, trabajo incansable en la institución Vineland, dirigido por H. H. Goddard. Hoy continuamos la historia.
A principios del siglo XX, en Nueva Jersey, existía una institución llamada Escuela de Entrenamiento de Vineland para Niños Débiles Mentales, dirigida por vigoroso y justiciero director, el psicólogo H. H. Goddard. En sus inicios la escuela acogía a niños con epilepsia, o con problemas en su desarrollo y otros impedimentos intelectuales. Algunos estaban afectados con lo que hoy se conoce como síndrome de Down. Goddard lo convirtió en su laboratorio para demostrar su persistente idea de la existencia de una inferioridad hereditaria en la inteligencia de algunos niños. La inteligencia para él era una característica mendeliana clásica, una prueba de que la herencia era innata, gobernada por un factor único, sin conexión alguna con el entorno. Sus ideas abrieron el camino a la temible Eugenesia y con ello se marcó el inicio de la mayor ola de esterilización en los albores del siglo pasado.
Las investigaciones de Gregor Mendel tuvieron una segunda vida y alcanzaron el reconocimiento que merecía después de su muerte. El zoólogo inglés William Bateson leyó el escrito de Mendel en 1900, en un viaje en tren de Cambridge a Londres. Se dio cuenta de la importancia del contenido y se impuso la tarea de hacerlo conocer. Bateson se convirtió en un verdadero discípulo y se sumergió de lleno en su afán para que el mundo entero supiera de Mendel: se encargó de la traducción al inglés y de la publicación del escrito original en alemán, visitó Brno para hacerse una idea más clara del origen del trabajo del monje en su abadía y se dedicó a aplicar los principios de Mendel a sus propios experimentos con animales. Como el propio Mendel lo había dicho, “algún día lo sabrán”, su legado se clavó en el pensamiento de todos los que trabajaban en la biología.
La historia de la ciencia está llena de casos de grandes científicos que han sido ignorados. Pero el de Mendel es, en palabras de Siddhartha Mukjerkee, una barbaridad. “Ser redescubierto una vez muestra un desconocimiento científico pero tres veces es un insulto”. Con su trabajo silencioso y pertinaz, Mendel había puesto en evidencia la existencia de corpúsculos de información que se heredan, que se mueven de una generación a la siguiente. No lo sabía pero había plantado la semilla de las características esenciales de lo que es un gen. La inmensidad de la contribución de Mendel permaneció sepultada muchos años. Primero el botánico Hugo de Vries conoció sus experimentos y se apropió de sus resultados sin mencionar al autor. Posteriormente otro botánico encontró semejanzas con sus propios estudios pero tampoco hizo nada. Hasta que, por fin, un científico inglés, William Bateson, descubrió de nuevo el trabajo de “un tal Mendel” y dedicó su vida a darlo a conocer al mundo de la ciencia.
Darwin, observador obsesivo, fue desarrollando su talento y sus ideas apoyándose en su propio trabajo y en sus lecturas. Su viaje por Suramérica, a bordo del legendario Beagle, no ya como un Naturalista, porque no lo era, sino como un científico en entrenamiento, “muy calificado para coleccionar, observar y ofrecer novedades sobre la Historia Natural”, como él mismo lo describió, lo convirtió en ese hombre grandioso que revolcó con el tiempo todo lo que se pensaba sobre el origen y la diversidad de los seres vivos. No estuvo solo en la empresa. Otro naturalista 14 años más joven, Alfred Russel Wallace, con menos fortuna material y una suerte de perros (perdió colecciones preciosas en hundimientos de barcos), había llegado a las mismas conclusiones que Darwin. Presentaron juntos sus resultados ante la Sociedad Lineana en Inglaterra.
Hace poco ha nacido una nueva compañía que se ocupa de diseñarle la dieta a las personas que quieren bajar de peso, estar en buena forma y sentirse sanas, estudiando su ADN: “Con su perfil le diseñamos la dieta perfecta”, ofrecen. ¿De verdad tiene el ADN todas esas posibilidades tan variopintas y certeras? ¿Tiene una molécula más bien desabrida, por ella misma y sin ayuda de otros miles de factores que constituyen un organismo, la capacidad de marcar los destinos de las personas? En la inmensa mayoría no es el caso. El ADN es tan sólo una parte de toda la maquinaria magistral que define las dos características fundamentales de lo que es el mecanismo que hace posible la permanencia de las especies: la identidad de un organismo y la capacidad de reproducir y pasar esa información a su descendencia. Pero como el cuento no es así de sencillo, dedicaremos un tiempo a darle el verdadero y real valor al responsable de esa tarea titánica de preservar las esencias, mantenerlas y transmitirlas: el gen. Hoy iniciamos una serie de programas para explicar el gen y los problemas candentes de la genética.
La complejidad del cerebro humano no es ningún regalo sino más bien un resultado azaroso, muchos de los males que nos cercan y nos amenazan son producto de ello. Somos adictos en potencia, nos dejamos engañar, tenemos una gran tendencia al olvido. Nos pasamos buena parte del tiempo durmiendo pues si no lo hacemos nos pasa factura. Acumulamos información bastante, todo para que un buen día buena parte de ella ya no esté. Es que el cerebro y su enorme plasticidad necesita abrirle espacio a lo nuevo, a lo novedoso. Y novedoso es el libro “Viaje al Centro del Cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades”, escrito por Josefina Cano.
Científicos de la Universidad de Augusta, en el departamento de fisiología, anuncian que una dosis diaria de bicarbonato de sodio podrá ayudar a reducir la inflamación destructiva causada por las enfermedades autoinmunes. Ellos muestran que, cuando ratones o personas sanas toman una solución de bicarbonato, se dispara una reacción que hace que el estómago fabrique más ácido para digerir la próxima comida y le cuenta a las células del bazo que no hay necesidad de montar una respuesta inmunológica protectora. Ese cambio se debe a la existencia de una población mayor de macrófagos anti-inflamatorios. Los científicos también observaron un cambio en otros tipos de células inmunológicas, las células T, éstas con una función más reguladora, que controlan la respuesta inmunológica “exagerada” que eventualmente lleva al ataque de los propios tejidos.
En 1928, Santiago Ramón y Cajal, el padre de la neurociencia moderna, dejó claro que el cerebro de los humanos adultos no hace nuevas neuronas. “Una vez el desarrollo ha terminado, las fuentes de crecimiento y regeneración… se secan de forma irrevocable. Los caminos nerviosos son algo determinado, inmutable. Todo debe morir, nada puede regenerarse”, escribió. Noventa años después, aún no es claro si esta aseveración es verdadera. En 1980. unos investigadores anunciaron haber descubierto muestras de neurogénesis en los hipocampos de cerebros humanos adultos. Ahora el equipo liderado por Arturo Alvarez-Buylla de la Universidad de California, echa por tierra esa aseveración y vuelve a dar la razón a Cajal. En un nuevo estudio, y uno de los más grandes hasta el momento, el equipo de Alvarez-Buylla no pudo encontrar ningún rastro de neuronas nuevas en docenas de muestras de hipocampos, tomadas en humanos adultos. “No es cierto eso que se piensa, que usted puede ir a correr y aumentar el número de neuronas”, dice Alvarez-Buylla.
Nunca he olvidado una pequeña historia que abría un artículo sobre el alcoholismo y sus causas: dos amigos son despedidos del trabajo y deciden ir a un bar. Pasan la tarde lamentándose y bebiendo. Al final, uno de ellos se levanta, se va a su casa y al otro día empieza a buscar trabajo. El otro se queda, y no sólo emborrachándose sino que sigue así por muchos años, añadiéndole otras drogas y siguiendo atado a la bebida ¿Qué hace que una minoría de las personas, entre el 10 al 15% no puedan parar y se conviertan en alcohólicas y o adictas? Markus Heilig, psiquiatra en los Institutos Nacionales de Salud desde 2004, se ha empeñado en encontrar nuevas maneras para tratar adicciones y alcoholismo.
A finales de 1970, cuando se iniciaron los estudios de los procesos de cicatrización temprana, durante el desarrollo embrionario, hubo un descubrimiento que nadie se esperaba: las heridas ocurridas antes del tercer trimestre no dejaban cicatrices. A diferencia de la piel adulta, la piel fetal tiene niveles muy altos de una proteína llamada fibronectina, que se ensambla en la matriz extracelular y promueve y facilita la unión y la adhesión entre las células. Ahora, investigadores de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Harvard y del Instituto Wyss de Ingeniería Aplicada, han desarrollado nuevos vendajes que, de forma dramática, aceleran la cicatrización al tiempo que mejoran la regeneración del tejido.
Un grupo de investigadores ha diseñado un implante cerebral que en los primeros ensayos demostró la posibilidad de incrementar la memoria, ofreciendo quizá una prometedora estrategia para el tratamiento de la demencia o de daños cerebrales resultado de traumas, accidentes o de otros eventos que produzcan daños en ella. El implante funciona como un marcapasos, enviando impulsos eléctricos para ayudar al cerebro cuando está peleando para almacenar nueva información y permaneciendo quieto cuando siente que el cerebro está funcionando bien y por ello no es necesario. Los resultados de este primer ensayo, publicados en Nature Communications, informan que el aparato mejoró en un 15 por ciento la capacidad de recordar palabras, que es más o menos lo que se pierde en el curso de dos años y medio de la enfermedad de alzhéimer.
Un artículo de reciente publicación en Nature Genetics informa que después de analizar cerca de ochenta mil genomas, los científicos lograron establecer que tan sólo 52 genes se pueden asociar a la inteligencia humana, y que ninguna de las variantes contribuía en algo más que en una mínima fracción al porcentaje total de la inteligencia. Contamos con algo menos de 22.000 genes, un número irrisorio que no podría dar cuenta de la organización de los más de cien billones de conexiones cerebrales, algo que nos lleva a pensar que la inteligencia ha sido, de cierta manera, forjada en esa batalla de la evolución que ensaya y se equivoca. Los asuntos de la mente humana son de una complejidad que no tiene paralelo en ningún órgano del cuerpo. La inteligencia, cualquiera sea la definición que se le asigne, está muy por encima de las órdenes de un código. Mejor ni pensar en tocarlo.
Poco tiempo después de finalizado el proyecto del genoma humano, su director Francis Collins, junto con su equipo, lanzó una especie de desafío a los investigadores para que se dedicaran, con toda la información de nuestra estructura genética a mano, a resolver todos los problemas aún no resueltos de la biología, la salud y la sociedad. De especial interés eran los relacionados con las disparidades en la salud entre blancos y negros. “Lo que hemos encontrado en la literatura publicada entre 2007 y 2013 es en esencia, nada”, dice Jay Kaufman, autor principal del primer estudio3 que examinó los datos genéticos disponibles que buscaban evidencias que explicaran la disparidad raza-salud. Kaufman afirma que, en lugar de buscar en la doble hélice, donde se debe indagar es en la enorme desigualdad social y económica.
Investigadores de la Universidad de Harvard presentaron en un simposio dedicado a la Biología Regenerativa trabajos pioneros que están en marcha para ser aplicados en la medicina. “Estamos en el epicentro del mundo en lo que significa saber cómo usar el poder de las células madre para el tratamiento de enfermedades”, dice Douglas Melton, profesor de la universidad. George Daley, decano de la Facultad de Medicina, describe el enorme trabajo para lograr modificar mediante la ingeniería, células madre humanas de la sangre para crear un donante universal que no dispare ningún ataque del sistema inmunológico. En el tratamiento de la diabetes, el uso de la terapia celular podría llevar a prescindir de la insulina inyectada. El trabajo consiste en convertir las células madre humanas en células pancreáticas beta, que serán productoras de insulina y que podrán ser usadas para tratar la diabetes.
A lo mejor a usted no se le ha pasado por la cabeza pensar que la cannabis y los picantes (ají, chiles, guindillas, chilli peppers) tienen algo en común. Pero sí. Cuando se ingieren, ambos interactúan con el mismo receptor en nuestros estómagos, según cuentan investigadores de la Universidad de Connecticut, Uconn. Los resultados de este trabajo pueden llevar a nuevas terapias para aliviar los problemas de la diabetes y del sistema digestivo y abrir puertas para contestar preguntas muy importantes sobre las relaciones entre el sistema inmunológico, el intestino y el cerebro.
La suposición de una superioridad intelectual masculina está muy afianzada en la sociedad. Pero no va más allá de ser una especulación, basada en una idea no demostrada de que el cerebro de los hombres es diferente al de las mujeres y además, mejor que el de ellas. Se apoya esta idea en lo que sí es una evidencia: el físico masculino –superior en promedio al femenino– indica mayor fortaleza. Pero de ahí a llevar esa superioridad al terreno del cerebro ya es entrar en territorio peligroso. La neurocientífica Daphna Joel y su equipo analizaron la estructura de más de 1.400 imágenes de resonancia magnética de cerebros humanos. Joel encontró, que nuestros cerebros son un mosaico único y diverso de regiones de “masculinidad” y “femineidad”. Tentador como es, colapsar todo un ser humano, cerebro incluido, en un simple término, masculino-femenino, acaba en un reduccionismo algo banal.
La dieta mediterránea se asocia con una buena cantidad de beneficios para la salud, incluso una incidencia menor de la demencia. Ahora, investigadores de la Universidad de Temple han identificado el ingrediente clave en la protección del deterioro cognitivo, el aceite de oliva extra virgen. El estudio, de publicación reciente, indica que el consumo del aceite protege la memoria y las habilidades para aprender, al tiempo que reduce la formación de las placas beta amiloide y los enredos neurofibrilares de la proteína tau en el cerebro, marca de fábrica del Alzheimer.
¿Será posible que la ciencia logre en un futuro cercano desarrollar un método que permita borrar, de forma selectiva, recuerdos traumáticos? Un nuevo estudio apunta a que sí. Los investigadores de la Universidad de California, Jun-Hyeong Cho, profesor asistente de biología celular, molecular y de sistemas y su estudiante de post doctorado Woong Bim Kim, están dedicados a desarrollar un método que les permita de forma selectiva borrar recuerdos particulares de miedos, preservando los que no se relacionan con eventos de ese tipo. Y lo hacen debilitando las sinapsis establecidas en el primer caso. Los autores sugieren que su método se puede adaptar a otras investigaciones como el “aprendizaje por recompensa”, algo que sería de mucha utilidad en el manejo y el tratamiento de comportamientos adictivos.
Dan Fabbio, músico y profesor de música en una escuela en New Hartford, New York, en la primavera de 2015 recibió un diagnóstico médico que le podría quitar el amor de su vida y no solo eso, su medio de subsistencia. Un tumor benigno, y no muy grande, había invadido una región del cerebro responsable de las funciones musicales. Web Pilcher, neurocirujano del Instituto Del Monte para Neurocirugía de la universidad de Rochester, y su equipo, ayudado por Elizabeth Marvin, profesora de Teoría Musical, y estudiosa de las habilidades del cerebro para recordar y procesar la música, realizaron la proeza de extraer el tumor mientras el paciente, consciente, tocaba el saxo y realizaba pruebas de lenguaje para evitar que los cirujanos dañaran la región que controlaba sus habilidades musicales en su cerebro.
Joshua Buckholtz es un psicólogo experimental, además de neurocientífico, que se vale de métodos que abarcan estudios del comportamiento, de la genética, de las imágenes cerebrales y de la estimulación cerebral para tratar de entender por qué los humanos tienen diferencias tan dramáticas entre ellos en su capacidad de auto-control. En un estudio reciente, Buckholtz y sus colegas llevaron sus equipos a una prisión, donde trabajaron en escáneres cerebrales de cerca de 50 prisioneros, para tratar de explicar el por qué algunos individuos toman tantas malas decisiones que con frecuencia los llevan a comportamientos violentos o antisociales. “Lo que encontramos“, dice Buckholtz, “fue que las personas que tenían altos grados de psicopatía mostraron una mayor actividad en una región del cerebro conocida como el cuerpo estriado ventral, que está involucrada en la valoración subjetiva mayor por lo inmediato, entre otras funciones“.
Un nuevo estudio realizado en la Universidad de California, podría cambiar la visión de los científicos de cómo trabaja el cerebro y podría a su vez llevar a una mejor forma de desarrollar nuevos tratamientos de las enfermedades neurodegenerativas y a mejorar el desarrollo de computadores que se acerquen un poco más a tener un funcionamiento más parecido al de cómo trabaja el cerebro humano. La investigación estuvo enfocada en el estudio de la estructura y la función de las dendritas, componentes esenciales de las neuronas. Los científicos pensaban que los impulsos nerviosos eran generados por el soma, o cuerpo central de la neurona, y luego activaban las dendritas, las cuales enviaban la corriente de manera pasiva a los somas de otras neuronas. Su investigación demuestra que las dendritas están activas eléctricamente en animales que se están moviendo de continuo, generando hasta 10 veces más impulsos que los somas.
Ben Barres, el neurocientífico que puso el foco de su investigación, desde muy temprano en su carrera, en el estudio de esa otra parte del tejido nervioso que se miraba con desdén, las células gliales, no fue sólo un asombroso investigador sino un defensor de la igualdad de hombres y mujeres en la ciencia. Es que Barres vivió en carne propia la discriminación. Nació en 1954 como Bárbara aunque desde muy temprano en su niñez no se sintió cómodo. Pero no fue sino hasta casi 40 años después, siendo investigadora en la Universidad de Stanford, cuando un cáncer de mama obligaba a una mastectomía, vio su oportunidad de eliminar los pechos que no le gustaban. Luego, con algo de temor al rechazo, optó por un tratamiento hormonal que acabó por convertirla en Ben.
Existe la idea de que aprender es construir algo en la memoria y que olvidarlo es perderlo. De alguna manera, lo opuesto es lo verdadero; tal vez lo mejor sea olvidarse de que olvidar es algo malo para nuestro aprendizaje. El foco predominante en el estudio de la memoria ha estado, hasta ahora, en el recuerdo, lo que se queda. Sin embargo, el acto de olvidar, asociado con lo efímero, lo fugaz, lo breve, lo temporal, de paso, juega un papel muy importante en los procesos del aprender. Se puede establecer un juego de quitar y poner entre lo que persiste y lo que se evapora. Ese juego dinámico permitirá tomas de decisiones más acordes con ambientes ruidosos, con mucho movimiento. Lo transitorio, lo que se va, aumenta la flexibilidad porque reduce la influencia que tendría la información “vieja”, estática, porque evita darle vueltas y vueltas a cosas que sucedieron en el pasado.
Las lesiones sufridas en el cerebro, en una región específica, la corteza prefrontal, producen en quienes las han padecido un comportamiento irracional. La visión tradicional explica que estos pacientes han perdido sus capacidades para tomar decisiones. Pero más adelante, sometidos a las pruebas neurológicas pertinentes, se demuestra que ellos no tienen algún problema en sus capacidades cognitivas, ni con el razonamiento lógico. Lo que se evidencia es que, como consecuencia del daño cerebral sufrido, estos pacientes presentan alteraciones de las emociones: una disminución en las reacciones emocionales como la compasión o el sentido de culpa. Su lógica y conocimiento están intactos, pero no hay emociones que guíen sus procesos de razonamiento. Mary Helen Immordino-Yang, educadora, psicóloga y neurocientífica sostiene que es imposible construir recuerdos, pensamientos complejos o tomar decisiones importantes, sin emociones
El por qué necesitamos dormir es claro, al menos según nos lo hace saber el cuerpo. Si no lo hacemos nos sentiremos cansados, irritables, con un humor de perros y con el problema añadido de que nuestro cerebro no funciona tan bien como quisiéramos: estaremos distraídos y como en medio de una nebulosa. Pero, ¿qué ocurre durante el dormir que hace que la situación se invierta y nos sintamos como nuevos después de un tiempo dedicados a ello? Entre las múltiples explicaciones del por qué dormimos, o mejor, por qué nos pasamos un tercio de nuestro tiempo “desperdiciado” entregados a una actividad que podríamos usar para otros fines, está la presentada por dos estudiosos del campo, Giulio Tononi y Chiara Cirelli. Ellos han venido consolidando una propuesta que han llamado la Hipótesis de la Homeostasis Sináptica. La explicamos en este podcast.
Para cumplir con el casi infinito número de tareas que realiza el cerebro –todas ellas de gran complejidad– pensaríamos que el número de proteínas necesarias son muchas y claro que lo son, aunque el número de genes no se corresponde ¿Qué es lo que lo hace posible? Una buena explicación es que existe en el cerebro una diversidad sorprendente en el ADN. Aunque se nos ha enseñado que cada célula del cuerpo tiene el mismo material genético, las células del cerebro tienen cambios en el ADN que hacen que cada neurona sea diferente, que cada neurona sea única. Investigadores del Instituto Salk han demostrado que una fuente de esa variación está orquestada por los llamados elementos nucleares intercalados o L1s.
Cuando el cerebro sufre una conmoción fuerte, los axones de las neuronas con frecuencia se ven sobrepasados y o bien se rompen o se degeneran. Los axones son esas estructuras alargadas que salen del centro del cuerpo de las neuronas y que transportan las señales a otras neuronas. Cuando el axón se rompe, la neurona herida pierde conectividad, se vuelve más excitable: dispara más señales por su axón trunco que las que recibiera de otras neuronas. La hiperactividad neuronal después de un daño puede llevar a dolor intratable, espasmos musculares o agitación en quien ha sufrido el golpe en su cabeza. Estudios de axones individuales han revelado que una proteína, llamada netrin-1, juega un papel esencial en la respuesta a la ruptura de los axones. El hallazgo abre nuevos caminos para elaborar medicamentos que permitan tratar mejor los golpes y heridas en la cabeza.
Investigadores, de la Universidad de Oregon, liderados por Shoukhrat Mitalipov, utilizaron espermatozoides de un hombre con la cardiomiopatía para fertilizar los óvulos de 12 mujeres saludables, adicionando luego CRISPR, las tijeras genéticas, cortaron la secuencia mutada del hombre, en un único gen que causa la enfermedad. Inyectaron también una secuencia de ADN sintético sano, esperando que el genoma del hombre, con el hueco dejado por el corte, lo rellenaría con ese ADN sano tomándolo como molde. Sin embargo, el gen copiado fue el del óvulo, dejando a los científicos sin explicación. Después de varios ensayos, los investigadores descubrieron que lo mejor era adicionar el CRISPR al momento de la fertilización. Así obtuvieron 42 de 58 embriones, 72% con dos copias libres de la mutación en cada célula del embrión. La euforia provocada por este estudio, apenas en pañales, ha llevado a titulares sensacionalistas y fantasiosos.
La existencia de las inmensas habilidades cognitivas de los humanos, que los separa del resto de los mamíferos, ha fascinado por igual a filósofos y neurocientíficos, y como es natural, ha sido objeto de estudio durante muchísimos años. ¿Dónde se origina y dónde reside esa capacidad? Investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) informan en un artículo publicado en la revista Science, de un fenómeno que no se conocía: la migración masiva de neuronas inhibidoras a la corteza frontal durante los primeros meses que siguen al nacimiento. Los autores lanzan la hipótesis de que esta migración tardía puede jugar un papel fundamental en establecer las habilidades cognitivas humanas y que la interrupción o disfunción de ella puede estar por detrás de un buen número de enfermedades del neuro desarrollo.
En el año 2007, Lonni Sue Johnson enfermó de encefalitis, producida por un virus del herpes simple (HSV-2). Al cabo de unas pocas semanas, Lonni, una ilustradora profesional de mucho éxito, había perdido una cantidad considerable de tejido en sus lóbulos temporales, en especial del hipocampo. Cuando se recuperó, Lonni, con más de 50 años, no podía tener acceso a la casi totalidad de los recuerdos que había acumulado a lo largo de su vida. No se acordaba de que alguna vez estuvo casada, ni de la muerte de su amado padre. Reconocía a su madre y a su hermana pero a ninguno de sus viejos y cercanos amigos. Siendo una artista visual, resultaba muy chocante ver cómo lo único que reconocía era la Mona Lisa de Leonardo da Vinci y nada más. También era una intérprete de música clásica, la viola, pero no sabía qué era y para qué servía una melodía de feliz cumpleaños.
Un estudio, realizado por investigadores de la Universidad de California, sometío a más de 1300 adultos a pruebas que permitían evaluar la relación entre aceptación emocional y salud psicológica. Los resultados sugieren que las personas que se resisten a reconocer sus emociones negras, acaban más estresadas. En contraste, quienes dan cabida a esos sentimientos sombríos como la tristeza, el desengaño y el resentimiento, y dejan que sigan su curso, muestran menos síntomas de desórdenes del ánimo, que quienes los tratan de evitar o los rechazan, incluso después de seis meses. Los autores planean indagar cuáles son los factores culturales, de educación, que hacen que las personas tengan esas actitudes diferentes.
Considerados durante mucho tiempo como exclusividad de marineros y otros viajeros que querían dejar en sus cuerpos constancia de las maravillas vistas o de los amores conseguidos, los tatuajes pasaron a volverse marcas de expresiones de exotismo en grupos de jóvenes que querían así demostrar sus signos de pertenencia. Pero sus imágenes se volvieron una moda y su uso se ha extendido tanto que ahora lo raro es ver a un futbolista, por ejemplo, con la piel limpia. Y no solo ellos. Ahora los tatuajes y además los maquillajes permanentes se ven por todas partes. Ahora un equipo de investigadores alemanes y franceses, por primera vez informa que los elementos, impurezas, en los pigmentos orgánicos o inorgánicos de los tatuajes viajan dentro del cuerpo y llegan a los nódulos linfáticos.
En noviembre de 1975, hace 42 años, se descubrió uno de los fósiles más importantes para el entendimiento de la evolución del hombre. Lo hizo Donald Johanson y su equipo de paleoantropólogos en la región de Afar en Etiopía. Por sus características se pudo determinar que se trataba de un homínido ancestral, Australopithecus afarensis, aunque la llamaron Lucy porque era la canción de los Beatles que con insistencia sonaba en el campamento de los exploradores. Desde entonces ha viajado por medio mundo aunque ahora tiene su casa en el Museo Nacional de Etiopía. Con sus 3.18 millones de años es uno de los esqueletos fósiles más antiguos y completos nunca encontrado de un adulto, con características de andar erguida. Ahora, un nuevo estudio añade evidencia a que pudo anidar en los árboles durante la noche para evitar ataques de depredadores.
¿Pero por qué razón el cerebro, con muchísima frecuencia, le abre la puerta a las declaraciones falsas e información no verdadera con tanta facilidad, una actitud que lleva a tomar posturas distorsionadas a la hora de tomar decisiones? En un estudio reciente, el psicólogo David Rapp, explica que las personas incorporamos de forma rápida las falsedades en la memoria, porque es mucho más fácil hacerlo que ponernos en el trabajo de evaluar de forma crítica y analizar lo visto o escuchado. Luego, el cerebro trae la información incorrecta primero, pues es la que menos trabajo ha supuesto a la hora de procesarla. “Si está disponible, las personas tienden a pensar que se pueden fiar pero, no porque se recuerde que alguien “importante” dijo algo, vuelve a lo dicho verdadero”, dice Rapp.
Existe entre nosotros una gran tendencia a darle un valor inmenso a la información que llevan los genes. A considerar su acción sobre nuestros cuerpos como un destino del que no se puede escapar. Existe una serie de televisión emitida en Inglaterra dedicada a buscar las raíces de la genialidad de personas que fueron famosas, hurgando en su ADN. Su presentador afirma que podrá saber por qué Einstein (siempre el pobre) fue tan inteligente, o Marilyn Monroe (siempre la pobre) fue tan seductora o Hitler (siempre el mismo demonio) fue el demonio, analizando muestras de sus huellas genéticas. Según cuenta Steven J. Heine, psicólogo educativo, uno de sus episodios favoritos es el que explica lo que mató a Elvis Presley apoyándose en el análisis genético de un pelo del cantante, guardado celosamente por su barbero.
Ben Trumble, antropólogo, es un investigador que lleva años con los Tsimane, un grupo de indígenas que vive en la selva de Bolivia, en condiciones similares a las de nuestros ancestros, hace miles de años. Los Tsimane son cazadores, recolectores y cultivan pequeños terrenos. Trumble, que estudia sus hábitos y enfermedades, comparándolas con las de las sociedades industrializadas, se centró en el estudio del gen ApoE4, llamado el gen del Alzheimer. En los Tsimane, a muchos de quienes tienen una copia del gen, ¡se les dan mejor las pruebas de habilidades cognitivas! La razón de tal mejora podría estar en los parásitos que los aquejan.
Un descubrimiento en el Instituto Salk indica la existencia de un algoritmo que se usa tanto en Internet como en el cerebro humano. En ingeniería de la computación, el control del flujo de información se hace analizando la congestión de las vías de Internet, buscando que las rutas no se encuentren ni atascadas ni sub-utilizadas. Para lograr esto, Internet utiliza un algoritmo denominado “incremento aditivo, disminución multiplicativa” AIMD, que consiste en enviar un paquete de datos y esperar la confirmación por parte del receptor. Si la respuesta es rápida, el ordenador aumenta la velocidad de envío de datos, si es lenta, la retrasa. Ahora, Saket Navlakha, profesor asistente en el Instituto Salk, ha descubierto que nuestro cerebro opera de forma similar.
A finales de 2016, el dueño de Facebook, Mark Suckerberg y su esposa, se comprometieron a invertir unos 3 mil millones de dólares para “curar, tratar y prevenir todas las enfermedades”, a través de una compañía sin ánimo de lucro que, sin embargo, se quedará con todos los derechos para comercializar sus inventos. Como ellos, otros multimillonarios han puesto su dinero a disposición de la investigación en el campo de la salud y la enfermedad. Pero aparece un problema. Comparar el cuerpo a una máquina, usar las técnicas de la ingeniería genética sin más, para corregir errores, entra en conflicto con la teoría de la evolución de Darwin: las máquinas y los computadores no evolucionan, lo que sí hacen los organismos.
Aunque la curiosidad es un elemento básico de nuestro conocimiento, la función biológica, los mecanismos y las bases neuronales no se han establecido aún con claridad. Para entender el desarrollo del comportamiento de la curiosidad lo mejor es estudiar a los niños. Si se les da un juguete nuevo, pasan más tiempo jugando y descubren más de su funcionamiento cuando no reciben información previa. Lo más llamativo es que prefieren juguetes de los que no conocen nada, indicando que la curiosidad de los niños está lista para que se les enseñe la estructura del entorno y más adelante la del mundo. Este comportamiento que permite una búsqueda estratégica de la información en niños pequeños, ya es más sofisticada que la exhibida en los primeros años del desarrollo, cuando se limitaba a la observación total y “pasiva”.
Brian Anderson, profesor de psicología en la Universidad A&M de Texas, en un estudio que aún se encuentra en prensa en la sección de Dependencia de Drogas y Alcohol de la misma universidad, nos trae una idea novedosa y muy sugerente: las personas adictas a las drogas y quienes no lo son, podrían tener más en común de lo que se ha pensado. Las personas no adictas, “normales”, muestran las mismas predisposiciones que las personas adictas a las drogas.
Los investigadores que estudian los desórdenes emocionales proponen que estos tienen bastante en común. Algunos incluso se dan juntos, como la depresión y algunas formas de ansiedad social. Los tratamientos también tienden a cubrir de una misma manera múltiples enfermedades mentales, sugiriendo la existencia de elementos compartidos entre ellas. Aunque quizá, la característica común más notoria sea la de que por detrás de todos los desórdenes emocionales existen y persisten los pensamientos negativos. Ahora, en un análisis retrospectivo de estudios realizados usando imágenes de resonancia magnética para el análisis de la materia blanca del cerebro, investigadores de la Universidad de Illinois en Chicago, describen anomalías comunes encontradas en una gran cantidad de problemas emocionales.
Un equipo internacional de investigadores ha desarrollado un novedoso fármaco diseñado para convertirse en una alternativa más segura para combatir el dolor. En un estudio, publicado en la revista Nature, los investigadores han utilizado la estructura atómica recién descifrada del “receptor de la morfina” en el cerebro para explorar más de 4 billones interacciones químicas mediante técnicas de computación y crear una nueva droga (fármaco), despojada de los efectos dañinos, mortales en potencia, asociados a los opiáceos. La nueva sustancia, por ahora solo probada en ratones, se comporta como un bloqueador del dolor semejante a la morfina pero no interfiere en la respiración –la causa principal de muerte por sobredosis de analgésicos o de narcóticos como la heroína.
Una nueva técnica de microscopía que se está aplicando en la investigación de nanopartículas le está permitiendo a un grupo de científicos monitorear los movimientos de ellas en el centro mismo de las células. Encontraron que la entrega de drogas es más eficiente cuando las nanopartícculas pueden sortear las barreras que existen dentro de las células y alcanzar el objetivo final, traspasar la cubierta del núcleo celular, la membrana nuclear. Su trabajo ha identificado por primera vez, cómo la forma afecta la habilidad de las nanopartículas para moverse a través de las barreras intracelulares.
Todo los vegetales que comemos y que nos ayudan a llevar una vida sana son el resultado de al menos 10.000 años de manipulación genética realizada por los humanos. Así, el rechazo a los alimentos que hayan sido desarrollados usando la biotecnología tendría que extenderse a todo lo que se come en el mundo. Basta ver cómo eran el maíz o el plátano en sus orígenes para darse cuenta de lo que, después de miles de años y de cruces entre las plantas se logró conseguir: ese plátano suculento y el ubicuo y nutritivo maíz. Lo que logra la biotecnología es condensar en unos años lo que se llevó tanto tiempo. Hoy, Josefina Cano habla de las confusiones, seguridad, procesos, mitos y fanatismos relacionados con los organismos modificados genéticamente (OMG).
Un estudio realizado en roedores adultos mostró que el cerebro de los animales enfrentados a algo que para ellos es una situación difícil, cambios en su jerarquía social, redujo y bastante el número de neuronas en el hipocampo, esa parte del cerebro responsable de algunos tipos de memoria y de la regulación del estrés. Los animales mostraron una pérdida en la producción de células neuronales, neurogénesis, como una reacción al cambio ambiental que se produjo al sentirse rodeados por “extraños” en lugar de sus conocidos compañeros. Hasta dónde los resultados observados por los investigadores en los roedores se puedan extrapolar a los humanos, queda por ver. Si fuera así, la conclusión general es que la disrupción social y la inestabilidad llevan a cambios neurológicos que nos ayudan a lidiar mejor con ellos.
Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia, en un hallazgo sorprendente que aumenta algunos interrogantes fundamentales sobre el comportamiento humano, ya de por sí un área compleja, han determinado que el sistema inmunológico afecta y tal vez controle y dirija algunas formas de actuar de las criaturas sociales, entre ellas el deseo de interactuar con otras. Siendo así, la pregunta de si algunos problemas del sistema inmunológico podrían contribuir a la incapacidad de tener interacciones sociales normales es una muy pertinente. Y la respuesta parece ser que sí, con todas las implicaciones que se desprenden y se relacionan con las enfermedades neurológicas como las que corresponden al espectro de desórdenes del autismo y la esquizofrenia.
Neurocientíficos de la Universidad de Pittsburgh han identificado redes neuronales que conectan la corteza cerebral con la parte central de las glándulas adrenales, la médula, que es la responsable de las respuestas inmediatas del cuerpo a situaciones de alerta y peligro. En sus experimentos, los científicos pudieron hacer un trazado del circuito neuronal que une diversas áreas de la corteza cerebral con el centro de las glándulas adrenales situadas en la parte superior de los riñones ¿Por qué la importancia de conocer cuáles regiones corticales tienen influencia en el funcionamiento de la médula adrenal? La reacción a agresiones o peligros incluye una amplia colección de cambios corporales. En teoría nuestras reacciones a las agresiones, a los conflictos, a los insultos deberían ser viscerales. En muchos casos claro que lo son. Pero nuestra corteza cerebral modula mejor las reacciones que como lo hace el resto de los animales y nos permite domesticar los impulsos con maestría y elegancia.
Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y una de las figuras más destacadas de la lingüística del siglo XX. Cuando ingresó en el MIT, en 1956, en el campo de la lingüística se asumía que la mente humana era como una hoja en blanco y el lenguaje se entendía como un comportamiento aprendido. Chomsky ganó una notoriedad inmediata con una revisión que contenía el inicio de su pensamiento sobre el lenguaje, algo que plasmó en su propio libro en 1957, Estructuras Sintácticas. Ahora sus ideas se condensan en el libro, escrito junto con su colega Robert Berwick, un experto en computación cognitiva del MIT, “Why Only Us: Language and Evolution”.
La inmensa mayoría de las personas no se acuerda de nada que hubiera ocurrido antes de los tres años, y aunque es algo que se da en diferentes especies, el por qué ocurre, sigue siendo un misterio. Algunos investigadores piensan que es posible que el cerebro joven aún no haya desarrollado la habilidad para almacenar mucha información en la memoria. Otros piensan que la tan rápida reorganización del cerebro que está ocurriendo en los primeros años de vida, permite que se escriba sobre lo que ya había sido escrito y que se haga a una buena velocidad. Trabajando con ratones bebés, investigadores de la Universidad de Nueva York, han demostrado que lo aprendido durante ese período se almacena en un modo de hibernación, o mejor, se mantiene en un estado latente.
¿Cómo puede un niño, que aún va en el automóvil atado en el asiento de atrás, componer una pieza de música clásica o hablar de astrofísica? Joanne Ruthsatz, profesora asistente de psicología en la Universidad del Estado de Ohio, es uno de los primeros investigadores que han puesto en evidencia un posible nexo entre niños afectados de autismo y niños prodigio. En un nuevo libro, Ruthsatz explica lo que ha aprendido sobre esa relación y sobre cómo los niños prodigio podrían no sólo ayudar a entender el autismo sino que podrían indicar buenas vías para nuevos tratamientos. El libro cuenta muchas historias asombrosas y es el compendio de 18 años de investigación en niños prodigio.
Dave Shubert, profesor y director del programa de neurobiología celular en el Instituto Salk es uno de los investigadores que se ha propuesto acercarse al estudio de las enfermedades neurodegenerativas buscando medicamentos con un enfoque novedoso. Ahora, él y su equipo de colaboradores informan de los hallazgos recientes y preliminares, obtenidos usando la canabis, que indican que el tetrahidrocannabinol (THC) y otros compuestos encontrados en ella pueden promover la remoción de las proteínas que forman las placas en las células de pacientes afectados de Alzheimer. Lo harían eliminando la beta amiloide, una de las proteínas tóxicas características de la enfermedad.
Cuando las neuronas sufren algún daño y las “baterías” generadoras de energía, las mitocondrias, se pierden en el proceso, se pone en movimiento un mecanismo de reparación que lanza un llamado de auxilio a los astrocitos. Los astrocitos responden donando mitocondrias a las neuronas que están peleando por restablecerse. Son los hallazgos de un nuevo estudio, aún preliminares y que pueden llevar a mejores tratamientos para personas que han sufrido accidentes cerebro vasculares u otros tipos de daños en el cerebro, ayudándolas en su recuperación.
El entrenamiento del cerebro se ha materializado en un mercado atosigante de productos del tipo “brain games” para móvil u ordenador que, según la publicidad que los acompaña, se basan en estudios científicos que aseguran mejorar la memoria de personas con problemas o aumentar las capacidades matemáticas y de lectura de los estudiantes. Ahora, un estudio realizado por un grupo de siete psicólogos dirigido por Daniel Simons, de la Universidad de Illinois ha pasado dos años revisando uno a uno los artículos científicos citados por las compañías que fabrican esos productos, 374 en total. Los estudios, concluyen los autores, adolecen de una larga letanía de debilidades muy importantes y aportan poca o ninguna evidencia de que los juegos mejoren algo diferente a las tareas para las que se entrena.
Algunas bacterias producen enfermedades, pero son la minoría, muchas de ellas son inofensivas y muchas otras útiles. Sabemos que los miles de millones de microbios que pueblan nuestro organismo, el llamado microbioma, son parte esencial de nuestras vidas. Lejos de enfermarnos, ellos nos pueden proteger de la enfermedad, nos ayudan a digerir la comida, entrenan nuestro sistema inmunológico y hasta pueden tener influencia en nuestro comportamiento. La realidad, sin embargo, es que nuestros microbios pueden ser valiosísimos en un órgano pero dañinos en otro, o esenciales dentro de nuestras células pero letales por fuera. No son buenos ni malos por naturaleza, su comportamiento depende de las circunstancias.
Cuando nuestros ancestros aprendieron a manejar el fuego, la vida se les volvió más fácil y llena de beneficios. Poder reunirse al lado de una hoguera no sólo les daba calor y luz, sino protección. Lo usaron para cocinar y alrededor del fuego se contaron historias, forjadoras de las tradiciones culturales. Pero hubo problemas también. Algunas veces el humo les quemó los ojos y les enfermó los pulmones. La comida podía tener una capa de hollín, riesgo para algunos tipos de cáncer. Se han realizado muchas investigaciones sobre cómo el fuego les dio a los primeros humanos una ventaja evolutiva. Hoy Josefina Cano comenta el libro “Catching Fire: How Cooking Made Us Human” de Richard Wrangham.
La epigenética no es otra cosa que regulación de los genes. En los últimos tiempos se ha sugerido la existencia de un mecanismo que haría que los cambios sufridos en la expresión de los genes, ocasionados por el medio ambiente, se mantengan y se hereden. Se lo ha llamado epigenética, y postula que así esos cambios no modifican la estructura de los genes pero sí su expresión, se mantienen una vez el factor ambiental que los inició está ausente. Dice Matthew Cobb, profesor de Zoología de la Universidad de Manchester: Epigenética suena mucho más excitante que “regulación genética”, lo que sin lugar a dudas la ha puesto tan de moda. La idea de que la epigenética juegue un papel mayor en la evolución es un desafío fundamental al darwinismo. Josefina Cano comenta un artículo científico que aporta información sobre el tema.
¿Por qué existe ese abismo cognitivo entre nuestros primos primates y nosotros? ¿Cuándo y cómo se hizo el quiebre? Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Rochester sugiere que la inteligencia humana es el resultado de un proceso evolutivo que permitió atender las demandas de infantes indefensos. Los infantes humanos nacen muchísimo mas inmaduros que los de otras especies. Una cría de jirafa, por ejemplo, es capaz de pararse, caminar y si es necesario huir de los depredadores, horas después de su nacimiento. Los infantes humanos ni siquiera pueden sostener la cabeza. Los investigadores proponen que existe una especie de ciclo de auto refuerzo donde cerebros grandes llevan al nacimiento de infantes muy prematuros, quienes necesitan, a su vez, padres con cerebros más grandes que se ocupen con más inteligencia de su cuidado.
Josefina Cano comenta el libro Siddhartha Mukherjee titulado: The Gene: An Intimate History. El libro, acabado de salir, se vende como pan caliente. Y no es para menos. Su narrativa colosal y abierta, le enseña a quienquiera lo que desee saber sobre esa ciencia por excelencia que es la genética, con todo lo bueno, lo malo y lo controvertido. Algunos conceptos son conflictivos pero mejor aún. Les ofrecemos en palabras de su autor editada, una parte de la introducción.
¿Cómo nos acordamos en un instante del nombre de alguien a quien no veíamos hace mucho tiempo? ¿Por qué podemos contarles a nuestros familiares de hechos sucedidos décadas atrás? La memoria de largo plazo y las moléculas actuando en armonía nos lo permiten. La actina es una proteína que forma parte del citoesqueleto de todas las células del organismo, aunque su papel en la consolidación de la memoria de largo plazo la sitúa en un punto clave de interés. Investigaciones recientes en la Rice University sugieren que los filamentos de actina que controlan la forma de las neuronas pueden ser el elemento clave que hace que la maquinaria molecular de estas células pueda formar y guardar la memoria de largo plazo.
La FDA, (Food and Drug Administration) agencia que regula la calidad de los alimentos y los fármacos en Estados Unidos, siempre ha sostenido que el envejecimiento no es una enfermedad, posición que se ha visto reforzada por la mayoría de los científicos que trabajan en el campo. Que envejecimiento sea el responsable de enfermedades neurodegenerativas, no lo convierte en una enfermedad. A medida que pasa el tiempo, el cuerpo se vuelve más débil para tolerar el estrés físico y mental, va perdiendo la agudeza para resolver situaciones que amenazan con infligirle daños y la capacidad para repararlos a tiempo, lo que puede acabar en permitir el desarrollo de enfermedades crónicas y debilitantes. No obstante, con la aparición de ciertas sustancias que, en potencia, podrían retrasar el envejecimiento, han crecido las presiones para que sea considerado una enfermedad. Algo que no deja de ser sospechoso.
Paul Kalanithi se graduó en literatura inglesa y después estudió biología, historia y filosofía de la ciencia. Al final, acabó graduándose en medicina, con honores, en la Universidad de Yale. En su libro “When Breath Becomes Air”, Kalanithi cuenta cómo fueron sus años de formación primero como médico y luego como neurocirujano. Las historias de sus pacientes, sus vidas, sufrimientos y recuperaciones llenan las páginas de un libro apasionante, vibrante, inspirador. Por sus trabajos recibió, entre otros, el premio más cotizado a la investigación neurológica otorgado por la American Academy of Neurological Surgery. Su vida se truncó cuando le fue diagnosticado un cáncer pulmonar. Después de dos años de sufrimiento, Kalanithi, salvador de cientos de vidas y con un futuro brillante en frente, murió a los 38 años.
La nanotecnología y sus asombrosos logros está abriendo caminos para tratamientos del cáncer más eficientes y con menos efectos secundarios. El profesor de ingeniería de la Universidad de Toronto, Warren Chan, ha diseñado un set de nanopartículas unidas a hebras de ADN que tienen la capacidad de cambiar de forma para conseguir el acceso selectivo al tejido enfermo. Él y su equipo planean aplicar el sistema de entrega que han diseñado a la medicina personalizada, una nanomedicina que logrará llevar los fármacos adecuados para cada tipo de tumor, para él y para ningún otro tejido. Es posible que los resultados no se logren en un corto plazo pero la expectativa es enorme.
Wakefield, médico británico quien fuera expulsado de la comunidad médica y científica en el año 2010 por fraude y conducta inapropiada, trató, con datos falsificados y testimonios manidos, de demostrar que existía una conexión causa efecto entre la vacunación y el autismo. El artículo donde “demostraba” esa conexión fue publicado en la revista Lancet para luego ser retirado. Ahora, Wakefield es escritor, director y actor de cine, todo por la causa. Afortunadamente para nosotros, la comunidad científica está atenta a cada nueva amenaza venida de quienes afirman que las vacunas producen autismo, como quedó demostrado con la retirada del documental titulado Waxxed, inicialmente programado para exhibirse en la última noche del Festival de Tribeca, organizado por el actor Robert De Niro.
El LSD (Lisergic acid dietilamida o ácido lisérgico) es un compuesto que fue sintetizado en 1938 y al que se le asignó una actividad (potencial) psicoactiva en 1943. Tiene efectos profundos en la modulación de la conciencia y fue usado en investigaciones psicológicas y psiquiátricas en 1950 y 1960. Sin embargo no se contaba con ningún estudio que utilizara imágenes del cerebro que mostraran los cambios inducidos por la droga. Cuentan quienes toman LSD que algunas veces sienten como si ese terreno fronterizo que los separa a ellos del resto de las personas se diluyera. Ahora, el primer estudio que usa las imágenes de la resonancia magnética funcional (fMRI) realizado en cerebros de personas bajo los efectos del LSD, ayuda a los investigadores a explicar este fenómeno conocido como “la disolución del ego”, la desaparición de las fronteras entre un individuo y el resto de personas.
Un estudio publicado en el PNAS, que busca encontrar las diferencias en el desarrollo entre los cerebros de humanos y chimpancés, informa que los investigadores han logrado estimar las bases genéticas del tamaño del cerebro y la organización de la corteza en ambas especies, estudiando las semejanzas en el fenotipo entre individuos que comparten lazos familiares. Para ello estudiaron 218 humanos y 206 chimpancés, usando escáneres cerebrales. Los humanos, al igual que los chimpancés, estaban emparentados entre sí, lo cual permitía estableces conexiones y semejanzas en sus herencias genéticas. Los resultados del estudio informan que los humanos somos más independientes de lo que dicta la herencia, lo que nos ha permitido gozar de la riqueza de una mayor y utilísima plasticidad cerebral.
Un ensayo que está en curso en la Universidad de Yale, conducido por el psiquiatra Gerard Sanacora, puede ser el inicio de una nueva psiquiatría: un paciente con depresión recibió una inyección de ketamina que entró a sus venas durante 40 minutos, buscando llegar a sus células cerebrales. Si actúa como se espera, la ketamina será el primer fármaco en parar los impulsos suicidas en pacientes con depresión, salvando muchas vidas. Otros estudios están evaluando su efecto si se usa como una vacuna contra la depresión y otros desórdenes post traumáticos. Esto no es nada más ni nada menos que redefinir el entendimiento de las enfermedades mentales.
La oxitocina, esa hormona producida por el hipotálamo –el gran centro coordinador de las hormonas en el cuerpo humano–, juega un papel muy importante en el nacimiento y cría de los infantes puesto que participa desde el embarazo hasta el alumbramiento y la producción de leche materna. Según estudios recientes, dosis de la hormona aumentarían la empatía, la confianza, la capacidad de hacer mejores contactos visuales, tanto en individuos sanos como en pacientes con desórdenes psiquiátricos. Por eso, la oxitocina sería una buena candidata para nuevas terapias contra disfunciones sociales como la esquizofrenia, el autismo y sus amplios espectros. La forma más común de administración es vía nasal pero existen varios factores que modifican la eficacia biológica de la oxitocina según la forma cómo se introduce.
El equipo de médicos investigadores en Melbourne ha creado una interfase cerebro-máquina, que es mínimamente invasiva cuando se implanta cerca de la corteza motora del cráneo humano y que les dará a personas con lesiones en la médula espinal nuevas esperanzas para poder caminar usando el poder del pensamiento. Advierten que la fase de entrenamiento que tendrán los pacientes para lograr mover un exoesqueleto será larga y difícil. Por eso los primeros candidatos escogidos serán personas jóvenes y que hayan demostrado tener una determinación y una capacidad de perseverancia muy grandes.
Investigadores del Institute for Learning and Brain Sciences (I-LABS) de la Universidad de Washington se han situado al frente de los primeros estudios que buscan encontrar esos mapas corporales en el cerebro de los bebés. En un artículo publicado en Trends in Cognitive Sciences, Peter Marshall y Andrew Meltzoff argumentan que esta nueva área de la neurociencia puede aportar información muy importante sobre cómo los bebés desarrollan el sentido de su propio espacio, algo que les permitirá en el futuro entender cómo se forman las primeras relaciones sociales con los demás.
Nina Kraus, profesora de neurobiología en la Universidad de Northwestern, junto a un equipo de investigadores, lleva años dedicada al estudio de la biología del procesamiento auditivo y cómo la plasticidad del cerebro le permite adaptarse y aprender durante la vida. Entre sus hallazgos capitales está el cómo la experiencia modela al cerebro que oye, bien sea en un sentido positivo (a través del aprendizaje musical) o en uno negativo, salvo raras excepciones (pobreza socioeconómica). Estos cambios en el cerebro a través del tiempo tienen profundo impacto en el aprendizaje y la comunicación.
Linus Pauling, uno de los científicos más destacados y carismáticos del siglo XX dedicó los últimos años de su vida a estudiar los efectos de la vitamina C en diversas enfermedades, cáncer incluido. Dijeron que estaba loco, viejo, senil, a pesar de que en esos mismo años finales seguía produciendo resultados en los diversos campos a los que había dedicado su larga vida en la ciencia. El entusiasmo y la credibilidad de los postulados de Pauling se fueron al traste en 1980, tras dos ensayos clínicos fallidos y se les dio sepultura. Recientemente, en diciembre de 2015, se publicaron on line los resultados de un nuevo estudio que apunta a que Pauling tenía razón después de todo y que la vitamina C es una buena candidata para el tratamiento de algunos tipos de cáncer.
El Aedes aegypti, vector del virus del zika, viajó del África a las Américas en el siglo XVII en una invasión que trajo con ella la fiebre amarilla. Eliminada la fiebre amarilla por la vacuna, el mosquito sigue transmitiendo chikunguña, dengue y ahora el zika. Aunque la gran mayoría de las personas infectadas por el virus del zika no sufre nada más que unos pequeños sarpullidos y síntomas de un resfriado, se ha podido establecer que el virus produce microcefalia en los infantes, pérdidas fetales, daños graves en la visión de bebés en apariencia sanos, cuando las madres han sido picadas por el mosquito Aedes aegyti durante su embarazo. Ahora, gracias a las últimas investigaciones, se ha logrado determinar la estructura del virus y se abren nuevas vías de lucha contra él y contra el mosquito portador.
A lo largo de la historia de la humanidad, las plantas han sido una fuente inagotable para la producción de medicamentos. Aún ahora los farmaceutas extraen casi la mitad de sus drogas de las plantas. Pero esa tarea se complica cuando las plantas son de crecimiento lento o se encuentran protegidas porque existe el peligro de que desaparezcan. Es el caso del mayaple del Himalaya, una planta muy frondosa que produce una sustancia, la podoxifilina, para defenderse de los predadores. La podoxifilina se ha mostrado fundamental en la fabricación de fármacos utilizados en el tratamiento del cáncer. Desgraciadamente, el mayaple está en peligro de extinción pero, gracias a la biología sintética, se han abierto nuevos caminos para obtener el fármaco.
El salmón, ese ícono de la vida animal salvaje, que viaja distancias enormes a través de ríos y océanos, que brinca sobre cascadas, para ir a reproducirse en su lugar de origen o terminar en las garras de un oso, ya no es ese animal. Hasta su nombre derivado del latín, “salire”, dar saltos, ya no le hace honor pues ahora lo que hace es nadar en círculos en los criaderos. La mayoría del salmón que se consume en el mundo, ni da saltos y no migra. El cultivo del salmón del Atlántico se ha extendido por todo el planeta y ahora, gracias a la introducción de un gen de otro salmón de la variedad Chinook, puede llegar a su tamaño comercial en 16 o 18 meses, en lugar de los tres años del salmón no modificado.
Un grupo de investigadores del Alzheimer en la Universidad de Irvine, han restaurado la memoria en ratones transfiriéndoles a sus cerebros células madre. Los ratones modificados para simular la enfermedad, recibieron en el hipocampo, el centro del procesamiento y almacenamiento de la memoria, unas 200.000 células madre neuronales. Después de tres meses, su memoria había mejorado de forma considerable en relación a un grupo control. El resultado de este experimento muestra el potencial de los implantes de células madre neuronales, progenitoras del linaje neuronal, para el futuro tratamiento de enfermedades neurodegenerativas.
Ilya Metchnikoff (1845-1916) descubrió que en los organismos inferiores, que no tienen cavidad abdominal ni intestinos, la digestión la hace un tipo particular de células, las células mesodérmicas móviles, que andan por ahí engullendo y disolviendo partículas de alimento. Mirando esas células en las larvas transparentes de una medusa, Metchnikoff, con 37 años, fue golpeado con una idea. “Qué tal si células similares pueden servir en la defensa de los organismos contra los invasores?” -escribió. Molió espinas de rosas y se las dio a las larvas. Las larvas reconocieron las espinas como intrusas y las células mesodérmicas las rodearon para engullirlas. Nombró a las células fagocitos, que en griego significa devoradoras y las asoció a “una armada lista para atacar al enemigo”. En 1908 recibió el Nobel en medicina por el descubrimiento de células fagocíticas y su papel en el sistema inmunológico humano.
Científicos canadienses han logrado, por primera vez en una paciente, abrir la Barrera Sanguínea del Cerebro (BSC) y lo han hecho de forma no invasiva, usando una técnica novedosa probada de forma exitosa en ratones. La BSC es una capa protectora formada por células que se organizan de forma muy apretada alrededor de los capilares sanguíneos del cerebro, impidiendo la entrada de sustancias dañinas, toxinas o agentes infecciosos, en el torrente cerebral. Pero esa protección tiene sus inconvenientes pues impide la entrada de fármacos o sólo deja pasar cantidades mínimas de las que se necesitarían.
Tomar luz, no drogas. De cómo la terapia de luz podría aliviar desde la depresión hasta el Alzheimer. El bienestar enorme que da el recibir la luz en la mañana ayuda a llenarse de ganas para pasar el día y lo mejor, con buenos ánimos. Al revés, cuando se vive durante unos buenos meses a la sombra de los días invernales, el efecto contrario es evidente. Por esta razón, el tratamiento de luz se ha convertido en una terapia para tratar a quienes esa deprivación les ocasiona depresiones estacionales. Durante décadas los investigadores han sabido que la luz influencia los comportamientos animales; exponer a un roedor a la luz durante su tiempo de dormir hace que la glándula pineal en el cerebro, deje de producir melatonina, la hormona que controla los ciclos de día y noche. Y los humanos no tienen por qué ser diferentes.
Acaban de publicarse los resultados del ensayo clínico más grande realizado en Estados Unidos que busca medir el efecto a largo plazo de altas dosis de resveratrol en personas con Alzheimer en estados iniciales a moderados de la enfermedad. El resveratrol es una sustancia que se encuentra en varios alimentos como los frutos rojos, el chocolate negro, las uvas y en consecuencia en el vino. El estudio, cuyos resultados han sido publicados en la revista Neurology, reunió 119 participantes con distintos grados de desarrollo de la enfermedad a los que se distribuyó en dos grupos, uno recibió dosis crecientes de resveratrol y otro un placebo. La investigación reveló que un biomarcador que disminuye a medida que la enfermedad avanza, se estabilizó en las personas que tomaron la forma purificada del resveratrol.
Los gemelos Jack y Jeff Gernsheimer han vivido una vida tranquila y plácida en un pueblito de Pensilvania. Sus casas, construidas por ellos como es la costumbre, están a menos de un kilómetro de distancia. Trabajan juntos en una empresa de diseño gráfico fundada y llevada por ellos, con sus escritorios lado a lado. Respiran el mismo aire de la granja que heredaron de sus padres y beben la misma agua. Son altos y delgados sólo con las canas que revelan sus casi 68 años. Lo único que los diferencia es que Jack sufre de Parkinson y Jeff no ¿Cómo es posible que gemelos que comparten la totalidad de la información genética y el ambiente tengan esos desvíos tan pronunciados?
Un estudio financiado por los Institutos Nacionales de Salud, con Marcos Frank a la cabeza, informa que los infantes de muchos animales, nosotros incluidos por supuesto, se pasan la mayoría de sus primeros tiempos de vida durmiendo, y no sólo durmiendo sino en la fase REM del sueño. El sueño en fase REM (por sus siglas en inglés, Rapid Eye Movement) convierte de manera activa las experiencias vividas cuando se está despierto en memoria de largo plazo y lo hace de manera crítica en los cerebros jóvenes. De ahí la importancia tan grande de la necesidad de un buen dormir para los pequeños.
Eric Kandel ha dedicado toda una vida de investigación a indagar los mecanismos que permiten la consolidación y luego el recuerdo de eventos ocurridos hace mucho tiempo. A sus 85 años, en un video muy agradable, recuerda el día y todo lo que sucedió cuando se casó con su esposa hace 59 años. Dice que es fácil hacerlo pues ha sido la única vez pero cuando termina de reírse, algo que hace con mucha facilidad, empieza a explicar el modelo que lo ha convertido en uno de los neurocientíficos más admirados y respetados en el mundo. En el año 2000 recibió el Nobel por sus innumerables descubrimientos.
Introducir en el cuerpo humano máquinas o vehículos miniaturizados que vayan a lugares específicos, que descubran los daños, los arreglen y que no lesionen tejidos alrededor y que además eliminen la necesidad de cirugías, se mantenía como una enorme expectativa cercana a la ciencia ficción. Ahora, con la ayuda de los desarrollos en la nanotecnología, un grupo de investigadores de la Universidad de California ha construido y ha probado el primero de estos vehículos en un cuerpo vivo.
La tendencia tan de moda de que los niños inicien un aprendizaje formal, académico, con profesores especializados, a una edad muy temprana, ya a los 4 años, está siendo puesta en entredicho por un grupo cada vez mayor de científicos, investigadores en educación y pedagogos, quienes afirman que, al contrario de lo que se espera –mejores logros académicos en el futuro–, ese afán puede tener el efecto contrario: una disminución en el desarrollo cognitivo y emocional que ocasiona estrés innecesario y quizá una apatía para aprender.
¿Es importante escribir a mano? No mucho, según algunos educadores que piensan que con tan sólo el primer año en el jardín de infancia es suficiente. De ahí en adelante, el teclado de un computador.
Pero los psicólogos y los neurocientíficos opinan que aún es muy pronto para declarar la escritura a mano una reliquia del pasado. Evidencias recientes sugieren que existe un fuerte nexo en el escribir a mano y un posterior desarrollo educativo amplio y robusto. Los niños no sólo aprenden a leer más rápido cuando han aprendido a escribir a mano sino que también se vuelven mejores generando ideas y reteniendo información.
Tim Hunt, Nobel de Fisiología y Medicina 2001, declaró en una conferencia mundial de periodismo científico en Corea del Sur refiriéndose a las mujeres en la ciencia. “Déjenme contarles sobre mis problemas con las niñas; tres cosas suceden cuando están en el laboratorio: te enamoras de ellas, ellas se enamoran de ti y cuando las criticas se ponen a llorar”. Los comentarios de Hunt son apenas un pequeño reflejo de los desafíos que tienen que enfrentar las mujeres en la ciencia.
El 19 de febrero de 2015, en un artículo aparecido en el New York Times, el eminente neurólogo y cronista de la medicina Oliver Sacks, anunciaba que le esperaban pocos meses de vida por delante pues tenía metástasis en el hígado con muy mal pronóstico. Escribía Sacks: “Hace nueve años me diagnosticaron un tumor raro en el ojo, un melanoma ocular. La radiación y el tratamiento con láser me dejaron ciego de ese ojo. Pero aunque los melanomas oculares hacen metástasis en quizás el 50 por ciento de los casos, dadas las particularidades del mío propio, la probabilidad era mucho menor. Soy el de la mala suerte”. Sacks falleció el 30 de agosto y este programa es nuestro particular homenaje.
Vegetales y frutas consumidos por millones de personas cada día han sido creados utilizando una técnica que se conoce como mutagénesis: inducir nuevas variedades, mutantes, usando radiación atómica, algo que afecta a miles de genes y que se ha hecho durante décadas en los laboratorios. Variedades de trigo, vegetales, frutas, arroz, hierbas aromáticas y algodón han sido alteradas o mejoradas usando rayos gama, y con frecuencia con la ayuda de la inmersión en químicos tóxicos, todo en la búsqueda de nuevos rasgos deseados. Ahora estas variedades se consideran convencionales, orgánicas y claro, no tienen etiquetas. Además no están sometidas a las regulaciones y escrutinios que sufren otros cultivos que también usan la intervención genética, los satanizados, perseguidos y atacados transgénicos. Se siente un tufillo de doble o triple moral en toda esta historia.
Las proteínas son decenas de miles de pequeñas máquinas que se encargan de las innumerables tareas que el cuerpo necesita para su funcionamiento diario: las órdenes para que los riñones limpien en la orina los residuos, que los pulmones tomen aire, que los músculos nos mantengan en la posición adecuada, que el estómago digiera la comida, que el corazón impulse la sangre, todo eso lo hacen las proteínas. Cuando un patógeno ha entrado al cuerpo y se ha producido una respuesta del sistema inmune en forma de anticuerpos, llega un momento en que una vez vencido el invasor, todos los anticuerpos, proteínas ellos, deben reciclarse pues ya no son necesarios. ¿Cómo se hace ese trabajo? ¿Quién está a cargo? Irwin Rose, premio Nobel de Química 2004, fue uno de los que descubrió la respuesta a esas preguntas. El 2 de junio de 2015, a sus 88 años, se fue a explorar otros mundos. Nuestro homenaje.
Una de las razones por las que el cáncer es tan difícil de tratar y curar es porque las células tumorales pueden evadir la vigilancia y el ataque de las células del sistema inmunológico, y al hacerlo pueden viajar de manera libre por el cuerpo buscando nuevos nichos para florecer y prosperar. Por eso, el activar el sistema inmunológico para que pueda ejercer mejor sus funciones de vigilancia y defensa, la Inmunoterapia, se ha convertido en una enorme prioridad para la ciencia.
Los supermercados en Norteamérica y Europa están a rebosar de frutas, vegetales, huevos y carnes, todos marcados como orgánicos.
Pero, ¿cuál es el impacto ético y ambiental real de comprar orgánicos? ¿La etiqueta de certificación tiene algún significado? ¿Las personas que los compran son capaces de establecer una diferencia entre comprar alimentos orgánicos o convencionales? Las respuestas son más ambiguas de lo que usted pueda pensar.
Siempre se ha pensado que la ansiedad, ese terrible malestar que se dispara sin causas aparentes, se debe a un desajuste psicológico. Sin embargo, los médicos del área saben desde hace algún tiempo que muchísimas personas sufren de ansiedad sin haberse visto nunca expuestas a alguna situación de estrés o peligro o susto grave. La neurociencia explica una posible razón. Ha demostrado por primera vez que una variación genética en el cerebro vuelve a ciertas personas menos ansiosas y con una capacidad mayor de olvidar experiencias desagradables. Esta mutación genética produce en nuestros cerebros niveles elevados de una sustancia, la anandamida, ahora llamada molécula de la tranquilidad, algo así como nuestro propio cannabis natural.
Un artículo publicado en la revista Science a comienzos de enero de 2015 y que lleva como título el mismo que, de manera deliberada, le hemos dado a este escrito, ha tenido una repercusión enorme en diferentes medios, aunque no siempre acertada. Los autores Cristian Tomasetti y Bert Vogelstein, el primero matemático y el segundo oncólogo de largo recorrido, ambos en la universidad de Harvard, se propusieron estudiar cuánto de ambiental y hereditario y cuánto al azar ocurre en el cáncer. El estudio se basa en establecer el número de células en un determinado órgano, determinar el porcentaje de células madre y estimar cuántas veces se dividen esas células madre y correlacionar esos datos con el riesgo de cáncer en diferentes tejidos.
En 1941, Frank Apperly, médico y patólogo estadounidense, demostró una correlación inversa entre los niveles de radiación ultravioleta y las tasas de mortalidad de cáncer y propuso que la luz del sol de alguna manera confería “una relativa inmunidad al cáncer”, en lugares del cuerpo que no fueran la piel. Aunque el artículo de Apperly atrajo poca o ninguna atención en ese momento, casi medio siglo después existe una fuerte evidencia, venida de diferentes campos de la ciencia, que indica una considerable disminución de cáncer de colon, próstata, mama, ovarios, y una incidencia menor de enfermedades autoinmunes a medida que nos acercamos al trópico. Si la exposición al sol se considera uno de los factores de riesgo más importantes para el cáncer de piel (melanoma) es difícil entender su factor protector para otros tipos de cáncer y cómo puede ayudar en la prevención de otras enfermedades.
En el estudio de las enfermedades, la cada vez más elaborada técnica de secuenciación de genes, les ha permitido a los científicos ahondar en el papel que ellos juegan en la respuesta inmunológica. Sin embargo, el medio ambiente, más que los genes, parece ser el encargado de generar esa enorme diversidad que caracteriza al sistema inmunológico. Para determinar la contribución relativa de factores genéticos o ambientales, es decir medir el aporte de uno y otro, Mark Davis, profesor de inmunología y microbiología en Standford y sus colegas recurrieron al viejo método de estudiar gemelos y mellizos. Los resultados indican que las influencias no heredables, particularmente los ataques de microbios, parecen ser la guía para generar una gran variedad inmune
Como contamos en la entrega pasada, fueron cuatro los forzados y tozudos guerreros que se propusieron encerrar en una pastilla lo que vendría a ser una liberación para muchas mujeres de la servidumbre de tener hijos sin medida y una maravillosa oportunidad de disfrutar del sexo sin la posibilidad de un embarazo. Margaret Sanger, una bella mujer, amante de las fiestas, la música, los amoríos pero también interesada profundamente en los movimientos de búsqueda de igualdad entre hombres y mujeres. El biólogo Gregory Pincus, expulsado de Harvard por hacer experimentos con óvulos in vitro. Katherine McCormick, una aristócrata rica y dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Y un ginecólogo, John Rock, que defendía que la salud de la mujer estaba siempre por encima de la del feto y que el sexo, libre de las ataduras del embarazo mantenía a las parejas juntas.
Cuando por los años 616 a.n.e. Tarquinus Priscus se convirtió en el nuevo rey de Roma, una de sus ocupaciones fue emparedar vivas a las vestales del templo que habían perdido la virginidad. Para que su sufrimiento fuera completo y más largo, ordenó les dieran agua y comida. Ya por los siglos XVI y XVII a las mujeres consideradas promiscuas se las quemaba en la hoguera. Para la religión católica y otras religiones el acto sexual era única y exclusivamente para la procreación y que pensar o actuar de otra manera era pecado. ¿Podían las mujeres disfrutar del sexo? Ni pensarlo. Derecho exclusivo de los hombres. La mayoría de los animales tiene sexo porque lo necesita para tener descendencia y así asegurar su permanencia en la tierra. Entre los mamíferos, nosotros somos los que ovulamos sin orden ni concierto con la reproducción. Es decir, somos los únicos en este extenso reino que hemos independizado el sexo de la procreación.
Los microorganismos producen muchas sustancias antibióticas que pueden salvar vidas. Uno de los ejemplos más esclarecedores y conocidos es el descubrimiento de la penicilina, producida por hongos que se desarrollaron en el laboratorio de Alexander Fleming de forma espontánea cuando él se encontraba de vacaciones. Durante años los científicos han explorado muchos lugares lejanos y exóticos buscando microbios que fabriquen medicinas. Pero tal vez no sea necesario ir tan lejos: es posible que una buena fuente de material se encuentre dentro de nosotros mismos.
En febrero de 2009, una corte especial encargada de resolver litigios relacionados con la salud en Estados Unidos, dio como nulos los reclamos de que la vacunación de los niños conducía al autismo. Como consecuencia de esta decisión, los demandantes no obtendrían ninguna compensación monetaria puesto que no pudieron demostrar que el autismo en los niños se había desarrollado por haber recibido la vacuna triple (sarampión, rubéola, paperas). Hoy les contamos la historia.
Desde los inicios de la civilización, resueltos los problemas de supervivencia y con herramientas cada vez mejores, la humanidad ha intentado prolongar el tiempo de su permanencia en este planeta. Los cuentos y fábulas que relatan los esfuerzos por encontrar el elíxir de la vida son muchos pero todos se han quedado en el mundo de la fantasía. Los tan conocidos efectos del vino en alargar la vida y en concreto de la sustancia que se encuentra en las uvas y el vino tinto, resveratrol (pariente de los antioxidantes), llevaron a los biólogos a juntar las ideas y darles resveratrol a sus ratones. Los efectos fueron una vida más larga y sin achaques.
La biología sintética es una rama relativamente nueva de la ciencia, que cuenta con el trabajo conjunto de biólogos, ingenieros, diseñadores de software y químicos. Se ocupa de crear tecnologías para diseñar y construir nuevos organismos como bacterias, virus, levaduras y algas con propiedades diferentes a las originales. Entendiendo cómo los elementos genéticos trabajan juntos se puede combinarlos para producir aplicaciones de gran utilidad. Se trata de reprogramar el ADN de las células para dirigir su funcionamiento con determinados fines.
La infección causada por el virus del papiloma es la enfermedad más común de las de transmisión sexual y causa varios tipos de cáncer, entre ellos el más grave, el de cuello uterino que es la segunda causa de muerte por cáncer en la población femenina. La prevención es crítica. La vacuna protege en un 93 por ciento cuando se administra antes de cualquier exposición. Después, la vacuna no combate virus que ya estén en el cuerpo pero puede ayudar en futuras exposiciones. La vacuna ha sido administrada a 175 millones de mujeres repartidas por casi todos los países, sin casos reportados de secuelas graves . Es segura.
Las vacunas son un arma poderosa para prevenir y al día de hoy para tratar enfermedades. El valor de las vacunas convencionales está cimentado en que células “entrenadas” por ellas, identifican a invasores, conocidos como patógenos y que entran al organismo por diversas vías. Disparan de inmediato señales que ponen en alerta al sistema inmunológico, quien prepara el ataque y destruye al invasor. Bueno, si todo sale bien. Porque en buena parte de los casos esto no sucede. De ahí que desde hace algún tiempo se esté trabajando en la elaboración de vacunas que, con mayor precisión y el uso de la biotecnología produzcan mejores efectos. Son las vacunas de ADN.
La planta del cacao, que los habitantes de Mesoamérica domesticaron y bautizaron en lenguaje Náhuatl como “alimento de los dioses”, lleva en sus semillas una carga importante de flavonoides, algo de teobromina (productora de la sensación de placer) y cafeína, que estimula la actividad cerebral. Los flavonoides son algunas de las sustancias que se encuentran en varios vegetales y que se han revelado de muchísima utilidad para aplacar en algo los daños que el envejecimiento produce en la memoria. Hoy nos ocuparemos sólo de ellos.
El proceso de aprendizaje se realiza en parte por las nuevas conexiones que las células nerviosas hacen en el cerebro. Pero también es muy importante que los impulsos nerviosos viajen a grandes velocidades. ¿Cómo se logra ese aumento en velocidad? Los oligodendrocitos, un tipo de células gliales, realizan un complejo trabajo que consiste en cubrir los axones de las neuronas con múltiples capas concéntricas de una proteína –es más que eso pues la forman ácidos grasos y alcohol– conocida como mielina. El grado de mielinización de los axones incrementa la velocidad a la que viaja la información entre las neuronas pues facilita la propagación de señales eléctricas a lo largo de los circuitos neuronales y participa en los procesos de aprendizaje.
El salmón con papas puede ser la receta de una comida que será muy rica, entre otros nutrientes, en omega 3 y antioxidantes, sustancias que han demostrado un beneficio enorme para la salud humana. Hágalos a su gusto; el salmón a la plancha y las papas cocidas. Sólo una cosa: el salmón puede ser transgénico y no el pez bucólico que aparece en los documentales y las papas podrían haber recibido ultrasonido y descargas eléctricas. Datos importantes porque los Organismos Modificados Genéticamente (OMG) o transgénicos, siguen causando controversia y despertando temores en un buen número de personas.
En Mente y Cosmos, Thomas Nagel –filósofo con una sólida historia de polemista– continúa los ataques ya iniciados en escritos anteriores al “dañino reduccionismo”, implícito, según él, en el Darwinismo. Nagel supone, que para explicar el Darwinismo, “una provisión de mutaciones genéticas viables” tendría que haber estado disponible para la evolución durante miles de millones de años. ¿Podría la naturaleza asegurar que siempre estuviera disponible una mutación viable? La respuesta es un NO contundente. Por eso es que las especies se extinguen: el entorno cambia y las especies no pueden encontrar de inmediato una mutación que les permita vivir. La extinción es la norma en la evolución; la vasta mayoría de todas las especies se ha extinguido.
El cerebro adolescente estudiado por la neurobiología es una entidad concreta con un sistema de organización muy particular, centrada toda en la corteza frontal, región del cerebro que no ha alcanzado su pleno desarrollo. Esta condición explica los cambios abruptos en el comportamiento en esta etapa de la vida y demuestra una presión evolutiva importante. La corteza frontal es la parte del cerebro con la evolución más tardía, es la última adquisición. Y es ahí donde se cocina lo más importante: la planeación a largo plazo, las funciones ejecutivas, el control de los impulsos y la regulación de las emociones. Pero sus neuronas no están completamente organizadas sino hasta los casi 20 años de edad. ¿Por qué?
La evolución terminó por hacer que fueran las mujeres las que llevan a los hijos en sus entrañas, las que tienen que pasar tres meses de horror entre mareos, vómitos, y a veces males mayores y las que después del espanto del parto amamantan y con ello se ven obligadas a rendir menos en sus trabajos, cuando no a dejarlos. Ahora resulta que los señores de Facebook y Apple han decidido resolver el problema con el uso de la tecnología. Le están ofreciendo a sus empleadas un paquete económico de 20.000 dólares para que congelen sus óvulos. Pero existen varios problemas que los promotores de esta propuesta no quieren o no pueden considerar.
El neurobiólogo Rudolf E. Tanzi del Hospital General de Massachusetts en Boston y su equipo de trabajo, con su colega Doo Yeon Kim siempre al lado, han cultivado por primera vez neuronas humanas que “sufren” la enfermedad de Alzheimer. La historia empieza cuando Kim le sugirió a Tanzi cultivar las neuronas en un gel, para construir un ambiente lo más parecido a la masa cerebral –una estructura tridimensional que permitiera a las neuronas establecer redes–, en lugar de la forma convencional donde las células crecen en un medio líquido en la superficie de las placas* de petri.
En 1920 Frederick Banting y Charles Best extrajeron por primera vez, del páncreas de animales, la insulina, esa hormona de la que carecen los enfermos de diabetes. En lo que se cree fue uno de los momentos más dramáticos de la ciencia médica, uno de los científicos inyectó insulina a un niño comatoso al borde de la muerte; no bien habían llegado a la puerta de la casa, el niño ya estaba en pié. El proceso de fabricación de la insulina se fue perfeccionando, primero obteniéndola de cerdos, vacas y cabras, pero fue una nueva tecnología, una que usa microorganismos modificados, la que produciría cantidades ilimitadas de insulina humana genuina.
El omega 3 es un ácido graso poliinsaturado con beneficios enormes para la salud. El cuerpo humano no fabrica el omega 3, de ahí que tengamos que incorporarlo a nuestra dieta comiendo pescado. El problema es que este aceite lo producen, en su mayoría, los peces cuando nadan libres en el mar y no cuando están en cautiverio. Para resolver la deficiencia, la solución ha sido alimentar a los peces en los criaderos con peces sacados del mar, lo que trae como consecuencia que la población de peces silvestre está disminuyendo. La ingeniería genética puede resolver el problema, usando como alimento plantas como la linaza o camelina, cuyo material genético puede alterarse para que produzcan altos niveles de omega 3.
“Al inicio de mis estudios, yo creía de verdad que el crack era una droga con unas características de adicción no usuales, peligrosísima y responsable del crimen y la pobreza en los barrios donde vivían mis pacientes y mi familia”, dice Hart. Y lo siguió creyendo durante un buen tiempo hasta que sus propios estudios como neuro-psico farmacólogo le mostraron otra verdad bien diferente. Es más bien el entorno y las condiciones sociales que rodean el uso de las drogas los que determinan la adicción, más que las drogas en sí mismas.
En lo que es una magnífica y robusta demostración de por qué la guerra contra las drogas, como se la ha hecho hasta ahora, es una perdida, Carl Hart, neurocientífico en la Universidad de Columbia escribe un libro que aparte de ser un viaje a su más que mortificada vida de negro en un barrio bajo de Miami, está lleno de información muy novedosa resultado de sus investigaciones en el laboratorio, con usuarios de drogas, humanos, no ratones.
Cuando esté dándose un rico baño con sales y una buena esponja marina, tendrá que darle las gracias a la esponja porque tal vez fueran ella y las de su especie los ingenieros que reconfiguraron las profundidades de los océanos oxigenando sus aguas, permitiendo el desarrollo y la proliferación de la vida compleja. Es más bien difícil darle mucho crédito a unos animales tan simples que durante millones de años no han hecho otra cosa que pasarse la vida en el piso de los océanos atrapando pedacitos de alimentos que les llegan. Vida aburrida pero que según Tim Lenton, científico de la Universidad de Exeter, jugó un papel crucial en el origen y desarrollo del reino animal.
La Helicobacter pylori es una bacteria que coloniza la mucosa gástrica en casi la mitad de la población humana ocasionando inflamaciones y, en un porcentaje bajo de pacientes, cáncer estomacal, la segunda causa de muerte por cáncer en muchos países de América del Sur. Como no existe una correlación directa entre la prevalencia de las infecciones de Helicobacter y la incidencia de cáncer gástrico, otros factores deben estar en juego. Uno de estos factores podría ser una interacción de los ancestros, tanto del patógeno como del huésped.
En 1960 la mayoría de los psiquiatras pensaba que los niños con dificultades para concentrarse, es decir con Déficit de Atención (DA), sufrían un problema mental y había que medicarlos. En año 2009, se publicaron los hallazgos de un estudio con resultados muy claros. Casi 600 niños con fueron divididos en cuatro grupos. Unos recibieron sólo drogas (fármacos), otros drogas más terapia cognitiva, otros sólo terapia y un último grupo sirvió de control sin ningún tratamiento. Al inicio el estudio sugirió que la medicación o la medicación más terapia producían los mejores resultados. Sin embargo, después de 3 años los efectos se desvanecían y luego de 8 años, no había ninguna evidencia de que la medicación produjera mejora alguna en el comportamiento o el rendimiento académico.
Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de California, ofrece una buena explicación a lo que se sabe desde hace bastante tiempo: la aspirina puede disminuir el riesgo de aparición de algunos tipos de cáncer. El cómo lo hace, según los científicos y sus resultados, es eliminando la acumulación de mutaciones en el ADN de células que ya han iniciado su camino a la anormalidad. Los pacientes que tomaron aspirina acumularon en promedio 10 veces menos alteraciones en su ADN que quienes no lo hicieron.
En las afueras de Lafayette (Colorado) existe un lugar dedicado a un análisis detallado y profundo, nunca intentado hasta ahora, de la Cannabis, mariguana, marihuana, maracachafa o cualquiera de los nombres que pueda tener. La información obtenida servirá para delinear los muchos efectos de la planta en campos tan diversos como la medicina, los textiles, los alimentos, los combustibles y, la diversión. Se lo ha llamado Iniciativa de Investigación del Genoma de Cannabis y lo dirige Nolan Kane, profesor asistente del departamento de ecología y biología evolutiva de la Universidad de California.
Además de ser una de las actividades humanas que reúne grupos de personas para celebrar, disfrutar, relacionarse, coquetear, seducir, el baile tiene un beneficio importante para la salud pues pone en funcionamiento diversas áreas del cerebro que ayudan a mantenerlo activo y en buena forma. No es lo mismo reunirse para comer, discutir o ver una película. El baile requiere intercomunicación, por un lado y, por otro, coordinación elaborada y armoniosa (en diferentes grados) de movimientos corporales. Pero, ¿por qué se baila?
El pasado 21 de abril, el columnista de opinión del New York Times Frank Bruni, escribió una estupenda historia titulada “El Autismo y la Agitadora”. Se refiere a la campaña insistente y continua de una celebridad rubia que lo mejor que tiene en su haber es eso, ser rubia, aparecer desnuda en Play Boy y ser dueña de una belicosidad que no parece tener límites. Madre de un niño autista, su preocupación inicial parecía sincera pero con el correr de los años y contra toda evidencia se ha convertido en la jefe de una campaña irracional que culpa a las vacunas de causar autismo.
“Tengo 15 años, 3 meses y 2 días. Mi memoria es como una película. Por eso soy realmente bueno a la hora de acordarme de cosas…, porque mi memoria tiene una banda olfativa que es como una banda sonora. Y cuando la gente me pide que recuerde algo puedo apretar simplemente el Rebobinar y el Avance Rápido y la Pausa como en un aparato de video. Y no hay botones además, porque todo está pasando en mi cabeza”. Así cuenta cómo ve el mundo el protagonista de “El Curioso Incidente del Perro a Medianoche”, de Mark Haddon. El autorconsigue escribir una novela contada por un muchacho autista. Una novela novedosa que impresiona y le mete al lector unas ganas inmensas de conocer más sobre esta disfunción cerebral.
Según estudios recientes, las disparidades socioeconómicas en la infancia temprana están asociadas con diferencias claras en el desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños, pues es justo en esos momentos cuando se están dando cambios dramáticos en el cerebro. De igual manera se informa que problemas derivados de diferencias en el Nivel Socio Económico (NSE) de las familias se evidencian en serias secuelas en aquellos situados en los niveles más bajos. Usando la técnica LENA, diseñada para seguimiento del desarrollo del lenguaje en el día a día, un equipo de investigadores encontró que en un grupo de hispanos con NSE muy bajos existían serios problemas en la forma y el tono de cómo hablaban los padres a sus hijos.
En el siglo XIX, Francis Galton, primo hermano de Darwin y estudioso de muchas áreas del conocimiento, descubrió que personas con un comportamiento totalmente normal, presentaban una particularidad: cada vez que veían un número, de inmediato le asignaban un color. Así, el número cinco podía ser rojo, el seis verde, el siete azul, el ocho naranja. Además, en la misma persona también podía darse el hecho de que le asignara colores a las notas musicales. Lo llamó sinestesia.
Las personas afectadas de “apotemnofilia” exigen al médico que les corte un brazo normal que ellos no sienten como propio. Uno de ellos, decano de una facultad de ingeniería, después de retirarse, acudió al laboratorio de V.S. Ramachandran, director del departamento de Psicología y Neurociencias de la Universidad de California. Con la ayuda de un bolígrafo trazó una línea clara y definida por encima del codo y le dijo: “necesito que me corte esta parte del brazo que no es mía, la que queda por debajo de la raya”. Los resultados derivados de los estudios con estos pacientes han permitido ahondar en el conocimiento del cerebro.
Los organismos modificados genéticamente (OMG), o transgénicos, son el resultado de usar la ingeniería genética para introducir genes de un organismo, con algunas ventajas fisiológicas, en el ADN de otro. Los primeros resultados exitosos aparecieron alrededor de 1973 y rápidamente se les encontró una buena aplicación, principalmente en el campo de la medicina. En 1982 la FDA, entidad estadounidense que regula y controla la calidad de los alimentos y las drogas (medicamentos), aprobó el uso de insulina humana producida por una bacteria modificada genéticamente. Lo siguiente fueron las vacunas y, a mediados de 1990, se aprobó el uso de los transgénicos en la industria agrícola ¿Por qué los ataques tan severos a los cultivos transgénicos?
En octubre de 2009 un grupo de más de 45 científicos de diversos lugares del mundo publicó en la revista Science los resultados de 17 años de trabajo en un fósil encontrado en la costa oriental de África, en el Valle del Rift. En realidad se trata de los restos de más de 36 individuos, con rasgos evolutivos en la vía a los humanos, con una edad de 4.4 millones de años. El fósil más completo tiene gran parte del cráneo, la pelvis, brazos, parte de las piernas y los pies, y corresponde a una mujer. Se llama Ardiphitecus ramidus, “Ardi”. Una nueva investigación de inicios de este año y liderada por el paleoantropólogo William Kimbel de la Universidad del Estado de Arizona confirma una relación evolutiva de Ardi con el linaje humano.
Si se logra controlar lo que la vegetación hace con el dióxido de carbono, principal responsable del aumento de temperaturas por efecto invernadero, el destino de ese gas estará en las manos del hombre. Se puede pensar en diseñar, por ejemplo, “plantas comedoras de carbono”. La ciencia y la tecnología de la ingeniería genética todavía no están listas para usos a gran escala. No entendemos aún el lenguaje del genoma lo suficiente como para leerlo y escribirlo con fluidez. Pero la ciencia anda rápido y la biotecnología más aún, tanto que es posible esperar tener árboles diseñados genéticamente para comer carbono o para transformarlo en combustible u otros químicos en los próximos años.
En el sistema nervioso central residen muchos tipos de células. Mientras las neuronas han sido siempre las protagonistas y las acaparadoras de todos los mimos, es sólo hasta hace poco tiempo que el papel de otras células ha recibido la misma atención. Las células gliales, en particular un grupo de ellas conocido como astrocitos, se consideraron por mucho tiempo como el simple soporte, el pegamento –su nombre viene del griego que significa eso precisamente– que mantiene en su puesto a las otras células del sistema nervioso central. Hoy en día los científicos están empezando a descifrar y reconocer el importante papel que desempeñan los astrocitos.
Cuando hace algo algunos años compré en un supermercado en Estados Unidos un paquete de carne molida, nunca imaginé lo que iba a ver. Puse la carne con condimentos en una sartén para iniciar el cocimiento. A los quince minutos, pedacitos de carne flotaban en un mar de grasa. Paré la preparación y dejé que se decantara. El resultado fue que la cantidad de grasa triplicaba a la de carne. El cambio de estilos de vida, mayor sedentarismo, con el sofá, la televisión, el computador y los videojuegos señalados como los responsables, no explica por qué las personas llegan a convertirse en obesas. Es la industria alimenticia la que inició el cambio.
Durante el sueño el cerebro se dedica, entre otras, a dos actividades fundamentales: la primera, una limpieza grande para eliminar residuos y la segunda, consolidar la memoria. Limpiar el cerebro libera espacio para almacenar información nueva (en el cerebro la finca raíz es carísima) y la consolidación de la memoria nos habilita para poder seguir siendo quienes somos ¿Por qué nos pasamos un tercio de la vida durmiendo, actividad que compartimos con la gran mayoría de los mamíferos?
La carencia de la vitamina A causa ceguera en casi medio millón de niños cada año y la mitad de ellos mueren en el curso del siguiente año. Ahí no para la desgracia: el sistema inmunológico se debilita a tal punto que casi 2 millones, principalmente niños menores de 5 años y mujeres, mueren cada año por enfermedades que hubieran podido evitarse. Una forma de combatir la falta de vitamina A en las poblaciones pobres del mundo es el “arroz dorado”. Este tipo de arroz debe su color amarillo a la inserción de un gen del maíz y a otro de una bacteria, que lo convierte en la única variedad vegetal modificada por la biotecnología para producir beta caroteno, molécula precursora de la vitamina A. Pero la implantación de este tipo de arroz no está siendo fácil, a comienzos de agosto de 2013, un grupo de militantes de varias organizaciones asaltaron un campo de experimentación del arroz dorado en Filipinas y destruyeron las plantaciones.
Las bacterias no pueden vivir sin los humanos ni éstos sin ellas. En el organismo de los humanos existen diez veces más bacterias que células y gracias a los estudios en los laboratorios usando técnicas de ADN, el número está creciendo de manera acelerada. Sólo en la boca hay entre 500 a 1000 especies y a medida que se estudien más personas, mayor será el número. La boca constituye un ecosistema que a su vez se subdivide en regiones como la lengua, las encías, los dientes. Incluso un diente, en cada uno de sus lados, tiene una combinación diferente de especies.
Si Charles Darwin reapareciera hoy, tal vez se sorprendería gratamente al saber que compartimos ancestros comunes no sólo con los monos sino también con los virus. La palabra virus, que en latín significa toxina, veneno, siempre resuena en la cabeza como sinónimo de enfermedad y destrucción. Tal vez no siempre haya sido así y estos organismos, al contrario, hace millones de años hayan participado activamente en procesos evolutivos importantes. Y lo sigan haciendo, tanto que podrían llegar a producir cambios significativos en la especiación animal.
El crédito dado al papel de las mujeres en los procesos que llevaron al establecimiento de la agricultura, aunque siendo un reconocimiento merecido, no le hace justicia ni valora las tremendas dimensiones de lo que de verdad significó para el avance de la humanidad la contribución femenina. Las mujeres de la prehistoria hicieron nada más ni nada menos que plantar la semilla, no ya de una planta en particular, sino la de lo que terminaría siendo uno de los puntales para los inicios de la inteligencia y el lenguaje de los seres humanos.
En mayo del año 2000, el biólogo evolutivo y divulgador de ciencia Richard Dawkins envió una carta Carlos de Inglaterra, notable promotor de lo esotérico y militante anti ciencia. A pesar de que han transcurrido 13 años, la carta no ha perdido un milímetro de vigencia. Es más, ahora, con todo el movimiento anti modificados (MG), la defensa de la ciencia se vuelve una necesidad enorme, aunque a veces la discusión raya los límites de lo racional, como al final lo señala el neurocientífico Sam Harris. Josefina Cano nos invita a escuchar el contenido de aquella carta.
Una de las estrategias reproductivas utilizadas por las plantas para atraer a los insectos, es ofrecerles el néctar de sus flores, rico en azúcares. Un descubrimiento reciente nos informa que el néctar de algunas plantas contiene además pequeñas cantidades de otras sustancias, cafeína y nicotina. Las plantas usan diversas estrategias para atraer insectos que las ayuden a regar su polen, pero eso de ofrecerles un café y un cigarrillo, como un buen anfitrión hacía con sus empleados (las abejas son trabajadores sin contrato y salario) ya es otra cosa.
El cerebro no evolucionó para que pensáramos. Pensamos porque el cerebro evolucionó. Cuando en un pasado muy lejano, hace más de 5 millones de años, nuestros ancestros homínidos, con su genoma cambiado ya por el azar, se levantaron del suelo en lo que sería el inicio del camino a convertirnos en humanos, las dificultades debieron ser innumerables. La posición erguida condujo a un estrechamiento de las vías del alumbramiento en las hembras. Esto, sumado a que el cerebro ya estaba creciendo, se convirtió en una grave dificultad al momento del parto ¿Cómo solucionó el problema la evolución?
Casi todos pensamos que la memoria de corto plazo es la que nos permite recordar eventos que han sucedido hace horas, días. Y que la de largo plazo nos trae recuerdos más lejanos, que nos pueden llevar hasta a la infancia. Pero no es así. La neurobiología nos cuenta que la memoria de corto plazo es un proceso que dura como máximo treinta segundos. En 1953, Henry Gustave Molaison, aquejado de un caso grave de epilepsia, fue sometido a una operación de cerebro en la que se le extirparon cuatro centímetros de tejido en ambos lóbulos temporales. En ese tejido se fue gran parte del hipocampo y toda la amígdala, el lugar donde residen las emociones. Cuando se recuperó de la operación, sus ataques de epilepsia habían cesado pero pronto fue evidente que algo terrible, devastador e irreversible había pasado. Henry no podía recordar nada posterior al día de la cirugía. Quedó atrapado todo el resto de su vida en un permanente tiempo presente.
Hace 4.4 millones de años existió en el África un homínido que caminando erguido tenía un cerebro similar a un chimpancé, Ardiphitecus ramidus, Ardie. El caminar erguido redujo su cavidad torácica y con ella su aparato digestivo. El alimento con hierbas y ocasionales insectos que aportaban proteína no fue suficiente y acabó llevándolo a la extinción, como a tantos otros que le sucedieron en el experimento. Habrían de pasar unos millones de años más hasta que apareciera Homo erectus, y él sí haría la gran revolución, incorporar la carne a su dieta. Pero el consumo de carne no es por sí mismo una condición única para lograr el crecimiento cerebral. Es el cocinado de la carne lo que al final importa.
En una de esas tardes calientes en Juazeiro, un pueblo pequeño de Bahía de San Salvador en Brasil, un grupo de investigadores liberó por primera vez miles de mosquitos de la especie Aedes aegipte, todos machos modificados genéticamente y con un único destino: destruir su propia especie. Juazeiro es uno de los lugares con mayor incidencia de dengue en el mundo, tanto que se cuentan con los dedos de las manos quienes no han sufrido la enfermedad. Para los afortunados, los síntomas pueden llegar a ser los de una gripe fuerte, pero para otros puede convertirse en una amenaza de muerte, pues en una sucesión rápida de eventos, puede llevar a la fiebre hemorrágica con vómitos y hemorragias en la nariz, la boca y la piel. El dolor puede ser tal que al dengue le han dado el nombre de fiebre de los huesos rotos.
La humanidad, desde sus comienzos, ha estado modificando los alimentos que consume. Muchos ensayos tuvieron que hacer los primeros cultivadores para lograr el propósito final de cualquier alimento: ayudar en el crecimiento sin ser un riesgo para la salud. Ahora, mediante técnicas de ingeniería genética, se puede introducir en las plantas un gen que la vuelve resistente a determinados virus, o un gen para facilitar la fijación del nitrógeno que de otra manera habría que agregarle en forma de abono. Pero las plantas resultantes llevan un sello de ignominia: modificadas genéticamente o transgénicas.
Henrietta Lacks era una bella y divertida mujer negra, nieta de un blanco que tuvo sus hijos con una esclava en sus plantaciones de tabaco. Se casó con un primo y tuvo cinco hijos. A los 31 años, en 1951, sintió que algo andaba mal en su cuerpo y fue al hospital Johns Hopkins. Le fue diagnosticado un carcinoma cervical y se tomó una biopsia para asegurar el diagnóstico. En la sala de cirugía estaba George Gey, médico del hospital, quien, sin preguntarle a nadie, tomó su propia muestra y se la llevó a su laboratorio. Gey le dio nombre a esas células que se multiplicaban a una velocidad asombrosa, las llamó HeLa. En marzo de 2013, investigadores del Laboratorio Europeo de Biología Molecular dieron a conocer el genoma de las células Hela ¿Es posible, arrancando de una línea celular con más de 60 años en miles de laboratorios y sufriendo alteraciones genéticas que la hacen muy diferente a las células originales, conocer el perfil genético de los Lacks?
La mosca de la fruta, Drosophila melanogaster, esa que ronda los plátanos y que puede ser tan molesta, es noticia por su afición al alcohol. Es borracha. O mejor, usa el alcohol para curarse los parásitos y eso a los científicos los tiene encantados pues podría, y de hecho lo está haciendo, dar muchas claves para preguntarse si el consumo de alcohol tendría un efecto protector contra enfermedades infecciosas, en particular aquellas producidas por parásitos que residen en la sangre.
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