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En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

El dengue y el mosquito OX513A: Licencia para matar

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En una de esas tardes calientes en Juazeiro, un pueblo pequeño de Bahía de San Salvador en Brasil, un grupo de investigadores liberó por primera vez miles de mosquitos de la especie Aedes aegipte, todos machos modificados genéticamente y con un único destino: destruir su propia especie.

Juazeiro es uno de los lugares con mayor incidencia de dengue en el mundo, tanto que se cuentan con los dedos de las manos quienes no han sufrido la enfermedad. Para los afortunados, los síntomas pueden llegar a ser los de una gripe fuerte, pero para otros puede convertirse en una amenaza de muerte, pues en una sucesión rápida de eventos, puede llevar a la fiebre hemorrágica con vómitos y hemorragias en la nariz, la boca y la piel. El dolor puede ser tal que al dengue le han dado el nombre de fiebre de los huesos rotos.

El mosquito viajó del África a las Américas en el siglo XVII en una invasión que trajo con ella la fiebre amarilla. Además del dengue y la fiebre amarilla, transmite otras muchas enfermedades, casi todas ellas regadas por los trópicos. Eliminada la fiebre amarilla por la vacuna, el mosquito sigue transmitiendo el dengue, una de las enfermedades virales con mayor capacidad de expansión en el mundo. Se calcula que 50 millones de nuevos casos se dan al año.

El mosquito fue erradicado de Estados Unidos por los métodos clásicos de control con insecticidas hace 50 años. Pero está volviendo a Hawai, Texas y Florida. La razón, el mosquito viaja sin ningún problema en llantas de automóviles y puede permanecer en estado de incubación por meses. Las llantas absorben el calor y almacenan agua de lluvia creando un nicho perfecto. Como el comercio y movimiento de llantas es tan común por estos días, la incidencia del dengue se ha triplicado desde 1965.

No hay vacuna ni cura para el dengue. La única arma contra la enfermedad es envenenar a los insectos que transportan el virus, es decir regar insecticidas a diestra y siniestra, con el agravante de que muchos de ellos ya son resistentes. Paul Reiter, investigador de entomología médica en el Instituto Pasteur y uno de los expertos mundiales en el estudio de la biología de los mosquitos transmisores de enfermedades dice: “el dengue es una enfermedad terrible, terrible. El daño causado es imposible de exagerar. Y ninguno de los métodos usados hoy están funcionando. Ninguno”.

O tal vez si exista un método y eso es lo que se está haciendo en Brasil a manera de experimento, desde hace un par de años, en una colaboración entre tres grupos de investigadores de igual número de instituciones: la Universidad de Sao Paulo, el Instituto Oxitec y el laboratorio Moscamed. El Instituto Oxitec (Oxford Insect Technologies) es una compañía pequeña, salida de un departamento de zoología de la Universidad de Oxford. Bajo la dirección de zoólogo Luke Alphey (con su enorme conocimiento acumulado en años de trabajo con insectos), el instituto cambió su estrategia anterior, que era la de irradiar a los machos de Aedes para esterilizarlos, por la de usar las nuevas tecnologías de la biología molecular.

El Aedes es un insecto con ciertas ventajas para el trabajo en el laboratorio. Las hembras, que son las que pican a los humanos y sacan la sangre necesaria para producir los huevos, tienen un tamaño mayor que el de los machos, lo cual facilita la necesaria separación, posterior al nacimiento de los adultos modificados, por sexo. Los huevos, del tamaño de un grano de sal son inyectados con jeringas que sólo son manipulables bajo el microscopio. Los huevos reciben dos genes: uno que contiene las instrucciones para fabricar una proteína que mantiene el crecimiento sano de las células pero que a las dosis programadas se vuelve letal, y otro que lleva un marcador fluorescente, que indicará a los investigadores cuáles mosquitos son los modificados.

Los huevos de los mosquitos modificados son alimentados con sangre de cabras hasta que llegan a adultos. Las hembras son eliminadas y los mosquitos modificados, llamados OX513A estarán listos para hacer su trabajo: aparearse con hembras sin modificación (hembras silvestres) y pasarles el gen letal que las destruirá a ellas y a sus huevos. El laboratorio es capaz de producir millones de OX513A y llevarlos a muchos lugares donde el dengue o bien es endémico o está iniciando su invasión, como es el caso de Key West, en la Florida.

“Si alguna vez logramos eliminar a Aedes aegipti, o incluso a todos los mosquitos, el mundo no los echará de menos y otros insectos rápidamente llenarán su nicho ecológico, si es que lo tienen”

Como sucede en la ciencia, ningún ensayo está exento de errores. Pero los que se le pueden señalar al del mosquito modificado no tienen mayor fundamento. Eliminar una especie puede traer consecuencias graves para la cadena alimenticia dicen algunos. Lo que no tienen en cuenta es que Aedes es un bicho particular. No es parte esencial de la dieta de otros animales, no modifica y airea el suelo como lo hacen las hormigas, no poliniza como las abejas y no tiene otro propósito que reproducirse sin oficio ni beneficio. “Si alguna vez logramos eliminar a Aedes aegipti, o incluso a todos los mosquitos, el mundo no los echará de menos y otros insectos rápidamente llenarán su nicho ecológico, si es que lo tienen” ha escrito el zoólogo Andrew Spielman.

La alarma, en el caso del mosquito del dengue, de la posibilidad de que una hembra que lleva en sus entrañas el gen letal pueda escaparse del laboratorio y picar a alguien y causarle daños inimaginables, se apaga con el simple hecho de saber que la proteína letal para Aedes no llega a las glándulas salivares de la hembra y porque se ha demostrado que la proteína es inocua en humanos.

En Juazeiro los encargados del “Projeto Aedes Transgenico”, su nombre en portugués, van de casa en casa, en un camioncito equipado con bocinas que anuncian la llegada de los voluntarios que les van a explicar a los pobladores lo que se va a hacer liberando los mosquitos modificados. Los reciben con agradecimiento y entusiasmo. Luego de varias charlas, los voluntarios abren las cajas de plástico donde van los Aedes aegipti modificados, que, después de unos instantes de duda, se alinean en la ropa de los trabajadores para orientarse y salir volando a cumplir su misión.


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