En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
A veces, y muchas, sentada en un restaurante o en un café o en un medio de transporte, miro con honda preocupación que casi todas las personas están atadas a sus aparatos electrónicos. Digo casi porque a mí me encanta dejarlos en la casa y disfrutar, unos momentos, de conversaciones, de ver caras, vestidos, rarezas. ¿Será que ya no hay vuelta atrás y que los seres humanos han reemplazado y lo seguirán haciendo, la calidez del contacto por la oferta fabulosa de información sin límites, de juegos, de elementos de distracción?
Además con el bombardeo incesante y continuo de imágenes, propaganda, ofertas, noticias, nuestros cerebros la tienen difícil a la hora de filtrar lo que está cimentado en hechos reales, no ya decir, descartar lo que es falso. Además por qué habría de hacerlo si lo que es verdadero para algunos no lo es para otros. Aunque aquí y ya situados en el terreno de la ciencia el asunto es diferente.
La ciencia se fundamenta en que lo que se da a conocer tiene el soporte de hechos que se han sometido a verificación, se han confrontado muchas veces y han sufrido la revisión de un cuerpo especializado de científicos. No es un asunto de opinión o pareceres: son hipótesis que puestas a prueba se convierten en evidencias. Muchas lo son de forma transitoria porque otra característica de la sanidad de la ciencia es su continua, constante capacidad de renovación, de revaluar ideas que no eran correctas o que lo eran de forma insuficiente.
Así, cuando tras muchos años después de probar la seguridad y la eficiencia de las vacunas se les da vía libre y se logra erradicar la casi totalidad de las enfermedades infantiles, viene un médico inglés y, tras maquillar resultados, expande por el mundo la falsa noticia de que las vacunas producen autismo, estamos en otro terreno, el de las declaraciones falsas. Las consecuencias desastrosas de esa falsa noticia se ven de forma tan sencilla como que esas enfermedades ya erradicadas han vuelto a enfermar a miles de niños, al punto que algunos gobiernos han recurrido a volver obligatorio el vacunar a los bebés, piensen lo que piensen los padres desinformados. Igual sucede con otras tantísimas declaraciones falsas como la de que los transgénicos producen cáncer, todo resultado de que un investigador francés inventó datos y los publicó, junto con unas fotos truculentas y que aunque el artículo fue retirado de la revista donde se publicó, la noticia se regó como pólvora y claro, más candela para los enemigos de la ingeniería genética. La teoría de la evolución es una invención, según grupos religiosos, a pesar del abrumador registro fósil, la tierra es plana, así haya sido vista y fotografiada por los astronautas, ah, que de paso tampoco estuvieron en la luna, según los que dudan de todo.
¿Pero por qué razón el cerebro con muchísima frecuencia le abre con tanta facilidad la puerta a estas declaraciones falsas, y con ello se hace con información no verdadera, que lleva a tomar posturas distorsionadas a la hora de tomar decisiones?
En un estudio reciente, el psicólogo David Rapp, explica que las personas incorporan de forma rápida esas declaraciones falsas en su memoria, porque es mucho más fácil hacerlo a ponerse en el trabajo de evaluar de forma crítica y analizar lo visto o escuchado. Luego, el cerebro trae la información incorrecta primero pues es la que menos trabajo ha supuesto a la hora de procesarla. “Si está disponible, las personas tienden a pensar que se pueden fiar pero, no porque se recuerde que alguien “importante” dijo algo, vuelve a lo dicho verdadero”, dice Rapp.
Inclusive es más difícil evadir el confiar en información no cierta cuando la información verdadera y la falsa están mezcladas, insiste Rapp, quien además es profesor de psicología. “Estamos bombardeados con toneladas de información todo el día; es una pesadilla el evaluar de forma crítica todo lo que recibimos”.
Con frecuencia asumimos que nuestras fuentes de información son confiables. Y no es que las personas sean dejadas o perezosas, aunque en algunos casos esto puede contribuir al problema. Es que la tarea de evaluar y confrontar todo es ardua y difícil y nosotros tendemos a preservar recursos para cuando necesitemos hacerlo en situaciones que requieran más nuestros esfuerzos.
Y en los asuntos políticos muchos presentan información que es, de manera clara, errónea, y que además, casi todos ellos no se han tomado la molestia de investigar o confrontarla. Luego en las redes sociales el asunto se ha convertido en una verdad que se asume como tal y se riega, ahí sí, sin la más leve posibilidad de ser analizada, menos de ser revertida.
En su revisión, Rapp se permite indicar algunas ideas que faciliten la labor de filtrar la información y caer en la trampa fácil de tomar todo como una verdad.
Evaluar de forma crítica la información, de forma inmediata. Esto le ayudará al cerebro a no almacenar la información incorrecta. “Se trata de evadir el codificar esos datos que al final pueden resultar nocivos al momento de formar una memoria sana, peligrosos en potencia”, dice Rapp.
Considerar la fuente es una buena idea. Las personas tienen una tendencia mayor a usar información errónea de fuentes creíbles, más que de las que no son de fiar, de acuerdo a la investigación de Rapp. Si lo dice fulano, que es tan poderoso y sabe tanto, así esté diciendo falsedades, se lo toma como cierto.
“Cuando la verdad está mezclada con declaraciones no fiables, las personas son persuadidas, engañadas o se vuelven menos críticas, algo que les impide reconocer, evaluar y rechazar ideas falsas”, finaliza Rapp.
Desenredar la maraña que pueda formarse entre la verdad y las falsedades, creada esa maraña por la confusión generada por la información que viene de tantas fuentes, vuelve el desafío aún más difícil. Pero eso es lo que se nos viene encima. Tomarse un respiro de la fiebre electrónica puede ayudar a serenar y volver más crítico a nuestro cerebro, así será menos fácil de engañar.
Referencia:
The Consequences of Reading Inaccurate Information. David N. Rapp
Current Directions in Psychological Science. 2016.
(Josefina Cano, 10/2017)
Más información en el Blog de Josefina Cano: Cierta Ciencia
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