En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
A unas cuadras de mi casa en Nueva York funciona una institución que siempre me llamó la atención. No por su edificio, uno elegante y sobrio, ni por el nombre, Escuela de Leyes Cardozo, sino porque ya había leído un par de artículos en el periódico donde contaban historias de presos que habían sido exonerados gracias al trabajo de un grupo de abogados de esa escuela. Su trabajo consiste en revisar las historias, cotejar pruebas y aquí viene lo que me pareció tan interesante: usan el ADN como la herramienta clave para fundamentar casos de presos que insisten en que fueron condenados de manera injusta.
Se llama Proyecto Inocencia (PI), fue fundado hace 27 años por Barry Schek y Peter Neufeld, como una organización legal sin ánimo de lucro. Su propósito, aparte de ayudar a víctimas inocentes bien sea por un mal juicio, falta de evidencia o algún sesgo de los jueces, es también participar en la tan necesaria reforma del sistema de justicia criminal para prevenir nuevas injusticias.
Comenzaron en Nueva York pero ahora están en todos los Estados Unidos y muchos lugares del mundo, incluidos Brasil, Chile y Argentina en Suramérica.
Durante sus años de trabajo han logrado liberar a varias personas que estaban esperando la pena de muerte, argumento que les ayudó a constituir un alegato serio para oponerse a esa práctica y que ha sido importante a la hora de establecer una moratoria en otro casos de ejecuciones programadas. Según sus fundadores, las carencias y problemas de la ciencia forense se han venido subsanando con el uso de las pruebas que usan el ADN.
Hasta julio del 2017, 351 personas que habían sido sentenciadas por crímenes serios en los Estados Unidos, han sido exoneradas por las pruebas de ADN, veinte de ellas sentenciadas a morir. Casi todas, un 99% fueron hombres pertenecientes en un 70% a minorías (afro descendientes, latinos, indígenas).
Lo que han venido haciendo las continuas innovaciones en los métodos de análisis del ADN para su uso en la ciencia forense y la investigación de crímenes en todo el mundo es una verdadera revolución. En los últimos años el proceso se ha acelerado permitiéndoles a los investigadores la posibilidad de, con menos información en las escenas de posibles crímenes, lograr identificar con mayor precisión a sospechosos.
El trazado de un PERFIL DE ADN, (Perfil Genético, PG) provee a los investigadores de las herramientas que les harán más fácil la tarea de investigar un abanico de hechos que va desde robos a homicidios, identificar sospechosos y excluir a inocentes, reconstruir escenarios de crímenes o identificar restos humanos cuando ha ocurrido una catástrofe.
Las pruebas analizan en esencia el ADN y cuando el caso lo requiera el ARN, la molécula de cadena sencilla.
Cuando se dispone de una muestra de sangre, semen, restos de saliva o de otros tejidos o de un pelo o un hueso, el procedimiento se puede realizar con cierta facilidad. Se realiza el PG de lo encontrado y se compara con el del sospechoso. Primero se ha tomado el ADN, escogido una región y en el laboratorio se han hecho múltiples copias de ella para visualizar mejor ese perfil. Al final lo que hace el PG es eliminar o descartar a quien no casa con la muestra tomada en el sitio.
Para muchos estudios, esos marcadores en el ADN se usan para ese propósito. Son repeticiones continuas de las bases nitrogenadas, que por ser únicos y no variar tienen esa característica única. Como de todo nuestro ADN tan sólo un 3% codifica para proteínas (está involucrado en la tarea de fabricarlas), existe una cantidad enorme de ese material que puede darse el lujo de cambiar sin alterar funciones importantes de las células. Esas regiones son las usadas para estudios forenses, de paternidad y en casos de personas muertas en desastres naturales y a quienes no se puede identificar salvo por un pequeño vestigio.
Se conocen como polimorfismos: varían mucho dentro de la estructura del ADN pero una vez establecidos se mantienen intactas y son únicos para cada persona, un sello. Así, la probabilidad de que pertenezcan a otra personas es mínima. Por eso se les confiere un valor de predicción estadístico cercano al 100%.
Anthony Wright pasó 25 años de su vida en prisión, tuvo dos juicios inútiles que buscaban probar su inocencia para al final ser declarado no culpable de la violación y muerte de una mujer casi anciana, en Filadelfia, crímenes que se le imputaron en 1991.
La defensa en el último juicio de Wright, presentó evidencia de que el ADN en la ropa en la escena del crimen no era suyo y que por lo mismo él no pudo estar en el lugar del asesinato, como lo señalaba la policía. Además, en uno de los juicios anteriores, fue claro que el ADN del asaltante pertenecía a otra persona. Pero ni eso fue suficiente. Fueron los esfuerzos del PI y sus alegatos a diversos niveles durante más de cinco años los que liberaron a Wright.
Cuando fue arrestado, Anthony tenía veinte años. Siempre sostuvo su inocencia aunque firmó una declaración de culpabilidad redactada por la policía cuando lo amenazaron con torturarlo. En el primer juicio, donde se auto defendió, y donde los supuestos testigos del crimen dijeron no acordarse de nada se libró de la muerte por un voto del jurado de 7 a 5.
Son muchos los casos de personas que siendo inocentes se apelotonan en las cárceles a la espera de un juicio justo. Muy pocas de ellas tienen la suerte de contar con un equipo de abogados y litigantes que prestan, sin pedir nada a cambio y con el único propósito de ayudar, un servicio social tan necesario y vital. El Proyecto Inocencia que ya se ha constituido en lo que es ahora una red mundial: Inocencia, basada en la ciencia y su aliado principal, el ADN.
JOSEFINA CANO
Ph.D. Genética Molecular
Más información en el Blog Cierta Ciencia
Obras de Josefina Cano:
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades (Amazon)
En Colombia en la Librería Panamericana y en Bogotá en la Librería Nacional
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades. (Planeta)
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