En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
La FDA, (Food and Drug Administration) agencia que regula la calidad de los alimentos y los fármacos en Estados Unidos siempre ha sostenido que el envejecimiento no es una enfermedad, posición que se ha visto reforzada por la mayoría de los científicos que trabajan en el campo. Pero como anda circulando por las manos de algunos intereses una droga que en potencia podría retrasar el envejecimiento, el reclamo de que se lo trate como una enfermedad se ha vuelto urgente.
Los científicos han argumentado que el envejecimiento no es una enfermedad puesto que no existen genes, o alteraciones de ellos que sean responsables del envejecimiento y de la mortalidad. Además, el envejecimiento es universal y se da en todas los seres vivos con diferencias enormes pero igual de ineludibles. Existen insectos que viven tan sólo unas horas, tortugas que lo hacen por más de cien años.
Si hablamos tan sólo de los humanos, el envejecimiento no se puede considerar como una enfermedad pues a diferencia de una infección estomacal, o una fractura o una inflamación severa que obedecen a agentes patógenos o accidentes y que afectan de forma transitoria a regiones únicas del cuerpo, el envejecimiento es el resultado de la disminución de las funciones normales que han mantenido al cuerpo funcionando como ese conjunto complejo de órganos que trabajan en armonía.
Así el envejecimiento sea el responsable de todas las enfermedades neurodegenerativas, eso no lo convierte en una enfermedad. A medida que pasa el tiempo, el cuerpo se vuelve más débil para tolerar el estrés físico y mental, va perdiendo la agudeza para resolver situaciones que amenazan con infligirle daños y la capacidad para repararlos a tiempo, lo que puede acabar en permitir el desarrollo de enfermedades crónicas y debilitantes.
Suresh Rattan , médico danés dedicado al estudio del envejecimiento escribió:
“El envejecimiento no es una enfermedad pero sí una condición que permite o induce la aparición de una o más enfermedades, en algunas, no todas, las personas de edad. Este entendimiento del envejecimiento, como un proceso, debe transformar esa dañina idea de que es posible detenerlo con tratamientos anti envejecimiento ilusorios, en una que se centre en la importancia de mantener una buena salud durante toda la vida. Los problemas de salud relacionados con la edad, para los cuales no existe otro agente causal, deben centrarse en eso y no sólo en el tratamiento y manejo de la enfermedad. Seguir en la postura de investigar y tratar al envejecimiento como enfermedad a cambio de usar estrategias de prevención y mantenimiento de la salud, no sólo es social y económicamente insostenible, sino que acarrea un alto sufrimiento psicológico”.
Los esfuerzos por conseguir que la FDA declare al envejecimiento como una enfermedad y que como tal se pueda tratar, están concentrados en un grupo de investigadores que han iniciado un ensayo con 3000 individuos que sufren cáncer, enfermedad cardíaca o problemas cognitivos o tienen algún riesgo de sufrirlas, suministrándoles una droga usada en el tratamiento de la diabetes tipo 2, metformina, y que en ensayos usando ratones y gusanos ha extendido el período de vida. Si durante el seguimiento de los pacientes los investigadores pueden demostrar que la droga puede prevenir o y si puede inclusive detener las enfermedades entonces tendrán argumentos para solicitar la aprobación de la FDA. El ensayo se inició en el año 2015 y tiene una duración de 5 años.
Sin embargo, así los resultados salgan en un tiempo, la prensa sensacionalista ya le da valor curativo a la metformina y la recomienda como la droga que nos hará vivir sino para siempre, al menos unos tantísimos años. Lo que no se dice es que el mismo efecto en la maquinaria celular es producido por un condimento de amplio uso, la cúrcuma.
Como resultado de la evolución el cuerpo humano se convirtió en esa maquinaria extraordinaria que le ha permitido al hombre construir una cultura que entre otros grandes logros le ha facilitado combatir a muchos de los grandes enemigos que le han acosado y lo siguen haciendo. El descubrimiento y el desarrollo de tecnologías inimaginables hasta hace poco, nos asombran, y nos ayudan en la pelea. La enfermedad, venida de fuera en forma de agentes patógenos, o desde dentro como lesión a los genes en el caso del cáncer o por accidentes, se combaten desde el nacimiento y con la ayuda de esos desarrollos. El envejecimiento desajusta esa maquinaria, en un proceso que está programado por el mismo organismo.
Todas las células del cuerpo, a excepción de las germinales –óvulos y espermatozoides– tienen un período de vida que está inscrito en su genoma y que es finito. Su labor en el crecimiento, la reposición de tejidos dañados o reparación de heridas se puede hacer porque existen células madre que reinician el ciclo. Pero mantener esa máquina funcionando todo el tiempo, esto es acercándolas a la inmortalidad, nos regala con un invitado más que indeseable, el cáncer.
El envejecimiento no se puede entender en términos tan prosaicos como que es necesario que parte de la población vaya desapareciendo para hacerle sitio a los que vienen y que de otra forma no lo tendrían. Pero sí se lo puede pensar como un sistema de reposición y renovación, necesario para mantener una buena salud como sociedad. La Sociedad de los Genes*, término acuñado por dos investigadores y que será objeto de otro escrito, necesita renovarse y esa renovación vendrá dada por la recombinación, la mezcla de nuevo material, mezcla conducida por el sexo.
El incremento en la esperanza de vida, con tremendas desigualdades en todo el mundo, ha hecho que se viva cada vez más años. La pregunta es si esa extensión viene acompañada de buenas condiciones de salud o si por el contrario, salvo en los pertenecientes a esa mínima minoría que tiene o tendría acceso a los prometidos tratamiento anti envejecimiento, lo que hace es hacer aflorar dolencias debilitantes y humillantes para cualquier ser humano. De ahí que la artillería de la investigación científica debería dirigirse a la prevención y a la mejoría de las condiciones de salud no de unos sino de todos los humanos.
No quiere esto decir que los estudios a nivel molecular del entendimiento del envejecimiento no sean importantísimos. Claro que lo son y deben seguir adelante. Todo es asunto de prioridades y necesidades.
Referencias:
*The Society of Genes. Harvard University Press. 2016
http://www.alzdiscovery.org/cognitive-vitality/article/tame-ing-aging
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