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Cierta Ciencia

En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

La evolución, delante de nuestros ojos.

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En 1998 el biólogo Richard Lenski, inició un experimento que habría de durar 33 años y sería un estudio ejemplar de la evolución.

Lo que hizo fue dividir una población inicial de la conocida bacteria E coli, (esa que está en el estómago y ayuda en la digestión de los alimentos) y dividirla en doce tubos de cultivo con los debidos nutrientes; los mantuvo a 37 grados centígrados y cada día tomaba siete gotas y las transfería a doce nuevos frascos. Con frecuencia tomaba muestras y las congelaba.

Las bacterias, es sabido, se dividen muy rápido, seis generaciones cada día. Las E Coli amanecían como bebés y se iban a dormir como las tatatatarabuelas. El estudio le permitió a Lenski, tener en sus manos setenta mil generaciones de la bacteria. Con semejante información pudo realizar comparaciones muy provechosas sobre el comportamiento biológico de la bacteria y sobre todo le permitió entender los mecanismos de la evolución. Con cuánta rapidez, efectividad, creatividad y consistencia pueden los microorganismos mejorar su capacidad reproductiva.

La velocidad de reproducción nunca se estacionó y aunque al inicio fue más lenta, con el paso de las generaciones fue en aumento y nunca se observó que se hubiera detenido en su búsqueda por encontrar formas nuevas de mejorarla. Sin embargo un hallazgo que ocurrió una única vez dejó al investigador fuera de base. Uno de los tubos estaba inusualmente turbio, indicación de que la población bacteriana había aumentado muchísimo más.

El análisis del medio de cultivo, esa sopa de nutrientes que alimenta a las bacterias, mostró que en lugar de la glucosa de siempre, esas bacterias se estaban alimentando de otro elemento, un citrato, que les potenciaba el crecimiento.

Nunca más se repitió el fenómeno. Se lo llamó “momento citrato” y así es conocido. Pero dejó claro que esa vía, fruto del azar, dotaba a las bacterias de mejores recursos para reproducirse. Haga de cuenta que un grupo humano pudiera beber agua salada del mar sin problemas. Una mutación que lleva a un salto evolutivo asombroso. O varios cambios que se fueron acumulando y un buen día, bum, sucede lo nunca esperado.

El virus del coronavirus ha tenido ese “momento citrato”, y fue en 2019 o a lo mejor antes, cuando pegó el brinco a los humanos. Desde entonces y en un ambiente nuevo ha hecho fiestas en su capacidad reproductiva. Con seguridad ha ocurrido con otras enfermedades infecciosas como la viruela, la tuberculosis, la peste bubónica. La diferencia con el coronavirus es que el mundo está viendo cada una de las nuevas mutaciones a medida que se dan.

El coronavirus no se está dividiendo, multiplicando en frascos de cultivo sino en millones de personas. Siempre buscando las mejores y más eficientes formas para su único propósito, hacerlo cada vez mejor. Ya vamos en la variante Delta y quién sabe en cuánto tiempo llegaremos a la Omega. El virus está bien instalado.

Es asunto de los humanos permitir que algún día llegue tan lejos. Para impedirlo será necesario cerrarle las vías de trasmisión; usar las vacunas de forma igualitaria; parar de destruir hábitats que albergan diversidad biológica nativa y en lo posible convencer a los que dudan, que las vacunas no son una opción personal sino un deber cívico.

Referencias:

The dynamics of molecular evolution over 60,000 generations
Benjamin H Good, Michael J McDonald, Jeffrey E Barrick, Richard E Lenski, Michael M Desai. Nature 2017

Obras de Josefina Cano:

Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades (Amazon)

En Colombia en la Librería Panamericana y en Bogotá en la Librería Nacional

Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades. (Planeta)


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