En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
La mosca de la fruta, Drosophila melanogaster, esa que ronda los plátanos y que puede ser tan molesta, no lo es para nada. Al contrario, tiene muchas virtudes. Es la niña mimada de los genetistas porque es fácil de manejar y mantener en el laboratorio, tiene apenas 4 cromosomas y un ciclo vital muy corto; su genoma conocido al derecho y al revés ha permitido el estudio de muchas enfermedades de los humanos y se usa en experimentos para buscar curas contra el cáncer, Alzheimer, y muchas otras.
El eminente genetista Thomas Morgan, a inicios del siglo pasado, fue el primero en servirse de ella para establecer su teoría cromosómica de la herencia (los genes se sitúan en los cromosomas y así pasan de una generación a otra) lo que le valió el Nobel en medicina. De ahí en adelante la mosquita se convirtió en una estrella y lo sigue siendo hasta el momento.
Ahora es noticia pero por otras razones. Es borracha. O mejor, usa el alcohol para curarse los parásitos y eso a los científicos los tiene encantados pues podría, y de hecho lo está haciendo, dar muchas claves para preguntarse si el consumo de alcohol tendría un efecto protector contra enfermedades infecciosas, en particular aquellas producidas por parásitos que residen en la sangre.
Todd Schlenke, genetista evolutivo de la Universidad de Emory y líder del grupo que condujo un estudio sobre el uso del alcohol en las drosophilas señala: “puede ser que las moscas de la fruta sean únicas en su adaptación al uso del alcohol como medicina, pero nuestros datos sugieren una pregunta importante, ¿podrán otros organismos, quizá hasta los humanos, controlar parásitos de la sangre, consumiendo alcohol?”
Las cantidades de alcohol consumidas por las moscas son muy altas y no podrían tener un equivalente en otros organismos sin graves consecuencias, borracheras impensables entre ellas, pero las moscas son muy buenas en deshacerse de él: cuando ya no lo necesitan lo metabolizan con rapidez.
Una avispa pequeña es una de las peores enemigas para la supervivencia de las drosophilas. Inyecta sus huevos en las larvas de la mosca junto con un potente veneno que suprime la defensa inmunológica de las larvas. Así, las crías de la avispa devoran de dentro hacia afuera las larvas de la mosca y al final sale una avispa adulta. Pero en lo que es un ejemplo de evolución en acción, algunas moscas tienen un mecanismo potente de defensa: sus larvas llevan en su sangre un químico que liquida a los huevos de la avispa (¡literalmente los vuelve líquido!) y les permite así llegar a adultas.
Schlenke se preguntó si por detrás de esa capacidad de algunas moscas de ganarle la pelea a las avispas no estaría su afición a consumir alcohol. Para probar su suposición diseñó un experimento sencillo. Las drosophilas se cultivan en unos recipientes como platos con tapa, transparentes. En el fondo tienen levadura como alimento. Scklenke y sus colaboradores trazaron una línea divisoria en el fondo del plato. En un lado colocaron levadura mezclada con 6% de alcohol y en el otro sólo levadura. Sembraron las larvas de las moscas dejando que se movieran libres en el fondo del plato. Pasadas 24 horas, el 80% de las larvas que fueron infectadas con avispas estaban en el lado del alcohol, contra sólo 30% de las no infectadas.
“La contundencia de los resultados fue sorprendente”, dice Schlenke. “Las moscas infectadas en realidad consumen alcohol a propósito, y el consumo se correlaciona con tasas más altas de sobrevivencia”. Las moscas infectadas que consumen alcohol matan a las avispas en el 60% de los casos, contra 0% de sobrevivencia cuando las moscas se alimentan de tan solo levadura.
Las avispas son débiles lidiando con el alcohol y eso les cuesta la vida. Aunque algunas están “aprendiendo” a sobrevivir en el pesado ambiente que es el natural de las drosophilas, rodeadas de frutas en descomposición y nadando en alcohol. Al final, en esa coevolución de mosquitas y avispas prevalecerá la mejor equipada. Y llegado el caso los científicos le darán un empujón “selectivo” a quien tanto ha aportado a la genética.
Los investigadores se preguntan si es posible extrapolar los resultados a los humanos. Si podría pensarse en el tratamiento de enfermedades infecciosas con el consumo de buenas dosis de alcohol. Aunque los alcohólicos suelen tener alteradas las funciones de sus sistemas inmunológicos, un consumo regular y controlado de alcohol podría ser beneficioso para el organismo en las peleas contra agentes patógenos y en la recuperación de infecciones.
Habría que hacer muchos estudios, en humanos claro.
CODA
Un estudio reciente demuestra que el combatir parásitos no es el único propósito para el consumo de alcohol en las drosophilas. Se toman unos tragos cuando son rechazadas sexualmente, bueno, rechazados porque el estudio se hace con machos. Faltaría ver si les pasa lo mismo a las hembras.
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