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Cierta Ciencia

En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

¿Un gen para la serenidad?

Gen de la serenidad - Cierta Ciencia podcast - CienciaEs.com

Siempre se ha pensado que la ansiedad, ese terrible malestar que se dispara sin causas aparentes, se debe a un desajuste psicológico. Sin embargo, los médicos del área saben desde hace algún tiempo que muchísimas personas sufren de ansiedad sin haberse visto nunca expuestas a alguna situación de estrés o peligro o susto grave. Y que años de psicoterapia no tienen mayor efecto.

La neurociencia explica una posible razón. Ha demostrado por primera vez que una variación genética en el cerebro vuelve a ciertas personas menos ansiosas y con una capacidad mayor de olvidar experiencias desagradables. Esta mutación genética produce en nuestros cerebros niveles elevados de una sustancia, la anandamida, ahora llamada molécula de la tranquilidad, algo así como nuestro propio cannabis natural.

Las personas que disfrutan de ese regalo de la evolución tienen una menor tendencia a desarrollar adicciones a la cannabis y otras drogas, quizá porque no necesitan calmarse, ya lo están.

Quienes buscan un efecto sedante a sus ansiedades en el consumo de la cannabis, lo consiguen, aunque si el uso es diario y cuantioso, las capacidades congnitivas se ven afectadas. La disminución del consumo restablece los estados de alerta, la agudeza, la memoria, y claro, la ansiedad.

Los receptores cerebrales de la cannabis son los mismos de la anandamida. Existen en todo el reino animal, algo que demuestra su alto valor evolutivo. Todos nosotros producimos de forma natural la anandamida, pero quienes tienen la mutación la producen en mayores cantidades. Una mutación que confiere al menos dos ventajas: baja ansiedad y cero tendencia a las adicciones.

Algo muy llamativo en la frecuencia de la mutación es que varía entre diversos grupos étnicos. Así, un 21% de blancos descendientes de europeos, un 14% de los Han chinos y un 45% de los Nigerianos Yorubas portan la mutación.

Para estudiar a fondo la mutación, Francis S. Lee, profesor de psiquiatría y otros investigadores, tomaron el gen humano mutado y lo insertaron en ratones para poder observarlo en acción y medir sus efectos. Al tiempo estudiaron un grupo de humanos con la misma mutación en el gen.

Los ratones “humanizados” se mostraron menos ansiosos, permaneciendo la mayoría del tiempo en las partes abiertas de los laberintos donde habitan. Los ansiosos estuvieron siempre al abrigo de las zonas más cerradas. Y al igual que las personas con el gen mutado, los ratones tranquilos mostraron los mismos cambios en los circuitos neuronales implicados en el miedo y la ansiedad. En ellos se encontró una mayor conectividad entre la corteza prefrontal (centro del control ejecutivo) y la amígdala (crítica en el procesamiento del miedo) que en los ratones con el gen normal. Una conexión más fuerte entre estas dos zonas cerebrales asegura un gran control emocional y una ansiedad baja.

Y los efectos benéficos de la mutación no paran ahí. También controla ella la posibilidad de deshacerse de los miedos provocados y aprendidos con una mayor facilidad, esto es, saber cómo no tener miedo.

Aunque la naturaleza nos volvió atentos a cualquier señal de peligro y todos reaccionamos a ello, algunos, con la mutación, saben como olvidar pronto y seguir adelante sin mayores preocupaciones. Al final un buen punto de equilibrio: estamos protegidos por los ansiosos y exacerbados que nos alertan de los riesgos al tiempo que los serenos y desaprensivos nos permiten disfrutar de su tranquilidad para explorar mejor el entorno.

¿Y qué hacemos nosotros con receptores cannabinoides en nuestros cerebros? Y no sólo para el tetrahidrocannabinol, sino para el opio y la nicotina, que funcionan como llave y candado para estas sustancias. Y tenemos también neurotransmisores para captar drogas que tienen efectos calmantes, valium y similares. Cosas del azar, que demuestran una vez más, que no obedecemos a ningún diseño perfecto y armónico, más bien todo lo contrario. Cargamos en nuestros cuerpos y cerebros millones de años de ensayos fallidos unos, exitosos otros. Receptores para sustancias que nos podrán crear adicciones, que en malos entornos y graves desajustes emocionales, nos causarán graves daños, ¡vaya regalito nos ha hecho la señora naturaleza!

En los tiempos pasados huyendo de los depredadores, buscando comida, peleando con las hienas sobras de proteínas, un sistema neuronal bien afinado para percibir el peligro con seguridad nos permitió sobrepasar los obstáculos con cierta facilidad. Pero también se hacía imperioso el planificar, diseñar estrategias para no dejar todo a la aventura. Eso lo hicimos. Las pinturas rupestres están para testimoniar. Y tal vez lo hicieron quienes habían perdido el miedo, por una mutación como la que nos ocupa.

Si tenemos receptores para el cannabiol y esos mismos receptores son utilizados por su agonista, la anandamida, el camino a la síntesis y uso de ella debe despejarse con prontitud pues la ansiedad en buena dosis es sana pero pasados ciertos límites puede ser inhabilitante y una droga que la someta será más que bienvenida.


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