En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
Los humanos dependemos de nuestros sentidos para percibir el mundo, para percibirnos a nosotros y a los demás. Son nuestra única ventana al exterior. Sin embargo no le dedicamos mucho tiempo a pensar qué tan fiables son. Y más aún, cómo nos debieron ayudar y proteger en nuestra larga y solitaria andadura por los caminos de la evolución.
Un sentido en particular, el olfato se perfila como un candidato a haber sido el ayudante mayor.
La supervivencia de los organismos vivos depende en parte de la habilidad que desplieguen para evitar los peligros. Para nosotros, como no podría ser diferente, el sentido del olfato tiene una importancia particular para detectar y reaccionar a tiempo ante estímulos en potencia dañinos.
Nuestra respuesta a olores desagradables se había pensado como un proceso cognitivo consciente, que los asocia con posibles peligros. Sin embargo, un estudio reciente realizado por investigadores del Instituto Karolinska, señala por primera vez que es un proceso inconsciente y extremadamente rápido.
Nuestro sistema olfativo usa más del 5% de las células del cerebro y nos capacita para diferenciar entre millones de olores diferentes; una gran cantidad de ellos asociada a un riesgo para nuestra salud y bienestar, como el de alimentos descompuestos.
Las señales del olor llegan al cerebro en cosa de 100 a 150 millonésimas de segundo después de haber entrado por la nariz.
Durante mucho tiempo ha sido un misterio saber cuáles mecanismos neuronales están involucrados en convertir un olor desagradable en una señal de advertencia para los humanos.
Una razón para esa tardanza pudo haber sido la ausencia de métodos no invasivos para medir las señales que van desde el bulbo olfatorio a las sinapsis que lo conectan con el sistema nervioso, donde se detectan las posibles amenazas de sustancias y situaciones peligrosas.
Los investigadores desarrollaron un método que les permitió medir las señales del bulbo olfatorio humano que procesan el olor y emiten impulsos que se transmiten a las partes del cuerpo que controlan el movimiento.
Sus resultados están basados en tres experimentos en los que los participantes tuvieron que valorar sus experiencias con seis olores diferentes, unos agradables, otros no, mientras la actividad electro fisiológica del bulbo olfatorio, en forma de una respuesta a cada olor, se cuantificaba.
Fue muy claro para los investigadores que el bulbo olfatorio reacciona de forma específica y muy rápida a los olores desagradables y envía señales directas a la corteza motora en cosa de 300 mili segundos. La señal hace que la persona se aleje de manera inconsciente y muy rápida de la fuente del olor.
Si comparamos la velocidad de reacción de nuestros otros sentidos como mecanismos de protección, en especial el de la visión o el oído, el olfato lo hace de lejos con una velocidad mayor.
La explicación puede residir en que el olfato es un sentido, digamos, sencillo y directo. A diferencia de los otros, que se apoyan en sistemas neuronales mucho más complejos, y donde el recuerdo, el procesamiento de experiencias pasadas son esenciales para inducir una respuesta del organismo, en la percepción de los olores, más si son fuertes y desagradables, esos factores no intervienen pues la respuesta al estímulo de fuera es inconsciente.
La imagen de un investigador de crímenes, abriendo la puerta del lugar de uno supuesto y retrocediendo en el acto, sin haber visto, ni oído, ni tocado nada, obviedades aparte, es muy explícita.
Referencia:
Behzad Iravani, et al. The human olfactory bulb processes odor valence representation and cues motor avoidance behavior. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2021
JOSEFINA CANO
Ph.D. Genética Molecular
Más información en el Blog Cierta Ciencia
Obras de Josefina Cano:
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades (Amazon)
En Colombia en la Librería Panamericana y en Bogotá en la Librería Nacional
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades. (Planeta)
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