En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
Desde los inicios de la civilización, resueltos los problemas de supervivencia y con herramientas cada vez mejores, la humanidad ha intentado prolongar el tiempo de su permanencia en este planeta. Los cuentos y fábulas que relatan los esfuerzos por encontrar el elíxir de la vida son muchos pero todos se han quedado en el mundo de la fantasía.
A cambio, la ciencia se ha empeñado en la misma tarea pero con logros tan evidentes como los aumentos drásticos en la expectativa de vida a medida que se han eliminado muchas de las fuentes de epidemias, se ha mejorado la atención médica modernizada por el uso de aparatos cada vez más poderosos y por el hallazgo y creación de drogas que controlan o eliminan enfermedades.
Con el envejecimiento la espléndida maquinaria que es el cuerpo humano comienza a deteriorarse. Uno de los factores claves en ese deterioro es la baja en la eficiencia para eliminar sustancias que si permanecen en circulación interfieren en el correcto trabajo de las células: impiden las conexiones entre ellas llevando a fallas metabólicas que acaban ocasionando daños irreparables en los órganos. Ese trabajo de limpieza lo hacen los antioxidantes.
Los flavonoides son moléculas de origen vegetal ricas en antioxidantes y por esa razón una buena arma contra el envejecimiento. Ya se encuentran en las droguerías aunque la mejor manera de integrarlas a nuestro organismo es comiendo los vegetales que los contienen. Otra fuente de flavonoides es el chocolate aunque si es procesado industrialmente puede llegar a contener un mínimo porcentaje de antioxidantes, algo que no sucede si se consume la cocoa, en lo posible sin azúcar o con una dosis mínima.
Un grupo de biólogos lleva más de una década investigando en otro campo del envejecimiento. Partieron de estudios en levaduras donde demostraron que los cultivos alimentados con bajísimas cantidades de calorías, lo que se conoce como restricción calórica (RC) podían multiplicar su longevidad. Entusiasmados con los resultados usaron luego gusanos, para finalmente reproducir los efectos de la RC en ratones.
La RC se fundamenta en un mecanismo ancestral que usan los organismos y que con seguridad fue seleccionado por la evolución como protección en situaciones de carencia de alimentos. Se entra en una especie de hibernación, con un metabolismo lento hasta que las condiciones vuelven a ser favorables. El resultado es una vida más larga.
Los tan conocidos efectos del vino en alargar la vida y en concreto de la sustancia que se encuentra en las uvas y el vino tinto, resveratrol (pariente de los antioxidantes), llevaron a los biólogos en el campo de la RC a juntar las ideas y darles resveratrol a sus ratones. Los efectos fueron los mismos que los de la RC: vida más larga y sin achaques.
Cuando los primeros resultados se publicaron la noticia recorrió el mundo entero y se hicieron muchas fiestas para celebrar los hallazgos, aunque para conseguir efectos similares a los logrados en ratones, los humanos deberían tomar un tonel de vino tinto al día.
Después de numerosos ensayos en el laboratorio, investigadores de fuera del área y con sus resultados publicados en estos días, determinaron que el resveratrol activa factores de respuesta al estrés, en concreto un factor de reparación del ADN que está ligado a extender el tiempo de vida en humanos. El gen p53, conocido por su papel protector contra el cáncer y considerado uno de los guardianes del genoma también se activa en respuesta a la ingestión de resveratrol.
Como ya se dijo, una de las críticas al papel protector del vino era que las dosis a ingerir eran tan altas que el efecto benéfico no se podía alcanzar sino bebiendo cantidades inverosímiles del mismo. Este nuevo estudio demuestra que los beneficios se alcanzan con dosis que son la milésima parte de la de estudios anteriores. Esto significa que dos copas de vino al día serían suficientes para proveer el efecto benéfico y protector del resveratrol.
El resveratrol ya existe en pastillas y algunos de los biólogos del campo del envejecimiento las están tomando. Sin embargo, aún no se han hecho todos los estudios necesarios para su aprobación y poco se sabe de efectos adversos. Por eso mismo, lo mejor sea beberse el vino.
Algunos de los científicos dedicados al envejecimiento humano, llevados por los resultados tan alentadores de los flavonoides y el resveratrol y la euforia de los inmensos beneficios económicos derivados de la comercialización futura, se aproximan un poco a los viejos brujos. Hablan de extender la vida humana más allá de los 200 años. La sola idea es desagradable.
Qué mejor que tomarse la vida sin tantas expectativas alocadas y disfrutarla al máximo, así sin más. Si las plantas tienen entre sus componentes uno tan maravilloso como el resveratrol, algún mecanismo de la evolución debió seleccionarlo y fijarlo, para beneficio de las plantas primero, como un mecanismo de protección a condiciones de estrés y para el nuestro que podemos consumir un buen vino con moderación y tantos beneficios. ¡Salud!
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