En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
El proceso de aprender a leer cambia nuestros cerebros, pero también lo hace lo que leemos, cómo leemos y en qué leemos (en papel, lector, teléfono, computador). Todo esto es especialmente importante en esta nueva realidad que vivimos, cuando muchas personas se ven obligadas a atender a múltiples pantallas al mismo tiempo. Con la mayoría del mundo trabajando desde su casa y millones de estudiantes aprendiendo también en su hogar, desarrollar un cerebro “bilingüe”, uno adaptado simultáneamente al aprendizaje digital y al impreso, nunca había sido tan importante.
Los neurocientíficos y los educadores se preguntan dónde está el conocimiento en nuestra información, dónde la sabiduría. ¿Será que los diferentes medios aumentan o disminuyen nuestras habilidades para adquirir información, nos permiten diferenciar lo falso de lo cierto, en últimas, convertir la información en conocimiento? Las respuestas que salgan tendrán implicaciones profundas al momento de moldear en los niños el desarrollo tanto del intelecto, como de las emociones y la conciencia ética.
Estamos apenas en los albores de entender el impacto del aprendizaje basado en lo digital en el desarrollo de los cerebros lectores de los niños, al igual que el mantenimiento de los cerebros lectores en los adultos. Transformar nueva información en un conocimiento consolidado en los circuitos cerebrales requiere múltiples conexiones para conseguir habilidades de razonamiento, cada una de las cuales necesita la clase de atención y tiempo con frecuencia ausentes en la lectura digital.
Nos puede pasar, quedarnos con el inicio de una lectura pues al primer tropiezo en forma de una frase difícil lo dejamos, sin dedicarle el tiempo necesario para una buena y sana reflexión. Ahí perdemos dos oportunidades: examinar las bases de lo que hemos leído y añadir nuestras propias ideas. Y eso es porque damos una ojeada, pasamos rápido sobre el contenido, sin tener conciencia de que nuestros cerebros empezarán a cambiar, lo mismo que le pasa al más que maleable cerebro infantil.
Mirar rápido para informarse de todo, puede ser la nueva forma de “leer”. Y aquí viene lo que se puede perder pues el proceso de lectura que requiere atención de calidad estará en riesgo en un medio en el que las constantes distracciones bifurcan la atención. Este proceso incluye conectar el conocimiento previo a la información nueva, hacer analogías, marcar diferencias, ponerse en la perspectiva de otros (expandiendo empatía y conocimiento) para al final integrar todo en un análisis crítico. La lectura a fondo, profunda, es para nuestra especie el camino a ser visionarios y concebir ideas novedosas.
Pausas imperceptibles, casi automáticas, cambios rápidos en una atención en movimiento, hará que la velocidad de almacenamiento de lo que leemos se aquiete y no permita la reflexión.
Por eso cuando se lee por encima, no tenemos tiempo para pensar o sentir; es que es difícil en simples términos fisiológicos. La diferencia con una lectura sosegada y con toda nuestra inteligencia a su servicio, es la misma que hay entre unos cerebros lectores totalmente activados y los que resultan en versiones atontadas.
La crisis actual exacerba las amenazas a una completa alfabetización. Esto pasa porque ningún ser humano nació para leer. El hacerlo solo es posible porque tenemos un cerebro plástico, con circuitos neuronales que se adaptan a cualquier sistema de escritura y a cualquier medio. Ellos además, reflejan las características del medio donde funcionan, cualquiera sea éste.
El medio impreso se favorece de la atención y la lentitud. El digital se beneficia de un procesamiento rápido y que atiende varias tareas simultáneas; ambos medios están bien equipados para asimilar el bombardeo diario de información. Y nos pasa a todos. Leemos el titular y zigzagueemos hasta el final. O leemos la primera línea, leemos en el medio y vamos al final. Esto nos priva de deleitarnos con las bellezas del lenguaje del autor, sus reales intenciones y así por delante. Somos carne de las noticias falsas, alarmismos innecesarios, que al final son un peligro para una sociedad democrática. Lo vemos a diario.
La intromisión digital en cada salón de clase y en la casa plantea el gran interrogante de si los jóvenes se verán privados de una formación sólida. Algunos estudiosos señalan que este puede ser el caso pues los estudiantes muestran un descenso en su comprensión cuando leen la misma información impresa o en las pantallas. Aún los muy pequeños tienen dificultad en el manejo de material más abstracto si es venido de lo digital versus lo impreso.
Las razones son múltiples, pero no porque la lectura “profunda” no sea posible en una pantalla. Es sencillamente porque es más difícil pues las pantallas se asocian con la distracción, o lo que se define como una atención parcial continua. Esto resulta en menos tiempo dedicado al pensamiento abstracto. Más tiempo en las pantallas, más asociación con lo rápido, con conseguir información ya y buscar nueva de inmediato. Distracción.
Si les pasa a los adultos y con asuntos tan cotidianos como comprar algo necesario, que en pocos segundos pueden estar mirando y comparando y queriendo comprar de todo menos lo que necesitaban, qué decir de los jóvenes, con sus cerebros apenas en construcción. El reflejo de la novedad, como se lo denomina, regalo de nuestros ancestros y su vida necesitada de ella para sobrevivir.
El gran desafío es cómo aprender a manejar los medios impresos y digitales sacándoles el mejor partido. Para los pequeños que en la pandemia nunca habían tenido antes un aprendizaje serio de lectura es crítico construir y desarrollar las habilidades fundamentales que establecerán y robustecerán los circuitos neuronales necesarios para un aprendizaje serio y provechoso.
En resumen, de lo que se trata es de construir un cerebro bilingüe solvente tanto en medios digitales como convencionales, ineludible en estos tiempos. Sacarle partido a la difícil situación, que con la crisis actual viven por igual educadores, padres y estudiantes. La tarea no es fácil. Ya todos abrumados con la sobrecarga de impartir y recibir conocimiento de una nueva y desconocida forma, la digital, tendrá que recurrir a mejorar la lectura, allanando un poco el ya difícil camino del aprendizaje.
El proceso aconsejado por los expertos en educación infantil, de enseñar y solidificar la lectura y escritura tradicionales y una vez conseguido esto pasar a lo digital, se ha visto comprimido y acelerado de una manera brutal. Pero aquí está y habrá que enfrentar el desafío con esfuerzo y esperanza en que esos niños saldrán robustecidos de ese experimento forzado.
Y a la hora de dormir, libros, prestados, regalados, nuevos, viejos. Libros con todos los hermosos tesoros que contienen.
Obras de Josefina Cano:
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades (Amazon)
En Colombia en la Librería Panamericana y en Bogotá en la Librería Nacional
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades. (Planeta)
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