En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.
La decisión de dedicarme a la divulgación científica no se dio de un momento a otro. Llevaba yo un buen tiempo pensando en abandonar el trabajo en el laboratorio porque ya había pasado la pasión que lo alimentaba. Se volvió rutinario y eso puede ser mortal, al menos para mí.
Siempre y de manera paralela al dedicarle tiempo a las células, los microscopios, los cromosomas, leía con entusiasmo y me deslumbraban los escritos de muchos investigadores que contaban de su trabajo en una forma comprensible, amena, con humor y elegancia. Claro que nunca pensé en llegar a tanto sino en simplemente contar historias agradables, comprensibles. Eso sí, siempre venidas de la ciencia dura que me alimentó durante años y que lo sigue haciendo. Quise hacerlo en español porque poco o nada, aparte de las traducciones, se hacía.
Leo mucho. Por gusto y por necesidad. No concibo la vida sin tener a mano más de un libro. Cuando se está mermando la pila me empiezo a sentir abandonada. La palabra escrita es no solo necesaria, es imprescindible. Mis lecturas son muy variadas. Desde las obligadas y necesarias para mi trabajo en la ciencia hasta las que me facilitan el trabajo de escribir. La ficción, la buena, es mi maestra de estilo. Jamás he asistido a curso alguno de cómo escribir o editar.
Releo con asiduidad el trabajo de Gabriel García Márquez a quien considero el mejor escritor de todos los tiempos. Su obra periodística, sus ensayos, los cuentos, las novelas. Nunca, nunca me aburre. Al contrario, siempre, por alguna razón u otra me deslumbra, siempre.
Como soy genetista empecé por llamar a mi blog Evolución y otras historias de la biología. De eso salió un librito pequeño que auto publiqué y distribuí en escuelas en Estados Unidos y Colombia. Eso fue el empujón que me llevó a dedicarme de lleno a escribir. El ser bióloga sigue, claro, esa es mi formación, mi forma de ver el mundo, pero ya no soy investigadora.
El blog se llama ahora solo Historias de la biología porque la idea de la evolución siempre está presente en todo mi trabajo, en mi pensamiento y en la manera cómo trato los diversos temas que me interesa comunicar. No era necesario mantenerla aparte.
La divulgación que me ocupa se ha ampliado a tantos campos que cabe todo lo que se publica a diario en el mundo de la ciencia. Desde la biotecnología, la nano ciencia, la psicología, la inmunología (ahora tema central por el coronavirus), y claro, la ingeniería genética y su papel central en el diseño de pruebas de detección y el desarrollo de las actuales vacunas; los temas varían y se mueven de acuerdo a lo que sucede.
Y aquí es importante resaltar una característica del blog. Los lectores vuelven con asiduidad a escritos que tienen bastante tiempo de haber sido publicados. No se ha perdido la vigencia y al parecer se usan como una suerte de fuente de información, una pequeña biblioteca donde se mantiene el pasado y se alimenta el presente.
Es que todo está moviéndose a diario a una velocidad asombrosa. Nunca antes habíamos tenido la posibilidad de ver una pandemia horrorosa y el desarrollo en los laboratorios de armas contra ella. Nunca se había trabajado tanto, a tanta velocidad, con esa colaboración entre científicos que ha logrado barrer con los egos y los secretismos y que hace que la información más importante se coloque a las carreras en sitios estratégicos para que quien lo necesite lo pueda usar. Eso no tiene precedentes y será un ejemplo de cómo la ciencia puede cambiar en su modo de colaborar y compartir los datos por el bien de todos.
Cada vez que aparecen escritos o libros sobre la enorme cantidad de campos que toca la ciencia, mi primer impulso es compartir esa información y hacerlo de forma amena y agradable. Lo que me produce alegría y entusiasmo a mí, debo comunicarlo.
Me gusta así mismo traer a cuento temas polémicos porque la ciencia no puede y no debe ser ajena a los derechos de las mujeres, a la pelea continua por establecer relaciones de igualdad entre los individuos y porque una sociedad justa no lo es si no se logra eliminar prejuicios y tabús: Sexo y género no son binarios; Diferencias en habilidades matemáticas de niñas y niños (no las hay por supuesto), Estructura interna del cerebro femenino comparada con el masculino, Pocas mujeres en la ciencia porque lloran; Solo existe una raza, la humana. En fin, un asunto de nunca acabar: el machismo, el sexismo, el racismo, la xenofobia. La ciencia tiene elementos suficientes para entrar en el tema con fuerza y contundencia. Los movimientos feministas y pro derechos de igualdad, muchas veces dejan de lado la ciencia olvidando que en ella tienen a una gran aliada.
Dos microbiólogas fueron galardonadas con el Nobel de química en octubre de 2020. Mujeres ejemplares en todo sentido. Muchos medios olvidaron resaltar lo suficiente su trabajo y sus logros en aras de decir que ¡por primera vez en la historia de los premios se entrega a un equipo femenino! Sintomático ¿no?
Los podcasts, como ya todos sabemos, son una herramienta imprescindible para divulgar ideas, contenidos. El hacerlos sobre ciencia es fantástico. Ese es el trabajo realizado tan bien por el astrofísico Ángel Rodríguez Lozano en Cienciaes, Ciencia para escuchar y que hoy, con 200 realizados celebramos con usted, querido oyente.
Los podcast prestan un gran servicio porque las personas pueden andar muy cortas de tiempo y poder escuchar en lugar de leer es de mucha ayuda. Además los cortes musicales son importantes para darle al cerebro un tiempito para digerir. Y lo mejor, se puede parar y retomar la audición en cualquier momento.
El público de Cienciaes es muy amplio y abarca toda Hispanoamérica, lo que robustece la divulgación, porque el sentir de la mayoría es que la ciencia es un objeto prescindible, innecesario y solo al alcance de una minoría, algo muy lejos de la realidad pues la cercanía a la ciencia libera y nivela a las personas.
Un día recibí un bello mensaje de alguien que me ofrecía a cambio de mi voz, una canasta llena de flores, verduras y hasta una gallina. Ese día pensé, todo esto vale la pena. Y tanto. Hacemos nuestro trabajo sin recibir nada a cambio, solo la gratitud de los oyentes. Con eso se llena el espíritu y se agarra el impulso para seguir a pesar de los tropiezos, que los hay.
La ciencia se cimienta en la razón, con sus métodos y resultados sujetos al escrutinio de una comunidad. La ciencia ayuda a entender quiénes somos, de dónde hemos venido; permite aliviar el dolor de la enfermedad y curarla, mejorar la calidad de lo que comemos, la calidad lo que bebemos.
La ciencia puede ayudarnos también a vivir en buenas relaciones con la naturaleza. Ella, que ha acunado durante millones de años la aparición de toda la biodiversidad que conocemos.
Y lo ha hecho, por ensayo y error; no ha habido ninguna directriz, ningún camino señalado. De ahí las equivocaciones: se han extinguido muchas más especies que las que perduran hasta hoy. Darwin, Charles Darwin quien es para muchos el científico más grande de todos los tiempos, le mandó en 1856 una nota a su amigo Hocker en la que le decía:
“¿Qué libro escribiría un capellán del diablo acerca del torpe, despilfarrador, desatinado y horriblemente cruel mecanismo de la naturaleza?”.
Ha escrito un libro interesante, caótico y provocador; por eso, aquí estamos, fruto del azar y la necesidad, sentados en frente de un computador leyendo y escribiendo, oyendo. ¡Qué gran cosa es todo eso!
Más información en el Blog de Josefina Cano Cierta Ciencia
Obras de Josefina Cano:
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades (Amazon)
En Colombia en la Librería Panamericana y en Bogotá en la Librería Nacional
Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades. (Planeta)
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