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En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

Elvis o los malentendidos sobre la genética

Elvis y el ADN - Cierta Ciencia podcast - CienciaEs.com

Existe entre nosotros una gran tendencia a darle un valor inmenso a la información que llevan los genes. A considerar su acción sobre nuestros cuerpos como un destino del que no se puede escapar. Tal vez sea esa la razón para el “mejor no saber”, ya sea referido este conocimiento a los riesgos de enfermedades o a los supuestos nexos entre los genes y lo bueno y lo malo que nos ocurre a diario.

Una de las posibles razones por las que la llamada revolución genómica produzca incomodidad pueda ser que, a diferencia de otras revoluciones científicas, ésta es personal. La división del átomo pudo haber cambiado el mundo pero el conocimiento del propio genoma cambia la forma de cómo nos vemos a nosotros mismos.

Pero la verdadera razón por la que se siente tanta ansiedad por la revolución genómica sea que existe una tendencia muy grande a que nuestros cerebros se inclinen a una postura más bien deprimente de lo que nos depara, así, psicológicamente estamos equipados para entenderla mal. A diferencia, digamos de la física atómica donde nadie fuera del campo entiende (y ni falta le hace) sus vericuetos más complejos, la noción de que tenemos genes que hacen de nosotros lo que somos genera incomodidad. Pero aunque la idea no es acertada y es imprecisa no quita para que se siga pensando que nuestros genes controlan nuestras vidas y que seamos unos “fatalistas genómicos”.

Existe una serie de televisión emitida en Inglaterra dedicada a buscar las raíces de la genialidad de personas que fueron famosas, hurgando en su ADN. Su presentador afirma que podrá saber por qué Einstein (siempre el pobre) fue tan inteligente, o Marilyn Monroe (siempre la pobre) fue tan seductora o Hitler (siempre el mismo demonio) fue el demonio, analizando muestras de sus huellas genéticas. Los resultados le explicarán al público las causas genéticas de o bien ser genial, atractivo o un asesino que gasificaba a sus congéneres.

Según cuenta Steven J. Heine, psicólogo educativo, (nosotros no hemos visto tal serie) uno de sus episodios favoritos es el que explica lo que mató a Elvis Presley. El presentador de la serie se hizo con un pelo que fue sacado a propósito de la cabeza de Elvis y mantenido en seguridad por su barbero. Como debe ser, la autenticidad de las muestras es muy importante, aunque en el mismo episodio un pelo que le costó al presentador cinco mil dólares, resulta que no era, como él pretendía, de la cabeza del Rey Jorge, sino de una peluca carísima.

En el caso de Elvis la duda de que era su pelo se “despejó” porque los análisis genéticos mostraron que existían riesgos altos para sufrir de migrañas, glaucoma y obesidad, enfermedades que el cantante sufrió. Y la búsqueda dio en la diana porque se encontró una mutación en el cromosoma 11, un cambio de letras en el código genético que puso una G donde debía ir una C, de la conocida serie AGCT. Esta mutación se sospecha está asociada a una enfermedad cardíaca seria, una cardiomiopatía familiar, y en efecto Elvis se murió de un ataque cardíaco.

El presentador le preguntó al genetista Stephen Kingsmore si esa mutación podría considerarse como determinante de… a lo que Kingsmore respondió más bien con cautela: “Podría ser que esto bien pudo haber sido un factor potencial en la muerte de Elvis”. El presentador, sin más preámbulos, lo presentó como evidencia de que “la muerte temprana de Elvis era su destino genético”, y fue más lejos aún publicitando el hallazgo, que se regó por los tabloides del mundo con titulares como “Los impresionantes resultados del análisis del ADN de Elvis Presley muestran que siempre estuvo destinado a morir joven”. Los misterios que rodearon la muerte temprana del cantante, supuestamente se habían aclarado.

Pero si se mira con mayor atención el asunto, empieza a deshacerse en su base. La mutación en el ADN de Elvis no es considerada por los científicos como un factor de riesgo preciso de la cardiomiopatía familiar. Para empeorar las cosas no hubo un solo indicio en la autopsia de Elvis de que alguna vez hubiera podido ser diagnosticado de padecer la enfermedad. Lo que sí fue cierto es que al final de sus días sufriera de migraña y glaucoma y claro, de obesidad. ¿Pero fueron las presuntas variantes genéticas en su ADN la causa? Casi con certeza no lo fueron, de una forma directa.

En cuanto a la obesidad, existen al menos 97 variantes genéticas comunes que incrementan la posibilidad del problema. Casi todos tenemos algunas de esas variantes y la que fue identificada en Elvis ni siquiera se considera una de las más importantes. Lo mismo ocurre con las migrañas y el glaucoma, donde los factores ambientales tienen una contribución fundamental para su desarrollo.

Aquí que la pregunta más obvia es que si el indagar en las posibles causas de la muerte prematura de Elvis sea ir justo a hurgar en su ADN cabelludo. Al fin y al cabo Elvis estuvo lejos de ser un modelo de un buen vivir saludable. Cerca de su muerte era adicto a muchas drogas incluido el poderoso y adictivo narcótico Demerol, y fue hospitalizado varias veces por sobredosis de barbitúricos. En la autopsia se identificaron 11 drogas en su sistema al momento de la muerte. Y qué decir de su muy saludable dieta, que leyenda de por medio cuenta de su famoso sánduche o bocadillo: una baguete entera rellena con un tarro completo de mantequilla de maní, otro de mermelada y una libra de bacon. Alguien señaló que cerca del final, el consumo calórico diario de Elvis igualaba al de un elefante asiático.

Si todas esas leyendas son ciertas, más valdría buscar cuáles variantes genéticas mantuvieron en relativa buena salud a ese loco de la comida.

Sin embargo, la idea de que la muerte temprana de Elvis estaba escrita en su genoma sigue siendo una explicación más atractiva que la de atribuirla a sus excesos y a sus apetitos obscenos por la grasa y las drogas.

La inmensa atracción que ejercen entre las personas esas series de televisión donde todo recae en el ADN, –se exoneran comportamientos groseros, ramplones y hasta agresivos porque no es la culpa de quien los comete sino de su sus genes o se exaltan inteligencias superiores o genialidades por la misma razón–, muestra que nuestra visión sesgada del papel del ADN se ha descarrilado del todo y que para componer nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos deberemos tratar de entender el “aburrido” tema de la genética usando la cabeza y fuentes de información serias y no viendo programas con la información distorsionada.

(Josefina Cano, 10/2017)

Más información en el Blog de Josefina Cano: Cierta Ciencia


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