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La ciencia no deja de asombrarnos con nuevos descubrimientos insospechados. En el podcast Ciencia Fresca, Jorge Laborda Fernández y Ángel Rodríguez Lozano discuten con amenidad y, al mismo tiempo, con profundidad, las noticias científicas más interesantes de los últimos días en diversas áreas de la ciencia. Un podcast que habla de la ciencia más fresca con una buena dosis de frescura.
Cuando el nivel del mar era 16 metros más alto.
Imagina un mundo un poco más cálido que el actual, con océanos más altos y enormes capas de hielo reducidas a la mitad. Ese planeta existió… y no hace tanto: durante el Plioceno temprano, entre 4,6 y 4,4 millones de años atrás. En ese periodo, el CO₂ rondaba las 400 ppm, muy parecido a lo que tenemos hoy, y las temperaturas globales eran 2–4 °C más altas que en la época preindustrial.
Un grupo internacional de investigadores quiso responder a una gran pregunta:
¿Cuánto más alto estaba el nivel del mar en ese mundo cálido? Para averiguarlo, reunieron 135 registros geológicos de antiguos ambientes costeros —como terrazas marinas, corales fósiles y muescas talladas por las olas— provenientes de 47 lugares del planeta. Cada uno de estos indicadores conservaba “la huella” del nivel del mar en el pasado. Luego, aplicaron complicados modelos que corrigen los efectos del movimiento de la corteza terrestre, los cambios en la forma de las capas de hielo y hasta pequeñas variaciones en la rotación del planeta.
Tras miles de simulaciones, la respuesta fue sorprendentemente clara. El mar estaba unos 16 ± 5 metros por encima del nivel actual.
Este enorme aumento solo puede explicarse si gran parte del hielo de Groenlandia, casi todo el de la Antártida Occidental, y sectores vulnerables de la Antártida Oriental se derritieron. En total, el hielo perdido equivaldría a cubrir todos los continentes con una capa de agua de varios metros. El estudio también muestra que este aumento ocurrió en menos de 20.000 años, una respuesta muy rápida en términos geológicos. Y una vez alcanzado, el nivel del mar se mantuvo estable durante cientos de miles de años bajo un clima cálido.
¿Por qué nos importa hoy? Porque el Plioceno es como una ventana al futuro: un ejemplo real de lo que puede pasar si el planeta sigue calentándose. Con niveles de CO₂ parecidos, las capas de hielo actuales podrían no ser tan estables como pensamos.
En otras palabras, el pasado nos está avisando. Y conviene escucharlo.
Angel Rodríguez Lozano.
El pigmento del camuflaje: fabricar xantommatina como un pulpo
Los pulpos, sepias y calamares poseen una de las habilidades más asombrosas del reino animal: cambiar de color casi instantáneamente para confundirse con su entorno. Esta capacidad se debe a complejos mecanismos biológicos en los que interviene un pigmento natural llamado xantommatina. Este compuesto también está presente en otros animales, como las mariposas monarca o las libélulas, donde genera tonos anaranjados, rojos o marrones. Sin embargo, hasta ahora su estudio y aprovechamiento industrial se veían limitados por la dificultad de obtenerlo en cantidades apreciables.
Un equipo internacional liderado por investigadores de la Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California en San Diego acaba de lograr un avance extraordinario: producir grandes cantidades de xantommatina mediante bacterias modificadas genéticamente. El trabajo, publicado en Nature Biotechnology, no solo resuelve un viejo problema de suministro, sino que inaugura una nueva estrategia biotecnológica para fabricar compuestos naturales complejos.
Desde el punto de vista químico, la xantommatina es un pigmento con una estructura rica en dobles enlaces conjugados. Estos enlaces permiten que los electrones se distribuyan en orbitales extendidos, absorbiendo luz de determinadas longitudes de onda. El color que percibimos depende de qué parte del espectro se absorbe y cuál se refleja. Si la estructura del pigmento cambia —por ejemplo, al oxidarse o reducirse— también cambia la energía de los orbitales, y con ello su color. Esta propiedad explica por qué la xantommatina puede pasar del amarillo al rojo o al marrón.
Los cefalópodos aprovechan esta versatilidad química, pero también combinan mecanismos ópticos: los cromatóforos con pigmentos se expanden o contraen para modular el color, mientras que otras células, los iridóforos y leucóforos, reflejan la luz mediante interferencia y difracción, sin cambiar la química. Es una auténtica pantalla biológica multicapa controlada por el sistema nervioso.
Para fabricar este pigmento en bacterias, los científicos idearon una estrategia ingeniosa llamada biosíntesis acoplada al crecimiento (growth-coupled biosynthesis). Modificaron una cepa de Pseudomonas putida de modo que su supervivencia dependiera de producir xantommatina. En cada paso de su ruta biosintética, la bacteria libera una molécula de formato, esencial para su metabolismo. Si no produce pigmento, muere. Así se crea un bucle de retroalimentación en el que crecer y fabricar pigmento son inseparables. Tras procesos de evolución adaptativa asistidos por robots, lograron cepas capaces de generar hasta mil veces más pigmento que los métodos químicos tradicionales.
El interés industrial de este avance es enorme. La xantommatina podría emplearse en protectores solares naturales, revestimientos térmicos, tintas fotocrómicas, sensores ambientales o materiales de camuflaje activo. Más allá de este caso, la técnica abre la puerta a fabricar de manera sostenible multitud de productos naturales. Una vez más, la biología demuestra que su mayor genialidad no es solo crear vida, sino inspirar tecnología.
Jorge Laborda.
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