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La ciencia no deja de asombrarnos con nuevos descubrimientos insospechados. En el podcast Ciencia Fresca, Jorge Laborda Fernández y Ángel Rodríguez Lozano discuten con amenidad y, al mismo tiempo, con profundidad, las noticias científicas más interesantes de los últimos días en diversas áreas de la ciencia. Un podcast que habla de la ciencia más fresca con una buena dosis de frescura.
Regenerar el corazón infartado.
La regeneración del tejido cardíaco humano ha sido, durante décadas, uno de los grandes retos de la medicina. Tras un infarto, las células musculares del corazón mueren y son reemplazadas por tejido fibroso, incapaz de contraerse. Esta cicatriz reduce la capacidad de bombeo y conduce progresivamente a la insuficiencia cardíaca. A diferencia de otros órganos como la piel o el hígado, el corazón adulto carece de mecanismos efectivos de reparación. Sin embargo, investigaciones recientes están cambiando esta visión.
Los cardiomiocitos, las células contráctiles del corazón, sí que son capaces de dividirse durante el desarrollo fetal y en los primeros días de vida. Pero poco después del nacimiento, estas células silencian el gen Cyclin A2 (CCNA2), una proteína esencial que actúa en dos fases críticas del ciclo celular. Sin CCNA2, los cardiomiocitos quedan bloqueados en un estado funcional, especializado y estable, pero incapaz de regenerarse.
Un equipo dirigido por la Dra. Hina Chaudhry, del Icahn School of Medicine at Mount Sinai (Nueva York), ha estado investigando durante años la posibilidad de reactivar CCNA2 en el corazón adulto para inducir regeneración. En un trabajo previo, lograron recuperar función cardíaca en cerdos tras un infarto mediante la expresión controlada de CCNA2, reduciendo la fibrosis y aumentando el número de cardiomiocitos.
El paso más importante llegó ahora: probar si era posible inducir esa misma capacidad regenerativa en células cardíacas humanas adultas. Para ello, los investigadores aislaron cardiomiocitos de donantes de 21, 41 y 55 años. Introdujeron CCNA2 usando un adenovirus modificado para no replicarse y, lo más importante, pusieron la expresión del gen bajo el control del promotor de la troponina T, activo solo en cardiomiocitos. Esto evita la activación del ciclo celular en células de otros tejidos, reduciendo el riesgo de cáncer.
Los resultados son sorprendentes: en los cardiomiocitos de 41 y 55 años, se observó citocinesis completa, es decir, división celular total. Las células hijas conservaron su estructura contráctil y su capacidad para manejar el calcio, lo que demuestra que permanecen funcionales. En cambio, las células de 21 años no necesitaban esta reactivación externa: aún conservaban cierta capacidad espontánea de dividirse sin intervención, algo ya observado en estudios de recambio celular en corazones jóvenes.
Este hallazgo desafía la creencia de que la pérdida de regeneración cardíaca es absoluta e irreversible. Lo que vemos aquí es que el corazón no es incapaz de regenerarse, sino que ha sido bloqueado bioquímicamente. Si se libera ese bloqueo de manera segura y específica, la regeneración puede reactivarse.
Todavía serán necesarios ensayos clínicos para evaluar seguridad y eficacia en pacientes, pero este enfoque abre la puerta a una auténtica medicina regenerativa cardíaca. No solo tratar síntomas, sino reconstruir músculo cardíaco perdido. La posibilidad real de reparar el corazón después de un infarto puede estar más cerca de lo que imaginábamos.
Jorge Laborda.
Referencia:
Bouhamida, E., Vadakke-Madathil, S., Mathiyalagan, P. et al. Cyclin A2 induces cytokinesis in human adult cardiomyocytes and drives reprogramming in mice. npj Regen Med 10, 47 (2025). https://doi.org/10.1038/s41536-025-00438-7
¿Vida en el océano de Encélado?
Encélado, una pequeña luna helada de Saturno, se ha convertido en uno de los principales objetivos de la astrobiología moderna debido a la firme evidencia de un océano global de agua líquida bajo su superficie. Las observaciones de la misión Cassini (2004–2017) revolucionaron nuestro conocimiento al detectar géiseres en el polo sur que expulsan vapor de agua, granos de hielo, sales y moléculas orgánicas complejas, demostrando la comunicación directa entre ese océano interno y el espacio exterior. Sin embargo, durante años existía la duda de si esa actividad estaba limitada a una región local o si el océano podría mantenerse estable a escala global.
Un reciente estudio publicado en Science Advances aporta una pieza clave para resolver este debate: la detección directa de flujo de calor endógeno en el polo norte de Encélado. Hasta ahora, el único lugar donde se había medido pérdida de calor era el polo sur, vinculado a los famosos géiseres. Mediante observaciones del espectrómetro infrarrojo compuesto (CIRS) de Cassini realizadas en invierno y verano boreales, los científicos detectaron que la temperatura del polo norte es aproximadamente 7 kelvin más alta de lo que predecían los modelos puramente pasivos, incluso considerando incertidumbres en la emisividad y la inercia térmica. Para explicar esa anomalía se requiere un flujo adicional de calor interno de 46 ± 4 mW/m², evidencia inequívoca de actividad térmica que emerge desde el interior del satélite .
Este resultado demuestra que Encélado no libera energía solo por el hemisferio sur, sino que existe una distribución térmica más amplia, compatible con un sistema global de calentamiento por mareas. Las fuerzas gravitatorias ejercidas por Saturno flexionan continuamente la luna, generando calor interno suficiente para mantener el océano líquido a lo largo de tiempos geológicos. El mismo estudio estima que el espesor de la capa de hielo en el polo norte es de unos 20 a 23 kilómetros, en consonancia con los límites superiores deducidos a partir de mediciones de gravedad y libración. Bajo este hielo se extiende un océano de decenas de kilómetros de profundidad, en contacto con un núcleo rocoso poroso.
Esa interacción agua–roca es especialmente relevante desde un punto de vista biológico. Los análisis previos de los penachos detectaron sílice nanométrica y abundante hidrógeno molecular, subproductos de reacciones hidrotermales similares a las que ocurren en las fumarolas oceánicas terrestres. Estas reacciones no solo liberan calor, sino también energía química aprovechable por organismos quimiosintéticos, los mismos tipos de microorganismos que sustentan ecosistemas completos en las profundidades marinas de la Tierra, donde no existe luz solar.
La combinación de estos factores —agua líquida estable, calor interno persistente, química orgánica compleja y fuentes de energía metabólica— sitúa a Encélado como uno de los entornos más prometedores para albergar vida fuera de nuestro planeta. La nueva demostración de que el calor interno emerge también en el polo norte refuerza la idea de que el océano es global, activo y duradero, aumentando la probabilidad de que se den nichos habitables a gran escala.
A futuro, misiones propuestas como Enceladus Orbilander buscarán analizar directamente las partículas de los géiseres en busca de biomarcadores. Si algún día se confirma la presencia de vida, Encélado pasará de ser una luna helada aparentemente insignificante a convertirse en la primera prueba de que la biología no es exclusiva de la Tierra.
Angel Rodríguez Lozano.
Referencias:
Georgina Miles et al. Endogenic heat at Enceladus’ north pole. Sci. Adv. 11 , eadx4338 (2025). DOI: 10.1126/sciadv.adx4338
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