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La ciencia no deja de asombrarnos con nuevos descubrimientos insospechados. En el podcast Ciencia Fresca, Jorge Laborda Fernández y Ángel Rodríguez Lozano discuten con amenidad y, al mismo tiempo, con profundidad, las noticias científicas más interesantes de los últimos días en diversas áreas de la ciencia. Un podcast que habla de la ciencia más fresca con una buena dosis de frescura.
Minería espacial en asteroides primitivos.
Hoy, Ángel Rodríguez Lozano habla de una idea que, hasta hace poco, parecía secundaria en los planes de minería espacial: el aprovechamiento de asteroides primitivos no diferenciados, en especial los ricos en carbono. Tradicionalmente, la atención se ha centrado en los asteroides metálicos, considerados más “rentables” por su abundancia en hierro y níquel. Sin embargo, un artículo publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society y firmado en primer lugar por el investigador J. M. Trigo-Rodríguez propone ampliar la mirada y demuestra que muchos asteroides primitivos también contienen metales estratégicos y elementos de tierras raras con un notable interés científico y económico. Estos meteoritos conservan materiales muy antiguos, formados en los primeros momentos del Sistema Solar, y ofrecen una ventana única al interior de cuerpos que apenas han cambiado en 4.500 millones de años.
Para llegar a esta conclusión, los autores estudian en detalle la composición química de varios meteoritos del tipo condritas carbonáceas, que se consideran análogos directos de estos asteroides. Mediante técnicas analíticas de alta precisión, han medido la abundancia de decenas de elementos químicos, desde metales de transición hasta tierras raras.
Los resultados muestran que algunos grupos de condritas —en particular los tipos CO, CV y CK— contienen cantidades apreciables de metales como titanio, cromo, manganeso, níquel o cobalto. Aunque no alcanzan las concentraciones extremas de los asteroides metálicos, sí superan en muchos casos las abundancias presentes en la corteza terrestre. Esto los convierte en posibles fuentes de materias primas para futuras misiones espaciales, especialmente si se piensa en su uso directo en el espacio, sin necesidad de traer los materiales a la Tierra.
El estudio también analiza las “tierras raras”, un conjunto de elementos clave para la electrónica, las energías renovables y las tecnologías avanzadas. Algunos asteroides primitivos muestran enriquecimientos moderados en estos elementos, relacionados con su historia geológica y con el grado de alteración que han sufrido por agua o calor. Los asteroides más “prístinos”, poco alterados, parecen conservar mejor estos recursos en forma casi original.
Un aspecto clave del trabajo es la conexión con las misiones de retorno de muestras, como OSIRIS-REx, que trajo material del asteroide Bennu, o Hayabusa2, que estudió el asteroide Ryugu. Estas misiones han confirmado que los asteroides primitivos son químicamente muy variados y que las muestras directas son esenciales para evaluar su verdadero potencial.
En conjunto, el artículo defiende que la minería espacial no debería limitarse a los asteroides metálicos. Los asteroides no diferenciados, además de aportar recursos útiles, son auténticos fósiles del origen del Sistema Solar. Estudiarlos y, eventualmente, explotarlos de forma responsable podría ayudar tanto al desarrollo tecnológico futuro como a comprender mejor nuestros propios orígenes cósmicos.
Referencia:
J M Trigo-Rodríguez, P Grèbol-Tomàs, J Ibáñez-Insa, J Alonso-Azcárate, M Gritsevich, Assessing the metal and rare earth element mining potential of undifferentiated asteroids through the study of carbonaceous chondrites Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, Volume 545, Issue 1, January 2026, staf1902,
Células T a medida contra la leucemia.
La leucemia linfoblástica aguda de células T (LLA-T) es una de las formas más agresivas de cáncer de la sangre. Cuando no responde a los tratamientos habituales —quimioterapia intensiva, radioterapia y trasplante de médula ósea— las opciones se reducen dramáticamente. En este episodio de Ciencia Fresca, Jorge Laborda habla de una estrategia que, hasta hace muy poco, era casi ciencia ficción: reprogramar linfocitos T humanos con una precisión de “cambio de letras” en su ADN para convertirlos en un comando de élite capaz de eliminar leucemias T consideradas incurables.
Para situarnos, recordamos primero la terapia CAR-T “clásica”, ya utilizada con éxito frente a leucemias y linfomas de células B. En este caso, se extraen linfocitos T de un paciente, se modifican genéticamente en el laboratorio para que expresen un receptor artificial (CAR) que reconoce una molécula de las células B tumorales, como CD19, y se devuelven al paciente. Estas células CAR-T buscan y destruyen cualquier célula B que lleve ese marcador, logrando remisiones profundas en muchos enfermos sin alternativas.
Sin embargo, aplicar el mismo enfoque a leucemias de células T tiene un problema fundamental: las dianas que queremos reconocer están presentes en todas las células T, incluidas las propias células CAR-T. Es como enviar un comando infiltrado al ejército enemigo con la orden de matar a cualquiera que lleve uniforme azul… pero habiendo vestido también de azul a nuestros infiltrados. El resultado es el fratricidio: las células CAR-T se reconocen entre sí como enemigas y se destruyen antes de cumplir su misión.
La solución se puede explicar con una metáfora muy directa: si los infiltrados tienen que eliminar a todo el que viste de azul, ellos no pueden llevar ese color. En biología, “el uniforme” son moléculas de la superficie de las células T, como CD7 o CD52. La nueva estrategia BE-CAR-T (Base-Edited CAR-T) consiste en tomar células T de donantes sanos y, mediante edición de bases del ADN, borrar selectivamente esos “uniformes” en las células que van a convertirse en CAR-T.
Aquí entra en juego una versión sofisticada de CRISPR: en lugar de cortar el ADN y pegar trozos, se cambia una letra por otra (en particular, C por T) en lugares muy concretos del genoma. Así se inutilizan genes clave como los que codifican CD7 y CD52, y el receptor T natural, sin romper los cromosomas. Las células editadas dejan de llevar uniforme T, no sufren fratricidio, son resistentes a un anticuerpo (alemtuzumab) que elimina el resto de los linfocitos T del paciente y, además, expresan un CAR que reconoce CD7 en las células leucémicas.
Los resultados preliminares, todavía en ensayos de fase 1, son muy prometedores: la mayoría de pacientes con LLA-T resistente han alcanzado remisiones profundas que han permitido realizar un trasplante de médula ósea y, en un porcentaje significativo, mantener la enfermedad a raya durante meses o años. No es una terapia exenta de riesgos —hay infecciones graves, síndrome de liberación de citoquinas y recaídas—, pero abre una vía completamente nueva.
Este trabajo ilustra hasta qué punto la ciencia es capaz de combinar imaginación e ingeniería molecular para resolver problemas que hace poco eran insolubles. Y, sobre todo, ofrece una esperanza prudente pero real a pacientes y familias que se enfrentan a una de las leucemias más difíciles de tratar.
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