La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
Hace cincuenta años, en 1975, el paleontólogo sudafricano James Kitching descubrió en la cuenca del Karoo el molde de una madriguera fósil de unos 250 millones de años de antigüedad, un bloque de roca distinta del terreno que la rodea, formado cuando la madriguera se fue rellenado de sedimentos, que posteriormente se endurecieron. En la superficie desgastada del molde era visible parte del cráneo de un cinodonto que Kitching identificó como perteneciente al género Thrinaxodon.
Los cinodontos, que en griego significa «dientes de perro», aparecieron en el Pérmico superior, hace unos 260 millones de años, y dieron origen a los mamíferos. En los cinodontos la articulación de la mandíbula se simplifica con respecto a la de los reptiles, y aparecen los molares para mejorar la masticación del alimento y acelerar la digestión. Algunos de los huesos que en los reptiles forman parte de la mandíbula migraron hacia la parte posterior del cráneo y se incorporaron al aparato auditivo. Al mejorar su audición, precisaron también un aumento de la capacidad cerebral para procesar la información procedente del oído. Desarrollaron además el llamado paladar secundario, formado por el velo del paladar y la parte posterior del paladar óseo, que separa las cavidades bucal y nasal y permite masticar y respirar al mismo tiempo. Así, una masticación prolongada acelera el proceso de la digestión.
Thrinaxodon era un animal cuadrúpedo del tamaño de un zorro o un tejón, unos 50 centímetros de largo y 3 kilos de peso. Vivió desde el Pérmico Superior hasta el Triásico Inferior, hace entre 252 y 247 millones de años, en Sudáfrica y la Antártida, dos continentes que por entonces formaban parte del supercontinente de Gondwana. Seguramente, Thrinaxodon tenía el cuerpo cubierto de pelo. Su postura es intermedia entre la de los reptiles y la de los mamíferos, con el cuerpo levantado del suelo pero las patas todavía algo separadas hacia los lados. Esta postura ya le permite correr más rápido que los reptiles.
Su dentición indica que era carnívoro, y se alimentaba de pequeños vertebrados herbívoros, insectos y otros invertebrados. En los adultos, hay cuatro incisivos, un canino y seis premolares y molares a cada lado de la mandíbula superior, y tres incisivos, un canino y siete y ocho premolares y molares a cada lado de la inferior. Los incisivos son anchos y cónicos, curvados hacia dentro. Los caninos superiores son verticales, mientras que los inferiores se inclinan ligeramente hacia delante; ambos tienen un diente de reemplazo en el interior de la mandíbula. Los premolares y molares varían en forma, tamaño y número de cúspides. Los labios no son móviles como los de los mamíferos, sino más parecidos a los de los reptiles, y quizá tenía bigotes.
La estructura de los huesos indica un crecimiento muy rápido, mayor que en otros cinodontos anteriores y coetáneos. Thrinaxodon es el primer cinodonto con el tronco dividido en dos partes diferenciadas: la zona torácica, con costillas dotadas de grandes placas intercostales que protegen el corazón y los pulmones, y la zona lumbar, sin costillas. Esto deja espacio para el diafragma, que habría permitido una respiración más rápida, necesaria para la regulación de la temperatura corporal. En cualquier caso, ante la ausencia de tejidos blandos fosilizados, la presencia de diafragma en Thrinaxodon es hipotética. Seguramente, igual que sus ancestros, ponía huevos.
Thrinaxodon habitaba en madrigueras que excavaba él mismo. Estas madrigueras, características de los cinodontos no mamíferos, están formadas por dos mitades inclinadas hacia los lados, y fueron quizá las que le permitieron sobrevivir a las duras y cambiantes condiciones ambientales durante la extinción permotriásica. La estructura ósea del tronco, con costillas solo en la zona torácica, otorga a Thrinaxodon mayor flexibilidad, muy útil en las estrecheces de las madrigueras. Thrinaxodon era capaz de esconder el hocico entre las patas traseras; de este modo, podía preservar mejor el calor corporal.
Entre las muchas madrigueras fosilizadas de Thrinaxodon que se han encontrado, la que citábamos al principio, descubierta por Kitching en 1975, guardaba una sorpresa que tardo años en ser descubierta. El fósil estuvo almacenado durante décadas en el Instituto de Estudios Evolutivos de Johannesburgo hasta que, en 2012, un equipo de científicos de ese mismo instituto, de la Universidad de Indiana, del Museo de Australia Central y del Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón, en Grenoble, lo sometió en este sincrotrón a un escáner que permitió estudiar su interior sin destruirlo. Así, descubrieron que el Thrinaxodon no estaba solo en la madriguera, a su lado yacía un ejemplar de Broomistega, un anfibio temnospóndilo.
Los temnospóndilos son un grupo de anfibios extintos que vivieron desde el Carbonífero al Cretácico. Se caracterizan por su cráneo aplanado y triangular y sus vértebras, formadas por dos segmentos. Se extendieron por todo el mundo y ocuparon muchos nichos ecológicos terrestres, costeros y de agua dulce, con especies que alcanzaban varios metros de longitud. No está claro si se extinguieron completamente, o si son los ancestros de los anfibios actuales.
Broomistega vivió en Sudáfrica en el Triásico Inferior, hace unos 250 millones de años. Pertenece a la familia de los rinesúquidos, un grupo de temnospóndilos acuáticos que se distinguen por la estructura de ciertos huesos del cráneo; es, de hecho, el único rinesúquido conocido que sobrevivió a la extinción permotriásica. Broomistega era un animal pequeño, de unos 30 centímetros de longitud, y en un principio se le identificó como la fase juvenil de otra especie más grande. Sin embargo, hoy se considera que es una especie neoténica, que conserva características juveniles hasta la edad adulta. Broomistega tiene el cráneo y el tronco alargados, y las patas y la cola cortas.
El ejemplar encontrado en el interior de la madriguera de Thrinaxodon era aún joven, estaba herido en las patas y tenía varias costillas rotas y dos perforaciones en el cráneo, infligidas por los caninos de un carnívoro. Sin embargo, la distancia entre las perforaciones no coincide con los caninos de Thrinaxodon, de lo que se deduce que el anfibio herido buscó refugio en la madriguera, donde se encontró con el cinodonto. No se sabe si el Thrinaxodon estaba vivo o muerto cuando el Broomistega entró en la madriguera, pero dado el estado de conservación de ambos esqueletos, casi completos y perfectamente articulados, sin deformaciones provocadas por el rigor mortis, lo más probable es que el cinodonto se encontrara en estivación, un estado de letargo que ciertos animales experimentan en períodos de calor y sequía, y que está documentado en otras especies de cinodontos. El anfibio pasó el suficiente tiempo en la madriguera para que las costillas empezaran a curarse, aunque debía de tener dificultades para respirar y moverse. Pero, al final, ambos perecieran ahogados cuando una inundación anegó la madriguera.
(Germán Fernández, 05/07/2025)
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