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Las mentes más claras de la historia han ido tejiendo poco a poco la intrincada tela de araña del conocimiento científico. En cada programa del podcast Ciencia y Genios les ofreceremos la biografía de un gran sabio escrita por varios autores.

Galeno de Pérgamo, médico de gladiadores.

Galeno de Pérgamo

Galeno de Pérgamo (129-200 dC), fue un médico genial que consideraba el cuerpo como un gran mapa cuyos detalles estaban por descubrir “Como aquellos que describen la naturaleza de un país mostrando en primer lugar sus fronteras y después continúa enumerando sus partes, de la misma forma, yo también quiero comenzar describiendo y delimitando la fronteras del tórax“, decía. Estaba convencido de que sólo había un modo de comprender el mundo de conocimiento oculto en el interior de un cuerpo: abriendo y mirando.

Durante toda su vida llevó a cabo innumerables disecciones de animales, muertos y vivos. La mayoría de ellas las realizó en privado, aprendiendo cada detalle que observaba, intentando comprender la función de cada órgano, músculo o nervio. Ese bagaje le proporcionó una habilidad enorme en el campo de la cirugía y un arma poderosa para batir a sus oponentes en multitud de demostraciones públicas de medicina.

Una de las primeras, y más sonadas, intervenciones del joven Galeno tuvo lugar en su ciudad natal, Pérgamo. Auspiciado por el sumo sacerdote del culto imperial, se había creado una plaza de médico para atender a los gladiadores que participaban en los sangrientos espectáculos del circo romano. Se presentaron varios candidatos y, para conseguir la plaza, Galeno intentó algo verdaderamente audaz. En una reunión pública, en presencia del sumo sacerdote y del jefe de los médicos de la ciudad, abrió en canal a un mono vivo, extrajo sus vísceras con cuidado y retó a los demás médicos a poner de nuevo las vísceras en su lugar y coser al pobre animal (por supuesto, el reto consistía en mantenerlo con vida). Nadie se atrevió, así que lo hizo él mismo. No contento con esa demostración, dio un paso más difícil todavía, deliberadamente cortó varias venas del simio y retó a los médicos presentes a que detuvieran la hemorragia. El animal se desangraba rápidamente así que, ante la inacción de sus colegas, realizó hábilmente el trabajo que había propuesto a sus rivales. Así fue como Galeno se convirtió en médico de gladiadores.

La experiencia curando las heridas de los luchadores, le permitió demostrar sus habilidades en muchas otras circunstancias. En una ocasión, durante un viaje con un amigo, se enfrentó a una situación violenta. En un momento dado del viaje, el compañero de Galeno descubrió que sus criados habían perdido parte del equipaje. Preso de una ira irrefrenable, sacó un enorme cuchillo y comenzó a descargar mandobles sobre las cabezas de los pobres esclavos. La sangre comenzó a brotar a borbotones y el atacante, consternado ante lo que acababa de hacer, se fue a toda prisa, dejando abandonados a los heridos y a Galeno.

El médico no tardó en hacerse con la situación, detuvo las hemorragias, cosió las heridas y realizó las primeras curas con gran habilidad. Al día siguiente, Galeno se encontró de nuevo con el agresor y, ante los ojos atónitos del médico, se desnudó, puso en sus manos una correa y se arrodilló ante él pidiendo que lo azotara por su mal carácter. Galeno se limitó a echarle una reprimenda y se fue soltando una carcajada.

La afición de Galeno por las demostraciones públicas para desenmascarar los errores de sus colegas caló profundamente en sus discípulos. El propio Galeno cuenta en uno de sus libros cómo un grupo de alumnos se enfrentó a un médico charlatán que se había ganado cierta fama diciendo que podía demostrar que la arteria aorta, la gran vía que sale del corazón, no contenía sangre, sino aire.

Los alumnos de Galeno prepararon varios animales para una disección en vivo, a la vista del público, y retaron al médico a demostrar lo que defendía. El contrincante respondió que no lo haría a no ser que se le pagara por ello. Los jóvenes juntaron 1.000 dracmas y los pusieron en medio del público que se había reunido para observar el espectáculo. El rival intentó zafarse de la situación con palabras engañosas pero fue obligado por los presentes a actuar. Animado por un grupo de adeptos, el médico juntó todo el coraje que pudo y se acercó al primer animal, clavó el escarpelo en el tórax y dio en hueso, para risa de los presentes. Uno de los seguidores del médico lo intentó también, pero seccionó una arteria y el pobre animal no tardó en desangrarse. El público, acostumbrado a los espectáculos sangrientos del circo y animado por los seguidores de Galeno, se deshizo en abundantes carcajadas.

Después de haberse mofado del contendiente y de sus acólitos, los alumnos de Galeno entraron en acción. Habituados a las disecciones en vivo y con todos los conocimientos que les había comunicado su maestro, escogieron otro animal, abrieron con maestría la caja torácica y, sin dañar nada más, ataron la aorta en dos puntos diferentes de manera que retuviera entre ellos lo que portaba. Cuando el animal murió, abrieron la arteria y quedó demostrando que estaba llena de sangre y no de aire, como había defendido el médico farsante.

Ref: The Performance Dimension of Galen’s Anatomy Demonstrations. Maud W. Gleason. Stanford University.


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