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En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

Vacunas y autismo. Una vieja historia todavía vigente.

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En febrero de 2009, una corte especial encargada de resolver litigios relacionados con la salud en Estados Unidos, dio como nulos los reclamos de que la vacunación de los niños conducía al autismo. Como consecuencia de esta decisión, los demandantes no obtendrían ninguna compensación monetaria puesto que no pudieron demostrar que el autismo en los niños se había desarrollado por haber recibido la vacuna triple (sarampión, rubéola, paperas), sola o combinada con un derivado del mercurio (timerosal) a modo de conservante.

El juicio se inició a mediados del año 2007 y los miembros de lo que es ahora una agrupación inmensa de familias con niños afectados de autismo, escogieron tres casos, que consideraron los más representativos de un total de más de 5000.

En uno de los casos, el de una niña con autismo severo, el dictamen de la corte señalo que “la familia no ha presentado evidencia que demuestre que las vacunas que contienen timerosal puedan ocasionar una disfunción inmunológica o que la vacuna contra el sarampión, rubéola y paperas pueda contribuir a desarrollar autismo o problemas gastrointestinales”.

En su decisión el juez afirmó que los testigos del lado de la defensa, bastante mejor calificados por su experiencia médica, fueron más persuasivos que los de los padres demandantes, quienes basaron su alegato tan sólo en la condición clínica de la niña y un supuesto vínculo con las vacunas, nunca demostrado científicamente.

En el inicio del juicio en el año 2007, los abogados demandantes, fueron, uno de impuestos, otro de asuntos militares y un tercero de problemas ambientales. Ninguno de ellos contaba con un mínimo conocimiento de inmunología, microbiología, epidemiología, estadística, y menos aún de virología o neurología. Por su lado, la defensa presentó abogados solventes en ciencia, y resultados de estudios realizados por especialistas, publicados en numerosos artículos. Todos ellos negaban cualquier causa efecto entre las vacunas y el autismo.

La defensa contó con varios expertos, el primero de ellos, Eric Fombonne, un especialista en autismo y director de varios centros de investigación en Estados Unidos y Canadá. En el momento del juicio tenía 160 artículos de investigación y más de 34 capítulos de libros publicados. En pocas palabras Eric Fombonne era uno de los mejores expertos en autismo en el mundo.

En una presentación arrolladora, Fombonne mostró dos videos de la niña cuando cumplió su primer año y cuando tenía 15 meses. En los dos videos la niña tenía los rasgos típicos del autismo: no hacía ningún contacto visual, no respondió cuando le cantaron el cumpleaños feliz, rechazaba con las manos cualquier aproximación de la familia y no mostraba interés alguno por los juguetes que le ponían en la mano. Los dos videos fueron hechos cuando la niña AUN NO había sido vacunada.

Cuando el juez le pidió a Fombonne su diagnóstico, él respondió: “El conjunto de hallazgos basado en el análisis de los videos es consistente con el espectro del desorden autístico. No me queda ninguna duda en la cabeza”.

El segundo experto de la defensa fue un biólogo molecular que de forma contundente desbarató el argumento de que los virus inoculados en el cuerpo de los niños cuando reciben las vacunas, ocasionan daños en el intestino, en la médula ósea y finalmente en el cerebro.

Los demandantes se basaban en un artículo publicado años atrás y que afirmaba que los virus introducidos en la vacunación se alojaban en varios órganos de los niños y causaban daños gastrointestinales y autismo. Los estudios moleculares mostraban la supuesta presencia de genes del virus del sarampión, en el intestino y en el fluido cerebro espinal de los autistas. Pero el método usado detectaba ADN y el virus del sarampión está compuesto de ARN. El autor del artículo (publicado en la prestigiosa revista médica, Lancet en 1998), Andrew Wakefield, sabía que los resultados presentados eran falsos. El artículo fue retirado de la revista. Wakefield, con una larga historia de fraude, fue despedido de su cargo en el Royal Free Hospital en Londres y viajó a Estados Unidos donde continuó con su campaña anti-vacunas.

En el juicio del 2007, el técnico que realizó los estudios moleculares fue interrogado y a todas las preguntas sobre si había detectado presencia de virus en biopsias de intestino y médula de niños autistas, respondió que no. Cuando se le preguntó la razón para que su nombre no apareciera en el artículo en cuestión, respondió que él le solicitó a Wakefield que su nombre no figurara porque no estaba de acuerdo con lo que se estaba presentando.

El fallo de ese largo juicio fue dado tan sólo en febrero de 2009. Fue recibido con bastante alivio por los pediatras y por los investigadores de la enfermedad. El New York Times le dedicó un editorial titulado: Exoneradas las vacunas como causantes del autismo. Sin embargo, las familias y sus abogados no se rinden y anuncian que van a seguir en sus demandas y lo siguen haciendo.

Estudios recientes demuestran que las vacunas no tendrían ningún efecto en el desarrollo del autismo pues este podría haberse iniciado ya en etapas embrionarias. Sin embargo ningún argumento, ninguna evidencia venida de la ciencia es suficiente para evitar que se siga insistiendo en esa supuesta y falsa relación causa efecto.

Las consecuencias de no vacunar a los bebés ya se vienen observando en los últimos años y con características alarmantes. Se está regando en varios estados de Estados Unidos el sarampión. Y uno de los brotes más fuertes se ha dado en Disneylandia, ironías de la vida. Los niños van a divertirse y se contagian de una enfermedad erradicada hace 15 años por la vacunación.


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