El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan, hasta el agotamiento, por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Ángel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Cuando pensamos en el Neolítico solemos imaginar aldeas tranquilas de agricultores, animales domesticados. Sin embargo, un reciente estudio científico, publicado en Science Advances, revela un lado mucho más oscuro: celebraciones violentas de victorias militares que incluyeron asesinatos rituales y mutilaciones.
Un equipo internacional de arqueólogos y antropólogos, liderado por Teresa Fernández-Crespo, en el que participa Javier Ordoño, investigador de Departamento de Arqueología y Nuevas Tecnologías de Arkikus y nuestro invitado en Hablando con Científicos, analizó restos humanos hallados en dos yacimientos del noreste de Francia, en la región de Alsacia: Achenheim y Bergheim. Allí, entre el 4300 y el 4150 a. C., se enterraron de forma caótica cuerpos con señales de violencia extrema y, de manera aún más sorprendente, brazos izquierdos humanos cortados que se depositaron como si fueran trofeos.
El hallazgo abre una ventana fascinante a cómo se libraban y celebraban las guerras en el Neolítico. En las fosas circulares de Achenheim y Bergheim se encontraron restos de al menos 14 personas, muchas con fracturas mortales sin señales de haber cicatrizado, lo que indica que fueron heridas de combate o ejecuciones inmediatas. Además, se hallaron más de una decena de segmentos óseos de brazos izquierdos seccionados a la altura del húmero.
Este detalle es clave: no se trataba de amputaciones médicas ni de accidentes, sino de mutilaciones intencionadas. Los arqueólogos creen que estos brazos fueron arrancados de los enemigos muertos en batalla para exhibirlos como trofeos, un gesto de victoria y humillación del adversario.
Para ir más allá de la simple observación de fracturas, el equipo aplicó una técnica innovadora: el análisis multiisotópico.
Los huesos y dientes guardan una especie de “firma química” que refleja la dieta, el agua bebida y los lugares en los que vivió una persona. Midiendo los isótopos de elementos como carbono, nitrógeno, azufre, oxígeno y estroncio, los científicos pueden reconstruir la “biografía química” de cada individuo, desde la infancia hasta la edad adulta.
El equipo comparó 82 restos humanos de víctimas y personas enterradas normalmente (“no víctimas”), junto a 53 huesos de animales y 35 plantas que sirvieron como referencia de la región.
Los resultados muestran diferencias claras entre las personas mutiladas y las enterradas de forma tradicional.
En Bergheim, las víctimas tenían valores más altos de nitrógeno, lo que sugiere que comían más proteína animal o que pasaban más estrés fisiológico. Los valores de azufre y estroncio indican que muchas víctimas no eran locales. En otras palabras, eran forasteros, probablemente enemigos capturados en batalla. Los dientes revelan que las víctimas se movieron más durante sus primeros años de vida que los no víctimas, lo que apunta a comunidades de origen diferente. Incluso entre las víctimas había diferencias. Los esqueletos completos parecían tener un origen distinto al de los brazos seccionados, lo que sugiere que unos fueron traídos vivos como prisioneros y otros desmembrados.
La hipótesis principal de los investigadores es que los cuerpos y brazos fueron usados en rituales de celebración de la victoria.
Imagina la escena: tras un combate, los vencedores no solo regresan con botines materiales, sino también con partes del cuerpo de sus enemigos. Es posible que estos restos fueran expuestos durante un tiempo —tal vez secos, ahumados o conservados de alguna manera— para luego enterrarse en ceremonias colectivas.
Los esqueletos completos muestran signos de una violencia excesiva, más allá de lo necesario para matar: golpes repetidos en la cabeza, fracturas múltiples y cortes brutales. Esto sugiere ejecuciones públicas destinadas a demostrar poder, cohesionar al grupo y deshumanizar al enemigo.
El contexto histórico encaja con un periodo turbulento en la región del Rhin. Entre el 4300 y el 4150 a. C., la cultura local de Bruebach-Oberbergen fue sustituida rápidamente por la cultura Bischheim occidental, procedente del actual París. Aparecieron aldeas fortificadas y signos de conflicto generalizado.
El estudio propone que los muertos de Achenheim y Bergheim podrían ser los restos de guerras de conquista. Los brazos cercenados habrían sido trofeos recogidos en el campo de batalla, mientras que los prisioneros fueron ejecutados después en ceremonias de triunfo.
Es posible que estas prácticas tuvieran un trasfondo simbólico similar al de los triunfos romanos miles de años después: una mezcla de espectáculo, teatro político y ritual religioso.
Los arqueólogos creen que lo ocurrido en Achenheim y Bergheim es uno de los primeros casos documentados en Europa de celebraciones militares ritualizadas. No eran simples masacres: eran actos cuidadosamente escenificados para reforzar identidades, jerarquías y creencias colectivas.
La imagen que surge de este estudio no es la de aldeas pacíficas de agricultores, sino la de sociedades que usaban la violencia como herramienta política y ritual. Los brazos cortados y los cuerpos ejecutados de Alsacia nos hablan, seis mil años después, de un mundo en el que la guerra no solo se libraba en el campo de batalla, sino también en el terreno de la memoria y el espectáculo colectivo.
De todo ello habla hoy Javier Ordoño, investigador del Departamento de Arqueología y Nuevas Tecnologías, Arkikus, Vitoria-Gasteiz, España.
Referencias:
Teresa Fernández-Crespo, Christophe Snoeck, Javier Ordoño et al. Multi-isotope biographies and identities of victims of martial victory celebrations in Neolithic Europe Science Advances, 20 Aug 2025, Vol 11, Issue 34, DOI:10.1126/sciadv.adv3162
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