La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Quincenalmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.
En 1972 se descubrió en Venezuela un caparazón de tortuga casi completo, de 2,35 metros de longitud y 1,85 de anchura, que con algunos otros restos fósiles fue asignado a una nueva especie de tortuga, bautizada con el nombre de Stupendemys (“galápago asombroso”). Se estimó que el ejemplar habría medido en vida más de tres metros y medio de longitud, y habría pesado unas dos toneladas. En 1992 se descubrió en el mismo yacimiento una caparazón aún mayor, de 3,3 metros de largo y 2,18 de ancho, lo que corresponde a un animal de 5,25 metros de longitud y seis toneladas de peso. Es la mayor tortuga conocida, y vivió en la segunda mitad del periodo Mioceno, hace entre 10 y 5 millones de años.
En aquella época, América del Sur era una isla, rodeada por los océanos Atlántico y Pacífico. El oeste de lo que hoy es la cuenca del Amazonas estaba ocupado por un mar interior poco profundo de aguas cálidas, llamado mar de Pebas, que estaba alimentado por grandes estuarios de ríos procedentes de la joven cordillera de los Andes, situada al oeste y formada entonces por volcanes y pequeñas montañas. Las tierras circundantes estaban cubiertas de selvas húmedas, pantanos y sabanas inundables.
Stupendemys era una tortuga acuática del grupo de los pleurodiros, tortugas que pliegan el cuello lateralmente y que hoy en día sólo se encuentran en el hemisferio sur. De crecimiento lento, tardaba décadas en alcanzar su tamaño máximo. Stupendemys era una tortuga de movimientos lentos y torpes, que pasaba gran parte del tiempo bajo el agua, y sólo salía a tierra firme para desovar.
Stupendemys no era el único gigante del mar de Pebas. Entre la gran variedad de cocodrilos que poblaban sus aguas, tres especies sobrepasaban los diez metros de longitud: Gryposuchus, Mourasuchus y Purussaurus.
Gryposuchus (“cocodrilo de hocico ganchudo”) era un enorme gavial que podía llegar a las dos toneladas de peso. De costumbres acuáticas, con su hocico largo y estrecho, de más de un metro de largo, se alimentaba de peces.
Mourasuchus (“cocodrilo de Moura”), de doce metros de longitud, también era un cocodrilo acuático. Su cabeza era ancha, plana y alargada. En la garganta tenía un saco dilatable, como los pelícanos. Con sus delicadas mandíbulas, equipadas con decenas de dientes cónicos, filtraba las aguas en busca de pequeños invertebrados.
El mayor de todos, Purussaurus (“lagarto del Purús”), era un caimán de más de doce metros de longitud y quince toneladas de peso. En pie sobre sus cuatro patas, el cuerpo de Purussaurus tenía una alzada de 1,80 metros. Sólo la cabeza medía más de metro y medio de largo. Las mandíbulas, muy fuertes y engrosadas, alojaban setenta y seis dientes de hasta diez centímetros de longitud. Purussaurus vivía en los estuarios del mar de Pebas, y se alimentaba de grandes mamíferos, tortugas, peces y otros cocodrilos más pequeños. Con sus fuertes mandíbulas podía romper los huesos y los caparazones más duros.
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