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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

El rinoceronte lanudo

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Hace unos tres millones y medio de años, a mediados del Plioceno, el clima de la Tierra era más cálido que el actual. Pero en la meseta Tibetana el clima era muy frío y parece que fue allí donde aparecieron los antepasados de uno de los animales más célebres de los periodos glaciales, el rinoceronte lanudo. Estos ancestros eran rinocerontes pequeños y esbeltos, al igual que su pariente vivo más cercano, el rinoceronte de Sumatra.

Más tarde, cuando el clima de todo el planeta se enfrió, la tundra esteparia glacial, y con ella el rinoceronte lanudo, se extendieron por Eurasia. Una de las adaptaciones más habituales al clima frío es el aumento de tamaño, para minimizar la pérdida de calor; los rinocerontes lanudos crecieron hasta alcanzar un tamaño ligeramente mayor que el del rinoceronte blanco: entre tres metros y tres ochenta de largo, de uno sesenta a dos metros de altura en la cruz y un peso de dos a tres toneladas. Solo la cabeza mide cerca de un metro de largo.

En su apogeo, hace unos 30 000 años, el rinoceronte lanudo estaba presente desde Escandinavia y Gran Bretaña, que por entonces estaba unida al continente, hasta la costa asiática del Pacífico, y llegó por el sur hasta la península Ibérica, el sur del Cáucaso y el sureste de China. Sin embargo, nunca cruzó el istmo de Bering, que por aquel entonces unía el extremo este de Asia con Alaska.

El rinoceronte lanudo es uno de los mamíferos fósiles mejor conocidos. Además de centenares de esqueletos fósiles, disponemos de ejemplares congelados procedentes de Siberia, y en 1929 se descubrió un ejemplar completo, una hembra, perfectamente conservada en los depósitos fosilíferos de salmuera bituminosa cercanos a la localidad de Starunia, en los Cárpatos ucranianos. En aquella época la región pertenecía a Polonia, así que el ejemplar, al que sólo le faltan el pelo y las pezuñas, se conserva en el Museo de Historia Natural de la Academia Polaca de Ciencias, en Cracovia. También existen pinturas rupestres que representan rinocerontes lanudos, y que nos dan mucha información sobre el aspecto que tenían estos animales. Se conoce cerca de un centenar de estas imágenes, de las que más de la mitad están en la cueva de Chauvet, descubierta en 1994 en el sur de Francia.

Por los restos de plantas que se han conservado entre los dientes de los fósiles, y por el contenido estomacal que se ha preservado en algunos ejemplares, sabemos que los rinocerontes lanudos eran básicamente pastadores; la hierba representaba el 95 % de su dieta, aunque también comían otras plantas herbáceas, además de musgo y algunos arbustos, como sauces y abedules. La anatomía del animal está adaptada para este tipo de alimentación: la boca y los labios son anchos, parecidos a los del rinoceronte blanco, y la cabeza, en posición de reposo, se mantiene baja, cerca del suelo.

El rinoceronte lanudo tiene dos cuernos, de los que el anterior es generalmente cuatro veces más largo que el posterior, aunque también puede ser de la misma longitud o incluso un poco más corto. El cuerno anterior, situado en el extremo del hocico, mide entre 60 centímetros y más de un metro de longitud, es curvo y muy aplanado, como un sable con la punta roma, mientras que el cuerno posterior, entre los ojos, es más ancho, casi cónico, y con la punta redondeada. Los cuernos están formados por bandas claras y oscuras, que si son bandas de crecimiento anual indican que estos animales podían vivir más de treinta años, como los rinocerontes actuales. A pesar de su delgadez, el cuerno anterior era muy resistente. Algunas pinturas rupestres muestran a los rinocerontes luchando entre sí con los cuernos, y las marcas de desgaste en el borde delantero del cuerno indican que también lo utilizaban para escarbar en la nieve en busca de alimento, así que no estaban obligados como otros animales a emigrar durante el invierno. Hace un año, en 2014, un equipo de investigadores encontró en la isla Gran Liajov, en el archipiélago de Nueva Siberia, en el océano Glacial Ártico, una punta de jabalina de 13 000 años de antigüedad fabricada con un cuerno de rinoceronte lanudo de noventa centímetros de longitud.

Las orejas del rinoceronte lanudo son más estrechas que las de los rinocerontes actuales; tienen forma lanceolada, con la punta redondeada. Una enorme joroba, adornada por una corta melena, cubre los hombros, el cuello y la parte posterior de la cabeza. Las patas son cortas y gruesas, y la cola es corta y aplanada, con pelos largos en los bordes y en la punta.

El pelaje es largo, y está formado por pelos finos claros y pelos más gruesos y más oscuros. En algunas pinturas rupestres el vientre y las patas están ocultos bajo una cortina de lana que llega hasta el suelo, pero en otras no. Quizá se trate de un pelaje estacional que proteje del intenso frío en invierno, pero se pierde en el verano. Las pinturas rupestres muestran que el rinoceronte lanudo era de color pardo. En Europa Occidental se muestra además una franja negra más o menos ancha que rodea la zona media del animal, entre las patas. Es posible que se trate de un rasgo distintivo de la raza o subespecie que habitaba en esa región. Esta faja negra se extiende a veces desde los hombros hasta las caderas, pero otras veces es estrecha como un cinturón y sólo cubre la región cercana a la pelvis. Bajo el pelaje, la piel está cubierta por pequeñas protuberancias.

Los últimos rinocerontes lanudos vivieron en Siberia Occidental hace unos 10 000 años; su extinción no coincide con el final de la última glaciación, hace 12 000 años, sino con el periodo llamado Dryas reciente, un enfriamiento repentino más tardío probablemente provocado por la interrupción de las corrientes oceánicas del Atlántico Norte debido al flujo masivo de agua dulce procedente del deshielo de los glaciares. Pero con el calentamiento del planeta, la tundra esteparia glacial desapareció, y con ella se marchó el rinoceronte lanudo.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


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