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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Dickinsonia, el animal más antiguo

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Hace unos años hablábamos de la explosión cámbrica y de los enigmáticos organismos ediacarianos que la precedieron. Entre estos citábamos a Dickinsonia, con el cuerpo plano y ovalado, marcado con estrías radiales que lo dividen en segmentos, y que vivió hace entre 567 y 550 millones de años.

Los fósiles de Dickinsonia son moldes en lechos de arenisca. Miden entre unos milímetros y casi metro y medio de largo, con un espesor de entre una fracción de milímetro y unos pocos milímetros. Su cuerpo ovalado, que carece de boca y de ano, tiene un extremo más ancho que el otro. En el extremo ancho hay una región triangular sin segmentos, llamada región deltoidal; y los segmentos definidos por las estrías radiales son también más anchos cerca de esta región. A lo largo de la línea media del cuerpo de Dickinsonia una estrecha cresta o surco divide los segmentos en dos mitades. Estas mitades no están perfectamente alineadas, sino que el centro de los segmentos de un lado coincide con las estrías que separan los segmentos en el otro. En biología, los segmentos con este tipo de simetría de reflexión deslizante se llaman isómeros. El paleontólogo alemán Adolf Seilacher propuso que los isómeros de Dickinsonia son cámaras llenas de líquido a presión, infladas como un colchón de aire.

Otros organismos más o menos contemporáneos de Dickinsonia tienen también el cuerpo dividido en isómeros, como Spriggina, más alargado, Yorgia, en el que uno de los extremos, quizá la cabeza, carece de isómeros, y Rutgersella, en el que la línea media no se extiende hasta los extremos del cuerpo. Los isómeros no son exclusivos de los organismos ediacarianos; están presentes también en algunos animales actuales, como las larvas de los cefalocordados o anfioxos y algunas plumas de mar.

Los primeros fósiles de Dickinsonia se descubrieron en los montes Flinders, en Australia Meridional, en 1947. El geólogo australiano Reginald Sprigg les dio el nombre de Dickinsonia en honor de su jefe, Ben Dickinson, director de minas de Australia Meridional. Después se han encontrado otros fósiles en Ucrania, en la cuenca del Dniester, y en Rusia, en la Región de Arcángel cerca del mar Blanco y en los Urales centrales. Se han descrito nueve especies de Dickinsonia desde su descubrimiento en 1947, aunque actualmente solo se aceptan cuatro o cinco.

También se han atribuido a Dickinsonia algunos rastros fósiles. Se trata de impresiones redondeadas con menos detalle que los fósiles del organismo. Pueden ser las huellas dejadas por Dickinsonia sobre el lecho marino, quizá al segregar algún tipo de baba para aislarse del tapete microbiano que cubría el fondo del mar, o quizá para disolverlo y devorarlo mediante digestión externa en su superficie inferior, como los actuales placozoos, con los que podría estar emparentado. También se han interpretado como las huellas dejadas por organismos rodando por el fondo arrastrados por las corrientes.

Dickinsonia pasa la mayor parte del tiempo anclado al fondo marino, aunque parece que podía moverse de un sitio a otro. Nunca se han encontrado dos fósiles superpuestos; cuando se encuentran adyacentes, están deformados para evitar el contacto, como si compitiesen entre ellos o segregasen algún tipo de sustancia repulsiva. La forma en la que los fósiles están preservados indica que las partes duras del organismo no están mineralizadas, sino hechas de un biopolímero resistente, como la queratina.

En cuanto a su relación con otros seres vivos, Dickinsonia se ha interpretado como una medusa, un coral, un gusano poliqueto, una planaria, una anémona, un cordado o incluso un hongo, un líquen o un organismo unicelular gigante. Dos descubrimientos recientes apuntan a que Dickinsonia era un animal. El primero es el patrón de crecimiento de la especie. Como disponemos de muchos fósiles de Dickinsonia de tamaños muy diferentes, se ha podido determinar cómo se desarrollaba. Dickinsonia crecía durante toda su vida, por eso algunos individuos alcanzan tamaños tan grandes. Los ejemplares más pequeños, suponemos que los más jóvenes, tenían la región deltoidal proporcionalmente más grande y muchos menos segmentos que los ejemplares grandes. Se han encontrado algunos ejemplares en los que nuevos segmentos aparecen parcialmente formados junto a la región deltoidal; esto implica que es en esta zona donde se produce el crecimiento del animal. Estos nuevos segmentos, que son cada vez más grandes, se van inflando hasta que, por la aparición de más segmentos detrás de ellos, han recorrido un tercio de la longitud del cuerpo, donde el animal alcanza su anchura máxima. Los segmentos situados en el extremo opuesto a la región deltoidal son los más pequeños y los más viejos; por el empuje de la generación de nuevos segmentos, son también los más estrechos. El crecimiento a partir de una región cercana a un extremo, pero no desde el extremo mismo, se da también en algunos animales, pero no en otros seres vivos. En esos animales, la región de crecimiento suele estar en la parte trasera del animal, así que podemos suponer que la región deltoidal es la cola de Dickinsonia

El segundo descubrimiento ha sido posible gracias a la extracción de ocho pequeños fósiles en un extraordinario estado de conservación de los acantilados cercanos a Lyamtsa, en la costa rusa del mar Blanco. Para ello, Ilya Bobrovskiy, estudiante de doctorado de la Universidad Nacional Australiana, tuvo que desplazarse en un helicóptero militar ruso hasta la cumbre de los acantilados y descolgarse desde allí haciendo rápel. Los fósiles, extraídos de la pared del acantilado y envueltos inmediatamente con una lámina esterilizada para evitar cualquier contaminación, fueron transportados a un laboratorio limpio en Australia; allí se extrajeron los restos de materia orgánica presentes en los fósiles y en la matriz de roca circundante. El análisis de estos restos en busca de esteroles, compuestos que forman parte de la membrana celular de los seres vivos, encontró una significativa diferencia entre los esteroles presentes en el fósil y los de la matriz. Los esteroles del fósil son casi exclusivamente colesterol, como es típico de la membrana celular de los animales, mientras que a su alrededor abundaban los estigmasteroides, característicos de las algas. Un análisis similar realizado por el mismo equipo en fósiles de otra especie de la misma época, Beltanelliformis, de forma de disco, ha mostrado que no se trata de un animal, sino de colonias de bacterias.

Si bien algunos paleontólogos han llamado la atención sobre la presencia de colesterol en ciertos hongos, lo que, junto con los estigmasteroides de las algas circundantes podría no descartar la identificación de Dickinsonia con un líquen, los indicios de que este era un organismo móvil eliminan esa posibilidad. Aunque aún no sabemos con qué grupos estaba más emparentado, ni si se trata de una rama lateral extinta antes de la explosión cámbrica o por el contrario es el ancestro de algún grupo posterior, de lo que sí podemos estar bastante seguros es de que Dickinsonia es el animal más antiguo que conocemos. Por ahora.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

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Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

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