Cienciaes.com

Zoo de Fósiles podcast - cienciaes.com suscripción

Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Las enantiornitas, aves opuestas

Enantiornitas - Zoo de Fósiles podcast - Cienciaes.cpm

Hace medio siglo, en 1971, en el transcurso de la Expedición Paleontológica Polaco-Mongola al desierto de Gobi, la paleontóloga polaca Teresa Maryańska descubrió dos pequeños cráneos dañados que, aunque por entonces no se supo, resultaron ser la primera muestra de una nueva subclase de aves que prosperó durante el periodo Cretácico: las enantiornitas. En 1974, el paleontólogo polaco Andrzej Elżanowski publicó la descripción científica de uno de los cráneos, para el que creó la especie Gobipteryx, que clasificó en el grupo de las paleognatas, al que pertenecen los avestruces y los tinamúes.

Gobipteryx vivió hace unos 75 millones de años. Con un cráneo de unos 45 milímetros de largo terminado en un pico, tenía el tamaño de una perdiz. En la misma expedición de 1971 se encontraron varios huevos con embriones desarrollados en su interior. En estos embriones, los huesos de los hombros y las alas ya están casi completamente osificados, lo que indica que estas aves eran superprecoces, capaces de volar desde la salida del cascarón, igual que los pterosaurios. También son superprecoces algunas aves modernas, como los talégalos o megápodos.

Una década después, en 1981, el paleontólogo británico Cyril Alexander Walker, conservador de aves fósiles del Museo de Historia Natural de Londres, publicó la descripción de unos restos fósiles de un ave del Cretácico superior de Argentina, que bautizó con el nombre de Enantiornis. Enantiornis era un ave relativamente grande, con una envergadura de 1,2 metros y un peso de cerca de siete kilos. Walker se dió cuenta de que en esta especie, la estructura de la articulación del hombro, entre la escápula y el coracoides, está invertida respecto a la de las aves modernas. De ahí el nombre de Enantiornis, del griego “enantios”, que significa “opuesto”, y “ornis”, “ave”. En una articulación, la cavidad de un hueso donde se inserta otro se llama “glena”. En las aves modernas, es la escápula la que se inserta en una glena del coracoides, mientras que en las enantiornitas es al contrario, el coracoides se inserta en una glena de la escápula.

Ya antes del trabajo de Walker se habían descubierto fósiles con esa misma característica, como Gobipteryx, pero se habían asignado erróneamente a grupos modernos. Todas ellas forman la subclase de las enantiornitas, que fue el grupo de aves más diverso del Cretácico. Aunque casi todas tenían dientes en lugar de pico, y dedos con garras en las alas, en su aspecto general eran muy parecidas a las aves actuales.

Los fósiles más completos y mejor conservados de enantiornitas proceden de los yacimientos de Las Hoyas, en la provincia española de Cuenca, y de Liaoning, en el nordeste de China; con una antigüedad de unos 125 millones de años, son además los más antiguos. También se han encontrado polluelos, alas y patas preservados en ámbar de 99 millones de años de antigüedad en Birmania. Esas alas, y sus plumas, tienen la misma estructura que las de las aves modernas. La cola de las enantiornitas, sin embargo, es diferente. En las aves modernas, las vértebras caudales están fusionadas en una corta estructura triangular llamada pigóstilo, donde se asientan las plumas y la musculatura de la cola. En las enantiornitas, el pigóstilo es largo y estrecho, como una varilla; en algunas especies, la cola presenta un abanico de plumas parecido al de las aves actuales, aunque más simple: todas las plumas de la cola suelen ser del mismo tipo, excepto en Feitianius, que vivió en China hace unos 120 millones de años, y presenta tres tipos de plumas de distintas longitudes y anchuras en la cola. Otras especies solo tienen en la cola un par de largas plumas especializadas, como algunas aves del paraíso; este rasgo quizá estaba presente solo en los machos. En cuanto al aparato digestivo, las enantiornitas carecían de buche y de molleja; no ingerían piedras para ayudar a la digestión ni expulsaban los desechos en forma de egagrópilas.

Muchas enantiornitas eran superprecoces, como hemos visto en el caso de Gobipteryx, pero, por otro lado, el tiempo de incubación de los huevos era probablemente más largo, y su crecimiento era más lento; muchas enantiornitas crecían durante varios años. Sabemos que algunas especies enterraban los huevos para incubarlos.

Se han descrito más de ochenta especies de enantiornitas, procedentes de todos los continentes excepto la Antártida. Fue el primer grupo de aves con una distribución global, lo que implica que algunas de ellas fueron capaces de cruzar volando los océanos. Era un grupo muy diverso, con especies pescadoras, granívoras, insectívoras y carnívoras. Casi todas eran pequeñas, con un tamaño entre el del gorrión y el del estornino, aunque algunas especies alcanzaban el tamaño de un pavo o de una grulla.

En el yacimiento de Las Hoyas, en la provincia de Cuenca, del que hablamos en Zoo de fósiles hace unos años, tenemos a Iberomesornis, que ya podía posarse en las ramas de los árboles, Concornis, parecida a las zancudas actuales, y Eoalulavis, la primera aparición en el registro fósil del álula, un penacho de plumas en el dedo pulgar del ala que aumenta la estabilidad a baja velocidad para el aterrizaje. Según un estudio reciente, es posible que las dos últimas, Concornis y Eoalulavis, como muchas aves pequeñas actuales, optimizaran su vuelo mediante la alternancia de cortos periodos de aleteo ascendente con otros descendentes en los que las alas se pliegan junto al cuerpo, descibiendo una trayectoria ondulada. Así se disminuye la resistencia del aire y se aprovecha la aceleración de la gravedad.

De los yacimientos de Liaoning procede Longirostravis, del tamaño de una codorniz, que tiene el pico largo y estrecho, ligeramente curvado, con cinco pares de pequeños dientes cónicos en el extremo. La cola está formada por dos largas plumas. Su modo de vida era semejante al del ostrero: con el pico buscaba pequeños animales enterrados en el fango de las orillas de ríos y lagos. También se descubrió en Liaoning Mirusavis que, a pesar de no haber completado la osificación del esqueleto, tenía ya hueso medular, un tipo de hueso exclusivo de las hembras en aves y dinosaurios, que actua como reservorio de calcio para la formación de los huevos, y solo está presente durante el ciclo reproductivo. Esto significa que estas aves alcanzaban la madurez reproductiva antes de haber terminado su crecimiento.

Longipteryx, de unos 15 centímetros de longitud, vivió también en el nordeste de China, hace 120 millones de años. Tiene el pico más largo que el resto de la cabeza, con unos pocos dientes ganchudos en la punta. Las alas están bien desarrolladas, aunque aún conserva tres dedos, dos de ellos con garras. Las patas son cortas y las garras fuertes. Semejante a un pequeño martín pescador, probablemente era omnívoro; cazaba grandes insectos con las garras y comía también frutos y semillas, y quizá pequeños animales acuáticos.

Hace 115 millones de años vivió en el noroeste de China Avimaia. Es el primer fósil de ave que conserva un huevo en su interior; probablemente la retención del huevo debida al estrés causó la muerte del animal. De la misma época es Brevirostruavis, que vivió en el nordeste de China. Brevirostruavis tiene el hocico corto, y el gran tamaño del hueso hioides indica que su lengua era larga; su modo de vida era quizá semejante al de los colibríes.

Alexornis, semejante a un gorrión, vivió en México hace 73 millones de años. En misma época vivía en el sudeste de Francia Castignovolucris; con una longitud de entre 75 y 110 centímetros y una envergadura de 130 a 180 centímetros es una de las enantiornitas más grandes. Falcatakely, que vivió en Madagascar a finales del Cretácico, tenía un largo pico de nueve centímetros semejante al del tucán.

Como vemos, las enantiornitas eran un grupo muy variado y muy extendido, pero todas se extinguieron al final del Cretácico, al mismo tiempo que los dinosaurios no avianos.

(Germán Fernández, 12/04/2024)

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


Botón de donación
Apoya a CienciaEs haciéndote MECENAS con una donación periódica o puntual.
Colabore con CienciaEs.com - Ciencia para Escuchar
40,8 millones de audios servidos desde 2009

Agradecemos la donación de:

Angel Quelle Russo
“Vuestra labor de divulgación de la ciencia y en particular del apoyo a los científicos españoles me parece muy necesario e importante. Enhorabuena.”

Angel Rodríguez Díaz
“Seguid así”

Anónimo

Mauro Mas Pujo

Maria Tuixen Benet
“Nos encanta Hablando con Científicos y el Zoo de Fósiles. Gracias.”

Daniel Dominguez Morales
“Muchas gracias por su dedicación.”

Anónimo

Jorge Andres-Martin

Daniel Cesar Roman
“Mecenas”

José Manuel Illescas Villa
“Gracias por vuestra gran labor”

Ulrich Menzefrike
“Donación porque me gustan sus podcasts”

Francisco Ramos

Emilio Rubio Rigo

Vicente Manuel CerezaClemente
“Linfocito Tcd8”

Enrique González González
“Gracias por vuestro trabajo.”

Andreu Salva Pages

Emilio Pérez Mayuet
“Muchas gracias por vuestro trabajo”

Daniel Navarro Pons
“Por estos programas tan intersantes”

Luis Sánchez Marín

Jesús Royo Arpón
“Soy de letras, sigo reciclándome”

———- O ———-
App CienciaEs Android
App CienciaEs
App de cienciaes en apple store YouTube CienciaEs
———- O ———-



feed completo
Suscribase a nuestros programas






Locations of visitors to this page