Buscando "Evolución"
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Una de las amenazas más prevalentes para cualquier ser vivo la constituyen los parásitos. Defenderse de su ataque es prioritario para la supervivencia, y tanto el sistema inmune como el sistema nervioso han generado mecanismos de defensa contra ellos. Uno de estos mecanismos lo constituye la sensación de picor. Esta sensación, y el comportamiento de rascarse allá donde pica que induce, es un importante elemento de defensa frente a los parásitos. Sin embargo, cuando algo falla en el mecanismo de control de la sensación de picor, suele desarrollarse el llamado picor crónico, o prurito, una sensación de picazón continua que no desaparece al rascarse. Ahora, un equipo de científicos han generado un ratón transgénico que está ayudando a comprender las bases genéticas del picor.
En Hawái, unos entomólogos han descubierto una oruga que vive al límite: sobre la tela de una araña. Ese comportamiento no lo hace porque sea amante del peligro, sino porque se alimenta de los restos de insectos atrapados por la araña. Pero, ¿cómo se las arregla para no servir de alimento a su poco recomendable compañera? Pues muy simple: ¡fingiendo que está muerta!. ¿Cómo? ¡Disfrazándose con las patas, alas y cabezas de insectos que previamente han sido capturados y consumidos a medias por la araña, como si fuera un espeluznante collage viviente! Esta estrategia ninja le permite sobrevivir y crecer hasta convertirse en una polilla tan extraña como fascinante. De este y otros no menos interesantes hawaianos habla hoy Jorge Laborda en este nuevo epiosodio de Quilo de Ciencia.
Desde hace décadas, los científicos estudian qué genes a lo largo de la evolución han sido los más importantes para que los humanos hablemos. Hasta ahora, el principal candidato era el gen llamado FOXP2. Los humanos poseemos una variante del gen FOXP2 que no poseen otros animales relacionados con nosotros, en particular no la poseen chimpancés o gorilas. Esta aparente exclusividad humana hizo creer en un principio que esa variante de FOXP2 era la que nos capacitaba para hablar. Gracias a los progresos en la secuenciación del DNA se ha podido obtener y comparar la secuencia de especies humanoides, como neandertales y denisovanos, así como de gorilas, chimpancés, orangutanes y bonobos. A partir de la comparación de esos genomas, se han identificado 61 genes cuyas variantes aparecen exclusivamente en la especie humana. Una de estas variantes génicas ha atraído mucho la atención de los científicos. Se trata de una variante del gen NOVA1, que produce una proteína que interacciona con el RNA en las neuronas y modula su función.
Las relaciones genéticas son fundamentales para determinar la forma corporal y facial de los organismos. Así, gatos, linces, leopardos, e incluso tigres o leones, aunque especies diferentes, poseen rostros muy parecidos en su forma general. Lo mismo sucede con caballos, burros y cebras, por poner otro ejemplo, e igualmente sucede entre numerosas especies de primates. Sin ir más lejos, no me negará que chimpancés y gorilas guardan un cierto aire de familia. No obstante, a pesar de que los chimpancés están genéticamente más relacionados con nosotros que con los gorilas, por extraño que pueda parecer, no es a nosotros a quien más se parecen los parientes de Chita ¿Por qué somos los humanos tan diferentes a otros primates en lo que al rostro se refiere?
Las teorías cosmológicas son modelos científicos que buscan explicar el origen, la estructura y evolución del Universo. Las más aceptadas describen que el Universo comenzó hace aproximadamente 13.8 mil millones de años con el Big Bang, un estado inicial extremadamente caliente y denso, seguido por una continua expansión. Momentos después del Big Bang, el Universo se enfrió lo suficiente como para hacerse transparente a la radiación electromagnética, permitiendo que la luz viajara libremente a través del espacio. Esta radiación llega a nosotros como el Fondo Cósmico de Microondas (FCM). En su camino, el fondo cósmico de microondas ha ido encontrando polvo cósmico, estrellas, galaxias y materia oscura que ha dejado en él huellas de su existencia. La investigación de estas señales es el campo de estudio de cosmólogos y estudiantes de cosmología, como Irene Abril Cabezas, nuestra invitada en Hablando con Científicos.
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