La ciencia no deja de asombrarnos con nuevos descubrimientos insospechados. En el podcast Ciencia Fresca, Jorge Laborda Fernández y Ángel Rodríguez Lozano discuten con amenidad y, al mismo tiempo, con profundidad, las noticias científicas más interesantes de los últimos días en diversas áreas de la ciencia. Un podcast que habla de la ciencia más fresca con una buena dosis de frescura.
Descubren la causa de la enfermedad que diezma a las estrellas de mar.
Hace alrededor de una década, apareció una terrible enfermedad de origen desconocido en muchas de las especies de estrellas de mar que pueblan la costa del pacífico de Norteamérica. Esta enfermedad se denominó enfermedad de desgaste de las estrellas de mar (SSWD). Tras una intensa investigación, un equipo internacional de científicos ha identificado ahora al agente responsable de esta enfermedad , que ha causado la muerte de miles de millones de estos animales. El culpable es una cepa de Vibrio pectenicida. Las bacterias del género Vibrio son conocidas por afectar a corales, moluscos y humanos.
La cepa FHCF-3 de V. pertenecida es la causante de esta epidemia. Provoca lesiones externas en las estrellas de mar, que progresan hasta “derretir” sus tejidos en un proceso que dura aproximadamente dos semanas. Los individuos afectados se contorsionan y pierden sus brazos. Esta enfermedad ha sido especialmente letal para la estrella de mar girasol (Pycnopodia helianthoides), de la cual se estima que han muerto 5.75 mil millones desde 2013, lo que representa más del 90% de su población global. Esta especie dfe estrella marina, que puede desarrollar hasta 24 brazos y alcanzar el tamaño de una rueda de bicicleta, ha sido incluida en la lista roja de especies en peligro crítico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
La desaparición de estas estrellas ha tenido consecuencias ecológicas profundas. Al alimentarse de erizos de mar, las estrellas girasol mantenían a raya la población de estos animales. Sin ellas, los erizos han proliferado sin control y han devastado los bosques de algas marinas, que son hábitats esenciales para miles de especies de gran valor económico, cultural y medioambiental. Estos bosques también capturan dióxido de carbono, mitigando el calentamiento global, y protegen la línea costera del efecto de las tormentas.
El descubrimiento de la bacteria patógena fue posible gracias a un proceso de investigación de cuatro años, liderado por el Hakai Institute, la Universidad de Columbia Británica (UBC), y la Universidad de Washington, con apoyo de organizaciones como The Nature Conservancy y el US Geological Survey. Los investigadores lograron aislar la bacteria a partir del fluido celómico (similar al plasma en los animales terrestres) de estrellas enfermas, confirmaron que la bacteria estaba ausente en estrellas sanas, y demostraron su papel patógeno al inyectarla en ejemplares sanos, y comprobar que estos desarrollaban rápidamente la enfermedad.
Este hallazgo abre nuevas posibilidades para la recuperación de las especies de estrellas marinas afectadas. Se están explorando estrategias, como su cría en cautiverio, el desarrollo de pruebas diagnósticas para detectar la bacteria y la reintroducción experimental de ejemplares en zonas marinas libres de V. pectenicida. También se investiga el papel de la temperatura del océano, ya que Vibrio prospera en aguas cálidas, lo que sugiere una relación entre el cambio climático y la propagación de la enfermedad.
También se está investigando el uso de probióticos, es decir, bacteria no patógenas que compitan con la bacteria V. pectenicida y dificulten su desarrollo, y terapias con virus bacteriófagos como posibles tratamientos o medios de control. De ser el aumento de temperatura del océano el factor principal para la progresión de la bacteria, se cree que áreas frías, como los fiordos de la costa central de Columbia Británica en Canadá, podrían servir como refugios para las estrellas girasol, lo que ofrece cierta esperanza para su conservación.
(Jorge Laborda 08/08/2025)
Referencias:
Melanie Prentice et al. (2025). Vibrio pectenicida strain FHCF-3 is a causative agent of sea star wasting disease. Nature Ecology and Evolution.
https://doi.org/10.1038/s41559-025-02797-2
Andrew R. McCracken el al (2025). Precursors of Sea Star Wasting: Immune and Microbial Disruption During Initial Disease Outbreak in Southeast Alaska
bioRxiv 2025.07.05.662347; doi: https://doi.org/10.1101/2025.07.05.662347
El clima en dientes de dinosaurio.
Un equipo internacional de científicos ha desarrollado una forma ingeniosa de analizar los dientes fosilizados de estos antiguos gigantes para saber cómo era la atmósfera cuando ellos vivían.
Cuando respiramos, el oxígeno del aire entra en nuestro cuerpo y, en parte, termina formando parte del agua que circula por nuestra sangre y tejidos. Esa agua, con su “firma química”, se queda grabada en los huesos y en los dientes cuando se forman. Lo mismo pasaba con los dinosaurios. Y de todos sus huesos, los dientes son especialmente valiosos, porque están recubiertos de esmalte, un material muy duro llamado bioapatita que puede conservarse sin alterarse durante millones de años.
Así que, si analizamos cuidadosamente la composición química del esmalte dental de un dinosaurio, podemos averiguar cómo era el oxígeno que respiraba. Pero eso no es todo: el oxígeno atmosférico tiene una señal química especial que está relacionada con otros factores del planeta, como la cantidad de dióxido de carbono (CO₂) en el aire y cuánta vida vegetal había en ese momento.
El oxígeno tiene tres isótopos estables: el más común es el ¹⁶O, pero también existen el ¹⁷O y el ¹⁸O, que tienen uno o dos neutrones más en su núcleo. En la naturaleza, estos isótopos suelen estar en proporciones bastante estables. Pero en ciertos lugares, como en la estratosfera (la capa alta de la atmósfera), la luz ultravioleta del Sol puede romper moléculas de ozono o CO₂ y producir oxígeno con una proporción anómala de ¹⁷O.
Cuanto más CO₂ hay en la atmósfera, más de estos procesos ocurren, y eso cambia el valor de las concentraciones de ¹⁷O en el oxígeno que respiraban los dinosaurios. Por otro lado, cuanto más oxígeno se produce por fotosíntesis, esa señal anómala se “diluye” porque el oxígeno de las plantas no tiene anomalía.
Así que midiendo la concentración de ¹⁷O en el esmalte de los dientes fósiles, los científicos pueden estimar cuánto CO₂ había en el aire cuando esos animales vivieron.
Los investigadores analizaron dientes de distintas especies de dinosaurios hallados en Estados Unidos, Canadá, Marruecos, Alemania y Tanzania. Los dientes pertenecían a distintos tipos de dinosaurios: grandes herbívoros como Camarasaurus, carnívoros como Tyrannosaurus rex y otros como Edmontosaurus. También incluyeron dientes y huesos de aves modernas y un caimán, para tener puntos de comparación con animales actuales.
El resultado fue asombroso:
En el Jurásico Tardío (hace unos 150 millones de años), la cantidad de CO₂ en la atmósfera era aproximadamente tres veces mayor que antes de la Revolución Industrial. En cambio, en el Cretácico Tardío (hace unos 75 millones de años), era alrededor de 2 veces mayor.
Esto confirma que la Tierra durante la era de los dinosaurios era un mundo cálido, con un clima tipo “invernadero” y probablemente lleno de vegetación.
Este estudio es importante por varias razones. Primero, demuestra que los dientes fósiles son algo más que reliquias: pueden ser auténticas cápsulas del tiempo químicas. Segundo, ayuda a entender mejor cómo era el clima de la Tierra en una época muy distinta a la actual. Y tercero, nos da pistas para comparar con lo que estamos viviendo hoy: el CO₂ actual está aumentando rápidamente, y mirar al pasado puede ayudarnos a imaginar los efectos que eso podría tener.
Los dientes de dinosaurio no solo sirven para saber qué comían, sino también qué respiraban. Y al estudiarlos con técnicas modernas, los científicos pueden reconstruir un pedacito del planeta de hace millones de años: más cálido, más húmedo y con niveles de CO₂ muy superiores a los actuales. Así, la ciencia convierte un fósil en un mensaje del pasado, escrito en la lengua de los átomos.
(Ángel Rodríguez Lozano 08/08/2025)
Referencia:
Dingsu Feng et al. Mesozoic atmospheric CO2 concentrations reconstructed
from dinosaur tooth enamel. PNAS 2025 Vol. 122 https://doi.org/10.1073/pnas.2504324122
Apoya a CienciaEs haciéndote MECENAS con una donación periódica o puntual.
40,8 millones de audios servidos desde 2009
Agradecemos la donación de:
Eulogio Agulla Rodiño
Luis Felipe Alburquerque
“Me encanta Hablando Con Científicos. Felicidades!!”
Angel Quelle Russo
“Vuestra labor de divulgación de la ciencia y en particular del apoyo a los científicos españoles me parece muy necesario e importante. Enhorabuena.”
Angel Rodríguez Díaz
“Seguid así”
Anónimo
Mauro Mas Pujo
Maria Tuixen Benet
“Nos encanta Hablando con Científicos y el Zoo de Fósiles. Gracias.”
Daniel Dominguez Morales
“Muchas gracias por su dedicación.”
Anónimo
Jorge Andres-Martin
Daniel Cesar Roman
“Mecenas”
José Manuel Illescas Villa
“Gracias por vuestra gran labor”
Ulrich Menzefrike
“Donación porque me gustan sus podcasts”
Francisco Ramos
Emilio Rubio Rigo
Vicente Manuel CerezaClemente
“Linfocito Tcd8”
Enrique González González
“Gracias por vuestro trabajo.”
Andreu Salva Pages
Emilio Pérez Mayuet
“Muchas gracias por vuestro trabajo”
Daniel Navarro Pons
“Por estos programas tan intersantes”
Luis Sánchez Marín
Jesús Royo Arpón
“Soy de letras, sigo reciclándome”