Las mentes más claras de la historia han ido tejiendo poco a poco la intrincada tela de araña del conocimiento científico. En cada programa del podcast Ciencia y Genios les ofreceremos la biografía de un gran sabio escrita por varios autores.
Todo gira alrededor de nosotros, es obvio, el Sol se mueve de Este a Oeste todos los días y, como él, lo hace la mayoría de las estrellas, exceptuando -cosa digna de mención- la estrella Polar, que se empecina en permanecer inmóvil. Eso no tiene nada de particular, el cielo es una enorme esfera que gira alrededor de la Tierra y la Polar está justo en el eje. Lo que está claro es que el Universo es esférico y nosotros, que somos tan importantes, estamos en el centro. Así pensaban los que vivieron en los tiempos antiguos, incluidos grandes sabios griegos, como Parménides, Platón o Aristóteles.
Estas observaciones dieron luz a una nueva ciencia, la Astronomía. Los más observadores descubrieron que no todos los astros se mueven por igual en el firmamento. La Luna gira alrededor de nosotros siguiendo un ritmo distinto al de las estrellas fijas, el Sol lo hace al suyo y una serie de "estrellas errantes" (eso significa en griego "esteres planetai", de ahí el nombre de "planetas") giran siguiendo movimientos extraños que van y vienen por el cielo, como si sus esferas pararan en un momento dado, dieran marcha atrás, y volvieran de nuevo.
Así de fácil parecía funcionar el Universo, pero cuando los astrónomos se pusieron a diseñar un modelo que permitiera predecir los eclipses, las fases de la luna, el movimiento de los planetas o la aparición de las estrellas sobre el horizonte, las cosas se fueron complicando. El sabio griego Eudoxo, alumno de Platón, necesitó 27 esferas de distinto radio para describir los movimientos del cielo. Unas esferas semitransparentes que se movían a distinto ritmo tirando del Sol, de la Luna y de los planetas. Aristóteles perfeccionó el modelo añadiendo más esferas, no menos de 55, y lo hizo con tal maestría y belleza que logró convencer al mundo durante muchos siglos, a pesar de estar equivocado.
El modelo fue ajustado por Ptolomeo, en el siglo II d.C. Propuso tal número de esferas, unas dentro de otras, excéntricas, grandes, pequeñas, que el modelo perdió la simetría y la estética de Aristóteles pero, más o menos, daba resultado a la hora de hacer predicciones. Ese "más o menos" permitió la supervivencia del sistema, pero era tan complejo que algunos protestaron abiertamente. Cuentan que el rey Alfonso X el Sabio, al ser informado del modelo ptolomeico, dijo: "si es realmente así como Dios ha construido el universo, yo le podría haber aconsejado mejor".
En toda sociedad hay una "oveja negra" y en la sociedad griega fue un genio de las matemáticas llamado Aristarco de Samos. Cuando era joven, se atrevió a decir que el Sol era mayor que la Tierra, algo peligroso de afirmar, porque al gran sabio Anaxágoras lo habían desterrado por mucho menos, al sugerir que el Sol era tan grande como el Peloponeso. El caso es que en la cabeza de Aristarco no cabía la idea de que algo mucho más grande que la Tierra fuera obligado a girar alrededor de ella, era como si un lanzador de peso pudiera lanzar con facilidad un cuerpo cien veces más pesado que él. Con estas premisas, contra corriente, mil setecientos años antes que Copérnico, Aristarco elaboró un sistema del Universo que desplazaba a la Tierra de su posición y ponía el Sol en el centro del Universo. Desgraciadamente el libro en el que desarrolló su teoría se perdió y sólo sabemos de su existencia gracias a los comentarios de Arquímedes y de algunos escritores como Plutarco.
La historia de la ciencia pasa de puntillas por los oscuros siglos de la Edad Media y vuelve a brillar con la llegada del Renacimiento. La mirada atrás, hasta los grandes pensadores del pasado, y la invención de la imprenta, que puso en manos de muchos las obras tanto tiempo olvidadas, provocó una revolución cultural sin precedentes. Se dice que Nicolás Copérnico miró más los libros que estrellas. Así fue como pudo comprobar los errores de Ptolomeo y, posiblemente, oyó hablar de las ideas de Aristarco. Su gran talento le permitió elaborar una nueva visión del Cosmos con el Sol en el centro, la teoría heliocéntrica, una revolución que destronó para siempre al ser humano del centro del Universo.
Les invitamos a escuchar la biografía de Nicolás Copérnico. Comienza con estas palabras:
Cuentan las crónicas que en mayo de 1543 un mensajero llamó a la puerta del canónigo de Fraunburg, en Polonia, con un correo urgente. Traía el primer ejemplar de un libro recién salido de la imprenta y deseaba entregarlo al autor en propia mano. Tras muchos titubeos, lo dejaron pasar y se encontró con un anciano que agonizaba ya en su lecho de muerte. Con cuidado de no perturbar al enfermo, el mensajero dejó el volumen sobre la cama y dio por concluida su misión. Sospechaba que NICOLÁS COPÉRNICO moriría sin tener conciencia de esa inesperada visita... pero no fue así.
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