Las mentes más claras de la historia han ido tejiendo poco a poco la intrincada tela de araña del conocimiento científico. En cada programa del podcast Ciencia y Genios les ofreceremos la biografía de un gran sabio escrita por varios autores.
Ahora quedan muy pocos televisores tradicionales, de aquellos que ocupaban un gran volumen por estar equipados con un tubo de rayos catódicos, los imparables avances de la electrónica no los han perdonado. En cierto sentido es una pena, porque aquellos televisores nos permitían entender mejor el fenómeno que llevó a Wilhelm Conrad Rontgen al descubrimiento de los rayos X.
Como pueden ver en la imagen de la derecha, un tubo de rayos catódicos es un cañón de electrones (tres en el caso de un televisor en color). Los electrones son agrupados en un haz finísimo y lanzados contra una pantalla fluorescente que se enciende mostrando un punto luminoso. Este ingenioso artilugio tuvo su origen en un invento de 1869, 70 años antes que el televisor, pero durante mucho tiempo ni siquiera se sabía qué tipo de partículas participaban en el proceso porque el electrón no se identificó hasta 1897.
Rayos catódicos
Investigar con rayos catódicos estaba a la orden del día en muchos laboratorios de física a finales del siglo XIX. En 1892, Philipp Lenard, Director del Instituto de Física de Heidelberg desarrolló un nuevo artilugio que liberaba los electrones de las ataduras impuestas por la ampolla de vidrio que componía el tubo (en la imagen central tienen un ejemplo del tubo empleado por aquellos tiempos). El dispositivo de Lenard permitía que los electrones escaparan del tubo de vacío, como consecuencia, el aire cercano al tubo se cargaba de electricidad y ciertas sales fluorescentes brillaban en la oscuridad. Estos experimentos fascinaron a Röntgen hasta tal punto que abandonó todas sus investigaciones para dedicarse de lleno a los rayos catódicos.
Röntgen diseñó, (como les contamos en la biografía), una serie de experimentos en los que hacía cambiar bruscamente de dirección a los electrones, observó que se generaban otros rayos, más enigmáticos si cabe, a los que denominó, por su naturleza desconocida, “Rayos X” . Éstos eran mucho más penetrantes, no transportaban ningún tipo de carga eléctrica y tenían un alcance muy superior a los rayos catódicos.
Extrañas propiedades de los Rayos X
El 8 de noviembre de 1895, tras el descubrimiento de los “Rayos X”, Röntgen se dedicó a investigarlos documentando escrupulosamente cada uno de los experimentos que hacía. Comprobó que los rayos podían atravesar el aire y el vidrio y una gran variedad de materiales, incluidos varios metales. Demostró que una lámina de plomo los bloqueaba por completo y llegó a la conclusión de que eran realmente rayos porque viajaban en línea recta y los objetos puestos en su camino producían sombras del mismo tipo que otras radiaciones.
La primera radiografía
En uno de sus experimentos Intentó comprobar la capacidad del plomo para detener los rayos, para ello, Röngen sostuvo una placa de este metal con la mano izquierda delante del emisor y comprobó la imagen obtenida. Descubrió, sorprendido, que los dos dedos que sujetaban la placa proyectaban un espectral juego de sombras, los huesos se podían distinguir perfectamente porque aparecían como una mancha más oscura que el tejido que los envolvía. El 22 de diciembre se decidió a experimentar directamente con un ser humano y, escogió a su esposa como conejillo de indias. Para menejar con libertad sus instrumentos y poder sacar una fotografía, Röntgen pidió a la abnegada Anna Bertha, que pusiera la mano en el camino de los rayos X. La imagen obtenida al revelar la placa fotográfica mostró claramente los huesos y el anillo que portaba. Aquella imagen se convirtió con el tiempo en la radiografía más famosa de la historia.
Como pueden escuchar en la biografía, Röntgen continuó su trabajo durante varias semanas encerrado en su laboratorio hasta que, finalmente, el 28 de diciembre de 1895, dio a conocer sus descubrimientos en un manuscrito titulado Über eine neue Art von Strahlen (“Sobre un nuevo tipo de rayos”) en la revista Physikalisch-Medizinische Gesellschaft de Würzburg. En el escrito utilizó el nombre de “Rayos X” por primera vez. El éxito de la publicación fue inmediato. A la semana siguiente, el 5 de enero de 1896, apareció la primera nota en prensa en un periódico de Viena. El texto hablaba de las potenciales aplicaciones de los rayos X con estas palabras:
(… _un médico podría determinar la gravedad de la fractura de un hueso sin el examen manual, que es muy doloroso para el paciente; podría determinar la posición de un cuerpo extraño, como una bala o un pedazo de metralla, mucho más fácilmente que hasta ahora”…
Cirugía apoyada en los Rayos X
Rápidamente se extendió la noticia, tal fue su difusión que, al día siguiente, en Birminghan, Inglaterra, el doctor J.R. Ratcliffe se clavó deliberadamente una aguja en la mano con el único fin de detectarla con su equipo de rayos X. La radiografía mostró, por supuesto, la posición de la aguja. La noche siguiente, una mujer ingresó en el Queen’s Hospital de Birminghan con una aguja clavada de tal manera que había quedado hundida totalmente en la carne, hasta el punto que resultaba imposible saber en qué lugar se encontraba. A la mañana siguiente, Ratcliffe hizo una radiografía y le pasó la placa al cirujano para que la examinara. El cirujano, guiado por la imagen de rayos X, operó a la mujer y extrajo la aguja. Esta fue, probablemente, la primera operación quirúrgica que se realizó utilizando técnicas radiológicas.
Les invitamos a escuchar la vida de Wilhelm Conrad Rontgen
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