La ciencia no deja de asombrarnos con nuevos descubrimientos insospechados cada semana. En el podcast Ciencia Fresca, Jorge Laborda Fernández y Ángel Rodríguez Lozano discuten con amenidad y, al mismo tiempo, con profundidad, las noticias científicas más interesantes de los últimos días en diversas áreas de la ciencia. Un podcast que habla de la ciencia más fresca con una buena dosis de frescura.
Hemos alcanzado la máxima longevidad media humana.
La esperanza de vida en casi todas las regiones del mundo se ha incrementado de manera continuada desde el siglo XIX. Aclaremos que la esperanza de vida es el tiempo medio que es esperable vivir basado en datos estadísticos de la población en su conjunto. Los avances en salud pública y sanitación, en vacunación, en nutrición, etc., así como avances en Medicina que han disminuido, en particular, la mortalidad infantil, han permitido pasar de una esperanza de vida que solo era de 25 a 30 años en Grecia y Roma antiguas, las culturas más desarrolladas de la antigüedad, a los cerca de 85 años en los países más desarrollados hoy. Solo desde mediados del siglo XX a la actualidad, la esperanza de vida al nacer se ha incrementado en casi 20 años, como media en el mundo.
Esta esperanza de vida en aumento se ha visto también acompañada por un incremento de la longevidad máxima, la de las personas que más largas vidas han vivido, es decir aquellas que mueren con una edad más avanzada. Estos dos hechos han inducido a pensar a algunos que esta tendencia hacia longevidades cada vez más elevadas era algo inherente al progreso, por lo que iba a continuar, si no indefinidamente, sí por muchos años más en el futuro.
Sin embargo, un estudio realizado por un equipo de investigadores, dirigidos por el Dr. Jan Vijg, catedrático de genética molecular en la Facultad de Medicina Albert Einstein, en New York, indica no solo que este aumento no va a producirse en el futuro, sino que hemos alcanzado ya un máximo de longevidad en los años 90 del siglo pasado. En el audio se lo contamos todo.
Referencia (1).
Dong, X., Milholland, B. & Vijg, J. (2016). Evidence for a Limit to Human Lifespan. Nature http://dx.doi.org/10.1038/nature19793.
Neuronas viajeras en el interior del cerebro de los niños.
Tendemos a pensar que, en el momento de nacer, tenemos un cerebro completamente formado, con cada neurona en su sitio, aunque éstas desarrollen luego nuevas conexiones en las que se van almacenando nuestras experiencias, nuestros deseos y sueños. Sin embargo, eso no es del todo correcto, como demuestra una investigación realizada por Mercedes Paredes de la Universidad de California y M. García Verdugo de Universidad de Valencia entre otros. Estos investigadores han descubierto que ciertas neuronas se crean en una región del cerebro y después recorren largos trayectos desde el lugar en el son creadas hasta aquel en el que van a realizar su función definitiva. Un desplazamiento que continúa en los niños durante varios meses después del nacimiento.
El desarrollo del cerebro es un proceso largo. Primero tienen que existir las células progenitoras que, al dividirse y multiplicarse, crean las primeras estructuras o bloques básicos del cerebro. Luego, las neuronas deben organizarse en las distintas regiones, aunque algunas tienen que viajar largos trayectos desde su lugar de nacimiento hasta las regiones donde van a realizar su función. Al final del viaje, estas neuronas deben ser funcionales, es decir deben integrarse y ser capaces de realizar su cometido.
El cerebro se compone de dos tipos de neuronas: inhibitorias y excitatorias. Las redes de cada tipo de neuronas se encargan de procesar la información sensorial, como las imágenes, sonidos y olores, y el funcionamiento cognitivo. No podríamos manejar la extraordinaria cantidad de información que nos llega del exterior si no existiera un mecanismo de control capaz de seleccionar qué estímulos son los realmente importantes. En ese sentido, las neuronas inhibitorias son las que coordinan el equilibrio entre la excitación y la inhibición de las redes neuronales en el cerebro.
Mercedes Paredes y su equipo han descubierto que ciertas neuronas inhibitorias que nacen en una región interior del cerebro, llamada zona subventricular (SVZ), se van moviendo lentamente por la masa cerebral hasta alcanzar la posición definitiva en la corteza del lóbulo frontal. Y esta travesía continúa hasta cinco meses después del nacimiento de un niño.
Así pues, cuando un recién nacido se enfrenta a la enorme cantidad de estímulos que proceden del mundo exterior, su cerebro aún está reclutando neuronas inhibitorias que le ayudan a adaptarse al ambiente. La llegada de estas grandes poblaciones de neuronas inhibitorias pueden contribuir a la maduración y plasticidad del córtex frontal, una región del cerebro que en los humanos es más grande y compleja que la del resto de los primates.
Referencia:
“Extensive migration of young neurons into the infant human frontal lobe,” by M.F. Paredes; et al. Science. 7 OCTOBER 2016. VOL 354 ISSUE 6308 http://science.sciencemag.org/cgi/doi/10.1126/science.aaf7073
Los simios superiores son capaces de adivinar lo que un ser humano va a hacer incluso cuando este se va a equivocar.
Las investigaciones realizadas hasta la fecha han demostrado que los simios superiores, al igual que los humanos, son capaces de atribuir intenciones y deseos a otros de su misma especie. Esta capacidad se ha denominado “teoría de la mente” y, en el caso humano, es absolutamente crucial para la comunicación y colaboración o competición con los demás. Juegos como el ajedrez no hubieran podido ser inventados de no haber contado ya con una “teoría de la mente” bien desarrollada.
Sin embargo, aunque las investigaciones realizadas hasta ahora habían podido demostrar que los simios superiores mantienen una teoría de la mente del otro cuando este otro alberga ideas verdaderas, no se había demostrado aún si esta teoría de la mente se extendía también al caso de que el otro albergue ideas falsas. En el caso humano, solo los niños mayores de cuatro años son capaces de superar tests del tipo verdadero-falso, en los cuales deben predecir los errores que otra persona cometerá basados en las falsas creencias que ellos saben que albergan en sus mentes. Algunos investigadores mantienen que la mente de los simios es similar a la de niños pequeños, pero no se tiene claro el grado de similitud.
En una serie de estudios, investigadores de la Universidad de Duke y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, dirigidos por el bien conocido antropólogo Michel Tomasello, demuestran que tres especies de simios superiores, chimpancés, bonobos y orangutanes, son capaces de adivinar que un ser humano va a ir a buscar un objeto oculto en un sitio determinado, incluso cuando los simios saben que el objeto no se encuentra allí. Las tres especies de simios son, por lo tanto, capaces de suponer que los seres humanos mantienen falsas ideas y van a actuar de acuerdo a ellas. En el audio les ampliamos esta información.
Referencia.
Christopher Krupenye et al. (2016). Great apes anticipate that other individuals will act according to false beliefs. Science. VOL 354 ISSUE 6308. Pp 110.
El control de inmersión de las diatomeas.
El hecho de ser pequeño no implica ser poco importante. Un buen ejemplo de la realidad de esta frase nos lo proporcionan las diatomeas, unas algas unicelulares que pueblan prácticamente todos los rincones de la Tierra, especialmente los océanos. Estos diminutos seres, cuyas dimensiones oscilan entre unas pocas micras y varios cientos, más pequeñas que el grosor de un cabello humano, abundan de tal manera que forman más del 40% de la biomasa del planeta. Así pues, cada vez que nos comemos un filete de pescado, algo menos de la mitad procede de las diatomeas.
Estos seres abundantísimos, suelen ir envueltos en una pared celular rígida de sílice opalino, llamada frústula. Las diatomeas existen desde el periodo jurásico, que comenzó hace 200 millones de años, y en la actualidad se conocen más de 20.000 especies vivas. Su forma de vida más habitual consiste en flotar indolentemente en las aguas superficiales del océano, recogiendo energía solar y alimentándose de los nutrientes disueltos en el agua. Cuando la diatomea muere, su carcasa se hunde y pasa a formar parte de los sedimentos, unos sedimentos que con el tiempo se convierten en rocas como las diatomitas o moronitas.
Hasta ahora se pensaba que la vida de una diatomea transcurría a merced de los elementos, arrastradas por los vientos superficiales y las olas, sin que nada más pudiera hacer, porque carecen de flagelos o cilios para moverse. Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de South Florida y firmado por Bradd Gemmel, ha cambiado nuestra visión. Según se desprende del artículo publicado en Proceedings of the Royal Society B, las diatomeas sí tienen un cierto control de sus movimientos.
El seguimiento con ordenador permitió descubrir que las diatomeas individuales se sumergían a gran velocidad y lo hacían por tramos, es decir, alternando un traslado por inmersión con paradas prolongadas. Un estudio más detallado ha permitido saber que consiguen controlar la velocidad de inmersión absorbiendo y expulsando a voluntad ciertos componentes pesados disueltos en el agua, como por ejemplo sulfatos. Este control permite que las diatomeas encuentren regiones más ricas en nutrientes para alimentarse y después volver a la superficie para continuar aprovechando la luz del Sol.
Referencia:
Dynamic sinking behaviour in marine phytoplankton: rapid changes in buoyancy may aid in nutrient uptake. Brad J. Gemmell, Genesok Oh, Edward J. Buskey, Tracy A. Villareal. Published 5 October 2016.DOI: 10.1098/rspb.2016.1126 http://rspb.royalsocietypublishing.org/content/283/1840/20161126
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